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4238 Palabras
Devora — ¿Qué? —Kevin y Julia ordenaron sus papeles luciendo agotados por mis gritos—. ¿Qué clase de idiota dijo eso? —Alguien del jurado lo propuso y a todos les pareció justo—Julia asintió hacia Kevin y él continuó—. Debido al tiempo ausente de Evan no puede hacer mucho, pero apeló a la súplica, que le den la oportunidad de conocer al chico. —Sobre mi maldito c*****r y ni siquiera así: mis gusanos comerían a cualquiera que intente acercar a mi hijo con ese monstruo—Allison puso su mano en mi hombro y le fruncí el ceño molesta—. ¡No! No podemos ceder ahora, Allison. Luego nosotras seremos las que deban suplicar. —Esto va más allá del odio que le tienes, Devora—miré a Kevin retándolo a que hablara una vez más. Lo hizo—. ¿Le has preguntado al chico qué quiere? No, no era necesario. Cody fingía con nosotras, pero moría por conocer a Evan. Allison y yo estuvimos muchas noches despiertas pensando en eso, en como las palabras de mi abuela tenían sentido. La sangre llama. Cody podía amarnos, pero Evan lo trajo al mundo. Por alguna razón eso era jodidamente importante para Cody, de seguro pensaba que fue una decisión, pero era solo un niño. No tenía idea cuántos hijos habían nacido sin ser deseados ni como él era uno de ellos. Él no entendía que nadie lo amaría como nosotras. Lo dejé en su cuarto jugando con sus juguetes y salí, aún preocupada por el riesgo de que sin importar todo el maldito problema legal por el que pasamos por años, él podía enviar todo al maldito carajo por sus dudas de niño, por sus malditas esperanzas en un bastardo. Toqué mi frente intentando calmarme, pero mucho antes de dejar de maldecir escuché la conversación de Kelly y Allison. —Debes estar tranquila, cariño—puse los ojos en blanco para no reír con el afecto ajeno—. Cody las adora, seguirá haciéndolo, aunque llegue a conocer mejor al sujeto. —Lo sé, pero Devora y yo tememos a otra cosa ¿Qué tal si no ha cambiado? ¿Si solo quiere alejarlo para vengarse? No podemos confiar en él. Sonreí porque seguía adorando como Allison hablaba por las dos, como, en esas circunstancias, seguíamos siendo una sola. Atrapada en ese momento me asomé solo un poco por la ventana para ver las manos de Kelly en sus mejillas y un estúpido momento de silencio en el que solo se miraban. Necesitaba ver acción. —Debes estar calmada para pensar y ver con más claridad. Nada ni nadie lo alejará de ti. Allison le sonrió con una sonrisa que no le daba a casi nadie, luego se besaron y dejé de mirar porque fue suficiente. Me quedé recostada en la pared sonriendo ante la felicidad que me provocaba esa felicidad ajena. Allison merecía volver a ver a alguien de esa forma, como me miraba a mí en los buenos tiempos y sin duda merecía que le dieran lo mismo a cambio. Sonreí a pesar de ese extraño sentimiento de pérdida y salí silenciosamente de la casa para tomar mi moto y manejar con destino al centro de la ciudad. Sabía exactamente en donde se estaba quedando Evan y a pesar de que lo había visto un par de veces ninguno le dirigió la palabra al otro. Ahora quería decirle muchas. Todas dignas de ser censuradas. Kevin insistió constantemente en que debía mantener mi distancia de Evan, que cualquier movimiento en falso podría empeorar el juicio, pero no pude detenerme una vez ahí, solo caminé al lobby para encontrarlo charlando con el botones. Obviamente se sorprendió cuando me vio. — ¿Qué haces aquí? —lo miré a los ojos y vi cuando corrió al chico para quedar solo frente a mí—. ¿Entonces? — ¿Qué quieres realmente? —me miró confundido y me acerqué más—. No es por Cody, es solo por... — ¿Porque me quitaste cualquier posibilidad de tener hijos naturalmente? Sí, es