CAPITULO 4

2285 Palabras
Florida, mejor conocido por sus hermosas playas y su clima tropical, siempre había querido venir, y ahora que estoy aquí me siento triste y miserable, y mucho más con el patán de Alexander que al parecer me quería hacer la vida imposible, me tenía obstinada con su arrogancia y sus aires de grandeza. —Señor Valderrama, hemos llegado — habló la azafata despertándolo de sus malintencionados sueños, no sé que estaba soñando, pero no creo que en esa cabeza entren los dulces sueños — Oh, no sabía que vendría con su empleada de servicio — me miró de arriba abajo, vieja entrometida. —No Sara — Sara era la azafata de la familia, mi abuela me había comentado que toda la familia tenía aviones privados, cada uno tenía una azafata de confianza, Sara era una, la conocí en una cena navideña que organizaron para todos los empleados, claro está que el personal de servicio no iba incluido ahí, nosotros solo nos limitábamos a servir — Nicolle no es mi empleada, es mi esposa — Sara intentó ocultar su cara de sorpresa, pero no le resultó. —Oh disculpe — carraspeó — ya hemos llegado a la florida, pasen por acá — nos señaló el pasillo, esperé que Alexander avanzará e ir tras de él, pero me tomó completamente desprevenida cuando me tomó de la mano y me llevó hasta tierra firme. —Bienvenidos señor y señora Valderrama —saludó el chofer que nos llevaría hasta la casa en la playa, se sentía raro que me dijeran señora, me daban ganas de gritarle que tenía 19 años. “Bienvenido a los recién casados” un letrero enorme adornaba la hermosa carroza, estaba decorada de rosas blancas y rojas, cuando me enteré de la boda me pregunté ¿Cómo sería la luna de miel? Sinceramente nunca me imaginé estar aquí respondiéndome la pregunta. El viaje hasta la casa en la playa transcurrió silencioso y un poco incómodo, me daba temor en imaginar como sería mi convivencia con Alexander, temblé al pensar que quizás intentaría tocarme, inmediatamente eliminé ese pensamiento, no creo que Alexander sería capaz de eso, me sentía como un sueño, un sueño donde quería despertar ya. Mi abuela, ¿Qué estará haciendo? Debe estar muy angustiada por mí, espero y algún día me entienda, espero tener la oportunidad de explicarle con detalle todo esto y me perdone. —Hemos llegado, bajate — la voz de Alexander me sacó de mis pensamientos, bajé tras de él y quedé deslumbrada al ver la hermosa casa. No era la gran casa a la que los Valderrama estaban acostumbrados, era pequeña, pero acogedora, tenía grandes ventanales que lo hacían ver muy elegante, se notaba que era una simple casa para vacacionar. Alexander empezó a caminar mientras aflojaba su corbata, se notaba de lejos su mal humor, abrió la puerta y entró, yo seguí tras de él, estaba emocionada, siempre quise conocer la playa, ni siquiera me detuve a admirar la decoración, salí corriendo al patio trasero y quedé deslumbrada. El inmenso azul del mar ocupó toda mi visión, desde lo lejos hasta la espumosa orilla, la parte trasera era simple, estaba rodeada de arbustos y árboles que dejaban ver un pequeño camino hacia la playa, sin duda alguna me quité los tacones y salí corriendo hasta la orilla. No me importó llenar el vestido blanco de arena, el mar era algo que ansiaba conocer desde que era pequeña, sentir la fina arena entre mis pies era algo indescriptible, el viento soplando mi rostro y el olor del mar me hizo olvidar todo lo malo, me sentía en paz, me sentía viva, por un momento hasta olvidé que estaba casada con alguien que no amaba, avancé hasta la orilla del mar sintiendo el agua espumosa y fría en mis piernas, empecé a saltar como una niña, a jugar con el agua mientras reía, el mar era gigantesco, azul como el cielo que oscurecía cada vez más cuando tratabas de encontrarle el fin que no alcanzabas a ver. —Pareces una niña pequeña — la voz de Alexander me sacó de mi burbuja de felicidad, solo me limite a rodar mis ojos y empezar a caminar hacía la casa. —Y tu un viejo amargado — pasé por su lado chocando mi hombro con el suyo. —No soy un viejo amargado, soy un