CAPITULO 17

3552 Palabras
Otorgo la custodia provisional de la niña Gabriela Lanzat a la señora Patricia Sánchez, teniendo en cuenta los acontecimientos ocurridos y de los cuales la familia paterna tuvo conocimiento se les deniega su petición. Las alegaciones de la madre de Daniel fueron inmediatas -¡Silencio en la sala!, el juez no aceptó que dijera una palabra a su favor -El Hospital Infantil se encargará de realizar una supervisión psiquiátrica a la niña para ayudarle a superar el trauma al que fue sometida. Esta sentencia no podrá ser recurrida, quedando a la espera la presentación formal de la custodia por parte de los abuelos maternos. -¡Lo conseguimos Johanna! Habló una Paty eufórica –Los abrazos de felicidad colmaron a quienes me amaban -Es lo que Caro desearía -contestó Johanna con voz melancólica -Sus padres llegaran esta tarde, pasaré a recogerlos -Hablé con ellos ayer antes de tomar el vuelo, están muy conmocionados, su madre no ha dejado de llorar agregó Paty -Mi madre está igual, se pasa el día en la iglesia –el teléfono vibró en su bolsillo, lo sacó y vio que era Sebastián, Paty le hizo señas de que contestara, pero ella rechazó la llamada –después le marco. -Iré por Gabi, quiere ver a Marcos. ¿Cómo sigue él? -Mi hermano es otra historia. No come, no duerme y no hemos podido alejarlo de ella ni un instante. -Richard habló con él, le contó que su rostro está muy tranquilo y que refleja paz -Mamá dice lo mismo, cuando la vimos quedamos sorprendidas, a pesar de que su rostro esta golpeado y desfigurado –pasaba el teléfono de una mano a la otra, veía mi rostro en su mente -La tranquilidad que vemos en ella es desconcertante. Parece que durmiera y que en cualquier momento volverá Mi vestido blanco resplandeciente combinaba perfecto con el de resto de las personas que se encontraban a mí alrededor. Una cabellera larga, n***o azabache brillante colgaba sobre mis hombros, contemplaba confundida la hermosura de mi rostro y de mi cuerpo, sin las marcas que les vi la última vez. Fui hecha nueva, no reconocí a los otros, de hermoso semblante igual que el mío, ellos parecían volar cuando pasaban por mi lado. El lugar me llenó de calma y de gozo, arboles decoraban el entorno, no cualquier clase de árboles, sino los más hermosos que nunca ojo humano ha visto, gigantes y frondosos, sus hojas blancas en forma de estrellas brillaban en sobremanera, sus troncos de un amarillo que incitaban a acercarse y tocarles. Caminé siguiendo una línea de esos preciosos árboles, por momentos mis manos los tocaban, mire los pies y vi que flotaba, volaba cogiendo impulso sin esfuerzo, reí y di vueltas sobre mi misma, fue entonces cuando los vi, dos de las personas más importantes de mi vida venían hacia mí. Me detuve y corrí a su encuentro, sin pronunciar palabra los abracé como nunca antes lo hice en vida, no quería volver a perderlos, su partida me dejó un gran dolor que nunca superé. Su recuerdo quebraba mi corazón y las lágrimas brotaban desde lo más profundo de mí ser. No fui sincera demostrándoles mi amor, me arrepentí cada segundo de no haberlo hecho. Yo creía que tenía tiempo, que equivocada estuve, el ciclo de la vida para ellos terminó y se llevaron un pedazo de mi corazón. Nunca vieron mis triunfos, no estuvieron allí para disfrutar de mis logros, ni para secar mis lágrimas cuando caía en el duro camino de la vida. Su delicada mano secó mis lágrimas -¡No llores!, conocemos tu corazón, sabemos que nos amas -Abuelitos, perdónenme por haber sido tan mala -¡Mala!, si tú eres lo mejor que nuestra hija nos regaló. Mi abuela seguía secando mis lágrimas -Desde que naciste te prendiste a nuestros corazones y nunca te soltamos -No pude dejar de llorar, volver a verlos era lo que soñaba. Tenerlos de nuevo a mi lado y agradecerles su desinteresado amor fue épico, más aún pedirles perdón por no haber correspondido de la misma manera, era una carga que llevaba -Fuiste la mejor de las nietas, siempre