por eso y porque quiero a mi único hijo. —No es tu hijo. Nunca lo quisiste. Golpeaste a Tania cuando lo supiste, casi los mataste a ambos ¿Crees que dejaré a mi hijo con alguien así? Se dio un medio segundo para lucir avergonzando ante la mención de esos años, pero no se quedó ahí. — ¿Está mejor contigo? ¿Con una mujer que va y viene de casa y tiene diferentes parejas? No estás en posición de juzgarme, Devora. Yo cambié—abrí la boca para responder, pero levantó su mano y cerré los ojos al recordar los golpes—. Soy capaz de compartir la custodia con Allison. Este juicio me dará eso, luego demostraré que no deberías estar cerca del niño. —¡Maldito hijo de puta! ¡Lo sabía! —todos me miraron, pero no me importó—. No es un juego. Es un buen chico. No sabes lo mal que le hace todo esto. —Lo sé, por eso está acabando este juicio—me levantó una de sus cejas y sonrió. Había cambiado muy poco—. ¿Tú sabes eso? Me guiñó un ojo y se alejó con rumbo al ascensor. Solo me quedé de pie mirándolo y enterrando mis uñas contra mi propia piel. Molesta como solo yo sabía estarlo, manejé a mi antiguo departamento. Parecía que tenía una enferma necesidad de ver a mi prima jodiéndose la vida para saber que yo no estaba tan mal, pero era preocupación genuina. La vi destruirse muchas veces en esos cortos dos meses con ella en Nueva York, cuando ambas estábamos destrozadas. Sané solo por miedo a terminar como ella. Había noches en las que su cuerpo parecía recolector de drogas y alcohol. Se había rodeado de personas a las que llamaba "amigos", pero nadie estaba ahí cuando se dormía y casi se ahogaba en su propio vómito, nadie estaba ahí cuando lloraba al teléfono rogándole a quien sabe quién que volviera, que no la dejara por más tiempo. Cookie aún era una niña y me recordaba tanto a mí, especialmente en lo mucho que desconfiaba del amor para no salir herida y como aceptaba cualquier tipo de consuelo. La había amenazado con decirle a la familia. Habíamos sido muy bien criadas con el dicho de "la ropa sucia se lava en casa", pero ambas éramos distintas a las demás así que no sabía si contaba tanto. Mis otras primas se quedaron en la seguridad que ofrecía la Mamá María, solo tres creamos nuestros propios caminos: Augusto, Cookie y yo. Tal vez eso explicaba que estuviéramos tan lastimados por la vida, tal vez debimos quedarnos ocultos tras la falda y la fiereza de nuestra abuela. No la delataría, pero dependía de mucho. No me di el ánimo de usar las escaleras, solo marqué el número del piso y llegué para encontrarme de frente con los familiares y odiosos ojos de Teresa. —Antes de tus comentarios ácidos o tus bromas irónicas solo déjame decirte esto: tú prima está más jodida que tú. — ¿Algo que no sepa? —puso los ojos en blanco y la jalé de la muñeca antes de que se metiera al ascensor—. ¿Qué mierda haces aquí? — ¿Qué mierda te importa? —se zafó rápidamente—. En vez de preocuparte tanto sobre quién se mete entre las piernas de tu prima preocúpate de qué le pasó para estar tan demente. Las puertas del ascensor se cerraron y caminé rápido al departamento. La puerta estaba abierta y Cookie estaba causando un desastre nuevamente. Puse los ojos en blanco antes de que me viera y una vez que lo hizo esperé que saltara sobre mí para asesinarme, pero solo me ignoró y se lanzó a la cama. —Si sigo involucrándome más con esa chica terminaré tan jodida como tú—le sonreí y pateé despacio su pie—. ¿Qué haces aquí? —He tenido un día de mierda, estoy acostumbrada a escapar a mi departamento—se dio una vuelta completa y estiró su mano al suelo, luego salté del susto al ver a su rata entre sus dedos —. ¡Dios! ¿Sabes cuántas enfermedades y microbios tienen las ratas? Jesucristo, necesitarás una