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—Rixton, que bonito trasero tienes—canturreó Beatriz.
Rixton se volvió hacia ella y dejó el merengue a medio batir.
—Beatriz, ya madura.
—No lo haré mientras siga siendo divertido.
Hoy cumplíamos nuestro primer mes en el curso de repostería de la famosa Lucy Stewart. Éramos exactamente 15 personas, los que pudieron pagar el costoso curso. Mi familia no sale en las portadas del New York time, tenemos para comer y para pagar todas las cuentas mensuales, pero ciertamente no para pagar un curso de 10.000$.
La tía Jasmine es la hermana menor de mi madre, vive en Inglaterra y está casada con un hombre que es mayor que ella por 20 años. A mi madre más que preocuparle, no le agradó al principio la decisión de mi tía, pero tuvo que aflojar la cuerda cuando vio por sí misma que Michael tenía buenas intenciones con su hermana. Michael decidió pagar mi curso el verano pasado cuando los fui a visitar. Por supuesto, Jasmine le metió la idea en la cabeza, pero me gusta pensar que fue gracias a mis pasteles de fruta que Michael dio el paso y confió en que aprovecharía al máximo su ayuda. Todos los fines de semana hablo con la tía y Michael para darles informe de lo que he hecho en el curso. No es necesario según Michael, pero mi tía y yo sabemos que es una buena excusa para hablar durante horas.
Rixton le dio la espalda a Beatriz y volvió a ignorarla. Verlos discutir era una costumbre para todos en la clase. A Beatriz le fascinaba molestar a Rixton desde que nos encontramos el primer día del curso. Sí había más hombres con nosotros, estaban Carlos, Eliot y Vince, pero solo Rixton era tan crítico e inexpresivo al hablar cuando se trataba de mujeres, como si las odiara, así Beatriz simplemente no podía resistirse.
Beatriz es de Brasil. Su acento es bastante marcado, casi tanto como las curvas en su cuerpo y ondas en su cabello. Todo en ella es curvilíneo y bien esculpido ya que hace mucho ejercicio. Su piel es morena y sus labios son llenos, además de esos grandes ojos marrones que brillan divertidamente cuando molesta a Rixton. Me atrevería a decir que adora estar cerca de Rixton solo porque puede molestarlo.
—Es grosero ignorar a una dama—Beatriz lo miró con una sonrisa maliciosa cuando Rixton le dio la espalda.
Yo dejé de batir mi merengue, me giré hacia ella y le quité la espátula de madera llena de crema con la que planeaba pinchar a Rixton, por lo que Beatriz me miró ceñuda.
—¿Qué?
—¿Acaso te gusta Rixton? —le susurré.
Ella abrió los ojos con indignación.
—Claro que no, él no es mi tipo—Beatriz señaló hacia Carlos y Vince que conversaban con sus coquetas sonrisas de modelos europeos—. Ahora, ellos son completamente mi tipo.
—¿Entonces por qué molestas tanto a Rixton? Pareces una niña de primaria.
Beatriz se encogió de hombros.
—Es un mal vecino.
Mi mirada fue suficiente para que ella comprendiera que no me tragaba su excusa.
—Está bien, siento esta macabra satisfacción cuando logro sacarlo de sus casillas. Pero tienes que admitir que también es un mal vecino.
Beatriz y Rixton se conocen desde antes de comenzar el curso, sus apartamentos están uno frente al otro. Cuando me mudé con Beatriz me alegré de tener una persona más en el edificio que conocía, pero Rixton fingió no conocerme cuando lo saludé el día de mi mudanza.
Le entregué su espátula a Beatriz y la dejé para ir a mi mesón y continuar con el trabajo que nos habían encomendado para hoy. Un pastel de bodas, amaba los pasteles de boda, estaba obsesionada con ellos y estaba completamente segura de que quería hacer el pastel para mi boda… bueno, cuando sea que eso suceda.
¿Novios? No me gusta hablar de eso. A veces me da vergüenza admitir que solo he tenido un novio porque eso me haría ver como una mojigata y considero que no lo soy, mi cantidad de parejas no definirá si estoy o no lista para enamorarme, creo que todos estamos destinados a estar con alguien especialmente creado para nosotros. Mi padre siempre me ha dicho: “Mady, aspira a estar con un hombre que te trate incluso mejor que yo, si es posible”, así que no es mi intención rodar de chico en chico mientras consigo al indicado. Además, tampoco es como si alguno de esos chicos me haya impresionado lo suficiente como para decidir salir de mi zona de confort.
