5

1185 Palabras
La pequeña Miranda sonreía mientras su madre le hacía monerías. Estaba juntando cubos de colores e intentaba hacer una torre que se caía sin terminar de formarse. Con su dentadura aún incompleta su sonrisa la mostraba aún más hermosa y las pocas palabras que había comenzado terminaban de volverla encantadora. -¡Por Dios, estos scones son de otro planeta!- dijo Emma saboreando un nuevo bocado. -Justamente por esto es que no podes negarte.- agregó Cloe imitando el gesto de satisfacción al saborear un nuevo bocado. Maite las miró con una sonrisa en sus labios, la misma que lucía incluso más grande desde que era la madre de Miranda. -No sé, chicas, ya no trabajo, paso mis días junto a esta preciosura.- respondió finalmente mirando a su hija con orgullo. -No sé como haces, yo si no trabajara me moriría.- respondió Cloe sin poder concebir aquella idea. -A mí no me molestaría reducir mi jornada, pero todo el día... No sé Maite, para mí deberías volver a trabajar, aunque sea un poco.- agregó Emma mirando su reloj para confirmar con lamento que le quedaban solamente 15 minutos antes de tener que regresar al hospital. -Ustedes no entienden, cuando uno es madre todo cambia de perspectiva. Es como si todo lo que te interesaba o preocupaba cambiara repentinamente. Los miedos se vuelven más grandes, porque esta pequeña criaturita depende exclusivamente de mi, y las alegrías… No saben lo que es escucharla decir mamá por primera vez o verla dar sus primeros pasos. Estoy perdidamente enamorada.- les confesó creyendo cada una de las palabra que pronunciaba. -¿Y el padre?- preguntó Emma con algo de reproche en su tono. Sabían que Maite se había hecho cargo de todo lo que tenía que ver con su pequeña y si bien no se quejaba lo consideraban demasiado injusto para su amiga. -Ya conocen a Blas, él lo hace a su manera. Tiene horarios imposibles, el restaurante necesita de él para funcionar bien y cuando está en casa intenta descansar un poco.- Lo justificó sin demasiado énfasis. Seguía amando a Blas con todo su corazón, pero también lo conocía demasiado bien. Había intentado cambiar por ella, por la familia que tenían, pero sabía lo difícil que le resultaba. Apreciaba la forma en la que expresaba su amor, escueta pero efectiva, y se sentía orgullosa de la forma en la que lo había logrado liberar a la hora de la pasión. Ella siempre había sido vergonzosa, renegaba de su cuerpo de escasa estatura y curvas redondeadas, pero frente a sus ojos cargadas de deseo todo su pudor pareció haber desaparecido. Le gustaba mostrarse, provocarlo y hacerlo delirar. Ya sea con sus palabras, sus caricias y hasta con su boca, lograba llevarlo al único lugar en el que perdía su estricto autocontrol. Por supuesto que la llegada de Miranda había traído algunos cambios. Los primeros meses Maite se quedaba dormida, apenas encontraba un hueco para bañarse, ni siquiera tenía fuerzas para vestirse, y cuando él la había visto llorar por dejar a su pequeña en brazos de una niñera tan profesional como impersonal, esas escasas fibras sensibles de su enjaulado corazón, se habían activado para sugerirle que dejara de trabajar. Maite al principio había tenido miedo, había trabajado durante toda su vida y siempre se había mantenido sola, los cambios de humor de Blas hacían que su relación siempre se viera sumergida en un imperceptible halo de duda que ambos preferían ignorar, pero ahora no se trataba solo de ella. Si llegaba a poner en riesgo el legado de su hija no se lo perdonaría nunca. Habían sido meses difíciles, pero cuando él había vencido sus propios límites y la había invitado a una cena romántica, con flores, bombones, pétalos y globos en forma de corazón, luego de contener su risa, había terminado aceptando aquella proposición. Llevaba dos años cuidando de Miranda durante el día y deseando el horario de regreso de Blas para demostrarle cuánto lo había extrañado. Si bien a veces pensaba que debía involucrarse más con la crianza que delegaba prácticamente en ella, intentaba justificarlo, producto de ese amor incondicional que aún le tenía. -Entiendo que lo amas, pero los padres de Miranda son los dos, no debería caer toda la responsabilidad en vos y creo que el hecho de que te encargues del catering de la fiesta de bienvenida de Liam, lo va a obligar a cuidar de su hija. Es solo un evento. Estoy segura de que un poco extrañas cocinar.- le dijo Cloe con esa mirada amenazante que lograba que cualquier interlocutar se sintiera movilizado. Maite suspiró mientras parecía estar meditando su respuesta. -Coincido con Cloe, amiga, puede servirte para ver si estás lista para volver. Miranda pronto iniciará el jardín de infantes y se supone que tendrás tiempo para hacer lo que te gusta aparte de ser madre, que vemos que te sale de maravilla.- agregó Emma poniéndose de pie para alzar a la pequeña y darle un beso en su mejilla que la llevó a reír. -Puede ser, voy a conversarlo esta noche y mañana te respondo, ¿te parece?- le preguntó a Cloe quien sonrió mientras asentía con su cabeza. -¿Qué es lo que vas a conversar esta noche?- la voz de Blas las sorprendió a las tres. Llevaba su camisa entallada y unos pantalones de vestir elegantes, su gesto siempre parecía serio pero al ver a la pequeña en brazos de Emma algo parecido a una sonrisa pareció esbozar en ellos. -¿Qué temprano llegaste? ¿Pasó algo en el restaurante?- le preguntó Maite acercándose para darle un beso en los labios, que a pesar de la forma en que este se puso tenso, ella prolongó unos segundos más. -Nada grave.- respondió tomando uno de los scones de la mesa frente a la atenta mirada de las tres mujeres allí presentes. Blas tenía la habilidad de mostrarse como un profesor exigente a quien todos intentan agradar. Las tres deseaban que expresara su veredicto acerca de aquel manjar que sin dudas era exquisito. -Cada vez te salen mejor.- dijo continuando su camino y perdiéndose la sonrisa de satisfacción de las allí presentes. Ajeno a su entorno, sólo quería llegar a Miranda, quien sin dudarlo estiró sus brazos para casi saltar de los brazos de Emma a los de su padre. -Y bueno, ¿de qué estaban hablando?.- dijo recuperando su tono serio una vez que tuvo a su hija en brazos. Emma miró a Maite y supo que deseaba hablarlo a solas, entonces miró su reloj y le hizo una señal a Cloe. -Uh, miren la hora, debo regresar al hospital, Cloe ¿podes llevarme?- le preguntó tomando sus cosas para acercarse a la puerta. -Si, por supuesto, los dejamos en familia, recuerden que los esperamos el viernes en la fiesta de Liam, ya le conseguí niñera a Enzo, si necesitan una avisenme.- dijo y al notar el ceño fruncido en el rostro de Emma negó con su cabeza y continuó su camino hacia la puerta, dejando a sus dos amigas con más dudas de las que hubiese deseado
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR