—Cásate conmigo — ¿Qué? ¿Acaso escuché lo que creo que escuché? ¿Me dijo que me casara con él? ¿Por qué?
—¿De qué me hablas? ¿Por qué? — con una de sus manos golpeó la puerta que está al costado de mi cara lo cual me hizo sobresaltar del susto, cerré los ojos apretándolos ¿En serio? ¿Por qué no le dije que no a mi abuela?
—Necesito que te cases conmigo, es una orden ¿O quieres que tu abuela y tú terminen en la calle? —sus palabras me hicieron temblar, mi abuela lleva años trabajando en esta gran casa, cuidó a Alex como si fuera su nieto, siempre le brindó amor cuando sus papás iban de viaje, lo arrullaba cuando se ponía a llorar porque se sentía solo, realmente no puedo creer esté considerando echar a mi abuela por un caprichito que ni siquiera sé por qué lo hará.
—Usted no puede hacer eso — soltó una carcajada y aflojó su agarre de mi muñeca, tenía una cara de indignación que no se la quitaba nadie, mi abuela siempre decía que nunca le llevaras la contraria a un Valderrama, solían ser muy egocéntricos y persuasivos.
—¿Y tú me dirás a mí que puedo hacer y qué no? — Alzó una ceja retándome, él era mucho más alto que yo, me sentía una hormiguita a su lado, no, no le podía decir que hacer y que no, de cierta manera el tenía poder sobre mí, su familia me brindó un hogar cuando no tenía ni un techo donde vivir, e incluso su padre me estaba ayudando a pagar mi universidad. Me sentí en deuda con él, con su familia y con todos, porque yo solo era una arrimada más.
—Lo haré — Dije mirándolo directamente a sus ojos azules, sonrió de una manera tan malévola que me hizo temblar por milésima vez. Se alejó de mí y caminó hasta su escritorio el cual estaba hecho un desastre, descolgó su teléfono, me pareció escuchar que le hablaba a las chicas encargadas de la boda, realmente no estaba prestando mucha atención a lo que él estaba haciendo, estaba tratando de analizar todo lo que estaba ocurriendo, estaba a punto de casarme con nada más y nada menos que Alexander Valderrama, el dueño de la casa donde viví tantos años, un empresario muy reconocido y una persona muy ambiciosa y sin cordura.
Mi labio inferior empezó a tiritar, sentía muchas ganas de llorar, estaba entrando en pánico, no sabía qué hacer, me sentía contra la espada y la pared, sabía que mi vida iba a cambiar por completo después de hacer esta locura. Apenas pude, tomé la manija de la puerta y la abrí para luego salir corriendo por todo el pasillo, bajé corriendo por las escaleras, en ese preciso momento todas las miradas de los invitados se posaron en mí, pero no me importó, sólo quería llegar a mi habitación, pasé por el pasillo de la cocina y justo en ese momento mi abuela iba saliendo.
—¡Nicolle! — escuché a mi abuela llamarme, pero no me importó, seguí mi camino por todo el pasillo, incluso choqué con varias chicas del personal, hasta que finalmente vi la puerta de mi habitación, el nudo en mi garganta se hacía más fuerte con cada paso que daba, cuando por fin toqué la manija, la abrí y me adentré.
Automáticamente me tiré en mi cama, ahogando mi cabeza en la almohada, con el nudo en la garganta, quería morir, quería escapar, quería ser libre, me sentía muy impotente, era mucho para mi, sabía que no podía comprometerme en este momento de mi vida, apenas tenía 19 años, estaba empezando la universidad, quería ser alguien en la vida y quería llegar lejos por mí misma, a lo mejor más adelante me enamoraría, me casaría y tendría hijos. No quería casarme de esta manera, sin amor, sin conocernos, sin nada, a pesar de que Alexander y yo vivíamos en la misma casa, no lo conocía para nada, éramos de mundos completamente distintos, dentro de poco, él recibiría el mando de la empresa de su padre, yo pasaría a mi segundo semestre de universidad, que con tanto esfuerzo he logrado pagar, gracias también a la ayuda del señor Valderrama.
Alexander no me podía hacer esto, pero tristemente él tenía razón, tenía mucho poder sobre mi abuela y sobre mí, su familia nos apoyó cuando más lo necesitábamos, mi abuela lleva toda una vida trabajando para los Valderrama, le han brindado mucho apoyo e incluso después de que murió mi madre, ellos me aceptaron y de cierta manera estoy en deuda con ellos. Escuché mi celular vibrar, era un mensaje, no quería ni leerlo, sin embargo lo agarré y lo leí sobre la barra de notificaciones.
“Si alguien se llega a enterar sobre nuestro trato tu abuela y tu terminaran en la calle sin un centavo y yo mismo me encargaré de difamarlas.
