La casa de mis padres en Danbury es bastante hogareña, ellos se encargaron de eso, sobre todo después de que nacieron los gemelos. Pero solo tenía dos habitaciones además de la de mis padres, dentro de algunos años Saray y Samuel no querrían seguir durmiendo juntos, esa es otra de las razones por las que decidí mudarme a la ciudad. Me quedé el fin de semana en Danbury para descansar un poco de la rutina en la gran ciudad de New York. Sé qué hace muy poco que me mudé, pero todavía estaba mi habitación completamente intacta, parecía que no tenían intenciones de comenzar a remodelar para la nueva habitación de Saray.
Me levanté muy temprano en la mañana del lunes, tomé mis audífonos y salí a correr un poco por el vecindario antes de que mis padres se levanten. Y durante todo ese tiempo el rostro de ese hombre que vi la noche anterior en el restaurante no salió de mi cabeza. Todavía recuerdo lo que sentí cuando lo vi, cuando estuvimos tan cerca, cuando me miraba desde su mesa.
Me detuve para tomar un poco de aire cuando percibí que no podía diferenciar la razón del por qué mi corazón latía tan rápido, si era por la corrida o por el simple hecho de pensar en ese hombre. Pensé en él muchas veces antes de dormirme, y ahora esto, por lo que me pregunté si me estaba volviendo loca. ¿Y si solo pienso mucho en él porque es atractivo? Admito que algunos chicos me han parecido guapos, pero nunca he sentido esta obsesión por recordarlos tanto. Este hombre estaba rompiendo esas inhibiciones.
Volví a casa agotada mentalmente y un poco triste por el hecho de que no volvería a verlo.
Cuando fui a la cocina por agua para beber me encontré con papá que preparaba el desayuno.
—Buenos días, Mady.
—Buenos días, papá.
—Hoy te levantaste muy temprano—comentó, mirándome con curiosidad mientras vertía la masa liquida de los panqueques sobre la sartén.
Destapé la botella de agua mineral que saqué de la nevera y le di un lento trago en lo que buscaba una respuesta convincente para mi observador padre, si hay alguien que podría darse cuenta de que actúo diferente es él.
Pero espera, ¿por qué estás nerviosa? Aun no has hecho nada malo. Me reprendí mentalmente.
—Siempre me levanto temprano, papá.
—¿A las cinco de la mañana? —su expresión cambió a una de preocupación disfrazada por una sonrisa—. ¿Sucede algo cariño?
Plan b.
—No podía conciliar el sueño… estoy muy nerviosa por lo de la empresa Wolden y la competencia.
¿Por qué no le decía a papá lo que sucedía en mi mente? No estaba haciendo nada malo, entonces, ¿por qué? Sonrío cada vez que recuerdo nuestras conversaciones sobre chicos, debería sentirme avergonzada, pero con papá nunca ha sido así, me siento cómoda de decirle cómo me siento sobre eso y él me escucha pacientemente. Sin embargo, esta vez no podía dejar de pensar que no sería aceptado por mis padres estar interesada en un hombre así, sobre todo después de lo de la tía Jasmine.
Todavía más si ese hombre estuviera realmente casado, en cuyo caso diría… Señor mío, perdóname por mis pensamientos.
—Nos hablaste poco sobre ese tema anoche—mi padre me sacó de mis culpables pensamientos—. ¿Qué te preocupa? Lucy te felicitó, ¿no es así?
—Muchos de mis compañeros son realmente buenos…
—Cariño, admiro tu humildad. Pero la confianza en los talentos que heredaste es importante también. Te irá bien, así que recuerda, solo haz…
—Solo haz todo lo que puedas y lo demás déjaselo a Dios—sonreí—. Sí, lo recuerdo.
—Entonces no pierdas el tiempo temiendo por un suceso que aún no llega. Ven, ayúdame con el desayuno para poder comenzar con nuestra revancha de ajedrez.
—¿Todavía no aceptas que la alumna superó al maestro?
Papá sonrió orgullosamente.
—Cariño, tú sabes que te dejé ganar.
Me reí.
—Terminemos el desayuno, papá.
Como fanática del chocolate pasé por una tienda de conveniencia cercana a la pastelería de Lucy cuando volví a la ciudad, necesitaba mi dosis. Compré una barra grande de chocolate para comer en el camino y otra barra para repostería. El cumpleaños de Beatriz sería celebrado en un psicodélico club nocturno, pero quería darle una sorpresa en nuestro apartamento. Ella me invitó a su fiesta, pero todavía estaba dudosa sobre si ir o no, no me gustan los lugares en los que las personas pierden su facultad de tomar decisiones lógicas por el exceso de alcohol.
El chocolate también calmaba mi ansiedad y nervios por lo que me esperaba hoy. En vez de ir a la pastelería de Lucy me estaba dirigiendo en metro hacia Tribeca, donde se sitúa Wolden H. Enterprise, la empresa chocolatera que ahora tiene convenios con la franquicia pastelera de Lucy Stewart. Recibí un mensaje de Lucy dándonos la dirección, ya que ahora la competencia se llevaría a cabo en un salón de la empresa preparado para la ocasión.
