El olor a comida ocasionó que su estómago rugiese en protesta. Inhaló hondo, abrochándose el pantalón y, luego, se puso una camiseta. Sus pies descalzos acariciaron parsimoniosos la alfombra lanuda marrón hasta llegar al living-comedor. Frunció el ceño, la mirada fija en el plato humeante. Corrió la silla y se sentó sin elegancia en ella. —¿Qué es esto? —murmuró, más para sí mismo—. ¿¡Emi, sigues aquí!? —gritó. Agarró el tenedor y comenzó a revolver el contenido del plato. El aroma era agradable y su estómago rugió nuevamente. Oyó ruidos provenientes de la cocina y exhaló un suspiro. Llevó el tenedor cargado con comida a la boca. Gimió ante el estallido de sabores que detonó en su paladar. ¿Hace cuánto no probaba una buena comida hecha en casa? Mucho, él solo preparaba comidas senci

