La Venganza De Ana

Que difícil es saber que tu vida depende de mantenerse quieta, incluso olvidándote de respirar. Mis manos tiemblan del miedo, y mi alma jura con abandonar mi cuerpo, no sé que está sucediendo y mucho menos cuantas horas han pasado, pero no pienso salir de aquí, no al menos de que esos hombres se marchen y nos dejen tranquilos. —¿Ya podemos salir Ana? —pregunta Paul, mi hermanito menor de apenas 10 años. —Todavía no Paul, ¡Quédate quieto! Muy pronto ellos se irán y nos dejarán en paz —le habló tratando de que no haga más ruido, así que pongo mis manos en su boca. Agachó mi mirada nuevamente con la esperanza que se hayan marchado, pero no, siguen aquí, solo puedo ver al enorme hombre golpear una vez más a mi padre, no se que fue eso tan grave que pudo hacer mi padre, pero estoy segura que mi familia no se lo merece —¡Jefe!, ¡Jefe!, Aquí está la que faltaba. —¡Auch! —gritó al sentir que jalaban fuerte de mi cabello, solo miro desesperadamente que Paul siga escondido. —¡Suéltala!, !no la toquen! —grita mi padre con lágrimas en sus ojos, desesperadamente, pero recibe un golpe en su cuello de uno de los hombres. —Así que está es tu princesita. Si ves niña lo que les hace tu padre, él nunca los quiso, ¡levanta la cara, niña estúpida! —vocifera aquel hombre tomando de mi cabello para que mire a mi padre, quien solo deja salir un suspiro ahogado. —¡Perdóname mi niña!, ¡Perdóname! —habla con su voz entrecortada. Me duele verlo en esa forma, su rostro está bastante golpeado, además de tener su ropa y parte de su cuerpo totalmente destrozada. —Papito, ¿Qué está sucediendo? —digo en un hilo de voz. —Tu papito no te va a decir absolutamente nada, porque no tiene los pantalones suficientes para decirlo —habló el hombre de ojos azules, pero con mirada turbia, quisiera decir que es guapo, pero para mí es el hombre más cruel y ruin sobre el planeta. —¡Leonardo! Tu padre dice que no dejes testigos de nada, quieres que acabes con todos —habla un hombre que acaba de llegar, yo solo ruego y pido al cielo que no sea cierto las palabras de aquel hombre. —¿Cuántas veces te he dicho imbécil que no debes decir más mi maldito nombre? —vociferó el hombre de ojos azules, que ahora se muy bien como se llama, “Leonardo". —Señor Santoro, por favor dejen ir a mi familia, ellos no han hecho nada, les juro que yo pagaré con mi vida todo lo que le hice a su padre, pero por favor, no le hagan nada a mi familia —mi padre suplica.  Veo como mi padre pone sus dos manos y suplica una y otra vez, mientras de mis ojos solo salen lágrimas de dolor. —Lamento decirle señor Martin que ya es demasiado tarde para sus súplicas. Es más, mire ahí viene su flamante esposa de la mano de uno de mis hombres y por lo visto no la pasó nada mal. Aquel hombre el cual se muy bien como se llama obliga prácticamente a mi madre a arrodillarse frente a mi padre, mientras mi padre solo estira su mano y acaricia la mejilla de ella. —¡Mamá! —digo al ver que tiene su ropa totalmente destrozada, por la visto mi padre también lo noto, pues trata de tapar su pecho descubierto. —Fiorella, mírame amor, ¿Dime qué esos hombres no te hicieron nada? —dice mi padre mirando fijamente a mi madre, pero ella no reacciona, es como si estuviera muerta en vida. Su mirada está perdida y sus labios tiemblan, la verdad me duele ver todo esto y no saber por qué estos hombres quieren hacernos daño. —Déjenos ir, por favor… suelten a mi niña, por favor, ella y mi esposa no han hecho nada, yo soy el que debe pagar por todo. —Eso debió pensarlo muy bien antes de traicionarnos, usted sabía muy bien que le hacíamos a las personas que nos traicionaron —dice aquel hombre, rodeado a mi madre quien al tenerlo cerca solo agachó su mirada. Mis ojos se abren de inmediato y mi cuerpo brinca