Luego de saludar al guardia de la entrada seguí de largo por el vestíbulo de la limpia y acomodada empresa Wolden. Pregunté a la joven y amable mujer detrás del mesón de granito n***o la dirección del salón, y luego de recibir el carné de “visitante” y sus indicaciones busqué un ascensor. Estuve a punto de tocar el botón de un ascensor con enormes puertas doradas que parecía oro reluciente, pero las puertas se abrieron justo en el momento en que escuché el llamado estrangulado de la recepcionista.
Estuve a punto de volverme hacia la recepcionista, pero había un hombre adentro, su costoso traje azul marino y camisa negra con corbata del mismo color no fueron lo que me dejó paralizada, fue ese dulce olor que mi viciosa nariz fue incapaz de olvidar desde el viernes en la noche. Levanté mi rostro y me enfrenté a esa misma reflexiva y reservada mirada… ¡el hombre casado, Madeline! Me reprendí antes de intentar fantasear equivocadamente de nuevo. Aunque todavía no podía entrar por completo en mi cerebro que él estuviera justo aquí frente a mis ojos de nuevo.
—Adelante—vi sus labios moverse y escuché su voz, pero me costó un par de segundos atenderle.
Finalmente entré al ascensor con los pelos de puntas, y debo decir que estaba sorprendida de lo que sentía, de lo emocionada que estaba. ¡Está casado! Y es obvio que no te recuerda. Debía recordármelo.
—¿A qué piso? —me preguntó.
Esta vez intenté contestar.
—Diez…—estuvo bien, si obviaba la parte en que soné muy chillona.
El hombre con el dulce olor apretó el botón del piso correspondiente, luego sentí un poco de nauseas cuando sentí el movimiento inadvertido del deslizamiento del ascensor.
Estaba perpleja, no podía creer que estuviera aquí junto a mí. ¿Trabaja aquí? ¿Era el hombre que trabaja en el ascensor? ¿Ese puesto de trabajo realmente existía? Si era así, por su forma de vestir se lo tomaba muy enserio. Siendo que trabaja en Wolden tiene sentido que cada vez que piense en él, a causa de su olor piense en chocolate.
—¿Viene por Lucy Stewart?
Fruncí el ceño y sin pensarlo levanté mi cabeza para mirarlo.
—¿Cómo lo supo?
—Tu carnet—señaló con una gentil sonrisa el carnet que colgaba de mi cuello—. Y se ha informado a todos sobre eso, dado que es a causa de un evento importante.
Se atascó mi respiración por su sonrisa y esa mirada inteligente. Dejé de mirarlo y me concentré en las puertas doradas del ascensor.
Podía notar que quizá me doblaba en edad, pero su voz era tan suave y masculina que me intrigaba. ¿Qué clase de persona es hombre-olor-a-colonia-de-chocolate?
¿Debía decir algo? Quería oír su voz de nuevo.
—¿Sabe qué hora es? —pregunté.
Por un momento me sentí orgullosa de mi audaz e inocente pregunta, pero cuando lo vi mirar hacia mi reloj de mano sentí que se me iba a bajar la tensión. Sin embargo, él no dijo nada al respecto y con una pequeña sonrisa que no me pasó desapercibido levantó su brazo y deslizó la manga de su chaqueta para revisar su reloj.
—Una y cincuenta y cinco—contestó.
Abrí los ojos de par en par y creo que ahora sí se detuvo mi corazón. Miré hacia la pequeña pantalla que indica el piso por el que vamos y mi estado emocional no mejoró. Tenía cinco minutos para llegar y todavía íbamos por el piso cinco, iba a entrar en pánico ahora mismo.
—Gracias—murmuré, intentando ocultar mi preocupación.
Antes de darme cuenta comencé golpetear rítmicamente sobre el piso por los nervios. Sentía que este viaje hacia el piso diez duraba años, pero al mismo tiempo no quería tener que perder de vista tan rápidamente al misterioso hombre a mi lado.
¡Madeline, él está casado! ¡Casado! ¿Por qué tenía que inmiscuirse mi subconsciente de nuevo? No importa, era mejor así. Ya había actuado dos veces como una tonta frente a él y todavía no sabía su nombre. Por lo menos estaba segura de que no me recordaba desde el viernes.
—¿Harás un pastel para la empresa? —me preguntó de repente.
—Si gano… es decir, lo intentaré al menos.
Quería ganar no por la oportunidad de verme envuelta con la empresa Wolden, quería impresionar a Lucy. Sin embargo, cuando pensaba en los nervios que sentía ahora solo por participar, no quería ni imaginarme en lo que sentiría con la presión que tendría si ganara.
—Buena suerte, entonces.
Estuve a punto de preguntarle su nombre y agradecerle por sus buenos deseos para una extraña, pero las puertas se abrieron y tuve que salir corriendo.