Mandy
Cuando regrese de Nueva York, no voy a mentir, venía destrozada. Ya había luchado por lo que amaba por mucho tiempo. Creo que ya no hay nada más que hacer, el amor no se ruega y si algo aprendí de Victoria, es eso: dejar ir lo que te lastima y lo que ya no quiere estar a tu lado. Amé a Román con todo mi corazón, pero jamás voy a rogar para que él me ame de la misma manera. Si no le importan tanto los prejuicios, siento que son solo pretextos para no enfrentar los problemas que puedan llegar a surgir. Estoy tirada en mi cama, Sofía se acaba de ir. Espero que ella sí se dé cuenta a tiempo de cuánto ama a Gabo, solo ella no lo ve. Escucho que tocan la puerta y me siento en la cama.
—Adelante.
—Hola, hermosa, ¿estás ocupada?
Yo sonrío porque Victoria siempre llega justo en el momento que más la necesitas.
—No pasa.
Ella pasa y se sienta. Su sonrisa no se borra hasta que ve mi maleta. Diablos, no la guardé. Agacho mi cabeza, me da pena. Ella siempre nos ha dado la confianza para hablar de todo lo que nos preocupa y la verdad es que no es justo que yo le guarde secretos. Ella suspira y yo soy la que habla.
—Lo siento.
—¿Por qué?
—Por no haberte dicho que me iba de viaje.
Ella se acerca a mí y se sienta a mi lado, y me abraza.
—Cielo, eres una adulta y, a pesar de que para mí siempre estarás pequeña, tienes que tomar tus propias decisiones. Claro que tienes que recordar que todo tiene una consecuencia. Y dime, ¿encontraste lo que estabas buscando?
Yo suspiro y una lágrima derrama por mi mejilla. La limpio de inmediato, no quiero que me vea llorar.
—Digamos que ese viaje me enseñó que no hay que buscar lo que no se ha perdido.
—¿Estás segura de la decisión que estás tomando? Mira que cuando estamos enojados, siempre tomamos decisiones apresuradas.
—No, Victoria, yo ya di lo que tenía que dar. Luché demasiado para que él se rinda. No se me hace justo. Ahora solo quiero iniciar una nueva vida.
—Hermosa, si así lo quieres, siempre te voy a apoyar. ¿Y qué planes tienes?
—Primero me voy unos días con los abuelos, y quiero irme a la casa de campo. Estoy pensando en irme con Ricardo por un tiempo.
—Bueno, lo de ir con tus abuelos me parece genial, incluso pasar un tiempo en la casa de campo. Pero Alemania no, cariño, eso sí que no.
Veo que se levanta y empieza a caminar de un lado a otro. Se ve molesta, pero es una buena decisión. Además, Ricardo me podría dar un buen trabajo y desempeñarme en lo que he estudiado. Me pongo de pie y me paro enfrente de ella. Yo le sonrío porque su rostro es de angustia.
—Ma, relájate, todo cambió, es para bien. Con Ricardo tendré oportunidad de trabajar, además vendré a visitarte seguido, lo prometo.
—Pero, cielo, Alemania está demasiado lejos. Tardarás mucho en venir. Busca otro lugar, pero que no estés tan alejada de nosotros.
Yo la abrazo fuerte, porque todos queremos una madre como Victoria, aunque ahora se niegue. Sé que me apoyará en todo lo que decida. Ella se va, y yo me quedo pensando si estoy haciendo lo correcto. No estoy huyendo, porque fui y lo busqué, así que cobarde no soy, pero él sí. Ni hablar, hay que seguir adelante. No voy a detener mi vida por un hombre que no vale la pena. Pasan los días, y voy a casa de mis abuelos. Mi madre no ha dicho nada más. Cuando llego a su casa, me reciben con los brazos abiertos. Dios, amo estos momentos. Mis padres y Sofía se despiden de nosotros. Voy hacia mi recámara y empiezo a acomodar todas mis cosas. Llega un mensaje a mi celular. No le presto atención, así que sigo en mis cosas. Después llega otro, y otro. Dios, mi celular no para de sonar. Me acerco a la mesa de noche y abro los mensajes. Es un número privado.
Mensajes:
“Si piensas que te vas a quedar con él, estás muy equivocada."
“Contesta."
“Maldita zorra."
“¿Qué pensarán tus papás de que te revuelcas con tu tío?"
“No creo que lo tomen muy bien."
“¿Te comió la lengua el ratón o el gato te asustó?"
“Ahora resulta que la zorrita no quiere hablar."
¿Quién diablos es esta maldita loca? Si piensa que no le voy a responder, está muy equivocada.