adulto maduro, tengo responsabilidades que atender — paré en seco y me di media vuelta encarándolo. —¿Y no te cansas? Digo, deberías disfrutar de esto, no todo el tiempo estás aquí. —Puedo venir en cualquier momento, sin problema alguno —tal vez lo decía por que sabía que yo no tenía las mismas posibilidades que él. —¿De que sirve venir si no lo disfrutas? — su mirada estaba clavada en mi —estás joven Alexander, deberías disfrutar todo lo que está a tu alcance, cuando seas un viejo ya no vivirás esto con la misma energía que tienes ahora. —No eres nadie para decirme como vivir, no es mi culpa que no puedas viajar a una simple playa — me dolió un poco lo que dijo, no pensaba discutirle ni un poco más. —Tienes razón, sin embargo, las pocas cosas que he vivido, por muy simples que sean las he vivido con todo dar, y esta no será la excepción —me sentía tan enojada por su actitud tan orgullosa— estoy feliz por que estoy en el mar por primera vez, es una lástima que sea contigo, pero eso no me va a impedir disfrutar este viaje, algo bueno tengo que sacar de este error que acabo de cometer— y sin más, di media vuelta y salí corriendo a la casa, antes que me dijera algo peor. Mi equipaje estaba sobre el sofá de la sala, lo tomé y entré a la habitación del primer piso, encerrándome por completo, me molestaba mucho su actitud tan tosca y amargada, pensar que lo tenía que soportar en todo el viaje, ni siquiera sé cuando nos devolveríamos, pero como se lo dije a él, no dejaría que arruinara esto, a pesar de que no estaba tan de acuerdo al principio, me gusta mucho el mar y no dejaré que el me amargue, como siempre he dicho, hay que sacarle el lado bueno a tus desgracias. Me quité el vestido de novia que estaba lleno de tierra mojada, si Jenna viera como volví su vestido terminaría de enloquecer, lo tiré a un costado de la habitación, lo lavaría mas tarde, primero me cambiaría, en la habitación había un gran ventanal con una vista al mar espectacular, eso me motivó más a salir, estaba en una residencia privada, un poco alejada de la civilización, pero me las arreglaría para salir a una feria cerca, para pasarla bien. Me vestí, me coloqué algo más cómodo, un lindo short de Jean y una camisa suelta que apenas me cubría el ombligo, tomé mis sandalias y salí de la habitación, sentía la frescura del viento entrar a la casa desde la puerta trasera, por un momento se me cruzó por la cabeza que cuando termine mi carrera y tenga la oportunidad de comprarme una casa, sin duda alguna será en la playa. Me percaté que Alexander no estaba, no vi el auto en la entrada, no me di cuenta en que momento salió, tampoco es que me importe mucho, tomé el pomo de la puerta de la entrada y lo abrí, salí de la casa y respiré profundo, era un perfecto día soleado, parecía que estuviera en un sueño, habían pocas casas, dejando un enorme espacio entre ellas, a su alrededor habían lindo jardines y grandes palmeras, era una vista espectacular, seguí mi camino por la acera, buscando la salida del condominio, pero no la encontraba, al final de una de las calles vi un pequeño camino de arena, me dirigí allí por curiosidad y me llevé la sorpresa que este camino me llevaba a la playa, había una pequeña bajada entre rocas, traté de bajar rápido pero las sandalias no me dejaron y caí directo sobre la arena, grandísima estúpida. —¡Hey! ¿estás bien? — escuché una voz masculina acercarse a mí, en este momento prefería mantener mi cara enterrada en la arena —¿te lastimaste? — subí la mirada lentamente, empezando desde sus pies, pasé a ver sus musculosas y bronceadas piernas, sentí que me quedé sin respiración cuando llegué a su marcado abdomen, estaba de infarto, ¿será un ángel? — espera, ven te ayudo a levantarte — ay diosito, me está tocando, ¿será un sueño? Me fijé en su rostro y juro que me iba a desmayar, tenía los ojos de un verde tan claro que me sentí pérdida en ellos, definitivamente, los ojos son mi debilidad. —Si, espera, estoy bien — por fin pude hablar, no me iba a quedar como una tonta allí mirándolo, me ayudó a ponerme