No es mi intención parecer una chica inocente que no sabe lo que es tener una pareja por más de 7 meses o tener sexo, simplemente ha sucedido así. Por ahora tengo suficiente testosterona en mi vida con mi padre, mi hermanito Samuel y mi mejor amigo Jasper. He llegado a la conclusión de pensar que no es el momento adecuado en mi vida para tener una relación.
Lucy Stewart entró a la cocina y comprobó una hora después nuestros pasteles de boda. Mi color favorito es el turquesa, y si debía variar lo combinaba con el lila. Así que eso mismo hice con este pastel, usé glaseado real en colores lilas y turquesa. Para el biscocho decidí optar por algo básico que iría perfecto con el tema de bodas que la Señorita Stewart nos pidió, pan de vainilla, su sabor gusta a la mayoría.
La señorita Stewart pasó por cada mesa con su ayudante Angie y fue comprobando y probando un poco de cada pastel. Cuando la veía caminar tan segura de sí misma, luciendo hermosa y amable con todos, y además divirtiéndose, quería llegar a donde estaba ella y disfrutar de mi trabajo, pero también ayudar y enseñar a otros. Sigo a Lucy Stewart desde los 15 años y desde entonces he amado su trabajo, es como un sueño poder estar frente a ella ahora.
Ella se acercó a mi mesa y me sonrió cálidamente antes de admirar mi pastel.
—Buena elección de colores, hermosa decoración—me felicitó.
Lucy y Angie cortaron una rebanada del primer piso de mi paste, había tres. Cada vez que ella probaba lo que yo hacía me sentía nerviosa, a punto de vomitar de los nervios. Temía que piense que me fui por lo más fácil.
Finalmente, Lucy dejó el pequeño plato de vidrio sobre el mesón con el cubierto y me miró serenamente.
—Esplendido.
Sé que debía sentirme más aliviada por su alago, pero a veces podía ser muy dura conmigo misma.
—Aun así, ¿no debería mejorar en algo? ¿Agregarle algo para que esté mejor?
Lucy se volvió hacia mí y me sonrió condescendientemente.
—La perfección no se consigue cuando ya no encuentras qué agregar, sino cuando ya no hay nada qué quitar—señaló mi pastel elegantemente—. Te aseguro que no hay nada que quiera quitar de este pastel. Ansío seguir observando tu progreso, Madeline.
Lucy Stewart tenía un método de enseñanza diferente al de otros reposteros profesionales de los que he escuchado en la ciudad, quería asegurarse de que conociéramos nuestro potencial y nuestro propio estilo, así que luego de un mes esta era apenas nuestra primera prueba oficial, y aun así estuve nerviosa cada momento de las anteriores que no eran tan importantes.
—Para el lunes será su siguiente prueba—anunció Lucy volviéndose hacia los demás—, harán un pastel creativo que lleve chocolate. Parece un reto sencillo para jóvenes pasteleros tan talentosos—todos sonreímos por su alago—, pero sus pasteles serán fuertemente juzgados por la empresa de Chocolates Wolden.
—¿Qué es chocolates Wolden? —preguntó una de las chicas del fondo.
—Solamente una de las mejores marcas de chocolate de aquí—contestó Rixton.
Los Hershey eran los favoritos de mi mamá, hasta que un día mi padre se apareció con un arreglo floral de orquídeas y chocolates Wolden. Pero se han hecho muy famosos los últimos años porque producen el chocolate perfecto para usar en repostería, tiene un increíble balance en su sabor.
—Exacto—Lucy asintió—. Mis pastelerías tienen un convenio con Wolden, y pronto celebrarán una exposición comercial, están a punto de lanzar un nuevo producto. Como atracción principal el señor Woldenberg quiere un pastel creativo que deslumbre.
—¿Quiere que nosotros hagamos un pastel para la exposición? —Beatriz parpadeó estupefacta.
Lucy volvió a asentir con una sonrisa divertida.
—Creí que sería una buena oportunidad para ustedes, es por eso que el lunes habrá una prueba. Y usarán chocolates Wolden para sus pasteles—añadió Lucy—, por lo que un personal importante de Wolden vendrá a calificar su trabajo artístico y el sabor de sus pasteles. Bien, eso es todo. Tengan un buen y merecido fin de semana.
