Sentado en el mejor asiento del avión aún me siento apretado e incómodo, pero trato de estar relajado y calmarme. Tengo unas pocas horas para interactuar con esa mujer, así que no voy a permitirme el lujo de tener la mente nublada. Más pasajeros entran en la zona, pero el asiento contiguo al mío sigue vacío, cosa que me alivia hasta que un montón de voces llegan desde la parte de atrás. Afino el oído y escucho a unas mujeres quejarse a los auxiliares del vuelo. Parece que es mi grupo de mujeres. Tras unos minutos parece que se calman y, con satisfacción, veo sentarse a mi lado a la mujer alta que esperaba junto a sus amigas, aunque ahora no está sonriendo, más bien parece tener un gesto de enfado o fastidio en su cara.
– Hola. – Digo en español, pues antes las he oído hablar en ese idioma, pero la mujer no contesta, se limita a sentarse en el asiento, a mi lado y tirar sus cosas sobre la mesita auxiliar. Tener su cuerpo tan cerca es excitante. Su olor corporal, su mirada amistosa a pesar de la frialdad y ese aire inocente hace que mi lobo interior tenga ganas de salir y aullar.
– Es ella. Solo puede ser ella. – Duar, mi lobo, se inquieta y siento que voy a perder el control, así que pido una copa de wiski a la auxiliar.
– Señor, debe esperar a estar en el aire. – Mi compañera deseada me mira con el ceño fruncido y me doy cuenta que he hablado en inglés, mi idioma materno, y a ella la he saludado en castellano.
– Hola, mi nombre es James. – Extiendo mi mano para estrechar la de ella, pero tengo el silencio por respuesta. Se vuelve a su respaldo y yo me quedo con la mano en el aíre.
- ¿Qué le has hecho? – Duar pregunta enfadado, pero no se si se ha molestado conmigo por algo, así que no le respondo y dejo pasar un rato antes de volver a entablar conversación.
En una hora se levanta tres veces y va a la parte de atrás, donde están sus amigas. Los auxiliares nos sirven algo de alcohol y parece que ella se relaja. Me hago el dormido por un rato, pero de repente las turbulencias parecen sobresaltar a la mujer. Abro lo ojos y la miro. No parece tener miedo pero su rostro tiene una tonalidad rara. Está a punto de vomitar, así que rápidamente saco la bolsita de papel del bolsillo del asiento, la abro y se la doy, justo a tiempo para que la use.
Tras unos minutos vomitando, puedo ver que está sudando.
– Tienes que ir al baño, déjame acompañarte. – Me levanto cogiendo su mano. Ella niega y se levanta retirando mi mano, pero al segundo parece que se va a caer, así que la vuelvo a sujetar por la mano, llevando a la mujer al baño.
Espero varios minutos y sale, con un poco mejor aspecto. Un escueto gracias sale de su boca y volvemos a nuestros asientos.