Día 2

1569 Palabras
-Claro que sí lo sabes, ese hombre lobo de piel oscura como la noche y ojos dorados, que parece atraerte hacía él como la miel a los osos, como si fueras su compañero- ¿Cómo sabía cómo me sentí al estar a su lado? Pero era imposible que fuera mi compañero, si lo fuera estaría loca, o muerta. Bueno, ahora al menos sabía que se llamaba Kemin. Pero no lo había dicho a nadie que creía que era mi compañero. ¿Cómo lo sabía este chico? – Él murió. – dije, viendo a ver como reaccionaba el chico. Se le aguaron los ojos, pero no llegó a derramar lágrimas, en su lugar me devolvió la mira y me señaló el interior de la cueva. –Pues entonces debemos recuperar el ánfora de los guerreros, no hace falta que me acompañes, puedes vestirte, nos iremos en cuanto vuelva, por cierto, mi nombre es Diego. - Tras decir esto con voz entrecortada se aleja en la oscuridad de la cueva y vuelvo a poner mi ropa. Cuando estaba terminado de atarme las botas sale Diego totalmente vestido con un gran pantalón rojo de un equipo de baloncesto y su correspondiente camiseta, parece un poco pasado de moda, enseguida me fijo que trae con mucho cuidado, entre sus brazos, un bulto envuelto en una vieja manta. Cuando salimos de la Cueva la luz es tenue, no me parecía que hubiera tardado más de una hora dentro de la cueva. Al legar al coche Diego duda en montarse, y lo miro curiosa, abro el maletero y él deja con cuidad el bulto, lo rodea con la ropa y las mantas que lleva el Alfa en el maletero. Cierro y me dirijo a la puerta del conductor, Diego se adelanta y me abre la puerta. Me sorprende en un primer momento, pero luego recuerdo que, a pesar de su apariencia, tiene más edad que yo. Subo y cierro la puerta, mientras la rodea el todoterreno, me abrocho el cinturón y pongo la vuelta a casa en el navegador. Es ya noche cerrada cuando, después de montar en el coche y toquetear todo, Diego me mira. –Aún no se tu nombre- Es cierto, con todo esto se me había olvidado presentarme. –Soy Julia, pertenezco a la manada del Alfa Sexto. - Es el único Alfa en unos doscientos kilómetros a la redonda y era más viejo que el sol, podría conocerle. –Encantado Julia, yo era el hijo del Alfa de una manda de la costa, al Este. Pero mi manda se sacrificó para mantener a salvo el Ánfora de los Guerreros, por lo que me convertí en guardián, ni Alfa, ni Beta, ni Omega ni Salvaje. – Parece triste al recordar algo – Ni compañero. – Añade con una sobra de pena inmensa en sus ojos. Es momento de ponernos en marcha. La voz del navegador lo indica y Diego pega un salto en su asiento. - ¡j***r!, nunca me acostumbraré a los avances tan rápido como se hacen en estos últimos tiempos. – No puedo más que soltar una carcajada mientras conduzco montaña abajo camino de la casa comunal de la manada. En el camino de vuelta Diego me explica que la cueva era una anomalía temporal, que a mí me parecieron minutos, pero que realmente había estado horas, y que para él solo habían pasado meses desde que fue designado por Kemin guardián. Debía protegerla hasta que llegara ¿yo? Bueno, lo que Kemin le dijo a Diego fue que llegaría el Buscador. Fallo, yo soy mujer, no hombre, y tendré que emprender la búsqueda de los artefactos y tengo que acompañar a los guardianes, o ellos a mí, para volver a encerrar “en el otro lado” a los que querían acabar con nuestra especie, es decir, en algún lugar del mundo, los hombres lobo estaban en guerra, y eso nos afectaba a todos. Me saca de mis turbios pensamientos al contarme todo esto Diego una llamada entrante por la conexión de mi móvil y se escuchó la voz de mi hermano, Julio en los altavoces del coche. Diego abre mucho los ojos. – ¿Se puede saber dónde has estado todo el día y porque has estado sin cobertura? – Grita, preocupado, al otro lado de la línea. –Bueno, es difícil de explicar y, en verdad solo tardé un par de horas. – Contesto intentando no adelantarle nada. –De todas formas, ya vuelvo, ¿puedes avisar al Alfa, a Luna y al consejo que voy de vuelta con un invitado? Estoy en media hora allí. – Parece que Julio se tensa al otro lado de la línea y cuelga la llamada tras un simple “Vale”. Al llegar a la casa comunal bajo del coche y nos recibe Sexto, él y mi hermano son los único con el que puedo vincular mentalmente, soy una loba especial, pero nunca le he dado importancia, hasta que he notado que con Diego también puedo sentir lo que él siente. – Por fin, nos tenías preocupados. - Tras él salen de la casa Gala, mi hermano y los otros dos hombres del consejo. Detrás de mí y con el bulto que ha recuperado ya del maletero viene Diego. –Este es Diego, guardián del artefacto que indicaba el pergamino. – Le hago señas y le voy presentando a las personas que han salido a recibirnos. Sexto manda entrar y nos pide que nos aseemos para hablar en la sala de juntas que hay en el piso inferior de la casa. Yo subo y le muestro a Diego una habitación que puede usar, por su parte, él no ha soltado el ánfora y cierra con llave tras pasar al cuarto. Yo me voy a mi habitación, me ducho y me pongo unos vaqueros y una camiseta de un grupo musical, con unas deportivas. Sé que el look no le agradará a mi hermano, que piensa mucho en las apariencias, pero a Sexto y a Gala no les importa mientras haga mi trabajo y, al fin y al cabo, ellos mandan en la manada. Cuando entro en la sala Diego ya había explicado todo lo que yo ya sabía. – Bueno, no sé si sabréis que cuando Jose Bonaparte tuvo que huir de España se fue con un importante tesoro, pero que no pudo pasar por completo a Francia debido a la guerra. Entre lo que se quedó aquí está el ánfora de los guerreros, que ayudé a recuperar junto a Kemín, costando toda la vida a mi manada y castigándome a ser su guardián en esa cueva que es anomalía temporal. - Terminando esto destapa el ánfora y allí está el preciado tesoro, pero al verla recordé mis clases en la universidad. –Esta ánfora no es el verdadero- Digo, mientras abro el portátil de Sexto y busco en google información del objeto. Allí esta, en la colección Bonaparte de París. Todos nos miramos y tras un par de minutos de silencio estalla la confusión, hablando todos a la vez. Gala era la única en silencio. De repente se pone en pie, abre la caja fuerte y nos mira para que callemos. – Tenéis que comprobar cuál es el verdadero. Este se quedará en la caja fuerte, si el verdadero es el otro, habrá que hacer algo al respecto, pero primero hay que comprobar. - Hay que reconocer que es una Luna magnifica, nos puso en el camino correcto. Sexto nos saca un par de billetes para París y le proporciona un poco de ropa a Diego. Me da una tarjeta de crédito de empresa y le miro mal, yo tengo mi propio dinero, pero me regaña y me dijo que habían estado preparándose para algo así desde que Kemín llegó y que deje de ser tan loca, que es hora de remar junto a todos. Me hace sentir falta por llevar una vida tan cómoda tantos años, con la única responsabilidad de tener al día la biblioteca y el archivo de la manada, así que subo a mi habitación, preparo mi mochila con un poco de ropa y vuelvo al recibidor de la casa comunal. Diego ya está allí, pero no tiene cara de muchos amigos, además ya no tiene la apariencia de ser tan joven como en la cueva, ahora era tan alto como yo, había crecido unos centímetros en solo unas horas. – Os llevaré al aeropuerto, he hablado con el Alfa de Paris para que no tengáis problemas, os irá a busca un coche y os llevará al museo de L´Arme, él cree que el ánfora está allí. - Bueno, parecía fácil y estoy emocionada, ¡Voy a viajar!, pero Diego no parece nada contento. Entramos al aeropuerto y busco nuestra puerta de embarque, nos dirigimos a ella y nos sentamos a esperar. –No he volado nunca. - me confiesa Diego. – Yo tampoco. ¿Es por lo que estás tan enfadado? - nos reímos los dos y parece que se relaja un poco. – No, es que toda esta situación me está superando: años de soledad, creer que cuidaba algo importante, dejarlo en otras manos, aunque no sea de verdad, es toda una inmensa mierda de caballo. - Me hace reír por el comentario final. Nos llaman para embarcar y por fin, estamos en el avión rumbo a París.
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