vacuna para eso. — ¡Anda, acaríciala! —instintivamente me alejé, pero Cookie solo estiró sus brazos dejando a la rata frente a frente con mi nariz—. No muerde...a veces. —No tocaría a ese animal ni aunque me pagaran por hacerlo. —Te pago los condenados muebles si la tocas. — ¡Que linda rata! —con mi dedo índice toqué su cabeza y casi me dio un infarto cuando se movió intentando escapar—. Condenada bestia. Como sea ¿En serio me vas a pagar por ese sacrificio? —Claro que no—dejó a su rata en mi hombro y me sacudí espantada hasta lanzarla sobre la cama—. Me pagan por eventos y en este maldito lado de la ciudad no hay nada. Terminaré haciendo Quinceañeras. —Mierda, no. Si no tuvimos una maldita Quinceañera no le daremos una a otra. Cookie sonrió, supongo que recordando lo mismo que yo: nuestra protesta con pancartas y huelga de hambre pidiendo una Quinceañera. Como respuesta, la abuela incluso nos dio con el cinturón porque jamás tuvo afecto por otras tradiciones a las suyas así que recibimos un azote por cada letra del "No son mexicanas". Sobra decir que nunca quisimos intentar con Halloween. —Tal vez regrese a Nueva York, no tengo nada aquí. Además, estoy contra reloj para que le digas a la abuela y me crucifiquen. —No le diré, pero demonios ¿Estás loca? Hicimos un maldito pacto de sangre y... —Nos tocó el periodo la misma noche, no es lo mismo... —¡Un maldito pacto de sangre! —la miré a los ojos y los cerró para no mirarme. Rápidamente subí a horcajadas de ella y luché con mis dedos para abrirlos— ¡Mírame! — ¡No! ¡Te odio cuando das consejos! —movió su cabeza negando y siguió apretando los párpados a todo dar. Dejé de intentar para poner mis dedos en su cintura—. ¡Por favor! ¡Déjame morir! Reí cuando la vi retorciéndose por las cosquillas en su cintura y no me detuve hasta que gritó y abrió los ojos de golpe. —Te adoro, Cookie—por cinco segundos solo me miró y suspiré. Había personas que necesitaban constantemente escuchar cuánto las amaban. Cookie era la reina—. Si mueres o te enfermas morirá una parte de mí contigo. No quiero que nada acabe con lo que eres y lo sabes: eres increíble sin drogas y sin alcohol. No te hagas más esto, por favor. No dejó de mirarme a los ojos, ni siquiera cuando comenzó a llorar sin dejar de negar con la cabeza. Esperé que dejara un poco el lloriqueo de lado, pero tardó. De seguro quería recuperar la voz. —La culpa me está matando, Devora. Solo lo olvido cuando me pierdo—la miré con duda, preguntándome qué era esa culpa tan terrible con la que cargaba, pero conociéndola sabía que no me diría—. No me pidas vivir con ella. No me pidas consejos que jamás aplicarías. —Cuéntame qué es, Cookie. A veces los problemas no son tan grandes, se hacen grandes cuando los encierras y no los dejas salir. Suelta todo, verás que te sentirás mejor. —Tú no eres así, Devora—finalmente dejó de llorar para mirarme molesta—. Tú solías entenderme como nadie más, ahora no te conozco. —Nos entendíamos mejor porque ambas éramos unas infelices, porque no queríamos salir de eso. He cambiado, sí, pero quiero lo mismo para ti—me levanté de sus piernas y ella se sentó en la cama. Solo miraba sus pies—. ¿Qué pasó, Cookie? —Ni lo intentes, Devora. Solo ayúdame a limpiarme. Finalmente nos miramos a los ojos. A pesar de que había cambiado seguía encontrándome en ella cuando nos mirábamos. Éramos muy distintas, pero cuando compartes el mismo dolor con alguien no importan las demás diferencias, no cuando encuentras tu debilidad y sufrimiento en otro. Eso era una de las especies de amor más completas que había en mi vida: el amor que encontré cuando compartí el dolor con ella. Pero ahora no quería volver a ver su dolor. Estaba destrozándome pensar que en todo