Prólogo
Es el cumpleaños número 28 de Jim y quiero sorprenderlo en su apartamento con una cena romántica solo para los dos.
El portero me ve y me mira con una línea fina en sus labios mientras inclina su gorra en forma de saludo. ¿Que significa eso?
Al entrar en la estancia del apartamento veo varias prendas tiradas en el suelo. Prendas de mujer que no son mías.
¡Dios, no otra vez!
Camino silenciosamente hasta la habitación y al estar la puerta entreabierta, los veo.
- ¿QUÉ ES ESTO, JIM? - mi grito resuena por todo el espacio y el que hace un momento pensé que era mi novio no sabe que decir.
Son dos de las personas que más he querido en mi vida cogiendo como conejos en la cama que le había regalado a Jim cuando se mudó a este apartamento.
Él, después de tres años de relación ha decidido engañarme con una de mis mejores amigas. Pues bien, se lo regalo. Ha demostrado ser un poco hombre con este truco tan bajo y común como el del engaño.
- Isabella - susurra él mirándome y quitándose a Casey de encima - cariño, no es lo que piensas, ella...
- ¡Ella no es nada a mi lado! - la miro con asco. Era una de mis amigas desde la preparatoria, ¿Como pudo hacerme esto después de todo lo que he hecho por ella? - Ya veo lo ocupado que estabas, pero ¿sabés qué? Me has dado la escusa perfecta para desecharte como la basura que eres. - con tranquilidad comienzo a sacar la ropa que tenía guardada en su closet y meterla en una bolsa - y tú Casey, eres la peor amiga que existe. Personas como tú no se merecen ni una pizca de felicidad, que zorra eres. Y ese libro que tanto querías publicar es una completa mierda. - la mujer ni siquiera puede responder.
Antes de salir de la habitación cojo la lámpara que adorna la mesa a un lado y la aviento hacia ellos alcanzando a golpear al imbécil de mi ex.
Es la segunda vez que me pasa lo mismo, ¡Joder! Debo de tener la suerte al revés o algo así.
No me puedo permitir que suceda una tercera. La primera casi me mata.
En el auto me permito llorar, amaba a este idiota y me ha desilusionado como todo los demás. Y con ello me desahogo de todo lo que he cargado estos días. Y me digo que esta será la última vez.
Odio a los hombres y odio el amor.
He de cerrar mi corazón para no sufrir más.
Es un alivio que pronto me mudaré a España y comenzaré una nueva vida. Mi hermana y yo trabajaremos en la editorial que nuestros padres crearon. Ambas necesitamos huir de aquí y tomar las riendas del negocio.
***
- bienvenida a España y a Novelar, Isabella, es un placer conocerte al fin. Soy Santiago Lewis, de recursos humanos. Gloria vendrá en rato más
- oh, mucho gusto Santiago. - le respondo en el mismo idioma. - está bien
Me conduce por los bonitos pasillos de la editorial presentándome a todo el que será mi personal -porque sí, soy una editora reconocida que ha estado en boca de todos las últimas semanas por culpa de su ex- y me deja en la que será mi oficina
- es está. Puedes decorarla como quieras, editora de terror y suspenso. ¿Como lo haces? No puedo leer un libro de esos sin que produzca un gran susto. - para de hablar. Inmediatamente me cae bien y creo que es uno de esos buenos trabajadores
- solo me gusta el género. Es mi especialidad. Supongo que estoy decepcionada de todo lo referente al amor.
- lamento escuchar eso. - tuerce el gesto - bueno, te dejo para que te pongas cómoda. Tu asistente estará aquí en unos minutos
- gracias, Santiago. - sonríe amable y se va.
El hombre debe estar casi en sus cuarentas y se conserva demasiado bien. Alto, cabello n***o como la noche, de esos morenos que dan ganas de comerselos, pero lleva un bonito anillo de casado. De todas maneras ya no es importante, he dejado de creer y él es mucho mayor que yo.
Unos instantes después escucho que tocan a la puerta y cuando doy la orden para entrar, aparece un chico demasiado joven para mi gusto.
- señorita Johnson, Soy Andrés, su asistente temporal
- ¿temporal? ¿Dónde está Lauren? La pedí específicamente a ella
- eh... Lo siento señorita Johnson, ella está de baja de maternidad. - murmura. ¡Mierda! Lo había olvidado.
¿Dónde carajos tengo la cabeza?
