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Las Memorias De Una Magnate

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HE
los opuestos se atraen
multimillonaria
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Descripción

Jessica Nolan es una magnate reconocida en todo el país, no precisamente por su fortuna, sino por el rechazo con la vida y por quienes la rodean. Su padre, con la esperanza de tener un nieto suyo, decide mandarla de vacaciones a Turquía. Allá su vecino, un pobre y viudo padre soltero, causa un accidente que la hace perder la memoria y, en afán de que ella no lo denuncie, tratará de enamorarla.

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Preámbulo
La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener. —Gabriel García Márquez— Kaan Seskin La angustia me está matando, estar aquí desde las nueve de la noche y no tener noticias de ellos, me está matando… Me encuentro caminando en círculos en todo el pasillo del hospital, después de tres largos años de tanto rogarle a Allah que nos otorgara la bendición de tener un hijo, por fin nos atendió la súplica, pero desde que Deniz entro en etapa de embarazo, todo se complicó cada vez más. Tres horas antes, me encontraba en el trabajo, pero la llamada de mi suegro hizo a que dejara toda labor y corriera directamente al hospital de Estambul, y aquí me encuentro agobiado, sin obtener respuestas de mi esposa y mi bebé. —Kaan, por favor cálmate, todo estará bien con los dos. Allah escuchó los ruegos que teníamos por años, y sé que no nos dejará solos en este momento. Mi madre se encuentra aquí, dándome ánimos, pero, ¿Cómo puedo calmarme, si todo ha marchado con demasiada delicadeza en esta etapa? Con mis manos cubro mi rostro, porque el corazón me pesa y algo me dice que allí dentro, en ese quirófano, nada está yendo como debería de ir. En este momento, descubro mis ojos y veo la angustia en los ojos de mi suegro, sé que también se siente desesperado por lo que sea que esté pasando dentro, hasta que por fin sale uno de los médicos del lugar, llamando a los familiares de Deniz Seskin; mi esposa. Rápidamente, me levanto de la silla y camino junto a mi madre y mi suegro para preguntar por el estado de mi esposa y mi bebé. —Doctor, ¿Cómo se encuentra mi hija? —pregunta primeramente mi suegro. La cara del doctor no es del todo serena, y eso activa mis sospechas. —Tengo noticias desalentadoras… —Díganos lo que tenga que decirnos— le digo con determinación. En estos momentos no estamos para jugar a las adivinanzas. —El bebé de la señora Deniz se encuentra en el área de intensivo, está luchando por sobrevivir, es un hermoso varón y le pedimos al eterno que lo guarde y le dé fuerzas para la batalla que enfrenta. Mis ojos no detienen el grifo que se enciende de inmediato, empezando a derramar lágrimas amargas. —Y la segunda noticia es que la señora Deniz se encuentra en coma… las complicaciones fueron graves al hacer una cesárea de emergencia. Mi corazón se quiebra en mil pedazos, mi mundo entero se rompe y ya no soy ese hombre fuerte que trata de animar a ambas familias… soy débil porque la mitad de mi vida está en coma, mientras el corazón de ambos se encuentra luchando entre la vida y la muerte siendo un ser tan pequeño. —Pueda de que la señora Deniz se salve, pero el pequeño no tiene posibilidades de sobrevivir… lo lamento— el médico se retira sin más, dejándonos en la incertidumbre y el dolor que nos embarga. Mi madre trata de consolarme, pero le pido que le ayude a mi suegro a que se tranquilice, porque mis lágrimas no las puedo frenar, pero mi suegro sí. —¿Ves lo que provocaste al forzar a Deniz a darte un hijo? —grita el padre de mi amada esposa en el pasillo del lugar. Me levanto del suelo, en donde yacía roto, y convirtiendo esas lágrimas en coraje por lo que me ha dicho. Lo veo a los ojos, esos mismos a los que me enfrenté cuando pedí la mano de Deniz en matrimonio. —Nunca forcé a Deniz a darme hijos, ella y yo le pedíamos al cielo por un hijo, y Allah nos concedió esa dicha… amo a mi esposa sobre todas las cosas, y jamás la forzaría a hacer algo que la pusiera en peligro. —Ah, ¿sí? Pues no parece Kaan, ahora mi hija se debate entre la vida y la muerte por complacerte a ti. —Bueno, basta ya los dos— dice mi madre, interponiéndose en el medio para que