Me quedé sentada en el banco unos minutos más, tratando de digerir todo lo que Ramona me había contado, o mejor dicho, todo lo que había dejado sin decir. "El destino tiene sus caminos", pensé con ironía, como si esa frase pudiera despejar alguna de las dudas que me atormentaban. Pero la única claridad que sentía en ese momento era la frustración. Tenía más preguntas que respuestas. Finalmente, me levanté y comencé a caminar hacia casa, inmersa en mis pensamientos, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en el suelo. Las palabras de Ramona sobre Eduardo Alvear y mi madre seguían resonando en mi cabeza, una y otra vez. "¿Por qué nadie me dijo nada? ¿Por qué siempre ha sido todo un misterio?", murmuraba para mí misma, sintiendo cómo la confusión se mezclaba con la frustración. E