al escuchar el ruido que acaba de salir. Veo como mi madre cae al piso y debajo de ella un enorme charco de sangre. Grito y grito al ver que aquel hombre acaba de matar a mi madre, me suelto del hombre que me sujetaba y corro hacia donde yace el cuerpo de ella muerto. —¡Mamita! —La verdad casi no puedo ni gritar, mi voz se acaba de ir junto con mi madre, quisiera entender aunque sea un poco lo que está sucediendo aquí, ¿Qué de malo puede hacer un abogado para que nos hagan esto? Es la pregunta que hace mi cabeza repetidas veces  —¡Levántate mocosa!, ¡Dije que te levantes! —Me pongo de pie con algo de esfuerzo, la verdad no quisiera levantarme del lado de mi madre. Levanto mi mirada al sentir las manos de aquel hombre rodeando mi cintura. Trato de soltarme para correr a los brazos de mi padre, pero desafortunadamente no puedo, mi mirada se funde con la de ese hombre. —¡Usted va a pagar por todo lo que nos está haciendo! —digo en un hilo de voz a aquel hombre, cuya mirada se torna más oscura, pero yo no pienso demostrarle miedo. Sé que no puedo gritar porque mis fuerzas me abandonaron, se fueron junto con mi madre, pero debo mostrarme firme. —Vaya, ahora tomamos valor, mira niñita.  —Deje de llamarme niña, ¡yo no soy una niña! —vocifero mientras aquel hombre solo sonríe al ver mi cuerpo plano rodeándolo como si yo fuese un objeto. —Pues para mí solo eres una niñita, la cual tu padre puso en nuestras manos, ahora quiero que me acompañes —dice mientras trata de jalar de mi brazo. —¡No te atrevas a tocarla!, ¡A ella noooo! —Siento un enorme frío recorrer todo mi cuerpo y más al ver la enorme sonrisa de ese hombre dibujada en su rostro. Pero mi mirada se centra en Paul quien acaba de asomar su carita, mientras mi alma siente desfallecer, yo no quiero que le pase lo mismo que le hicieron a mi madre, a él no, por eso debo hacer algo y rápido Así que me giro y abofeteó la cara de aquel hombre, solo para llamar su atención, el cual baja su mirada y recorre todo mi cuerpo, bueno al parecer si logré llamar su atención. Me jalan con mucha más fuerza de mi brazo, y me zarandeo de lado a lado, pero de un momento a otro siento que aquel hombre me suelta. Levanto mi mirada y es mi padre quien se abalanzó sobre aquel hombre cayendo los dos al piso. Por lo visto mi padre también noto la presencia de Paul y quiso también llamar su atención. —¡Corre Ana!, ¡Corre y llévatelo!, Recuerda no mires atrás y nunca me olvides —el grito de mi padre hizo que yo saliera de mis pensamientos, pues mi padre luchaba con tres hombres y yo estaba aterrada. No hay porque pensarlo, así que corro tan rápido como mis piernas me lo permiten hacia el lugar donde Paul acaba de salir al escuchar los gritos. —¡No papito! ! sueltelo! —gritó Paul con lágrimas en sus ojos —¡Vayan detrás de esa perra! Y ese mocoso que acaba de salir, me los traen con vida, especialmente a ella, me las voy a cobrar —En mi cabeza solo recordaba aquel hombre, "Leonardo Santoro" Tomé la mano de Paul y lo jaló hacia la salida, afortunadamente conozco muy bien esta casa, sus pasadizos secretos y también mis escondites. —¡Ana ya no puedo correr más!, Volvamos mi papito no está bien, ¡Por favor, volvamos ayudarlo —dice Pual, me detengo solo unos segundos me inclino y lo miro a los ojos, se que a él le duele lo mismo que a mí, pero mi deber es protegerlo —Tienes que correr, o esos hombres nos harán lo que le están haciendo a nuestros padres —digo limpiando una lágrima que resbala de sus mejillas, mientras mis manos tiemblan. Levanté un poco la mirada, para mirar que no vengan detrás de nosotros, esta casa es demasiado grande y se que les va quedar difícil encontrarnos, solo que el fuerte gritó de mi padre acompañado de un sonido agudo me dice que él entregó todo, hasta su vida.