el tiempo que yo buscaba sanar, ella seguía hundiéndose y no estuve ahí para ayudarla. Esa tarde no comenté nada sobre la cantidad de botellas que saqué ni sobre los rastros de cocaína en el escritorio. Habíamos limpiado antes y ella lucia tan feliz en ese momento. Yo también lo estaba porque parecía el comienzo de una nueva era para ambas y fui ignorante al dejarla. Me confié en lo parecidas que éramos y pensé que ese verano con drogas quedaría como una experiencia para ambas, pero no pensé en toda la abstinencia que debió tener después. Había dejado cada culpabilidad atrás, incluso la de mi madre, pero mi culpa con Cookie la mantendría por siempre porque en el fondo sabía que ella no cambiaría. — ¡Mira! ¡Al fin parece un lugar que mantuvo mi preciosa persona en él por años! —puse mis manos en mi cintura y le levanté las cejas cuando la vi limpiando el sudor de su frente —. ¿Qué hay con Teresa? La noté nerviosa en el momento que el nombre de esa perra salió de mis labios. —Creo que tú lo estás tomando más serio que yo... —Es serio, Cookie. No la conoces. Estuvo con una asesina. ¿Eso no te da pistas? —Tú también ¿No? —iba a mencionar una vez más la amenaza de Oksana, pero ella negó—. Tranquila, no quiero casarme ni nada. Creo que ni siquiera podría coger con ella. —En otra ocasión te alentaría a que solo cogieran, pero por eso te digo: la conozco. La he observado durante todo el tiempo que llevo con Katherine. Es encantadora, atrevida y más hermosa de lo que haya sido cualquier chica en la historia. Sí, me cortaría la garganta si tuviese que confesarlo nuevamente, pero es la verdad y si vas a arriesgarte con ella ten mucho cuidado. — ¿De qué? —De enamorarte—soltó una risa y reí presintiendo la tormenta que vendría con eso—. Sí, ríe todo lo que quieras. No te darás cuenta de cuán rápido puedes llegar a amar a alguien complicado. —Como sea ¿Has visto a Changa? Maldije cuando sentí al animal mordisqueando mi zapato. —Quítala antes de que muera accidentalmente por mi pie encima—sin querer probarme, Cookie tomó a la rata y la guardó en su jaula—. ¿Quieres acompañarme a ver a la matrona? Sin muchas ganas se duchó y subimos al jeep de Joe con dirección al hospital. El tema de la inseminación no dejaba de ser gracioso desde que la pequeña mujercita canosa dijo que Joe debía masturbarse para darme un hijo. Haber elegido a Joe para el trabajo sucio había sido muy fácil, no por todo el tema sentimental sino porque aparte de mi padre, era el único hombre al que conocía lo suficiente. —Si como no, Devora—Cookie siguió incomodando a Joe y él solo me miraba agotado—. Podrías ir a un banco de semen, pero quieres un hijo condenadamente guapo. —No, es porque no sabes qué clase de degenerado va a esos bancos de semen. Mejor un degenerado conocido ¿No? La Doctora Angelique Dubois era experta en todo el tema de la inseminación y en tener un nombre muy raro a la hora de pronunciar. Hablaba de maravillas que, a pesar de que yo era más joven que ella, sonaban futurísticas saliendo de su boca y me hacían sentir del siglo pasado. Había una posibilidad de que mi bebé fuera biológicamente mío y al mismo tiempo, biológicamente de Katherine. Cookie casi barrió el suelo con su boca. No la juzgaba. Pero no era tan sencillo ni tan barato. Era todo un proceso de fertilización en el que debía someterme y también Katherine, necesitaba solo uno de sus óvulos, una buena masturbación de parte de Joe y ¡Bam! Habría un bebé en mi barriga. O al menos eso entendí, no me importaba mucho el proceso pensando en cuan atractivo seria mi bebé. Por eso estaba ahí, para escucharla decir que luego de todo el problema legal que tenía en el presente me haría los exámenes necesarios y también los de