ARIANA Reía a causa de la amena conversación, abrazando mi taza entre mis dedos, cuando el sonido de su teléfono vibrando sobre la mesa rompió la armonía del momento. Vi cómo sus ojos se posaron en la pantalla, su mandíbula se tensó. Noah suspiró y, por un instante, pareció debatirse internamente. —No tienes que contestar si no quieres —comenté con suavidad, aunque una parte de mí sí quería saber quién lo llamaba. —Disculpa, es María José, mi novia. —Él pasó una mano por su cabello antes de deslizar el dedo sobre la pantalla y llevarse el teléfono al oído. —¿Sí? —su postura rígida me dijo que esperaba lo peor. El estallido de una voz femenina al otro lado de la línea hizo que incluso yo me sobresaltara. No podía entender las palabras exactas, pero el tono empleado por la mujer, llen