esto no termine en un duelo a muerte. Me calmo y camino hacia el área de intensivo, encontrando al doctor que atiende a mi esposa y a mi hijo, quiero ver a mi guerrero y pasar a ver a mi esposa, estoy seguro de que saldremos de todo esto que ha sido repentino. El doctor me ve y camina directo hacia mí, mientras ve mi cara de tristeza. —¿Quiere conocer a su pequeño guerrero? —Claro doctor, luego… ¿Cree prudente que vea a mi esposa? —pregunto con demasiado temor. —Sí, es lo más prudente señor Seskin. Acompáñeme, veremos a su pequeño. Limpio las lágrimas de mis ojos y camino al lado del médico, mientras voy viendo a más niños en las incubadoras, completamente sanos, hasta llegar al cunero en el que se encuentra mi hijo. En la incubadora, aparece el nombre de Tarik Seskin, veo al doctor y él me habla tranquilo. —Su esposa, antes de caer en coma, nos declaró que ese nombre quería para su pequeño olivo… espero esté de acuerdo con ella. —En todo tiempo. Fijo la vista de nuevo a la incubadora y allí se encuentra el mayor regalo que Allah y Deniz han podido darme… mi hijo amado. Sus piernas debiluchas, sus piecitos pequeños y sus manitos que tratan de quitarse el oxígeno que le ha sido puesto para que pueda respirar. Veo que sus ojos aún no abren, y que sí, mi hijo está batallando por sobrevivir, pero, ¿Por qué? —¿Por qué mi hijo tiene todos esos cables en su cuerpo? —pregunto. El médico suspira y empieza a explicarme que Tarik tiene cardiopatía congénita, no se sabe el desarrollo de la misma, pero afecta desde el útero de su madre. —¿Se salvará? —Roguémosle a Allah que así sea, señor Seskin… ¿Quiere pasar un momento con él? Mi respuesta es afirmativa, quedándome aquí, contemplando a mi pequeño milagro de vida, luchando por seguir aquí. —Mi amado hijo, no sabes cuanto le hemos pedido al cielo que llegaras a nuestras vidas… tu madre te adora y yo también… por favor, lucha por quedarte con nosotros. Eres un hijo amado, esperado con muchísimas ansias. En ese instante, mi hijo abre sus ojitos, me ve y es imposible que lo haga, pero me restriego los ojos para ver si estoy alucinando, o es verdad, y efectivamente, es verdadero lo que mis ojos están viendo. Sonríe al verme y llamo al doctor para que lo evalúen, y en ese momento me piden que salga, que una enfermera me llevará a ver a mi esposa. En el camino hacia el área en donde se encuentra mi esposa, no veo nada, todo es silencio absoluto. —¿Solamente mi esposa se encuentra aquí? — indago. —No, señor, pero esperamos su esposa despierte pronto. —¿Mi hijo estará bien? —Si reaccionó, así como usted dice, es totalmente un milagro. Terminamos de recorrer el pasillo en donde había más habitaciones hasta llegar a la de mi esposa. —Estaré aquí afuera por si me necesita. Ella abre la puerta de la habitación y es como estar en el cielo, debido al silencio y el color celeste suave que adorna la habitación. Veo a mi esposa ahí, acostada en esa cama, con una horrible bata de hospital, ya que a ella le encantan los colores alegres. La tristeza embarga mi corazón y mi mente, hasta que llego a tocar su mano con cuidado. El pitido de la máquina que la tiene conectada suena un poco más fuerte en cuanto le clavo un beso en la frente. —Mi amada Deniz… la rosa más bella de mi rosal. ¿Por qué me haces esto, amor mío? Tarik y yo te necesitamos bien, te necesitamos fuerte mi amor, yo sin ti no soy nada ni nadie. Te amo con mi vida entera, mi sol. Tomo delicadamente su mano y le doy un beso en el dorso de la misma, y en ese momento, un leve movimiento de dedos me hace sonreír. Mi esposa me escucha. —Amor mío, por favor, quédate con nosotros, nuestro hijo también lucha por estar bien… por favor, no te des por vencida porque si te vas tú, mi vida se acaba. La enfermera entra de inmediato, pidiéndome que deje descansar a Deniz, hasta que logra sacarme y dejarme sentado en la misma banca en la que me encontraba al inicio. Las horas han pasado, y las noticias de mi hijo no son alentadoras, y las de mi esposa menos… Mi suegro me odia, cree que yo tengo la culpa de lo que está pasando, pero no es así. Mi madre sigue aquí, no me quiere dejar solo un instante, y ya han pasado tres días desde que estamos aquí en el hospital, no tengo apetito, no quiero irme a casa. —Kaan, tienes que estar sano para ambos, ellos te necesitan hijo, por