Katherine y, si todo iba bien, tener un hijo sería algo seguro. —A no ser que seas alérgica al semen—Cookie casi se ahogó en risas y Joe puso los ojos en blanco al igual que la doctora—. ¿Ella siempre es así? —De nacimiento, sí—Cookie me entrecerró los ojos y volví mi atención a la doctora—. Usted ya conoce mi historial médico ¿Hay manera de que pueda asegurarme que saldrá bien? —Eres joven y fuerte. Tus mayores problemas son cardíacos, pero ya están controlados. Solo debo chequear a tu novia y el resto...lo sabes. Cookie le hizo un vulgar gesto de masturbación a Joe y él le gesticuló un "Te odio", pero finalmente salimos del lugar un poco más calmados hasta que Cookie inició con su constante terapia de hinchar las bolas que yo no tenía. — ¿Ahora si planeas decirle a Katherine o la llevarás noqueada para que le saquen un óvulo? —No le des ideas. No perdí el tiempo de mirar mal a Joe por su comentario, solo me enfoqué en Cookie. —Se lo diré, pero no ahora ni cuando regrese. Está muy de lleno con sus temas familiares. Esperaré que termine el juicio—Cookie asintió sin créeme mucho y Joe detuvo el auto en nuestro antiguo hogar—. Necesito que guardes el secreto, Cookie. Ni siquiera a Teresa puedes decirle. — ¿Alguna vez he contado tus secretos? Ni siquiera conté cuando te orinaste después de ese ataque de risa—la miré con los ojos muy abiertos y con Joe riendo de fondo—. No lo había contado hasta ahora. Cookie entró a su/mi departamento, yo tomé la moto y manejé detrás de Joe con rumbo a mi casa. Fui amable al ofrecerle comida y él en darme su casi agradable compañía. La necesitaba porque esa noche no podría dormir después de que se mezcló todo; la amenaza de Evan, los problemas de Cookie y la ausencia de la llamada de Katherine. Esperaba que no se molestara porque yo ya estaba molesta por lo mucho que había alargado dos semanas a un mes y tres días. Necesitaba tanto que volviera: era mi consorte. Tenía miedo de volver a hundirme y de todo lo que estaba pasando o lo que podía llegar a pasar con la distancia y falta de comunicación. Sin tener ningún panorama, dejé a Joe con su repetición de Grey's Anatomy y me encerré en mi cuarto de pintura. Sobreviví al infarto que fue ver los brillantes ojos de Pirata sobre la única silla del cuarto y lo espanté para sentarme a mirar el lienzo en blanco que había acomodado hace un mes. Mis preocupaciones y responsabilidades estaban haciendo estragos con mi creatividad. —Me encanta tu visión de la nada—sonreí cuando oí la voz de Joe bajando por las escaleras. Era el único que tenía autorización de entrar ahí—. Puedes pintarme, pero debes marcar muy bien las sombras de mis músculos... —Si, como no. Dile eso a la más experta en anatomía masculina—lo oí reír y lo miré cuando se sacó su camisa y la puso sobre su hombro haciendo una pose—. ¿Qué demonios...? —Trata de capturar esta perfección, novata. —¿En serio quieres que te dibuje? —él asintió seguro de sí y reí—. Como extrañas mi mirada en ti, chico. Preparé mi lápiz grafito y tomé mi cuaderno de dibujo. Jamás arruinaría un perfecto lienzo en Joe. — ¿Cómo está Katherine? Me encogí de hombros y lo miré mientras comenzaba a trazar líneas que terminarían siendo sus brazos. —Debe quedarse tres días más. Al parecer se lleva de maravilla con su padre, lo suficiente para no llamar hoy. — ¡Oh, pobre desgraciada! ¿Quién diría que Devora Wigmore esperaría llamadas? —ignoré su comentario y seguí dibujando—. Dale su tiempo, lo merece. —Claro que lo merece, pero la quiero aquí—él volvió a reír y le fruncí el ceño—. Cuando ríes se te ve una barriga de tres meses. Felicidades nuevamente para ustedes. Frunció el ceño, contuvo la respiración y no volvió a hablar hasta que el dibujo estuvo