Las cosas se habían calmado en el transcurso de aquella semana que llevaba en la residencia de los dioses, mi hermano Caín me ha enseñado como manejar mucho más mis habilidades, dado que él tenía experiencia en combates reales sin mencionar que se ha enfrentado a retadores muy fuertes.
―¿Crees qué algún día no hayan rencor de los dioses hacía mi madre? ―le pregunté a Caín que salía del lago para ubicarse a mi lado sobre el césped.
―La verdad no lo sé, hermanita, tal vez si supiera por completa la situación te ayudaría―me respondió encogiéndose de hombros, teniendo toda la razón.
Aún no me atrevía a contarle toda la situación y mucho menos la otra mitad de lo que soy, simplemente por miedo a que después me rechazará como lo hacen todos los que saben esa verdad, aunque Pan me trataba muy bien, pero el señor Hércules. cada vez que me observa es como si yo le hubiera asesinado la mamá o algo así.
―Charlotte, me invito a pasar la tarde juntos... ¿quieres venir? -preguntó, mientras se colocaba de pie.
Por mi parte solo negué con la cabeza dedicándole una sonrisa traviesa, sabía la relación que ellos tenían pero muchas veces solo se negaban a aceptarla.
―Quedé en ir a entrenar un poco...ya sabes...―le comente, guiándole un ojo, soltando una pequeña risa por lo bajo.
Mi hermano solo se puso rojo como un tomate, me saco la lengua como un niño pequeño para irse de allí a buscar la chica de ojos azules. Saque de mi bolsillo el pequeño libro antiguo que traje de la casa de mi madre sobre angelología, la mayoría de lectura es en latín, arameo, idiomas que entiendo desde que nací al igual que el griego por obvias razones. Me coloque de pie mientras leí, andando a paso moderado al bosque, tarareando una que otra palabra diferente o desconocía su significado. No obstante, el sonido de una rama rompiéndose me hizo detenerme mirando de reojo hacía donde proviene el sonido percatándome que solo había sido una ardilla. Seguí mi andar hasta dar con el famoso lugar llamada "El jardín de Démeter", era el lugar indicado para practicar mis poderes por lo tanto no perdí más tiempo.
Este lugar era un enorme jardín repleto de flores exóticos de todo tipo, además de que tenía una barrera que protegía a las ninfas que habitaban allí.
Realmente agradecía que nadie viniera por allí mucho, además que sabía que los semidioses no se me acercaban por los supuestos rumores que habían nacido después que me vieron un par de veces con el hijo de Hades, de este último no sabía absolutamente nada, según rumores era algo normal que él "desapareciera" por periodos de día o hasta semanas. Dejé el libro sobre una roca para arrodillarme sobre el césped dejando una pierna afincada como ya era la costumbre, debía agradecer o simplemente "rezar", al final de cuenta en mis venas, esencia, espíritu y alma había descendencia de ser "celestial" era casi imposible no realizar aquella acción.
―Pater noster, qui es in caelis: sanctificetur Nomen Tuum; adveniat Regnum Tuum;fiat voluntas Tua,sicut in caelo, et in terra. panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a Malo―subí la ambas manos y cerré los ojos, concentrándome completamente en lo que pronunciaba muy lentamente.
Cuando terminé baje las manos sin salir de aquel estado en el que me encontraba, dejé salir de mi espalda aquellas alas blancas, no podía negar que me dolía pero no tanto como la primera vez cuando conocí a Dante. El sonido de la tela de la camisa que llevaba puesta se hizo presente pues se desgarraba dejando espacio para las alas en todo su resplandor.
―¡Bravo, Ángelus Marine!―Escuché una voz profunda que causaba escalofríos, mientras aplaudía. ―¡Oh, mejor dicho!.. ¡Luznell!...
El escalofrió se hizo más presente en mi espina dorsal, apreté más los parpados tenía miedo y lo sabía, solo tomé valor para ponerme de pie y con veracidad abrir los ojos, volteando de golpe a observar aquel ser de aura oscura como la noche misma, haciendo honor a ese atuendo oscuro que llevaba puesto, además de esos ojos rojos y sin mencionar ese color blanco en su piel...
―¿Quién eres?―pregunté, en un tono entre cortado como si me faltará el aire estaba empezando a hiperventilar muchísimo, porque mi cabeza ya sabía quién podía ser.
―Tranquila, pequeña, no te voy hacer nada primero, el sello de Dios no me permite estar físicamente en la tierra y segundo los griegos también tiene sus manías de protección―comentó, sonriendo ampliamente de una manera traviesa como si le encantará mi estado.
―¿Luzbel? ...―susurré, tragando saliva lentamente, nunca en mi vida lo había visto, sin embargo su energía tan pesada y esencia lo demostraba.
―Te equivocas soy Belcebú―comentó con egocentrismo en cada palabra.
No logre articular más palabras pues él solo soltó una carcajada como respuesta a mi pregunta, levanto su mano en mi dirección y solo con un simple movimiento me quito la fuerza de todo el cuerpo quedando paralizada, o simplemente el miedo había provocado aquella reacción en mí, además que sentí una gran fuerza... ¿invisible? ... golpearme provocando que saliera como si fuera una simple pluma.
No podía moverme solamente sentía los fuertes impacto de mi cuerpo golpear con las rocas y una que otra ramas, solo logre cubrirme con mis grandes alas, mientras a lo lejos se percibía aún una pequeña risa que era llegada por el viento, aquel ser había desaparecido pero para mí mala suerte yo no aguantaría más y si no hacía algo perdería el conocimiento.
Sin embargo, unos fuertes brazos me tomaron cuando las alas desaparecieron he iba cayendo en picada...
―Lamento llegar tarde, Angelito...―susurró mi salvador con un tono preocupado.
―Mio Angelus Di guarda...―respondí, con una corta sonrisa que se creó al ver al pelinegro, mientras mi vista se ponía borrosa, logrando así caer al estado de la inconsciencia...
Continuará...