TIAM Efi estaba sentada al otro lado de la habitación, observándome con una ligera sonrisa que no lograba alcanzar sus ojos. Sabía lo que esperaba escuchar de mis labios. Y aunque ya se lo había dicho, tenía que dejar todo muy en claro. Me puse de pie y me acerqué a ella lentamente, mi sombra cubriendo la suya. Su perfume empalagoso me resultaba ajeno, muy diferente del aroma dulce y fresco que aún se mantenía en mi memoria. —Nos comprometemos esta noche —dije. Los ojos de Efi brillaron con un destello de satisfacción, pero no tardé en borrar cualquier ilusión que pudiera albergar. —Pero escúchame bien, Efi —me incliné levemente hacia ella, invadiendo su espacio personal—, si descubro que me has mentido, te mataré. Su rostro palideció por un instante, pero luego se recompuso. —No te