Alexander”
Eso fue lo que faltaba para romper en llanto, él no podía estar haciendo esto, aún no entraba en mi cabeza esa idea loca que tuvo, yo no era nadie ¿Por qué lo hacía? Solo era una simple empleada de servicio, mi único trabajo era mantener esta casa limpia, era la única responsabilidad que tenía y ahora estoy a punto de casarme, no, no lo quiero aceptar, no lo quiero hacer, me rehúso a creerlo, esta mañana sólo era una chica normal de 19 años haciendo los preparativos de la boda de uno de los jefes, mi única preocupación era sí colocar los camarones al lado izquierdo o al lado derecho de la mesa. Escuché unos toques en la puerta, pero no abrí, no quería que nadie me viera de esta manera.
—Hija, soy yo, abre la puerta ¿Qué te pasa? — era mi abuela, por ningún motivo podía dejar que me viera en este estado, ella me conoce muy bien, se que si la veo soltaré a decirle todo y no podía decirle, sabía que era capaz de renunciar por mí, por verme feliz, pero si renunciaba no volvería a conseguir ningún trabajo, ni ella ni yo.
—En 1 minuto salgo — alcancé a decir tratando de calmarme, me levanté de mi cama y me dirigí hacia el tocador para arreglarme un poco, en cuanto me vi en el espejo noté que mi maquillaje estaba esparcido por toda mi cara, agarré una toallita húmeda y me empecé a limpiar la cara con tanta rudeza que sentía que iba a arrancar mi piel. Tristeza, furia, indignación, ansiedad, era todo lo que podía sentir, quería parar el tiempo y no quería que ni 1 minuto más avanzara, no quería que llegara el momento en el que me tocaría decir acepto frente a todas esas personas, no quería aceptar a Alexander Valderrama como mi esposo.
Cuando consideré que ya me veía decente me dirigí a la puerta y la abrí.
—¿Qué pasó hija? ¿por qué corrías como una loca? ¿estabas llorando? — estuve a punto de romper en llanto de nuevo frente a mi abuela, pero me contuve, simplemente la abracé y aprecié cada segundo que estuve entre sus brazos.
—Pronto lo vas a saber abuela— fue lo único que pude decir antes que llegara una de las chicas encargadas de los preparativos de la boda.
—Nicolle, el joven Valderrama me ordenó que la arreglaran para la boda — habló Brittany, una de las encargadas de limpieza que fue nombrada como encargada de la organización de la boda, sinceramente nunca me he llevado bien con ella, era un poco odiosa y algo egocéntrica, así que trataba de no dirigirle mucho la palabra.
—¿La boda? ¿Cómo así Nicolle? — mi abuela estaba muy confundida, moría por contarle todo y llorar en sus brazos, pero no podía, simplemente no podía, todo esto lo estaba haciendo por ella.
—Luego te cuento bien abuelita.
Antes de dejarla decir otra cosa salí disparada de nuevo por todo el pasillo, hacia el piso de arriba, donde me arreglarían para presentarme como la famosa novia del matrimonio de Alexander Valderrama, subí las escaleras muy lentamente, no quería que me arreglarán, no quería casarme, no quería hacer nada de esto, tras de mí estaba Brittany y la diseñadora de modas a la cual habían contratado para que la novia luciera hermosa, cuando llegamos al final de las escaleras, caminé hacia la habitación donde supuestamente arreglarían a la novia, en este momento odié tanto a Jenna Watson por no llegar en este día, me odio a mí misma por ser tan débil, por no defenderme y me odié aún más por dejar a mi abuela angustiada en el piso de abajo. Mientras caminaba pasé por el despacho del señor Valderrama, y pensar que media hora atrás vine solo para ver cómo estaba, comprendí que por querer hacer una buena acción te puedes perjudicar a ti misma.
Cuando finalmente llegué me paré frente a la puerta, pensando en entrar o no, aunque no valía tanto la pena pensarlo, tenía que hacerlo, sin embargo Brittany se me adelantó, caminó hacia adelante para llegar de primera a la puerta, chocando su hombro con el mío, en otra ocasión me hubiera molestado pero en este momento no me importaba nada, entró a la habitación y yo entré tras de ella, era el cuarto de invitados, habían cuatro chicos los cuales supuse que estaban ahí para peinarme y maquillarme, en una esquina reposaba el vestido de Jenna, era hermoso, lástima que lo usaría para un matrimonio que yo no quería.
—Tienes que probarte el vestido primero, Amelia arreglará algunos detalles en caso de que no te quede, — habló Brittany, la miré a los ojos y noté que estaba muy indignada, sin embargo, no me podía decir nada, ella sabía que no me podía decir nada — El es Julián, Stefan, Andrew y Jacob, se encargará de peinarte, maquillarte y cambiarte el esmalte de las uñas, tienes 1 hora — finalizó y salió de la habitación, lo cual agradecí mucho porque no quería que ella estuviera aquí, en este momento tan incómodo para mí.
Amelia me pidió que me probara el vestido, así que entré al baño para probármelo, me quedaba un poco grande, digo, soy muy pequeña al lado de la señorita Watson, ella es una modelo hermosa de piernas largas, trasero, cintura y senos perfectos, el vestido estaba confeccionado para ella, obviamente no me iba a quedar, una vez con el vestido ya puesto me miré en el espejo, fue inevitable que se me saliera una lágrima, el día que se suponía que iba a ser el mejor de mi vida resultó siendo el peor. Amelia entró para tomarme las medidas y me lo quité a la velocidad de un rayo, me quedaba poco tiempo.
—Tome asiento señorita Watson, bienvenida, la estábamos esperando — habló Julián, no quise ni corregir el hecho de que me haya confundido con la señorita Watson, no tenía la culpa era a ella la que estaban esperando.
Tomé asiento y de una vez empezaron a arreglarme, Julián y Stefan empezaron por el cabello, Jacob agarró mis manos para arreglarme las uñas y Andrew empezó a limpiarme la cara, para maquillarme, tenía los ojos muy hinchados, sabía que el chico no iba a decir nada al respecto, digo, cuando vas a una casa ajena a trabajar ¿Para que te vas a meter en asuntos que no te corresponde?
Tenía mis ojos cerrados, las manos de los chicos estaban ocupadas en toda mi cabeza, empezando desde el cabello hasta mi rostro, sentía pequeños jalones en mi cabeza, estaban peinando mi cabello. Desde que era pequeña odié que me peinarán, no me gustaba en lo absoluto, odiaba los tirones en mi cabello, recuerdo cuando era pequeña, siempre iba despeinada la escuela.
—Un maquillaje suave por favor — le pedí al chico, este se limitó a asentir y siguió con su trabajo. ¿Cómo sería ese matrimonio? ¿Cómo reaccionaría mi abuela? ¿viviríamos aquí? ¿seguiría trabajando como la empleada de servicio? ¿me obligaría a estar con él en la luna de miel? Muchas preguntas sin respuesta, mi ansiedad era mas grande con cada minuto que pasaba.
Estaba tan sumida en mis pensamientos que no me di cuenta en que momento terminaron de arreglarme. — Listo cielo, ya puedes verte en el espejo.
Abrí mis ojos lentamente queriendo acoplarme a la luz de la habitación, veía un poco borroso de todo el tiempo que los mantuve cerrado, me acomodé en la silla y me miré en el espejo. Sin palabras, no soy egocéntrica ni nada de eso, pero debo admitir que me veía realmente bien, mi cabello estaba totalmente recogido, alrededor de mi cabeza tenia una trenza en forma de corona, con pequeñas florecitas, dejando solo dos mechones al costado de mi rostro que resaltaba a la perfección mi maquillaje, no estaba tan cargado, era un maquillaje suave y elegante, me veía tan hermosa, me dieron tantas ganas de llorar, no se que estaba sucediendo, solo sentía dardos dentro de mí, lastimando más y más
—Quedaste hermosa — habló uno de los chicos.
—Definitivamente la novia mas hermosa, el novio es muy afortunado — si claro, muy afortunado ese patán.
Los ignoré a todos y busqué a Amelia con la mirada, — Amelia, me puedes pasar el vestido, por favor.
Amelia estaba igual que todos, impresionada por lo linda que quedé, chasqueé los dedos para que reaccionara e inmediatamente salió corriendo en busca del vestido.
—Disculpe señorita Watson, está en el baño listo para usted. Por cierto, quedó hermosísima.
Le sonreí y me dirigí al baño. Allí estaba el vestido, era tan hermoso que no quería tocarlo, pero ya era tarde, tenía que estar pronto en el piso de abajo, me quité la bata que cubría mi cuerpo y empecé a ponerme el vestido, esta vez me quedaba mas ajustado, se ajustaba a la perfección a mi figura, una vez ya lista me miré en el espejo, lucía hermosa, desde mi peinado hasta cada centímetro de mi vestido.
Aquí debería estar Jenna Watson, yo no debía estar haciendo esto, este no era mi lugar, pero muy dentro de mí sabía que tenía que enfrentarlo con la cabeza en alto, yo no soy Jenna pero si soy Nicolle Cooper, una gran mujer y muy pronto esta pesadilla acabará.
Salí del baño ya lista, tanto los estilistas como Amelia estaban en fila esperándome, noté la emoción en sus caras, caminé hasta estar frente de ellos, solté un suspiro y a la vez tomé aire.
—No soy Jenna Watson, soy Nicolle Cooper, yo seré la próxima señora Valderrama.