—¿Quién es la que tiene miedo, yo o tú, que te escondes con un número privado? No me importa lo que pienses, solo mantente alejada de mí. Y si hablas de Román en tus mensajes, quédate con él. Yo jamás estaría con un cobarde.
Mando el mensaje y bloqueo el número. No sé quién sea y no me interesa. Ahora, lo que menos quiero es pensar en él. Me tiro a la cama, solo espero que pasen los días rápido. Me quedo dormida sin darme cuenta, hasta que empieza a sonar mi teléfono. Es extraño, es demasiado temprano. Tallo un poco mi rostro y me doy cuenta de que ni siquiera me cambié de ropa. Suspiro y tomo el teléfono. Me sorprende, porque es Karen, la mejor amiga de Román y colaboradora. Está un poquito loca, pero me cae muy bien, así que le contesto.
—Hola.
—Hermosa, qué bueno que contestas. Perdón por la hora, sé que es muy temprano, pero tengo algo importante que decirte.
—¿Estás bien, Karen? Te escuchas agitada.
—Sí, solo que el idiota de mi amigo, ya sabes, lo común, me hace correr de aquí para allá. Ysi no lo hago, se vuelve loco.
Yo sonrío porque es verdad, a veces creo que le encarga demasiado trabajo, pero después veo que le paga muy bien y ella dice que eso lo compensa todo.
—Y dime, Karen, ¿para qué soy buena?
—Bueno, hermosa, me imagino que eres buena para muchas cosas, ya que mi amigo está loquito por ti. Y no creo que sea solo por tu belleza, pero no voy a hablar de tus intimidades.
Esta mujer hace que me ponga roja de solo pensar en ese tipo de cosas.
—Pero hay un problemita, bueno, no es tan pequeño.
Yo salto de la cama imaginando lo peor, pero ¿por qué esta mujer le da tantas vueltas al asunto?
—Karen, ¿por qué no me dices de una buena vez qué es lo que pasa? ¿Le pasó algo a Román? ¿Tú estás bien? Habla, por favor.
—Tranquila, estamos bien. Solo que se enteró por tu madre de que te fuiste a casa de tus abuelos y después te irás a Alemania. Es verdad.
Yo suspiro, no pensé que se fuera a enterar tan rápido de mis planes, pero no estoy huyendo, como dije, así que si se entera, es lo de menos.
—Así es, Karen, esos son los planes.
—Pues, reina, prepárate porque acabamos de aterrizar. Habló con tu madre y apenas le dijo eso, y fue a buscarte a casa de tus abuelos. Tardará un poco en llegar, pero va por ti.
—No, no, eso no puede ser. ¿Qué le pasa? ¿Se volvió loco?
—Eso mismo pensé yo, y si soy sincera, quiero que estén juntos y verlos felices. Sabes que así es, pero también necesito que lo hagas sufrir, que piense que te perdió, para que de una vez por todas se agarre las pelotas y se comporte como hombre.
No sé si estoy haciendo lo correcto. Yo también lo amo, pero no puedo estar cada vez que él lo quiera. Con lágrimas derramadas por mis mejillas, le digo a Karen:
—Lo siento, Karen. Espero que se lo hagas saber, y agradezco mucho que nos quieras ver juntos, pero nuestro tiempo ya pasó. Yo no puedo seguir esperando a que él se decida si quiere estar conmigo o no. Dile que no venga a incomodar a mis abuelos. Me voy y espero que encuentre a la mujer que lo haga feliz y que no tenga miedo de enfrentar al mundo. De corazón, le deseo lo mejor.
Ella me interrumpe, pero ya es una decisión tomada y no hay vuelta atrás.
—Pero, nena, espera, no puedes hacer eso. Ustedes se aman, sé que ha sido un imbécil, estúpido y demás cosas, pero de verdad te ama. Vamos, nena, no te alejes de él. Se volverá loco sin ti.
Yo sonrío porque eso es lo que he soñado tanto tiempo, que se vuelva loco por mí, pero ya es tarde para nosotros.
—Lo lamento, Karen. Gracias por lo linda que has sido conmigo, por lo mucho que me has apoyado. Gracias por todo. Eres una buena mujer, y espero que tú también encuentres un día un amor sincero. Te lo mereces.
Ella suspira y me dice:
—Adiós, hermosa. Espero que realmente encuentres lo que buscas.
—Yo también.
Cuelgo la llamada y corro al vestidor. Empiezo a empacar de nuevo mi maleta. Definitivamente, me voy a la casa de campo, pero me llevaré a mis abuelos. A ellos les encanta, y por lo pronto, no pasan un mal rato con Román. Espero estar haciendo lo correcto.