favor come o bebe algo. —No, madre, por favor encárgate del señor Salih. Yo estoy bien. En ese momento, el médico sale. —Señor Kaan, acompáñeme por favor. En ese mismo instante me levanto de mi asiento y camino junto al doctor. —Dígame, doctor, ¿Qué pasa? —Su esposa no sobrevivirá la noche… necesitamos que se despida de ella. Le daremos cinco minutos a cada uno de los que están aquí de sus familiares. Me quedo callado y le pido que su padre entre a verla, pero él se niega, mientras mi madre corre de inmediato a ver a Deniz. —¡Eres un desgraciado, Kaan! ¡Me has robado a mi hija! —mi suegro grita y se enardece, pero la seguridad del hospital llega y lo aparta de mí, en este momento no me importa lo que dice, mi esposa se me va de la vida. Llega mi turno y camino hacia el cunero en donde está mi hijo, lo cargo con todo el amor del mundo y lo llevo hasta la habitación de mi esposa. Mi madre solamente me ve y llora desconsoladamente, mientras me arrodillo cerca de mi mujer y con mis lágrimas, me despido de ella, poniéndole a Tarik cerca de su pecho desnudo. —Te prometo que a nuestro hijo no le faltará nada, no carecerá de amor, comida, educación… y lo más importante, siempre sabrá quién es su madre. Te amo Deniz, te amaré hasta la eternidad y Tarik también lo hará. Ve y descansa con el eterno. En ese momento, como si ella me hubiese escuchado, sus lágrimas caen de sus ojos cerrados y la máquina empieza a titilar, marcando su ritmo cardíaco y encerrando todo en la eternidad de un sueño sin despertar. ****** Jessica Nolan Verle a la cara después de lo que me ha hecho, me asquea, me irrita, me colma la paciencia… —Si aceptas casarte aún conmigo, será bajo mis condiciones, Jess. Si las paredes pudieran expresar lo que mi corazón siente en este momento, juro que aplastarían a Jim y me harían justicia divina, pero claramente eso no pasará. Sonrío transformando mi cólera y rabia en un estado zen, porque no quiero que sepa que me duele en el alma. —Claro, acepto tus condiciones Jim, ya está todo pagado, la boda es en siete horas, yo seré tu esposa, a fin de cuentas. —Así me encanta que te comportes, Jessica. Además, sabes que el amor nos une, soy el único hombre que podrá tocarte y hacerte mujer. Sí, aún conservaba mi virginidad, porque mi padre me enseñó a cuidarme en todo sentido, y a pesar de ser una mujer rodeada de personas malas e interesadas como Jim, nunca cedí a enredarme con cualquiera. —Así será mi amor, todo cambiará. En ese momento doy la vuelta y salgo de la casa que compró mi papá para que viviera con mi esposo, lo que estos no saben es de que esto cambiará por completo porque no me casaré y tampoco me quedaré con la casa. Las horas pasan y llego al taller, no me nace ir a otro lugar, solamente quiero pintar y desahogarme a mi forma, porque si de una u otra forma no saco lo que siento, voy a morir. Mis lágrimas recorren quemando mis pómulos, mis ojos no deja de arder y soltar cada lágrima contenida desde hace mucho, porque demasiadas preguntas surgen cada vez en mi cabeza. ¿Por qué a mí? ¿Por qué a nadie más? ¿Por qué estoy tan sola? Todo eso invade mi mente, mientras mis manos plasman arte. Una llamada de Valery hace a que me calme, no quiero que note que estoy llorando por culpa del idiota de su hermano. Me sereno y tomo el móvil, seguido de responder con un “Hola, cariño. ¿Todo bien?”. —Sí, eso creo… encontré a Dilia en la oficina de mi hermano discutiendo, ¿sabes qué pasa? —En verdad no lo sé, estoy atareada con lo último de la boda, es en seis horas, ¿puedes encargarte de pedir esculturas de hielo? —¿Es en serio? —Claro, quiero que mi boda sea recordada, Valery. —Solamente porque te quiero, me pondré en eso. Cuelgo la llamada, seguida de hacer una llamada a mi querido Jim, justo para pedir un poco de dinero extra. —¿en serio tu padre no ha cancelado el 25% de los gastos? —Le dije que yo lo costearía mi amor… ¿Podrías pagarlo tú? Ya sabes lo mío es tuyo y lo tuyo es mío. Bufa de mal humor, sé que aún está con la mujer esa en la casa. —Por favor mi amor. —Bien, ahora giro el dinero a la cuenta de tu padre. —No, no. Gírala a mi cuenta, por favor. —Bien, nos vemos amor, te amo. Sonrío y me despido, él no se imagina lo que pasará. Mi mente siempre anda a mil por hora, así que despilfarrar dinero no es lo mío, pero hago un cheque con la suma