CAPITULO 10

4631 Palabras
La situación empeoró, Daniel llegaba a casa de mal humor, gritaba constantemente. Hice todo lo que estuvo en mis manos para no discutir, nada parecía funcionar. Vivía en un sin sabor a diario, mentalmente afectada me responsabilicé de su constante enfado, cualquier cosa lo irritaba, la comida fría, el no encontrar los calcetines, si Gabi lloraba. Me abrumaba el no poder contentarlo, el sexo se volvió obligado y violento, nunca me negué si él lo deseaba, accedía a sus peticiones, fingía los orgasmos para que me dejara en paz, eso es lo que una esposa abnegada debe hacer pensaba, dejando de lado mi propio dolor. En la oficina era imposible ocultar los moretones de mi rostro, siempre había una excusa, mi torpeza al andar por la casa, la puerta que se atravesaba. ¿A quién engañaba?, nadie lo creía La tercera vez que me presente con el ojo hinchado mis compañeros se alarmaron en extremo. El maquillaje no lo disimuló, Leandro, mi jefe insistió en que lo abandonara, que no era sano lo que sentía. Me llamó a su oficina, se me acercó y levantó mi barbilla - Una mujer no debe dejarse maltratar por su pareja, bajo ninguna circunstancia. Enfatizó. Era muy cierto, pero en mi interior no sé qué pasaba, el miedo me controlaba, su voz me aterrorizaba, era incapaz de dejarlo. En los siguientes meses estuve ayudando a Paty con los preparativos de la boda, andábamos de un lugar a otro, a Daniel casi ni lo veía y con el estrés ni me preocupaba por él, me sentía a salvo de su personalidad destructiva. No podía negar que me inquietaba su bienestar, pero a él parecía no importarle, cada vez se presentaba más tarde, no podía casi hablarle, sin que eso provocara confrontaciones y golpes de su parte. Mi tristeza era evidente, valiente ayuda para Paty pensaba. Ella es una de esas personas que irradian energía positiva y le levantan la moral a cualquiera, el estar a su lado me inyectaba una dosis de felicidad. El gran día llegó, Paty lucía hermosísima, aparecí en su apartamento muy temprano, Gabi llevaría los anillos, saldríamos juntas y su padre la entregaría en el altar, Daniel no quiso ir a la ceremonia, en realidad yo tampoco le insistí, prefería la tranquilidad a estar pendiente de él y peor aún temerosa de su comportamiento Paty conocía la historia por lo que ni preguntó por él, Richard era diferente esperaba verlo ese día -Llevo mucho que no lo veo, dijo, me aseguró que aquí estaría sin falta. -No tenía mucho que decir al respecto y opté por desviarme del tema. Paty se enfundó en un preciosismo vestido tipo corsé que resaltaba su figura, el profundo escote en forma corazón iba cubierto de pequeñas piedras que salían en punta hasta su cadera, la cola de metro y medio se dejaba entrever a su costado derecho cayendo en forma de cascada, montada en unos preciosos zapatos top toe abiertos de 8 cm que fueron diseñados con la misma tela del vestido, la parte delantera ocultaba sutilmente los dedos dejando al descubierto la parte superior de sus pies. Como peinado llevó un recogido con trenzas y bucles, su maquillaje en tonos rosados la convirtió en una princesa, no tenía rival, era la novia más hermosa. El convite fue en un hotel donde pudimos disfrutar a nuestras anchas, Gabi se convirtió en el centro de atención, mi princesa estaba feliz y los padres de Paty encantados con ella, estuvo a su lado durante la mayor parte de la celebración. -Richard se me acerco muy extrañado por la ausencia de Daniel, no había sido muy convincente con la excusa de que el trabajo no le permitió asistir, me sentí incomoda dando explicaciones que ni yo misma creía, fui en busca de mi hija, aprovechando que a Richard lo acapararon sus amigos, tantas mentiras me ahogaban, ¿dónde estaba Daniel era la pregunta de la noche? afortunadamente es muy fácil cambiar de tema en un ambiente de fiesta. Decidí volver a casa temprano, de no haber sido por Gabi me hubiese quedado hasta que el cuerpo aguantará, Richard la llevo dormida hasta el coche para ajustarla a su silla, Paty salió a despedirnos y agradecerme lo que había hecho por ella. Reconozco que hubo momentos durante la fiesta que extrañé a Daniel, las parejas felices a mí alrededor me lo recordaban a cada instante, me llené de valor para sacarlo de mi mente siquiera por esa noche. Faltar al día más importante de mi amiga era inaudito, yo siempre asisto a las celebraciones de su familia y él no lo hace con la única persona realmente valiosa para mí en este país. Después de un rato recapacité y supe que era lo mejor, no me imagino un espectáculo por su parte, peor aún en el que pudiese estar yo involucrada. Al llegar a casa no lo encontré, era muy tarde y lo llame para saber si estaba bien, -La ebriedad le impedía hablar, mi capacidad de reacción fue nula, el cuerpo me temblaba y desesperada lloré -¡No soporto esta presión! grité agobiada El corazón se me encogió al escucharle balbucear – ¡No cojas el coche!, le imploré, iré a recogerte, dime ¿dónde estás? -Sin importarle mi angustia me colgó, no sin antes decirme que lo dejará en paz –le volví a marcar y había apagado el teléfono Acosté a Gabi y no pude dormir esperando recibir las peores noticias, la incertidumbre me mantuvo despierta, su desprecio me dejó sumida en la más horrible de las angustias. Sobre las 06.00 am se abrió la puerta, entró y pasó de mí totalmente, lo divisé desde el sofá donde pasé la noche esperando que apareciera sano y salvo, era un despojo lo que mis ojos contemplaban, ni la sombra de aquel antiguo Daniel. Enderezándome lentamente busqué escabullirme -Me dirigió una mirada como si fuese una extraña, en su mano derecha sostenía una botella de licor. –Al ver que me marchaba se abalanzó sobre mí tirando del cabello, desesperada traté de zafarme, me apartó con fuerza de su lado, pero caí redonda al piso, lastimándome el brazo y la pierna derecha, pero más que eso mí orgullo fue el que peor salió parado. Procuré levantarme y el dolor me lo impidió, su mirada fulminante atravesó mi corazón, -Si el alma duele, la mía estaba destrozada, ese dolor supera con creces cualquier daño físico antes experimentado. Sagazmente pretendió levantarme aludiendo que me tropecé -Lo aparto y se tumba a mi lado invitándome un trago. Me pongo en pie con dificultad buscando apartarme lo más rápido, apresurada entro en la habitación de invitados y me tiro en la cama, las lágrimas son incontenibles, la aflicción toma el control y un fuerte dolor en el pecho aparece. La debilidad se apodera de mí y abatida por el cansancio me quedo dormida. Al despertarme llamo a su madre para contarle lo sucedido, en su cabeza su hijo adorado no podía ser un alcohólico. -Exageras la situación, exclamó. –Defendió su comportamiento, decía que era producto del estrés que manejaba. ¿Cómo luchar contra esa actitud?, su madre no me ayudaría a convencerlo para buscar ayuda profesional. Evité su presencia en los días sucesivos, no era capaz de aguantar otra de sus agresiones, comencé a sentirme mal, permanecía con nauseas, no me alimentaba bien y el sueño me vencía, llevaba dos meses sin la visita del período, pensé que era producto de mi estado de ánimo, el constante estrés al que Daniel me sometía tenía que ser el causante. El único retraso que tuve fue al embarazarme de Gabi. Otro hijo en este momento era una locura, aunque lo traería al mundo sin dudarlo. Confiada en que era una falsa alarma, compré un test de embarazo que en vez de disipar mis dudas me llenó de temor, ver esas dos líneas rojas aparecer de nuevo conmovió todo mi ser, la ilusión de gestar otra vida me dio la fuerza de enfrentar mi situación, aunque me llené de incertidumbre al saber que me esperaba un futuro incierto a la vuelta de la esquina. -¿Cómo decirle a Daniel? Protegerme de él era imperativo, por el bebé estaba obligada a hacerlo. El tiempo pasaba y él empeoraba, al llegar a casa se quedaba en el sofá tomando, traía más botellas y apestaba a alcohol, Gabi le rehuía, decía que olía fatal, era normal verlo borracho a diario. Un día lo encontré hablándole al espejo, parecía un loco tirándose de los cabellos, tocaba su cabeza diciendo que sus padres siempre pedían más de él, de lo cansado que estaba por complacer a los demás -¡Soy el dueño de mi vida! Gritaba, me acerque por instinto. -¿Daniel que sucede? -¡Yo soy importante! valgo mucho, porque no me dejan en paz, -patea el revistero estampándolo contra la pared -¡mírame!, vez ese que está ahí, señaló el espejo con su dedo, ¡soy yo! -Si eres tú, lo sé, -tomándolo del brazo lo aparté, tuve miedo que lo partiera y se hiciera daño -vamos para que te acuestes -No quiero dormir –bruscamente me rechazó y salí disparada a un lado, pensando en mi niña le rogué -Ven vamos, Gabi no puede verte así, se asustara -Su aliento de dragón en mi cara quemaba -¡Asustarla nunca, soy su padre! -Sí, por eso debes calmarte -apelando a su conciencia trato de convencerlo, traerlo a la realidad -no puedes seguir emborrachándote, Gabi necesita a su padre -En unos segundos se transforma en un cachorro, su voz se debilita y lágrimas caen de sus hermosos ojos azules -Ya no me dejas llevarla a la guardería, ¿cómo quieres que pase tiempo con ella? Recriminó mirándome fijamente -Después de mucho insistir accedió irse a dormir, no sin dejarme alarmada por su estado y por el mío. ¿Por qué me embaracé? ¿Qué va a pasar con nosotros? Son los interrogantes que me mantienen en vela por las noches. La situación se salió de control, ordenando la habitación encontré botellas de licor escondidas entre su ropa, en un arranque de ira arrasé con ellas tirándolas por el fregadero, enloquecí al descubrir más en el garaje. Vivía alcoholizado, sus ojos enrojecidos y su mirada perdida me atemorizaba, era común que enloqueciera y no aceptaba su condición de alcohólico. Al principio fue difícil que yo lo admitiera también, ¿cómo pasó? Mi ser abatido reconoce lo cobarde que soy, es terrible vivir con un adicto que no acepta ayuda y que se convierte en un maltratador, peor aún es reconocer que no hay salida. En el trabajo era lo mismo, sus padres estaban al borde de la desesperación, mi suegra no sabía cómo afrontar el alcoholismo de su hijo, ella pendiente del qué dirán y ahora se dedica a esconderlo. En la última reunión familiar a la que asistimos dio un espectáculo de lo más deprimente, se lio a golpes con uno de sus primos que le exigió que me respetará. En un ataque de furia me abofeteó, Roberto lo echó de la fiesta y a partir de ahí fuimos excluidos de los eventos familiares. Me alejaba poco a poco de él, intentando que buscara ayuda, llevándolo a un punto en el que el mismo se viera obligado a hacerlo. Las llamadas de la policía se volvieron frecuentes, vivía en una constante angustia, se peleaba en los bares y en un par de ocasiones lo sacamos de la cárcel. Gabi gritaba al verlo, su carita aterrada me abrió los ojos, comprendí a donde nos arrastraba la adicción de Daniel, no solo se destruía a él, sino también a nosotras. En ocasiones hay que ser egoístas, el bienestar de Gabi y del bebé que venía en camino era lo primero. Me reuní con Paty, no deseaba molestarla con mis problemas, pero necesitaba una mano amiga y un hombro donde llorar, llevaba demasiado tiempo haciéndome la fuerte y sentía que en cualquier momento mi cuerpo se desplomaría. Apoyó mi decisión de separarme de Daniel, él representaba un peligro para Gabi y para mí y la situación en vez de mejorar empeoraba, La simple idea de dejarlo a su merced me carcomía el alma ¿Qué será de él si yo no estoy ahí para ayudarlo?, me sentía responsable, aún lo amaba, ¿sería esa frase de hasta que la muerte los separe lo que me lo impedía? recuperarlo me había mantenido en pie de lucha, no tenía dudas, el amor me movía. Su padre le exigió ingresar en un centro de rehabilitación o tendría que marcharse de la empresa por lo que agredió a su cuñado acusándole de ser el culpable de su desgracia, mi suegro intento apartarlos y fue alcanzado por la rabia de su hijo que le propinó un puñetazo en el rostro. Ese día no apareció por la casa, sus padres lo esperaron hasta tarde, el teléfono lo tenía apagado, fuimos a los bares que suele frecuentar, pero no lo encontramos. Se marcharon con la esperanza que los llamaría para decirles que Daniel había llegado bien. En la madrugada oí pasos en el salón, me apresuré para ver como estaba, -¡Cual sorpresa me lleve al verlo besar a una mujer igual de borracha que él!, prostituta o no, nunca lo sabré. La ira me cegó, la tiré del cabello con una fuerza descomunal arrastrándola hasta la puerta, no tuvo tiempo de reaccionar, su mona no la dejó. -Daniel sujetó mi brazo, -volteé y le di una cachetada que me salió de lo más profundo del alma, -un golpe bestial de su parte me hizo sentir que mi cara se partía en pedazos -¡Estoy embarazada!, le grité -Enfurecido me lanzó al piso - ¡Eres una perra mentirosa! –Enmudecí a causa del terror que sembró en mí, me acurruque boca abajo protegiendo a mi bebé -Recuerdo sus horribles palabras, ¡vas a abortar, a las buenas o a las malas! –intente arrastrarme entretanto él gritaba. – ¿A dónde crees que vas? –mi cara se estrelló contra el piso dos veces, era su marioneta, pateaba mi vientre sin piedad y vociferaba. –La vida se me iba en un suspiro, de repente todo se volvió oscuro. Escuché a lo lejos el llanto de Gabi, tiraba de mi brazo para levantarme, no sé cuánto tiempo pasó, pero si el suficiente para que el cobarde de mi marido me dejara tirada como un animal muerto. Las manitos ensangrentadas de mi niña me asustaron, no pude moverme, acongojada pensé que también la había lastimado, mi cuerpo parecía haber sido arrollado por un camión, al bajar la mirada me vi metida en un charco de sangre. Desconsolada le pedí a Gabi que alcanzara el móvil, llamé a Paty, ella y Richard llegaron en cuestión de minutos para socorrerme y encargarse de mi hija. Una ambulancia me trasladó al hospital, las luces intermitentes del vehículo y el estruendoso ruido me trastornaron, pedía llegar rápido, quería salvar a mi bebé. Internada me informaron que lo había perdido, me sentí morir, un aluvión de malas sensaciones recorrió mi cuerpo, hundida y desdichada reconocí. -Mi cobardía nos ha puesto en peligro Paty. –Eres valiente, -sus suaves manos secaron mis lágrimas –descansa, no te preocupes por nada. Paty denunció a Daniel por agresión física, presentó como prueba el reconocimiento médico acompañado del parte de lesiones y contusiones. Estuve hospitalizada durante diez días, varias costillas rotas, pequeña fractura craneal y la pérdida del bebé fueron las razones. Gabi estuvo muy afectada y Paty desconfiaba si a ella no le hizo daño mientras estuve inconsciente. Los médicos la chequearon y comprobaron que no sufrió ningún tipo de maltrato. El alma me volvió al cuerpo, el miedo de que le hubiese hecho daño me atormentaba. La policía tomó mi declaración y me aconsejaron no volver al domicilio conyugal, me fui a casa de Paty y Richard. Estuve de baja por tres meses, a Daniel lo arrestaron, en ese tiempo no supe nada de él, ni de su familia, no fueron capaces de ir a ver la gran obra de arte de su hijo, eso me demostró la clase de personas que eran. Me sentí mejor y decidí ir a buscar algunas cosas a mi antigua casa. Paty y Richard estaban trabajando y aun cuando me pidieron esperarlos para acompañarme preferí no seguir siendo una carga. Llame en repetidas ocasiones al fijo de la casa y al no recibir respuesta asumí que estaría sola, me arriesgue a ir, sin saber que podría encontrarme. Me apresure a recoger lo que creí indispensable para nosotras, saqué las maletas a la terraza en espera del taxi que había llamado minutos antes, observé alrededor con tristeza lo que una vez fue mi hogar. Lágrimas inundaron mi rostro, mi matrimonio se fue a pique, ahora éramos Gabi y yo, no sabía qué pasaría con Daniel y si algún día volvería a ser parte de la vida de su hija. Tomé fuerzas y procedí a marcharme, no valía la pena rememorar aquello que ya no existía. Al girar la cabeza me encuentro a Daniel de pie en la puerta principal sosteniendo una de las maletas, el miedo me paralizó por completo, de un solo empujón me regresó al interior de la casa y cerró la puerta, escuche al taxista que tocaba la bocina llamándonos, intuyendo mi intención de gritar, la emprendió contra Gabi, rodeó con sus brazos su pequeño cuello. No podía poner en peligro a mi nena, le supliqué que nos dejara ir, pero estaba fuera de sí y ella lloraba desconsolada. No tenía escapatoria, las opciones se me agotaban, un milagro era lo que necesitaba. El teléfono sonaba sin parar, sabía que era la compañía de taxi para informar que el servicio estaba afuera esperando, la casa es tan grande que hacía imposible que alguien nos escuchara, esperaba que se bajara y tocara el timbre, pero en vez de eso, escuche el rugido del motor, el taxista se marchó dejándome sin esperanzas. Su cara de loco me atemorizaba, mi niña peligraba en sus garras -¿A dónde crees que vas? gritó –Tiró del brazo a Gabi, -Lárgate tú, pero la niña se queda -Ese pensamiento me oprimía yo no me marcharía a ningún lado abandonando a mi hija, mucho menos dejarla en manos de la bestia en la que se ha convertido, me llené de valor y le reclamé su mal comportamiento hacía nuestra hija, eso consiguió encenderlo más, pateó las maletas y golpeó la pared. Antes que su próximo golpe lo dirigiera a mí, llegaron sus padres, verlos me alivió. Su madre comenzó a llorar, el aspecto deprimente de su hijo era la razón, su padre quedó atónito. -Corrí a ellos pidiendo ayuda, las expresiones de sus caras lo decían todo, me miraron como a un bicho raro. Daniel alegaba que pensaba dejarle llevándome a Gabi -La situación es insoportable, les expliqué, tenemos que irnos por nuestro bienestar. –Se pusieron de su lado, mi suegra le acaricio la cara a Daniel. – ¡De aquí sales sola!, afirmó ella. –Tenemos muchos amigos influyentes, no tienes como ganar, ¡eres una don nadie! gritó, -hazle un favor a Gabi y desaparece. –Me vi desamparada luchando sola contra esos leones, -¡Usted está loca si cree que les dejaré a mi hija!, miren el monstruo que crearon, un lobo vestido de oveja -Alzó su mano para pegarme -¡Cállate! –Reaccioné ondeando su brazo a un costado – ¡Ni siquiera lo piense!, -Los ojos me ardían por la sangre que me subió a la cabeza –Me voy de aquí con mi hija y ustedes no van a impedirlo. –Mírense, son unos perdedores, su familia es una farsa, su adorado hijo es un enfermo, han sido incapaces de criar un buen hombre -Arranqué a Gabi de los brazos de Daniel –Me dan asco, no pienso vivir en una jaula de oro. –Desafié a Daniel con la mirada -¡No se te ocurra acercarte a nosotras! Gabi no crecerá al lado de seres despiadados. Mis palabras se las llevó el viento, no se inmutaron ni por un segundo. -Su padre apartó el rostro avergonzado y caminó al otro costado del salón -¡No eres nadie, no sirves para absolutamente nada! -Gritó Daniel como si fuera un dios y yo un insecto al que aplastar -bloqueó la puerta con su cuerpo obstaculizando nuestra salida -La postura inerte de sus padres me dejaba sola -corrí con Gabi hasta la habitación principal y nos encerramos. Mi niña estaba petrificada, tiritaba de miedo, se aferró a mí inmersa en un mar de lágrimas. -¿Qué estúpida fui al venir? Recrimine mi conducta inconsciente, no me perdonaría jamás si algo le pasa a Gabi. -La retuve contra pecho como cuando era una bebé, -levantó sus dulces ojitos y me miró con profundo dolor –No te dejaré sola muñeca, te lo prometo. Un estruendoso escándalo proveniente de afuera la alteró más, las cosas se rompían y gritos llegaban a nuestros oídos. Daniel estaba completamente fuera de sí –Cálmate hijo, le suplicaba su madre llorando. -Si ella siente ese amor por su hijo, ¿por qué no me apoya?, el dolor me empequeñecía el corazón. Gabi es su nieta, debería desear lo mejor para ella, Daniel es destructivo. Amenazarme para obligarme a abandonarla era perverso. ¿Cuál es el gran amor que profesa por su nieta? Es una hipócrita y egoísta que está cosechando lo que sembró. Recordé que les pedí ayuda con el alcoholismo de Daniel, su ignorancia no tiene límites, para ellos era inaudita y exagerada mi conclusión, su preciado hijo no podía estar cayendo en ninguna adicción. Ahí tiene lo que se merece, no hay peor ciego que el que no quiere ver. -El estropicio era espantoso, platos y vasos caían, tiró abajo el mueble de la cristalería. –Gabi saltó y su corazoncito se agitó, despepitó los ojos, era tanto su pavor que se tiró al suelo poniendo sus manos en la cabeza para protegerse. ¿Cómo saldremos? Pensaba, era imposible hacerlo sin pasar delante de ellos. Daniel era capaz de matarme. Resignada me dejé caer con Gabi en brazos, si él entraba tenía que protegerla de alguna forma. -El timbre sonó y los gritos eran ecos del exterior, reconocí la voz de Paty, exigía verme. – ¡Esa perra no está aquí, lárgate!, dijo Daniel. – ¡Llamé a la policía desgraciado, déjala salir! –Gritando llegué al salón, mi suegro abrió la puerta al verme correr. Daniel intentó agarrar a Gabi y ella saltó a los brazos de Richard, él la atrapó y Daniel quiso arrebatársela. Se prendió de su cuello, no levantaba la cabeza y lloraba angustiada. Mi niña estaba sufriendo y su padre no se daba cuenta del daño que le ocasionaba, -Richard me entregó a Gabi con dificultad, ella seguía presionando sus brazos para no soltarse. Le encaminó a Daniel -Se van con nosotros, evita problemas y apártate -irritado Daniel le propinó un puñetazo, Richard hábilmente lo esquivo, devolviéndole el golpe, cayó al piso, no pudo levantarse y sus padres corrieron a auxiliarle. Agarramos las maletas y nos fuimos. En el camino de vuelta a casa de Paty no dejé de llorar, Gabi pasaba por mi cabeza sus pequeñas manos, no quería que me viera así, pero necesitaba desahogarme. ¡Qué patética me vería! Paty me sostenía la mano, Richard estuvo callado y se limitó a conducir. Al llegar se encargaron de Gabi y de bajar todo del coche, yo era un títere sin cuerdas, pero al final de cuentas un títere de mi propia vida, no sé de donde brotaban tantas lágrimas, me sentía acabada literalmente hablando, sin fuerzas, sin ganas de nada, pensativa y sumida en una profunda tristeza que me comía desde adentro, era imposible mantenerme en pie, me hablaban y yo estaba ida, no sabía que pasaba, mi mundo se vino abajo y me enterraba con él. -No debiste hacerlo Caro, - Me reprochó Paty. -Si no te quieres, bien, ves sola y que te mate a golpes, -Su voz áspera e hiriente terminó de hundirme -¿Es eso lo que quieres?, dime -No, claro que no, rebatí gimiendo -No te entiendo, eres como mi hermana, lo que te pasé me duele y me pones en esto. Tengo miedo de perderte, ese hombre es un monstruo, tú misma lo has dicho -Puse una almohada en mi cabeza -Me la arrancó bruscamente -Gabi es tu hija y la pones en peligro. -¿Crees que no lo sé? Fui estúpida, lo reconozco -Supuse que seguía encarcelado, no quise seguir molestándolos, bastante han hecho al recibirnos. -¡Despierta!, esto es España, ¡No hay justicia para los ricos! -Colocó su dedo en mi sien -metete eso en la cabeza. Le conté que me amenazaron con quitarme a Gabi, se molestó y llamó a Richard, me convencieron de denunciarlo de nuevo -Seremos tus testigos, no te quitaran a Gabi, aseguró él. El miedo no era una opción, mi niña es lo más valioso que tengo, no importa cuán poderosa sea su familia, yo soy su madre y lucharé por ella contra viento y marea. Resuelta fui a la comisaria, me informaron de todos mis derechos y emitieron una orden de alejamiento, Daniel no podría acercarse a nosotras. Daba el primer paso hacia una nueva vida, Paty y Richard, me ayudaron mucho y fueron un apoyo incondicional, se obstinaron en que nos quedáramos con ellos mientras el juicio contra Daniel seguía su curso, pero era hora de avanzar. Me mudé a un pequeño apartamento cerca de su casa, no aceptaron que me alejara de ellos, la comodidad en realidad era para todos, no tuve problemas para el cuidado de Gabi, ellos me ayudaban, así que subí mi jornada laboral para asumir los nuevos gastos. Todo era casi perfecto hasta que Daniel comenzó a acosarme, me llamaba a todas horas. Me intimidaba a la salida del trabajo, daba espectáculos deplorables, la orden de restricción parecía no funcionar, un día dormía en la cárcel y al otro volvía a la calle peor que antes. No se preocupaba por su hija, tampoco le vi interés en cambiar para recuperarla, era increíble el daño que se hacía y el odio que me tenía, lo demostraba al no dejarme tranquila. Gabi preguntaba por él y mi corazón se partía, le dije que se fue a un viaje muy largo y que un día regresaría. Mi suegra apareció también en escena, llamaba a la oficina suplicando que le dejara ver a Gabi -Los hijos no deben pagar por los errores de los padres aseguraba. -No confiaba en sus buenas intenciones, sus amenazas retumbaban en mi mente todavía -Perdona el daño que te hemos causado –aseveró con voz dolida. Sus palabras fingidas me alertaron, no se arrepentía del sufrimiento que su hijo me hizo pasar. -La quieren secuestrar, estoy segura de eso, dijo Paty. Esa familia no se daba por vencida, me presionaban de diversas maneras, las llamadas eran cada vez más seguidas, no entendían mi negativa. Enviaron un abogado a mi trabajo para hacer valer sus derechos de visitas. -No iba a dejar que se le acercaran a Gabi. Un miércoles la señora Montes, Directora de la guardería me contactó, Daniel se presentó borracho exigiendo ver a Gabi, agredió a una de las profesoras y la policía lo arrestó. Mi niña amaba su escuela, no fui capaz de cambiarla, desde ese momento reforzamos su cuidado y seguridad, Paty, Richard y yo éramos las únicas personas autorizadas para recogerla.
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