nos sentimos orgullosos de ti. –Posó un beso dulce en mi frente -Eres muy valiente mi niña, dijo mi abuela Micaela -Ojos brillantes me miraron con amor -Eres la viva imagen de tu madre, ¿cómo no he de quererte? matizó mi abuelo Enrique -Abuelitos los quiero con todo mi corazón. Me duele no ser lo que ustedes desearían -No podrías ser mejor, hemos visto tu dolor mi niña hermosa. Expresó mi abuelito, muchas veces quisimos secar tus lágrimas, decirte que estamos bien y en el mejor lugar. –Desde su partida de una u otra forma me sentí culpable por no ofrecerles lo que se merecían, su vacío jamás se llenó -somos felices y queremos lo mismo para ti -Con ustedes aquí lo seré. –una espontánea sonrisa se delineó en mi cara -Recompensaré el tiempo perdido -Me devolvieron la sonrisa, caminamos a un lugar alejado –Nuestro tiempo terrenal se cumplió, tu vida acaba de empezar, no puedes quedarte aquí. –Nos sentamos en una roca que al tocarla se transformó en una cómoda silla, blanca y resplandeciente como todo lo de aquel hermoso lugar -Cuando sea tu tiempo te recibiremos, pero ahora debes regresar. -¡Abuela no me pidas eso!, quiero permanecer con ustedes –Apartó su mano de mí y fijó la mirada en el horizonte. -Tu madre sufrirá mucho sino vuelves, ya nos perdió a nosotros y casi no lo supera. Vimos vuestro dolor, muchas veces quisimos decirles que una nueva vida comenzaba para nosotros. -Mi abuelo la interrumpió -No puedes hacerle vivir otro dolor aún peor, como lo es perder un hijo -¡No abuelo!, ahora que los volví a encontrar, no los dejaré ir nunca más -Ves toda esta gente dijo señalando con su mano -su ciclo de vida se cumplió, pero el tuyo mi niña hermosa, no ha culminado aun -Todos están felices abuelita, yo quiero esa felicidad. Con ustedes mi dicha es completa -Demos un paseo -Mi abuelo me tomó de la mano como cuando era niña y mi abuela me agarró de la otra. Recordaba esa infancia en la que ellos lo eran todo para mí. Mis papas trabajaban y sus cuidados eran los únicos que conocía. Durante mucho tiempo mi madre fue una desconocida para mí. Las historias de mi abuela me transportaban a un mundo mágico, que de magia algunas veces no tenía nada. Su memoria era prodigiosa, recordaba todos y cada uno de los detalles de su vida. Los llegué a conocer a fondo a través de sus fabulosas historias, algunas increíbles y otras muy tristes. Provenían de familias muy humildes, se casaron y a pesar de no contar con suficiente dinero criaron a sus hijos y sobrinos. Eran un claro ejemplo de que el amor y la perseverancia lo puede todo. Su fe en Dios era inconmovible, lo contrario de mí, aun cuando conocí al Señor a temprana edad, me aleje de él cuando no conseguí lo que quería, sin darme cuenta rechacé las bendiciones que me pertenecían. Ellos eran la piedra angular que mantenía unida nuestra familia con su amor incondicional y su espíritu luchador levantaron grandes hombres y mujeres, poco importaba que hubiese escasez, se sacrificaban constantemente por aquellos a quienes amaban, incluida yo. Siempre pensé que me parecía a mi abuela Micaela, una mujer con carácter, pero con un gran corazón, perseverante y dispuesta a hacer que las cosas pasaran, no esperando que cayeran del cielo. Luego de su muerte me di cuenta que perdí mucho, el arrepentimiento se instaló en mí corazón, ni llorando días enteros mi alma encontraba paz. Su recuerdo me causaba un dolor que crecía constantemente, la culpabilidad se apoderaba de mí. ¿Cómo pude ser tan ingenua y pensar que estarían cuando los necesitará o cuando yo quisiera volver a mis raíces y reconocer que había fallado? Después de su partida entendí el significado de la mítica frase de que a las personas hay que valorarlas en vida, de nada sirve llorar sobre un ataúd a solas por horas y horas sobre una cama, nada hará que vuelvan, ese espantoso dolor nunca me abandonó. Gotas cristalinas corrían sin cesar por mis mejillas al recordar aquellos momentos tristes