Beatriz, Rosie y Mía estuvieron planeando durante los últimos dos días lo que haríamos el viernes por la noche para celebrar nuestro primer mes en el curso. Nos había ido bien a todos y estábamos aliviados por eso. Pero el reto que tendríamos para el lunes me hizo sentir muy nerviosa, si antes no podía dejar de pensar en chocolates Wolden, ahora menos. Debía prepararme para ese día.
Beatriz no solo quería celebrar nuestro primer mes de curso, ella y las demás querían aprovechar para acercarse a Carlos, Vince y Eliot, los extranjeros que cruzaron el mundo solo para participar en este curso.
—Madeline—me llamó Rosie antes de que pudiera escapar por la puerta de atrás—. ¿Segura que no quieres ir?
Mía hizo un puchero.
—Tienes que ir, Mac.
—En serio, no puedo hoy. Es el cumpleaños de mis hermanos—me excusé.
—Tus hermanos cumplirán el próximo año también—dijo Rosie.
—Cariño—me silbó Vince, el rubio de ojos azules y acento francés que estaba en nuestro curso, como siempre se acercó y me abrazó de costado. Una acción que me incomodaba mucho—. Te ves hermosa. ¿A dónde irás? ¿Te acompaño?
Debía usar algo elegante para la cena de cumpleaños de mis hermanos porque era un restaurante lujoso. Así que guardé en mi bolso un vestido rosado viejo de mangas francesas y mis sandalias doradas.
—No, gracias—contesté, zafándome de su abrazo.
—Olvídenlo, Madeline ama a esos niños y no va a faltar—intervino Beatriz, pasando su brazo por mi hombro me acercó y plantó un beso en mi mejilla a modo de despedida—. Huye antes de que te esposemos.
Me reí y no dije ni una palabra, simplemente obedecí y salí de la pastelería de Lucy Stewart. Beatriz es hija de un Sargento de la policía aquí, así que sí, tenía muchas de esas esposas con las que le gustaba jugar mucho.
Por suerte estamos en Manhattan, muy cerca de la zona en la que está el restaurante que mis padres eligieron para celebrar el cumpleaños número 6 de mis adorados hermanitos gemelos, Saray y Samuel. Así que simplemente caminé las largas manzanas que nos separaban.
El restaurante era hermoso, las luces colgadas de las paredes de madera oscura iluminaban tenuemente en conjunto con los candelabros de cristales y le daban un ambiente cómodo y acogedor al salón principal donde estaban las mesas. Avancé hasta el recepcionista y le sonreí antes de hablar.
—Bienvenida a De todo un poco—me saludó con una sonrisa mecánica—. ¿Reservación?
—Sí tengo—asentí—. ¿Williams?
Revisó rápidamente en su hoja y un par de segundos después me volvió a sonreír complacido.
—Mesa 8, cerca del ventanal.
—Muchas gracias.
Cuando me giré para continuar hacia la mesa reservada choqué contra una persona, al mismo tiempo me sujetaron unas grandes manos por los antebrazos que me ayudaron a estabilizarme. Supe al instante por su rica y dulce colonia masculina que era un hombre. Me eché para atrás y me apresuré a mirarlo para disculparme, pero me quedé en blanco.
Definitivamente era un hombre, un hombre alto y de atractivo exótico. Tenía su cabello oscuro con acentuados mechones blancos, una barba espesa y, sin embargo, bien organizada. Ojos color miel y una nariz que hacía juego con todos esos rasgos fuertes e impetuosos en su rostro. El corazón me latía tan emocionadamente, pero no fue por su físico, fue ese par de ojos que tenían un brillo reflexivo y misterioso. Todo en él gritaba elegancia, madurez y… conocimiento, como ese tipo de personas a las que les puedes preguntar casi cualquier cosa y te sabrán dejar satisfecha con su explicación. Aunque por supuesto, era obvio que el dinero era otro grito a su alrededor incluso aunque normalmente no me diera cuenta de eso al principio.
También supe que es mayor que yo, pero ese detalle solo me dio curiosidad, esta rápida y poderosa ráfaga de emociones no la sentí por otros hombres.
Cuando estuve a punto de reparar en su traje desvié frenéticamente mi mirada porque era bastante obvio que estaba siendo grosera.
—Lo siento—me limité a decir mientras luchaba con la enorme necesidad de mirar nuevamente sus ojos.
Giré sobre mis talones sin escuchar su respuesta, y caminé aceleradamente entre las mesas y las personas comiendo y charlando mientras intentaba coordinar mis pasos para no caerme.