El sonido del obturador marcó el final de la sesión. Charly había tenido tres ese día y no veían la hora de finalizar. Estaba exhausta, sólo podía pensar en su cómodo sofá y una cerveza en su mano.
Terminó de chequear las últimas tomas y le hizo una seña al manager para que dejará ir a las modelos. Las dos blondas delgadas y algo arrogantes mujeres ni siquiera se despidieron de ella, volvieron a retocarse el cabello y comenzaron a caminar hacia los camarines.
Charly ni siquiera se sorprendió, comenzó a acomodar sus cosas justo cuando unas risas nerviosas llamaron su atención.
-¡Ay por Dios! Pero si sos más lindo en persona.- dijo una de las jóvenes mientras la otra continuaba riendo nerviosa.
-Hola chicas ¿Qué tal la sesión?- les preguntó Milo guiñando un ojo, mientras les daba un beso a cada una y continuaba su camino.
-¿Saben que les tocó la mejor fotografa del mundo, no?- agregó mientras una de ellas colocaba su mano sobre su musculoso brazo intentando detenerlo.
Charly los observaba con falsa superación. Se suponía que estaba acostumbrada a verlo rodeado de modelos y mujeres que lo comían con su mirada, sin embargo el esfuerzo por demostrar que aquello no le importaba cada vez se volvía más difícil.
-¿Quién?- preguntó una de las modelos dirigiendo una mirada de desaprobación a Charly, sin disimulo. Aquella fotógrafa de falda oscura y aspecto rebelde ni siquiera tenía una altura decente, pensaron ambas con crecientes celos.
-La futura madre de mis hijos.- sentenció él librándose del contacto para avanzar hasta Charly y darle un efusivo beso en los labios que tiró por la borda cualquier esperanza que aquellas jóvenes hubieran tenido de conquistar a aquel modelo.
Charly sorprendida recibió su beso pero en seguida comenzó a separarse. No le gustaba mostrar sus sentimientos, su corazón había estado tanto tiempo congelado que aquel nuevo calor la desconcertaba.
-Ya hablamos de eso,,,,- lo reprendió sin poder evitar que esa sonrisa que insistía en aparecer cada vez que lo veía, mostrara un incipiente esbozo.
Milo insistía en ser padres, pero ella tenía demasiado miedo. Había sufrido mucho con Lola y su afección cardíaca y el miedo a volver a sentir algo parecido no le permitía siquiera intentarlo. Milo parecía aceptarlo, sin embargo de vez en cuando hacía alguna broma o comentario al respecto y eso lograba instalar las dudas en ella. Sentía que no podía privarle su deseo de ser padre, agradecía que la respetara pero a veces se sentía culpable.
-Lo sé, lo sé, pero uno puede soñar..- respondió Milo con esa alegría que mostraba desde que estaban juntos. Era como si Charly y Lola le hubieran inyectado vida real a lo que él creía que lo era. Disfrutaba de las cenas en casa, las películas con palomitas de maíz y los paseos por parques tanto como de las noches de los martes y domingos en los que Lola se quedaba con su vecina y podía disfrutar de la otra faceta de esa madre que admiraba.
Ya no tenía dudas de que deseaba una enorme familia, pero cada vez que intentaba hablarlo con Charly, ella se cerraba y esquivaba el tema. Ni siquiera había aceptado mudarse con él, insistía en preservar el ambiente de Lola y contra eso él nunca iba a hacer nada.
-Señor Roberts…- respondió Charly colocando sus manos en la cintura de aquel torso tan atlético que continuaba ganando su atención y deseo.
-¡Ay Charly, Charly! Cuando te des cuenta del poder que tienen esas manos voy a estar definitivamente perdido.- le confesó mientras volvía a atacar su labios.
Ella finalmente se relajó, no quedaba nadie en su estudio y liberó a su labios para que disfrutara de aquel contacto que siempre lograba encenderla.
Sin separar sus bocas tiró de la camisa que llevaba aquel atractivo modelo para recorrer sus abdominales y pectorales con la yema de sus dedos. Le encantaba la forma en que aquellos músculos reaccionaba a su tacto.
Milo por su parte abrió sus ojos para comprobar que estaban solos y cuando el resultado fue satisfactorio la alzó en sus brazos para sentarla sobre la única mesa del lugar. Agradecido de que llevara aquella falda corta recorrió sus piernas con movimientos presurosos. Conocía a la perfección la forma en que su respiración se aceleraba demostrando que comenzaba a excitarse tanto como él.
Mientras ella continuaba acariciándolo cada vez con más desesperación, su cuerpo también exigía más. Separó las piernas con el deseo de sentirlo más cerca y él no dudó en mostrarle cuánto la deseaba. Con un cosquilleo anticipatorio asaltado cada fibra de su cuerpo bajó sus manos para liberar aquella enorme dureza de la que se sabía dueña y guiarla justo a la húmeda entrada de su propio cuerpo.
Milo había cerrado sus preciosos ojos mientras sus manos se deslizaban debajo de su remera en busca de aquellos pechos turgentes que siempre sabían a fuego para las palmas de sus manos. Los masajeaba con locura mientras sus caderas se movían con ritmo sinuoso y determinante. Sabía muy bien como llevarla al gozo máximo y siempre estaba dispuesto a un poco más.
Charly se había olvidado hasta de dónde estaban. Sus gemidos, tímidos al principio, habían comenzado a llenar aquel estudio atrayendo la mente de Milo a ese universo de placer al que se transportaban siempre que estaban juntos.
Con movimientos cada vez más rápidos no tardaron en desaramarse uno en el otro para abrir sus ojos y volver a mirarse..
-¿Porque nunca llegamos a la comodidad de mi enorme y lujosa cama?- le preguntó Milo sin soltarla aún.
Charly se rió avergonzada.
-Es que sos demasiado irresistible.- le confesó divertida intentando bajar de aquella mesa.
-¿A dónde vas?- le preguntó Milo acariciando su cuerpo con posesión.
-A esa cama lujosa y confortable que mencionaste recién.- le respondió ella sin poder dejar de sonreír y entonces él la liberó.
Era martes, pensaba exprimir su tiempo junto a Charly todo lo que podía, al fin y al cabo la amaba y eso era todo lo que importaba.
Sin dejar de mirarla un segundo tomó su cámara y antes de ella pudiera reaccionar le tomó una fotografía.
Charly arrugó los labios mientras negaba con su cabeza.
-Necesito que veas lo hermosa que sos para mi.- dijo él con esa mirada seductora y su voz grave que nunca había sonado tan real.
Entonces ella ya no quiso luchar más. Se acercó y entrelazó sus dedos con los de él para darle un dulce beso en la mejilla.
-A lo mejor no estaría mal tener unos mini Milos que digan cosas tan hermosas como vos.- le dijo en voz baja como si temiera estar diciendo algo equivocado pero a juzgar por la forma en la que se iluminó el rostro tan hermoso de aquel hombre que definitivamente amaba, supo que lo había hecho muy feliz