de pie y sentí una fuerte punzada en mi rodilla haciendo que me retorciera un poco del ardor — creo que me lastime. —Déjame ver —se agachó para examinar mi herida y se veía tan bien en esa posición ¿estaré soñando? — es un simple raspón, no tengo nada para curarte, pero podemos lavarte la herida con el agua del mar ¿te parece? — asentí como una estúpida y me ayudó a caminar hasta la orilla de la playa — con cuidado. —Espera — lo detuve, el volteó y nos quedamos viendo fijamente, cara a cara. —Dime — estaba igual de perplejo que yo, su mirada viajaba por todo mi rostro y por un momento sentí que habíamos hecho click. —Me voy a quitar las sandalias— el pareció reaccionar y me soltó. —Si, claro, adelante, será más cómodo para ti — me sujeté de su hombro y empecé a desabrochar mis sandalias — ¿eres nueva? Nunca te había visto, digo, si te hubiera visto no me olvidaría de ese rostro tan bonito —me sonrojé por completo, solté una risita nerviosa y empecé a caminar con cuidado a la orilla de la playa. —Solo vine por unos días, no planeo estar mucho por acá — me senté con su ayuda sobre la arena. —Oh — soltó un poco decaído — Soy Bryan un placer — sonrió y me sentí desfallecer, dos pequeños hoyuelos se asomaron por sus mejillas, sus dientes parecían sacados de un comercial de Colgate, simplemente espectacular. —Soy Nicolle — sonreí a pesar de que mi sonrisa no era tan perfecta como la suya, empezó a deslizar un poco de agua sobre mi rodilla, me ardió como el infierno —Auch —traté de no sonar tan gallina, pero de verdad odio las heridas. —lo siento, ¿te arde mucho? — preguntó. —Si, un poco — tomé silencio — ¿estas seguro que el agua de mar me ayudará? —Pues, el agua es salada, te ayudará por ahora, pero te recomiendo que cuando llegues a casa te pones alcohol y luego una curita —me pareció tan lindo que se preocupara por mi, estoy segura que si el tonto de Alexander estuviera aquí ni siquiera me ayudaría a pararme, solo pensar en él me sacó de mi burbujita de felicidad e inmediatamente se me borró la sonrisa de mi rostro —¿está todo bien? —no. —Si, solo que me pregunto, ¿qué hace un chico tan lindo, solo, por acá? — no esta nada mal coquetearle, digo ya se que estoy casada, pero, ni siquiera es un matrimonio de verdad. Soltó una risita y me miró, su cabello estaba revuelto con las fuerte olas de aire que hacía, se veía como un actor de televisión —Me gusta venir a este sitio, la playa esta sola, y no muchos saben de este lugar, me encanta el atardecer que se ve desde acá. No me di cuenta que ya estaba atardeciendo, caminé tanto que ni siquiera me fijé en la hora — ¿Qué hora es? —Son las…—miró el reloj que traía en su muñeca — 7:30pm Había olvidado por completo que el horario era completamente diferente al de Tennessee. —Oh no, ya es tarde — lo miré preocupada. —¿Vienes con tus padres? — me preguntó, mordí mi labio y miré hacía la puesta del sol. —Algo así —antes de que me preguntara otra cosa, decidí interrumpirlo — mira el atardecer — señalé, se veía hermoso, inmediatamente volteó, antes de que me detuviera, me paré y salí corriendo, sin importarme la horrible punzada de mi rodilla. —¡Hey! ¿A dónde vas? —lo escuché gritar, sé que una persona normal se despediría y mínimo dejaría que la acompañara a su casa, pero yo no era normal, mi vida no era normal, no podía permitirme sentir atracción por alguien ahora, mucho menos darle explicaciones que a lo mejor pediría. No se por cuanto tiempo corrí, solo sé que ya era de noche cuando llegué a la casa, el auto que Alexander había alquilado estaba allí, me sentí muy nerviosa, había llegado un poco tarde y pese de que me importaba un comino lo que Alexander me dijera, era casa ajena, debía tener un poco de respeto, traté de controlar un poco mi respiración, estaba muy agitada, respiré profundo unas tres veces y entré. —¿Se puede saber donde estabas? — de vuelta a la realidad, allí estaba Alexander, con un vaso de whisky en su mano, sentado en el sofá, tendría otra pelea con el. Aquí vamos.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR