Abril clickeó en el botón de enviar mientras sus labios se apretaban inseguros. Si bien la revista había sido un éxito al principio, llevaba varios meses teniendo que invertir las ganancias, de seguir así de seguro iba a tener que buscar otro trabajo.
-¡Cómo me pueden esos labios, ese pelo enredado y esos ojos enamorados!- cantó Ciro imitando la melodía de una de las canciones de Liam para hacerla reír.
Caminaba con su cabello claro mojado y apenas una toalla en la cintura, tenía su antigua guitarra en las manos y rasgaba unos acordes que complementaban aquella melodía recientemente inventada.
Abril lo siguió con la mirada sin lograr borrar la sonrisa de sus labios. Llevaban años de amistad con Cloe y Liam, habían pasado noches de verano en su casa de la playa y varias tardes de invierno junto a la enorme chimenea de la casa de los padres de Ciro y en cada uno de esos encuentros él había ido explorando un viejo gusto que creía una fase de la adolescencia.
Liam lo había alentado a volver a tocar la guitarra y con cada nota aquel amor por la música que creía olvidado había renacido para volverse más fuerte.
Si bien Ciro había completado su carrera en comunicación, cada vez encontraba menos agradable aquella labor y disfrutaba más de la música.
-Necesito de tu aliento en mis labios, de tus manos en sobre mi piel, de tu risa …- continuó cantando mientras Abril negaba con su cabeza sin perder la sonrisa.
-¿Qué pasa? ¿No te gusta?- le preguntó dejando su guitarra sobre el sofá de su propio departamento en el que ambos solían trabajar cada día.
Si bien Abril pasaba la mayoría de sus días allí, aún vivía oficialmente junto a Emma. Era cierto que casi no se veían, Emma pasaba sus noches entre el hospital y la casa de Enzo y ella dormía casi todas las noches junto a Ciro, pero aquel departamento era demasiado costoso y ella no podía pagarlo. Ciro le había dicho que no necesitaba hacerlo pero ella no aceptaba no hacerlo. No deseaba sentirse mantenida, quería vivir de su trabajo, lo había hecho desde chica y esperaba continuar haciéndolo.
-Por supuesto que me gusta, pero estoy preocupada.- le dijo volviendo a mirar los números de suscriptores y el ingreso por la pauta publicitaria sin lograr un balance adecuado.
Ciro se acercó a la banqueta en la que estaba sentada y la abrazó desde atrás depositando un beso ruidoso en su mejilla.
-Ya te dije que sos hermosa incluso preocupada.- le dijo con su habitual carácter desprejuiciado, ese que lo llevaba por la vida feliz y liviano.
-En serio, amor, ya van tres meses que gastamos más de lo que ganamos.- le respondió ella sin poder evitar que su cuerpo se moviera buscando aún más contacto con aquel torso desnudo repleto de tatuajes que la contenía y cada vez le gustaba más.
-Podemos aceptar la oferta de mi papá, creo que..- comenzó a decir Ciro mientras besaba su cuello libre, agradecido de que aún llevara esa remera enorme que usaba para dormir. Eran las ventajas de trabajar en casa. Abril había dejado sus trajes elegantes de ejecutiva para vestir cómodamente e incluso ni siquiera cambiarse durante todo un día.
Entonces ella lo miró fingiendo el gesto de enfado, le había dicho varias veces que no estaba dispuesta a aceptar dinero sin trabajar y sin embargo con él besando su piel, luciendo tan solo una toalla en su cintura, discutir era lo último que deseaba.
-No me hagas esa trompita que sabes que me puede...- le dijo Ciro dejando caer aquella toalla para girar su silla y atacar sus labios sin miramientos.
No era la primera vez que pasaba, de hecho solía ser el final de todas las jornadas laborales. Ella tocando el punto final de su crónica y él tocándola a ella.
Sin demasiada resistencia por parte de una Abril que había comenzado a olvidar su preocupación, Ciro deslizó sus manos debajo de aquella prenda holgada que escondía el cuerpo desnudo de esa joven que tanto amaba. Recorrió su abdomen mientras besaba sus labios y pronto se apoderó de sus pechos libres acariciando con pausa sus pezones erectos que siempre respondían rápidamente a aquel tacto.
Ella enredó sus dedos en aquel cabello dorado aún mojado y cruzando sus piernas alrededor de su cintura se dejó llevar hasta el sofá. Como si supieran el camino de memoria él se sentó con ella encima y separando sus labios la despojó de su propia remera para disfrutar la forma en que inclinaba su cabeza hacia atrás y cerraba sus ojos. Oyó su respiración acelerada y no dudó en buscar su humedad. Con aquel cuerpo que adoraba sobre él disfrutó del contraste que hacía la luz del ocaso inminente detrás del ventanal. El cabello largo de Abril caía sobre su espalda moviéndose de arriba abajo con cada movimiento que ella parecía tener estudiado. Sabía como llevarlo al límite con tan solo clavar sus ojos en él y morder su labio inferior. Conocía el ritmo preciso que lo llevaba a desearla más y más.