que me marcaron. Un soplo suave las congeló y cayeron convertidas en minúsculos pedacitos de hielo, extendí la mano atrapando una que desapareció a mi vista. –Esa misma brisa llenó de serenidad mi corazón guiando la mirada a los seres más hermosos -No tenemos nada que perdonarte, esa culpa la has creado y alimentado tú. -Abuelita, en tu enfermedad no fui buena para cuidarte, me quejaba que no me dejabas dormir -Eras muy joven, es normal. -El brillo de sus ojos iluminó el rostro de mi abuelo que no le quitaba la mirada -Todo bajo la tierra tiene su tiempo mi niña. El de Mica había llegado –mis pupilas dilatadas por tantas emociones volvieron a saltar al escucharle decir Mica, como cariñosamente la llamaba. Eran los mismos, nada cambió en ellos, la explosión de sensaciones no abandonaba mi ser, eran más fuerte cada instante -Posicionado al lado derecho, extendía sus brazos señalándome, -el dolor del cuerpo desaparece, puedes mirar que tu cuerpo ahora es perfecto. –Volteó la cara y atrajo a su costado a mi abuela -La última vez que lo viste era un pedazo de carne magullada -Estoy perfecta y resplandeciente repliqué sonriente estrechando su delicada mano -Así queremos que esté tu corazón –La voz sonora de mi abuela era música para los oídos y traía descanso a mi corazón entristecido por los recuerdos. -Las últimas palabras que me dijiste cuando acariciabas mi rostro. –Asombrada esperé escuchar su respuesta, esa noche le hablé esperando que me contestara -Me dijiste que te perdonara, pero no había porque mi niña –giró la cabeza para encontrarme con la mirada, sus cabellos blancos rozaron mi oreja provocando que los vellos de mis brazos se erizaran, la plácida sensación me causó risa, contagiados por ella mis preciados abuelos rompieron en una carcajada, hasta en eso seguían siendo igual, era como si nunca los hubiera perdido. -¿Recuerdas todo abuela? Pregunté con curiosidad -Dejó de reír, dio unos pasos con el abuelo y yo apresurada les seguí. –Estuve rodeada de mis hijos y nietos, cantaban y oraban permitiendo que me fuera en paz con el Señor. –Detuvo el paso y de un frondoso árbol cogió una bella flor blanca, la puso en mis manos y al instante se volvió transparente manteniendo los bordes de color blanco solamente. Sin poder creer lo que veía cerré la mano aplastándola, la volví a abrir y estaba hecha añicos, mi abuelo la sopló y volvió a su estado original. -Nada puede ser destruido aquí, lo dañado se restaura –la tomó y me la puso de adorno, de inmediato sentí el cambio, lleve mi mano a la oreja y esta había desaparecido, en su lugar quedó la hermosa flor. -¿Cómo es posible que escuche? ¡No tengo oído abuelo! –Llevó su mano a mi pecho -tu corazón es tu oído en este lugar, -Mi abuela sonrío ante el truco – ¡Kike devuélvele su oreja! le exigió –escucharle referirse a él de esa forma me transportó a la niñez, Mica y Kike, cientos de veces les escuche llamarse de esa forma. –Retomó la palabra y prosiguió, cuando gritaba de dolor, tú te ponías a mi lado y preguntabas ¿Dónde?, masajeabas la parte y aún cansada continuabas, me repetías que todo estaría bien. Dormías a mi lado para estar al pendiente. Fuiste y seguirás siendo nuestra adorable niña. -Un abrazo amoroso me sorprendió, su mano levantó mi rostro y seco las lágrimas que no dejaban de caer, era increíble verlos y tocarlos nuevamente, sentir su amor y su apoyo era lo que muchas veces había anhelado. -Los amo, me han hecho mucha falta expresé llena de alegría, me hundí en el pecho del abuelo, era como estar soñando. -Imagínate la falta que le haces a tus padres, ellos están sufriendo por ti. –Apesadumbrada escuchaba sus palabras -tu mamá no deja de llorar, levanta sus ojos al cielo y pide la misericordia de nuestro Dios -¡Abuelo no lo entiendes!, caminé en dirección contraria a ellos, con rebeldía abrí mis manos y grité -¡no quiero volver! Aquí mi cuerpo, mi corazón y mi alma han sido restaurados –Rememoré lo vivido -¡No sabes lo que he sufrido! Un atragantamiento soltó con agonía las palabras -Si lo sabemos, aquí seguimos de cerca tu vida –la voz traída por el viento me hizo cosquilleo en los oídos, volteé avergonzada por mi comportamiento infantil, mi abuelo ojeó que tenían mi atención y se apresuró a mover su dedo abriendo un espacio en el suelo. Ambos se acostaron boca abajo y encantados contemplaban el panorama, instintivamente hice lo mismo. -¿Los reconoces? Preguntaron al unísono -¡Son mamá y papá! grite emocionada, - era como tenerlos al lado, pero sin poder hablarles y tocarlos. ¿Qué hace mamá en ese aeropuerto? -Han ido a ver lo que queda de su hija. –Mamá se limpiaba la cara con unos pañitos húmedos y con maquillaje intentaba ocultar su rostro demacrado. –lleva días enteros llorando por ti, añadió la abuela -No quiero que sufra, -el remordimiento me desestabilizó por completo y empecé a temblar, sentía lo mismo que mi madre, era como si fuéramos una sola persona. Mi padre se ve diferente, ¿no puede caminar? –tropezaba hasta con su sombra, no podía mantenerse en pie. –Ha querido ahogar la pena bebiendo, no ha parado de hacerlo desde que despegaron, pero aun así su corazón está hecho trizas. Dijo el abuelo –Lo mire detenidamente y vi sus ojos hinchados, era notorio que había estado llorando. -¡Todo esto es mi culpa!, no fui lo suficientemente valiente y fuerte para sobrevivir -Un flash me hizo reaccionar ¿Gabi dónde está? ¿Mi niña quien la tiene? Pregunté ansiosa -Mira hacia el lado derecho –mi abuela giró mi cabeza suavemente -Esta triste, no juega siquiera. –Reconocí la casa de Marcos y su patio de juegos favorito -Los padres de Marcos intentan levantarle el ánimo, pero es imposible. Nadie ha podido sacarla de ese estado. –Varios cuadros aparecían, se intercambiaban entre ellos, en cada uno veía a mis seres queridos. -¿Esa quién es? ¿Por qué Marcos apoya su cabeza en su cuerpo y le sostiene la mano? -¿No te reconoces? –preguntó mi abuelo -¡Soy yo! Un susto me cortó la voz, boquiabierta dije -¡No puede ser!, estoy muy pálida. Parezco dormida, ¿estoy sonriendo abuela? -Estas tranquila princesa, cuando tu alma esta en paz tu cuerpo lo refleja -¿Estoy muerta? -Aún no, eres más fuerte de lo que crees. Depende de ti que pronto no lo estés -Abuelo ¿qué pasó? no recuerdo nada -Dios envío a sus ángeles a protegerte -Sentí un apretón de manos, pero nadie me tenía agarrada, asombrada vi que mi madre me sostenía con las suyas -Hija mía, te amo con todo mi corazón, mami está aquí muñeca. –Lo que ella hacia y decía lo podía sentir. Mis abuelos parecían no percatarse de lo sucedido. Intenté hablarles, pero pidieron que siguiera mirando. -Buenas tardes, mucho gusto Ismael del Castillo –mi papi se quedó en la puerta mirándome con dolor, no pudo acercarse a contemplar lo que quedaba de su hija, dejó que mami entrara primero. El frio de ese cuarto de hospital se me metió en los huesos, el olor a medicamentos llegó a mi olfato, lo que pasaba abajo con ellos, lo sentía en el espíritu. -Mucho gusto, señor Ismael, -con un apretón de manos se presentaron los dos hombres más importantes de mi vida -soy Marcos Rodríguez, hermano de Johanna. ¿Cómo estuvo el viaje? -El gusto es mío muchacho, agradezco todo lo que están haciendo por mi hija. El viaje muy largo y agotador. No ha sido muy bueno teniendo en cuenta la situación -Mi mami apenada se levantó, ella llegó a la habitación y lo primero que hizo fue correr a verme -Perdóname, soy Edith Montes la madre de Carolina – encantado de conocerla señora -Supongo que desearan descansar un poco -¡No!, me quedaré con mi hija. Johanna nos contó que no te has movido ni un segundo de su lado, -con voz de madre preocupada le dijo ¿creo que quien debería descansar eres tú? -Las palabras de mi mami lo lastimaron, pensó que no lo dejarían estar a mi lado -Sé que abrirá los ojos y estaré aquí cuando lo haga, ¿sino les molesta, claro está? -Por supuesto que no Marcos, sólo ve a