-¡Déjame!, no puedo moverme, me vas a tumbar – Hizo caso omiso y seguí balanceándome. - Sé que tu padre es muy exigente, pero no es mi culpa. Habla con él y dile lo que sientes. No tengo que pagar la rabia que traes de afuera.
-Para él, lo más importante es su empresa, no entiende que no soy como él y que prefiero llevar una vida tranquila
-¡Ya déjame! Grité intentando que me soltara. -Te estás perjudicando y esa situación nos afecta a todos, eres otra persona
-¡Princesa lo siento! Créeme, se levantó secando sus lágrimas con la manga de la camisa.
-Verlo derrotado me confundió, su prepotencia se esfumo por completo, aun así no me desmoroné. - Tu actitud hacia nosotras ha cambiado, llegas tarde del trabajo, casi no nos vemos y el poco tiempo que compartimos lo dedicas a discutir, estas de mal genio siempre y yo soy la que paga los platos rotos
-Sé que estoy irritante, confesó
-¡Irritante! exclamé. Vinieron a mi mente los últimos acontecimientos. -¡Eres una bomba de tiempo!, me preocupa por como llegaras a casa, si será un día normal o no. Por mucho que haga para complacerte, nada te parece lo suficientemente bueno.
-Cambiare, le escuché decir entre dientes. -Voy a solucionar esto lo antes posible
-¡Podrías ser más convincente!, refuté violentamente, no creía en sus palabras. -No tienes que seguir trabajando con tu padre, con voz dolida le pregunté -¿por qué nos haces ese daño?
-¡Imposible! –Sus ojos se desorbitaron y su rostro se tensó -Mi familia se ofendería y mi madre no me lo perdonaría jamás.
-Sorprendida exhalé para no ahogarme con todo el aire que retenía en mis pulmones. – ¡Qué decepcionante es escucharte! –me senté y bajé los brazos reconociendo mi derrota. -para ti es mejor destruirte poco a poco, lo que te importa es que ellos estén contentos. -Recosté la cabeza en el espaldar, tomé aire en una búsqueda incesante de tranquilidad y cerré los ojos para no verlo más, tal vez desaparecería de mi vista
-¡No es eso! Me susurro al oído al tiempo que se acomodaba a mi costado derecho
-Su aliento caliente me fastidió e incorporándome le reclamé -¡Claro que lo es!, te preocupa más lo que ellos piensen que lo que tú sientes
-¡Tengo que demostrarle a mi padre que yo valgo! Dijo apartándose de mi lado
-¡Vales y mucho!, no tienes que demostrárselo a nadie dije furiosa, lleve mis manos a las piernas que temblaban por la ira, no podía levantarme del sofá.
-La tristeza embargó su rostro -Ya sabes como es mi padre pronunció con voz melancólica.
-Sí y también sé cómo es tu madre. Le recordé - mordí mi labios inferiores para evitar hablar mal de ella, la relación de sus padres es un desastre, él nunca la acompaña a ningún lado, casi ni lo vemos. -¡Yo no me case para estar así! Me sacó de mis casillas verlo negar con la cabeza. -¡Ese es el mismo camino que estamos tomando!
-Remangó su camisa para mostrarme que en su muñeca el reloj Cartier lucía maravilloso. Comprendí que su arrogancia no tenía límites.
-¡Por eso llevamos una buena vida querida! Se pavoneaba, sentirse superior a los demás e inclusive de mí lo subía a la estratosfera.
-Miré alrededor con profundo dolor -¿A expensas de qué?, de la felicidad y de tu familia, le recriminé, -observé con asco los cuadros y muebles, la belleza de nuestra casa es indiscutible, su valor no se pone en duda, pero prefería vivir con menos y ser feliz -Para ustedes el dinero lo es todo, hay cosas más importantes en la vida que el dinero no puede comprar
-Me miró levantando la ceja izquierda - ¡No es así! a mí me importan ustedes, por eso no quiero que les falte nada
-Gabi se acercó somnolienta y quedó dormida en mis brazos, me alegre que mi niña no nos escuchara. -¿Le tienes miedo a la pobreza?
-¡Claro que no!, pero ese no es el punto
-Baja la voz, no tienes que gritar. Le coloqué a Gabi los cascos con sus canciones infantiles para no despertarla con los gritos. -la pobreza no es sólo falta de dinero. Hay pobreza de espíritu y ahí está la tuya
-¡No soy pobre de espíritu! –me siguió hasta la habitación
-Como un susurro del viento deje llevar mis palabras -¡Pues ya lo veremos! Es muy tarde y estoy cansada, voy a dormir. – Cerré la puerta en su cara
-¡Espera! –Su pie impidió que se cerrara completamente
-Llevo esperando mucho tiempo y no te no has dado cuenta. -Gabi se movía inquieta, despacio la baje dejándola en la cama
-¿Me perdonas? –Acarició mi cabello y con ojos tristes me miró
-Estoy muy resentida, -busqué con la mirada la puerta. -Hablamos mañana
-¡Por favor! –escúchame
-Quiero que pienses que es lo importante para ti, -agobiada camine buscando la salida
-Ustedes por supuesto –ágilmente se interpuso en mi camino- ¿Acaso es malo estar rodeado de lujos? Tener dinero te aterra, admítelo
-Te pedí que nos fuéramos de vacaciones –Lo ataqué de la misma manera que él lo hacía conmigo -Dinero hay, pero no tiempo. –no soportó mi mirada retadora y bajó la suya
-No he podido hacerlo, te he explicado las razones -se acercó poniéndose a mi lado
-Sí, mucho trabajo. -Encogí los hombros, lo observé buscando una respuesta sincera, que nunca llegó -¿De qué sirve el dinero en ese caso?
-Ya tendremos nuestras vacaciones, ¡te lo prometo!
-Prometes demasiado y no cumples. ¡Eres un ogro! -Divisé a Gabi que seguía moviéndose
-Eres muy dura conmigo,
-No tanto como tú conmigo. –me acerqué a ella y le quité el pañal empapado
-Toma, -volteé y ahí estaba él ofreciéndome la crema antipañalitis. -Ya te he pedido perdón prosiguió
-La recibí sin darle importancia, cambié el pañal y me incorporé para salir de una vez por todas de la habitación y dejar que Gabi durmiera tranquila
-Es tiempo que pienses que vas a hacer con tu vida para tener claro que será de la nuestra
-¡Qué bien que has conseguido la guardería para Gabi!
-Su estúpida voz me enervó -¿Qué rápido cambias de tema?
-Puedo llevarla todas las mañanas. -Quitó de la cama el pañal sucio antes que yo lo agarrara
-Ya lo veremos dije entre suspiros -el ambiente se transformó de pesado a lamentable
-La besó en la frente y resonó un chillido -No quiere estar conmigo dijo contemplándola
-Es normal, nunca te ve contesté agitando las manos y levantando las cejas, Analicé sus movimientos, parecía otra persona, en el salón pasó de frio a tibio y ahora la entonación de sus palabras eran de risa, la vitalidad de las mismas rallaban en la euforia total
-Así lo haremos, yo la llevaré todas las mañanas y tú te encargaras de recogerla.
-Como quieras, -su zalamería no surtió el efecto esperado, di media vuelta y salí pitada
-Te quiero con todo mi corazón, eres la mujer de mi vida –seguí de largo haciendo oídos sordos
-¿No me dices nada?
-Buenas noches contesté agotada
-Invadió mi espacio y sin lugar a donde ir, sus labios atraparon los míos, apreté fuerte manteniendo la boca cerrada, comenzó una batalla interna. Contuve el deseo, sentí que me ahogaba y noté como el pulso de ambos se aceleraba. Cerré los ojos, no podía decirle lo que mi corazón a punto de estallar deseaba gritarle.
Que lo amaba y que él también era el hombre de mi vida, me zafé y fui corriendo al cuarto de baño, me eche agua y miré desconsolada mi rostro en el espejo, ojos hinchados y cara demacrada era lo que había quedado después de tantas lágrimas derramadas. ¿Cómo pudo cambiar mi aspecto de un momento a otro?, eso no era lo importante al otro día estaría perfecta de nuevo, todo lo contrario a mi corazón, Daniel no reconocía sus errores y el daño que nos causaba.
¿Podría cambiar de idea si yo no le ponía las cosas fáciles?, era la única estrategia con la que contaba.
Estuvo de pie rogando que saliera, mi cuerpo se desplomó, la poca energía que me mantenía firme se agotó, tirada como una moribunda quedé en el piso de un baño lindo, pero frio, ¿de qué sirve el lujo si genera este sufrimiento?
En los días siguientes me dedique a preparar a Gabi para su nueva etapa, compré la lista de útiles escolares, le hablé de la guardería, de los amiguitos que tendría y las cosas que iba a aprender, tan pequeña, pero igual le contaba, a veces pensaba que entendía a la perfección, su emoción era tanta que dedicó mucho tiempo a contemplar sus nuevas cosas. Los cuadernos los metía y los sacaba de su mochila, los colores la vislumbraban y ese brillo en sus ojos me decía que mi niña estaba lista.