que Jim dio y corro, a pesar de que ya es tarde, voy directo al lugar que siempre me hizo feliz… “Ebenezer School”, la escuela de monjas en la que estudie toda la primaria. Bajo al ascensor y me encuentro con Giorgio, el chófer de papá. —¿A dónde se dirige, pequeña Jessica? —indaga con preocupación. —La nostalgia me invade, ya ves que en seis horas uniré mi vida a la de Jim… Él hace un mohín de desconsuelo, sé que él y mi padre me conocen tan bien, pero me niego a que eso sea así, porque no quiero que mi plan salga mal. Quiero hacer pagar a Jim como el bastardo que es… no solo por lo que hizo con esa otra mujer, sino por siempre ser así, abusando del amor que yo siempre le entregue sin ningún interés, más que solo tener la salvedad que mi amor era correspondido. Carraspeo y le veo a los ojos. —No me hagas esas preguntas, a veces creo que no quieren que me case, sino que tenga a un capataz que me vigile en cuanto no este delante de los ojos de mi padre y de los tuyos. —No se trata de eso, Jessica, sabe bien que la conozco de pequeña, ¿A dónde va y qué hará? —Iré a ver a Sor Inés, necesito verla, ella es como una madre para mí, además quiero estar preparada para mi boda. ¿Me llevas? Él accede y me abre la puerta del auto, mientras que el camino se hace eterno, obviamente sé que lo que haré en parte no es malo, pero tocarle el bolsillo a Jim para actos de caridad, eso le desestabilizara. (***) —Mi hermosa Jessica, tienes un corazón noble y no mereces unir tu vida a un mujeriego, borracho y… —Sor Inés sabe que no soy feliz, pero que me caso con Jim, o eso pretendía hacer, solamente para darle un nieto a mi padre. Suspiro cansada y recuesto mi cabeza en sus piernas cubiertas con su manto. —No me casaré mañana, Sor… en cinco horas uniré mi vida a un hombre que fue capaz de restregarme a su quinta amante del mes, en nuestra cama y la casa que mi padre ayudo a comprar como regalo de bodas. Ella se sorprende, pero de inmediato me pide que me levante de su regazo y me abraza fuertemente. —No suelo decir esto, pero estoy de acuerdo en que no te cases, y si necesitas refugio, aquí lo tienes Jessica. Lloro, saco todas esas lágrimas que tenía guardadas en lo más profundo de mi alma. —Solamente necesito que rece por mí, el cheque lo pueden cobrar temprano, y no falte. Ella sonríe, me abraza y me pide que la espere un momento, en lo que sale directo a su habitación, la espero y por fin llega, entregándome una pulsera de zafiros azules, mientras llora de emoción. —Tu madre, antes de partir dejo esto, te conozco desde el vientre en donde te albergaba con amor… ella sabía que no podría verte debido a su enfermedad, pero dejo esto para el momento preciso. Póntelo. Extiendo mi muñeca para que ella la coloque y tener a mi madre cerca de mí. —Gracias por esto… me voy, y espero verle más tarde. El último abrazo de la madrugada es dado, yéndome a subir al auto en el que Giorgio me trajo. (***) Un hermoso vestido blanco es el que adorna mi piel y me muestra en el espejo que definitivamente estaba loca al querer casarme con un idiota que no ha hecho aprecio de mí, así que sonrío porque esta será mi victoria. —¿Estás lista? —pregunta mi padre al otro lado de la puerta. —Pasa adelante, papá. Él empuja la puerta y sus ojos se quiebran al verme de blanco, pero lo que no sabe es que no me condenaré a estar con quien me hará infeliz. —Te ves preciosa, mi hermosa florecita. —Gracias papá… ¿Nos vamos? —Vamos. Vamos directamente al auto, y en el camino vamos serios, sé que se sospecha algo, pero no le presto importancia, hasta que él decide cortar el incómodo silencio. —Ya preparé el auto en el que te irás, puedes irte a la casa de la tía Florence en New Jersey, en lo que pasa la tormenta… —¿De qué hablas? —Sor Inés me lo contó, y además soy tu padre, estoy para apoyarte en todo Jessica. Sonrío y llegamos por fin a la iglesia, en donde todos se sorprenden al verme, mientras hipócritas y mentirosos ríen por “mi felicidad”, mi padre me toma fuerte del brazo y es en donde se le notifica a Jim que voy a entrar. Todos se ponen serios y empiezan a levantarse de las bancas en la iglesia al paso de mi entrada triunfal… “Ave María” suena para que yo entre como una de esas novias que merecen ser felices en la vida, pero que en su cuerda cabeza está la llave para escapar. Por fin