Abril amaba cada centímetro de Ciro, tanto su cuerpo tatuado, como su espíritu rebelde. Era un contraste con ella misma que resultaba adictivo. Ella era orden y planificación, estructura y entrega absoluta, mientras él era caos y gozo, desparpajo y libertad. Y sin embargo, juntos, lo eran todo.
Con aquellos dedos masajeando su sexo se movía carente de cualquier gota de verguenza que hubiera sentido en el pasado, con Ciro todo había fluído desde aquella primera vez, años atrás, que en ese mismo lugar se habían besado para no querer separarse más. Él la llevaba a la entrega absoluta con un confianza que nunca antes había sentido. Le demostraba que la deseaba con sus ojos, sus manos y hasta sus palabras.
-Un día no voy a poder contenerme… sos demasiado hermosa.- le dijo mientras la atrapaba entre sus brazos repletos de tatuajes para guiarla justo dónde su cuerpo palpitaba desenfrenado.
Con el sonido de su risa como respuesta se incorporó sin soltarla para llevar su espalda contra la única columna de aquel enorme ambiente y como había hecho más de una vez en el pasado, se movió cada vez con más fuerza.
Una, dos,,, las embestidas eran cada vez más rápidas, ella tenía sus manos y sus piernas enroscadas a su cuerpo y lo sentía cada vez más.
Diez, once… los gemidos ya eran audibles y la penumbra instalada pincelaba sus cuerpos unidos con las luces de los autos que pasaban por la avenida en la que encontraba aquel piso.
Veintidos, veinti… no hubo lugar para más porque de repente el arrollador final los dejó casi temblando.
-Todavía me sorprende como cada vez me gustas más…- le dijo Ciro mientras liberaba su fuerza para que Abril vuelva a poner sus pies en suelo.
-Vos también, esto es lo que más voy a extrañar de volver a una oficina.- respondió ella mientras buscaba su remera del suelo para comenzar a caminar hacia el baño.
Ciro la miró desconcertado y la siguió hasta la ducha.
-¿Qué oficina?- le preguntó mientras entraba junto a ella a aquella ducha moderna de venecitas grises y piso de madera.
Abril lo miró como si ya se lo hubiera dicho muchas veces mientras el agua comenzaba a mojar su cabello.
-Ya lo hablamos, amor, si la revista continúa así, voy a tener que volver a trabajar afuera.- le respondió ella tomando el japón para comenzar a pasarlo por el pecho de Ciro que aún parecía desconcertado.
-No me mires así, es lo mejor, apenas puedo pagar el alquiler con lo que ganamos hoy.- agregó depositando un dulce beso sobre aquel tatuaje que tanto apreciaba.
-Si te vinieras a vivir conmigo eso no sería un problema.- respondió Ciro mientras pasaba sus manos por sus hombros mojados con ternura.
-Eso lo hablamos también, no sería justo.- respondió ella continuando con su labor de enjabonar aquel cuerpo que encontraba tan irresistible notando como nuevamente comenzaba a responder a sus caricias.
-No quiero que te vayas...- respondió él mientras la mano de Abril bajaba insinuosa y comenzaba a apoderarse de su voluntad.
-No me estoy yendo, es sólo un trabajo.- respondió con su rostro bañado de agua cálida y su cuerpo exigiendo más contacto.
-Venite a vivir conmigo entonces.- dijo él apoyando una de sus manos contra la pared para intentar contenerse justo cuando ella sonreía de lado con esa provocación que solía encenderlo completamente.
Sin querer continuar discutiendo Ciro tomó aquella mano que había logrado su cometido y giró el cuerpo de aquella hermosa joven lentamente para deleitarse con la tentadora vista de su cuerpo de espaldas. Pegando su cuerpo mojado al de ella la ayudó a inclinarse para luego buscar, una vez más, su palpiatnte sexo.
-A ver si te convenzo..- le susurró al oído mientras un nuevo asalto comenzaba su round bañado por el agua incesante que intentaba mitigar la temperatura que solían alcanzar juntos.
Y como si no hubieran hecho el amor pocos minutas antes, la juventud les regaló la maravillosa posibilidad de volver al gozo que la vida juntos les ofrecía, una que muy pronto se vería amenazada por esa perversa forma que tiene el destino de buscar la irremediable entropía.