—¿Estás bien? —preguntó Teoh y Ebba negó con la cabeza, ella estaba todo menos bien, y ni siquiera lo podía negar porque no tenía la fuerza para hacerlo, pues negarlo significaba tener que fingir que estaba bien, y no podía hacer eso—. Reina Ebba yo… —Dime mamá —pidió la mencionada tras interrumpir al actual príncipe heredero, a pesar de que aún no hubiera ocurrido una presentación pública como tal—, lo único que me queda son ustedes, así que, por favor, por lo menos, llámame mamá, Miteoh. Al escuchar ese apodo, que le había puesto su madre quién sabe cuándo, porque él recordaba que así le había llamado desde que tenía memoria, el adolescente se soltó a llorar mientras se abrazaba con fuerza a la mujer que más amaba en la vida, aun cuando sus ojos le decían que, definitivamente, ella no

