La música suave llenaba el enorme salón, acompañado del murmullo constante de las conversaciones. Las luces del lugar brillaban con una calidez opulenta, iluminando las caras de las decenas de invitados que paseaban por la fiesta. Me sentía fuera de lugar, atrapada en un ambiente que parecía diseñado para personas que sabían exactamente quiénes eran y qué querían en la vida. Yo, en cambio, estaba ida, perdida en mis propios pensamientos mientras mi padre conversaba animadamente con un político.
De repente, sentí la presión suave de la mano de mi madre sobre mi hombro. Su perfume floral llegó a mí antes de que hablara.
—Amor, te ves hermosa —dijo en un tono dulce pero firme, como si intentara convencerme de algo que yo no creía—. Sonríe, por favor. Mira, esa mujer de allí es la señora Chrsyler, Katerine Chrsyler, la viuda del señor Chrsyler.
Dirigí mi mirada hacia donde señalaba con sutileza. Allí estaba, rodeada de un pequeño grupo de personas que claramente la admiraban. No era lo que esperaba. La imagen de "viuda de un millonario" que había formado en mi cabeza era completamente distinta. No era una señora anciana y cansada, sino una mujer elegante y radiante que no debía superar los cuarenta años.
Llevaba un vestido n***o ceñido que resaltaba su figura esbelta. Su cabello oscuro estaba recogido en un peinado alto, dejando al descubierto un rostro perfectamente maquillado, con unos ojos negros que parecían observar cada detalle a su alrededor con una mezcla de cálculo y seguridad.
—¿Ella estuvo casada con el señor Chrsyler? —pregunté en un susurro, todavía sorprendida.
—Sí —respondió mi madre, manteniendo una sonrisa mientras hablaba, como si no quisiera que nadie se diera cuenta de nuestra conversación—. Era mucho mayor que ella, pero ya sabes cómo son estas cosas. Ahora maneja parte de las empresas familiares junto con sus hijos.
—¿Sus hijos? —repetí, sin poder evitarlo. Había algo en la forma en que la gente la rodeaba, la admiración que despertaba, que me hacía sentir curiosidad.
—Sí, Logan Chrsyler, por ejemplo. —Mi madre dejó escapar un pequeño suspiro, como si ya se imaginara lo que estaba por decir—. Ya te conté de él, ¿recuerdas? El heredero.
Mi mente regresó de golpe al comentario de Verónica, sobre Logan y las expectativas que giraban en torno a él. Giré la cabeza para buscarlo entre la multitud, pero no lo encontré.
—¿Está aquí? —pregunté, intentando sonar despreocupada.
Mi madre no respondió de inmediato. En cambio, se limitó a mirarme con esa expresión de "haz lo que te digo" que tan bien conocía.
—Lo estará, cariño. No te preocupes, esta noche será interesante. —Sonrió y luego se giró para saludar a alguien más, dejándome allí con una mezcla de nervios y curiosidad.
Observé nuevamente a la señora Chrsyler, ahora riendo con alguien que parecía igual de influyente que ella. No podía evitar preguntarme qué papel jugaría esa mujer, y su famoso hijo, en la noche que recién comenzaba.
La música suave llenaba el salón mientras yo permanecía al lado de mis padres, con la mente vagando en pensamientos oscuros. Apenas prestaba atención a lo que sucedía a mi alrededor, hasta que un ligero murmullo comenzó a extenderse entre los invitados. Levanté la vista y lo vi.
Era un hombre de cabello oscuro perfectamente peinado, con ojos grises que parecían reflejar la luz del salón de manera hipnótica. Su porte era impecable, y cada paso que daba parecía atraer todas las miradas. No tenía idea de quién era, pero su presencia era imposible de ignorar.
Él caminó con naturalidad hacia donde estaba mi madre, quien lo recibió con una sonrisa que rara vez reservaba para alguien que no fuera importante. Al llegar, inclinó ligeramente la cabeza en un saludo educado, y su voz, aunque baja, era clara y segura.
—Señora Cáceres, es un placer verla nuevamente —dijo, estrechando la mano de mi madre con cortesía.
—El placer es mío, Logan —respondió ella con un tono que intentaba ser casual, pero que no lograba ocultar cierta satisfacción.
El nombre resonó en mi mente, pero no significaba nada para mí. Sin embargo, no podía ignorar cómo las mujeres comenzaron a acercarse, como si fueran atraídas por una fuerza magnética. Algunas intercambiaban sonrisas nerviosas, otras apenas disimulaban sus intentos de captar su atención. Logan, por su parte, las saludaba con una educación impecable, pero su interés no parecía desviarse de la conversación con mi madre.
Yo permanecía en silencio, intentando no llamar la atención sin embargo él no dejaba de mirarme.
—Seguramente no recuerdas a mi hija, ella es Mía Cáceres —dijo mi madre, sonriendo ampliamente mientras me empujaba ligeramente hacia adelante.
Él giró su atención hacia mí, y sus ojos grises parecieron estudiarme por un momento antes de extender su mano en un gesto cortés. Sin embargo, yo permanecí inmóvil, incapaz de reaccionar. Mi mente estaba tan sumida en la nada que apenas procesé lo que ocurría.
Mi madre, notablemente incómoda, tomó mi mano y la extendió hacia él. Logan, sin perder la compostura, tomó mi mano con suavidad.
—Lo siento, Mía es algo tímida últimamente —comentó mi madre, forzando una risa ligera.
—Curioso. La recordaba muy extrovertida —respondió Logan con una pequeña sonrisa que, de algún modo, me pareció desafiante.
—Logan, es un placer conocerte —intervino mi padre, apareciendo detrás de mí y extendiendo su mano hacia él.
Logan soltó mi mano con delicadeza y estrechó la de mi padre. —Un placer, señor Cáceres.
La conversación fluía entre ellos, pero mi atención se desvanecía poco a poco. De pronto, Logan se dirigió directamente a mi padre.
—Señor Cáceres, ¿me permitiría robarle un momento a su hija para un baile?
Sentí un nudo en el estómago. Antes de que mi padre pudiera responder, murmuré apresuradamente: —Papá, me siento mal. Creo que necesito irme a casa.
Mi madre frunció el ceño, su voz tensa mientras trataba de disimular su enojo. —Mía, cariño, estás despreciando a Logan. No seas maleducada.
Mi padre, siempre más comprensivo, puso una mano en mi hombro. —Está bien, mi amor. Si te sientes mal, le pediré al chófer que te lleve a casa.
La decepción en el rostro de mi madre era evidente, pero yo no podía quedarme ni un minuto más. No sabía quién era Logan Chrysler, pero su sola presencia me inquietaba de una forma que no podía explicar.
Justo cuando mi padre le indicaba al chófer que me llevara, Logan volvió a girarse hacia mí. Sus ojos grises se encontraron con los míos, y aunque su expresión seguía siendo impecablemente cortés, había algo en su mirada que me hizo sentir expuesta.
—Espero que te sientas mejor, Mía —dijo con voz suave, pero cargada de intención—. Aunque debo admitir que será difícil olvidar que me negaste un baile.
Una pequeña sonrisa apareció en sus labios, lo suficientemente sutil para parecer educada, pero lo bastante provocativa para resultar intrigante. Me quedé sin palabras, mi corazón latiendo más rápido de lo que quería admitir. Antes de que pudiera responder, él añadió:
—Quizás en otra ocasión, señorita Cáceres. Siempre hay segundas oportunidades.
Se inclinó ligeramente a modo de despedida y se alejó con una elegancia que parecía calculada, dejando tras de sí un rastro de miradas femeninas llenas de admiración.