Cataleya: Compañía en la jaula
Cataleya estaba sentada en el patio trasero. La vista era hermosa: plantas recortadas con precisión, una fuente de piedra que sonaba como un susurro, y mariposas atrapadas entre las flores de plástico. Dos voces infantiles interrumpieron su silencio.
—¿Tú eres Cataleya? —preguntó un niño de unos diez años, pecoso, con un balón bajo el brazo.
—Mi nombre es Martina—añadió su hermana, una niña de nueve con trenzas rubias y manos tímidas—. Somos los hijos de Margot. Bueno, de mamá…
Cataleya se levantó con cautela, mirando de reojo hacia la casa. Luca le sonrió.
—¿Quieres jugar? Podemos enseñarte el escondite del gato. Nadie lo encuentra nunca —dijo con entusiasmo contenido.
Antes de que Cataleya pudiera responder, la voz de Margot se alzó como un látigo:
M