listo. Lo miramos juntos y me sentí bastante orgullosa de lo bien que quedó para ser mi primer dibujo de un torso masculino. —Gracias por esto. Algún día seré tan obeso que ni recordaré lo que era ser sexy—ambos reímos y me miró—. ¿Recuerdas esa canción de cuando dibujaste a ese pájaro que se metió por la ventana? Cerré los ojos perdiéndome en ese recuerdo. Joe estaba poniendo un vidrio en mi ventana luego de que en un ataque de locura yo lanzara una silla contra este. Yo estaba molesta haciendo espirales en mi cuaderno hasta que esa pequeña avecilla de hermosos colores entró y se posó encima de mi televisor mirando detenidamente todo. —Hay amores, Shakira. Si y no, no la cantaré para ti. —Oh vamos, sonaba tan linda. —Porque no entendías nada—reí y le entregué el cuaderno—. Si quieres... La familiar melodía de la canción me hizo dar la vuelta para ver que Joe. Se había dado el tiempo de descargar una canción en su teléfono, cosa que jamás hacía porque él era un chico de cd's al que nunca verías con audífonos. Dramáticamente lancé los lápices lejos y solté mi cabello. Él dejó el celular sobre la silla y caminó lentamente hacia mí. Su manos se acomodaron en mi cintura y las mías subieron hasta su cuello, le sonreí mientras empezábamos a bailar lento y después de todo el maldito día y la maldita semana, finalmente estaba en paz con todo. Eso era lo que hacía a Joe tan especial para mí. Él no preguntaba demás ni buscaba explicaciones ni soluciones, solo compartía el momento en silencio y ese silencio callaba al resto, incluso a los pensamientos que me atormentaban y, a pesar de lo fabulosa que era Rita, sabía que yo causaba lo mismo en él. — ¿Puedes imaginarme siendo una madre? —Has sido una madre por nueve años, Devora—acomodé mi mentón en su pecho y le sonreí —. Harás un gran trabajo, solo no malcríes a nuestro hijo. Los latidos se escuchaban en mis oídos y Joe me miró. — ¿Estás de acuerdo con eso? —me levantó una ceja y dudé un poco—. Ya sabes, de crear un bebé que será nuestro. Ya nada podrá separarte de mí luego de eso. Obviamente no tendré problema en que el bebé te reconozca como padre. —Debes pensarlo bien, Devora. La opinión de Katherine sobre él será mucho más importante si todo sigue el plan. —Solo si logramos tener ese tipo de inseminación, pero ¿y si no? Si solo... —Bueno, hay que esperar. De todas formas, sabes que soy tradicional, pero puedo mantenerme anónimamente si quieres. Será más sencillo porque, después de todo, traes a ese bebé para Katherine y para ti. La canción terminó, pero no importó. Yo seguí cantándola en el pecho de Joe. Su mano subió por mi espalda hasta mi cabello y besó mi frente. Mi mente estuvo en blanco después de eso, pero solo por unos segundos. Recordé el pasado que estaba emergiendo muy insistentemente los últimos días luego del regreso de Evan. Me alejé. — ¿Qué sucede? Negué con la cabeza y me abracé a mí misma cuando mis sentimientos me noquearon. —Me sorprende lo mucho que dejas solos a Rita y Lucian—incliné mi cabeza a las escaleras y sonreí forzadamente—. Vete, gran chico. Mañana es un largo día. Intentó hablarme, pero fingí demencia hasta que se fue. Ese corto momento volvió a liberar mi creatividad y terminé pintando lo que me estaba atormentando constantemente. El pasado. En tonos grises capturé solo una cosa, un recuerdo agridulce y el único así. Muchas personas me habían lastimado y guardé rencor hacia ellas para ocultar las heridas que dejaron, pero solo a una había perdonado y seguía queriendo a pesar del dolor que pude sentir una vez. Lo único que dolía y sanaba a través de los años eran los ojos grises de Joe y la confianza y vida que puse en ellos.
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