- claro. Entonces, por favor avisa a todo el personal para una reunión exprés.
- enseguida, señora
Ese apelativo me hace detenerme a pensar un poco en lo que ha sido mi vida a los 27 años. He pasado por los más malos ratos y sin que le pudiera decir esto a nadie más que mi hermana y mi psicóloga, ni siquiera mis padres lo saben, morirían de tristeza.
***
Llevo aquí solo dos meses y me siento muy bien, esto era justo lo que quería, cambiar de ambiente y olvidar a ciertas escorias sin valor.
Lo curioso de todo es que luego de ese día ya ni una lágrima más pudo salir de mis ojos, estaba cansada y harta. Estaría todavía llorando por los rincones y esa no soy yo.
He conocido personas importantes y en este corto tiempo le he cogido cariño a Sevilla. He hecho un par de buenos amigos ya que parezco no caerle bien a los demás, soy su jefa después de todo. Pero por lo mismo creo que me quedaré con Elsa de recepción y Madison de ficción, que aunque es su género ha sido la más sincera y amigable. Parece que los términos amor y amistad van poco conmigo en estos tiempos.
- señorita Johnson, llegó su próxima cita pero él ha ido un momento al servicio.
- aqui vamos otra vez. Cuando esté listo házlo pasar directamente.
- sí señora - ¿Señora?
- oye - lo llamo antes de que se vaya - no soy señora, puedes llamarme Isabella - Andrés se pone rojo como un tomate y me da pena por el pobre hombre. Ha tenido que soportar uno que otro de mis berrinches en estos escasos dos meses.
- de acuerdo, Isabella - Andrés es bajito, moreno y muy estrovertido pero cuando está a mi lado se cierra, no quiero eso.
Está cita programada es más y nada menos que con el millonario David Lewis, quien tiene su propio negocio pero que quiere publicar un libro a sus 29 años luego de tener un par de accidentes y como no, decepciones amorosas, así que su libro se basa prácticamente en eso, en su vida loca. Oh, y también su hermana lo está. Siento pena por sus padres.
Mientras espero a que entre me concentro en revisar los demás manuscritos que debo sacar antes que termine el mes y despachar las ventas online. Siete libros están próximos a ser lanzados y debo tener todo listo.
- buenas tardes señorita Johnson. Disculpe la tardanza - dice la voz gruesa de David al abrirse la puerta, pero no lo miro, tengo cosas más importantes que hacer y este tipo solo viene a insistir en algo de lo que no pienso ceder.
- ya le dije señor Lewis que no publicaré su libro hasta que no haga las correcciones que le aconseje. ¿Cuántas veces voy a tener que repetirselo? Está perdiendo su valioso tiempo. Tiene faltas de ortografía y carece de sentidos en algunos párrafos. - le doy mi charla.
- ¿Lo ha leído completo al menos?
- no hace falta - es entonces cuando lo miro a los ojos y detallo toda su hombría enfundada en un elegante traje de paño. El tipo tiene presencia, desprende sexualidad por cualquier parte que se le miré pero la cosa no funciona. Y me pregunto ¿que está mal conmigo? - haga lo que le recomiendo señor Lewis y verá que le va mucho mejor, se lo aseguro - suspira cansado.
- bien ¿si hago lo que me dice qué? los cambios que se necesitan para que sea un buen libro
- ya se lo he dicho de mil maneras, David - sigo con lo que estaba pero veo que él no hace ademán de pararse de la silla siquiera. El tipo me está mirando de una forma extraña - ¿Qué?
- sólo me preguntaba ¿De qué color es la ropa interior que lleva puesta? Y definitivamente me encantaría callar esa bonita boca que tiene - dice mirando bajo la mesa hacia mis piernas
¿Que Carajo...?
- ¿Disculpa? - apenas logro articular palabra. Lo que ha dicho me ha dejado sorprendida y mira que hay pocas cosas en la vida que me han sorprendido.
- ya me oyó señorita Johnson. - se pone de pie abotonando su chaqueta - bien, entonces haré lo que me dice con el bendito libro. Hasta luego - me tiende la mano en forma de despedida y con duda se la estrecho.
Una maldita corriente eléctrica recorre mi todo mi brazo y baja por mi cuerpo hasta centrarse en medio de mis piernas. Un jadeo involuntario sale de mis labios y deseo que la tierra me tragué
¡Mierda!
El muy cabronazo sonríe
- hasta luego Isabella