tu casa y descansa un poco –a mi mami le preocupaba que cayera enfermo, le podía leer los pensamientos, era una conexión extraña entre las dos. -Papi quería ponerse al día en cuanto a mi estado - ¿Podemos hablar con el médico? ¿Qué ha dicho? -Su condición estuvo crítica durante las primeras 48 horas, luego empezó a estabilizarse. Están muy asombrados, califican de milagro que continué con vida. ¿Podemos ir a verlo ahora si usted lo desea? Sugirió Marcos -Si claro, tocó el hombro a mami ¿Cariño vienes? -Prefiero no dejarla sola –no soltaba mi mano, la besaba y la ponía sobre su rostro -Yo debo irme, les llamaré más tarde para ver como progresa Caro y si desean ir a la casa a dormir vendré a recogerlos -Gracias Johanna, es muy amable de tu parte. Me gustaría ver a Gabi -Con todo gusto señora. –Sacó un teléfono de su bolso y se lo entregó a mamá. –Me tomé el atrevimiento de comprarles este móvil para que podamos comunicarnos -No tenías que haberte molestado, dijo mami rechazándolo – Johanna insistió y al final no tuvo más opción que aceptarlo, lo puso en su bolsillo. Se levantó y besó a Johanna en agradecimiento -Sus dedos masajeaban mi cara, sentí como cada uno de ellos recorría mi frente y mis mejillas. -Eres tan bella mi muñeca. Mami está aquí a tu lado, no te dejare ir. ¡Vuelve nenita, te necesitamos! Su voz se quebró, bajó su cabeza y ponía mi mano en su frente. Escuché en mi mente su oración, pedía que volviera, que Dios me dejara regresar a su lado. Sacudí la cabeza intentando no escucharla, su dolor era el mío. -Ves el sufrimiento de todos. –Las miradas de los abuelos me acuchillaban sin piedad -¿Qué pasará si vuelvo? Pregunté en voz baja y con miedo -Seguirás escribiendo tu historia. Depende de lo que quieras -No entiendo abuela, ¿qué quieres decir? Pregunté desconcertada -Es tu vida y eres tu quien decide cómo vivirla -Te queremos, pero no podemos decirte que hacer. Eres lo suficientemente inteligente para comprender la magnitud de las acciones y las consecuencias de las mismas. –Ellos me enseñaron que tenía que ser responsable, aprender a enfrentar la vida sin temor, ser dueña de mi misma. Con Daniel olvidé quien era y perdí mi identidad. -Es mi culpa lo que pasó –con tristeza lo reconocí -No sigas culpándote. –inamovible mi abuelita continuaba -se te está ofreciendo una nueva oportunidad. Llevar el timón de tu vida, pero ten en cuenta que lo que hagas afectará a otros -No pensé que mi partida generara tanto dolor. –Apreté mis dedos, quería agarrar la mano de mi mami. Ella me sostenía con fuerza, sus lágrimas caían y yo podía sentir todo lo que pasaba. -En nuestros cuerpos terrenales, somos incapaces de ver el daño que le causamos a las demás personas. –Se volvió hacia mí y sostuvo mis manos. Actuamos de forma inconsciente, pensando en nosotros mismos, sin pensar que podríamos estar acabando con la vida de alguien más -Tu abuela tiene razón, por algo siempre la escuchabas. –Mi abuelito pasó su brazo alrededor de mi cuello y me beso la cabeza -Te pareces a ella más de lo que imaginas –Llevó su mano a mi pecho haciendo presión, me miro sin parpadear -Tienes una fuerza interior impresionante y un corazón de oro. Y si vuelvo a caer -el sufrimiento vivido no podré volver a soportarlo, el rostro de Daniel vino a mi mente haciéndose cada vez más grande. -No podemos decirte que no habrán más obstáculos que superar, -las facciones de su cara se contrajeron, siguió unos pasos y nos miró -pero te aseguramos que tendrás la fortaleza para asumirlos. -Sus palabras no me llegaban del todo, la verdad es que ya no quería sufrir de nuevo, mi vida con ellos sería distinta, nada de qué preocuparme -Abuelito, no quiero volver a tener miedo -¿Lo tienes ahora? preguntó -¡No!, por el contrario, siento paz –inhale una bocanada de aire, pero no sentí nada, mi cuerpo no recibió lo que mi mente esperaba, respirar ya no era una función vital.
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