llego hasta donde se encuentra mi prometido, con la cara de ganador, y yo sonrío al verlo y en cuanto el sacerdote empieza a hablar, le pido que pare. —¿Qué haces Jessica? —pregunta Jim, con una cara totalmente diferente. Me aclaro la garganta y empiezo con mi desahogo. —Gracias a todos por estar aquí el día de hoy… un día en que se supone sean testigos de la felicidad que este hombre ha decidido compartir conmigo. La cara de Jim es todo un poema, sonríe y piensa que seguiré mintiendo por él y su estatus social. —Así como yo quiero compartirles a ustedes que llevo tiempo aguantando las infidelidades, malos tratos, humillaciones y descaros de este hombre quien quiere prometerle a Dios que me ama, pero no es así. Todos dicen “Oh” al mismo tiempo, mientras que el forcejeo que me tiene en el brazo, hace que mi padre quiera intervenir, pero de inmediato freno mi mano libre y se lo impido, porque si quiero desenmascarar a este tonto, será de la mejor manera; a su manera. —Discúlpenla, no se ha tomado sus vitaminas— indica nervioso, pero mi plan “b” entra en acción, con vestidos hermosos y zapatillas elegantes… Las mujeres con las que me ha engañado están aquí, obviamente con dinero todo mundo se presta a lo que sea y como sea. —Bien, ellas conocen muy bien a Jim, no me caso, hoy aquí delante de todos puedo decirte que me dejo en libertad, que merezco más de lo que me das y de lo que pensabas darme… sé feliz con quien te plazca, pero conmigo no será- De inmediato las mujeres lo rodean y le reclaman, ya que aunque ellas supieran de mi existencia por las revistas y noticias en televisión, ninguna sabia la existencia de las otras. Él me grita. Y el escándalo de la demás gente se hace presente, indignados por tal acto de “bajeza” que he comido ante él. —Entonces devuélveme el dinero de la boda, el que giré a tu nombre hace unas horas. —¿Qué dinero? —El de la supuesta boda, infeliz, aprovechada. —Ah, “ese dinero” bien, ese dinero te ayuda a tener un poco de perdón en el cielo… lo donaste a la caridad, cielo… después de todo tienes un buen corazón. La seguridad de mi padre me escolta directo al auto, mientras todos se quedan callados, Sor Inés me aplaude antes de subir al vehículo y junto a mi padre, algunos invitados aplauden la hazaña. No lo he hecho por complacer a alguien, lo he hecho por y para mí, y así entierro aquí hoy toda la tristeza, la amargura y el desamor. O eso es lo que pensaba, ya que después de eso, ahora me he refugiado en casa, no he salido después de las noticias que, en vez de hacer trizas al mal hombre al que deje en el altar, él ha sido el centro de consuelo en todo aspecto, desde los negocios hasta en el cariño de las personas. —Debes de salir a divertirte, ha pasado ya un año después de que enfrentaste a ese tonto. Mi padre se encuentra al otro lado del teléfono y es que no hay quien me saque de la casa de mi tía. No quiero convertirme tampoco en la señora de los gatos, pero odio al mundo, a quienes me dieron la espalda y decidieron apoyar a Jim y que siguiera haciendo de las suyas como le plazca y con cuanta mujer se deja. ¿Serviría de algo mi acto? Sé que he dicho que no lo hice por esperar alguna recompensa, pero pensé en que la gente sería empática conmigo después de liberarme. Tomo el teléfono con la otra mano y resoplo un mechón de cabello que tengo en la nariz. —Vamos, papá, aún no quiero salir de casa, entiéndeme por favor. —Bien, no insistiré más Jessica, pero en cuanto crea necesario hacerlo, lo haré… te sacaré de esa casa en New Jersey. Sonrío y me despido de papá, mientras dejo de lado el teléfono y el computador, tomando de nuevo uno de los libros que me ha hecho placentera la estadía en esta casa; El visitante de Stephen King. El miedo que me quedo de salir al mundo, solamente ha hecho a que recuerde muchas cosas, pero sé que, con el tiempo, todo puede mejorar, en cuanto los negocios de papá, siempre los llevo desde casa, casi no salía, así que no es nada raro que no me tope con estúpidos inversionistas o ejecutivos aburridos. El sueño empieza a descender, haciendo a que añore el momento en el que sane definitivamente y recupere la felicidad que algún día tuve, acomodo todo en donde pertenece y cierro mis ojos, esperando que con el sueño todo vuelva a su lugar.

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