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Conquistando a mi linda guardaespaldas

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Descripción

¿una rubia de ojos azueles es mi guardaespaldas?

Debe ser un chiste.

Fue lo que pensó Luan Swanson a aquella chica bajarse del auto en el que sería transportado, era nada más y nada menos que Milena Olsen a quién el mundo le debía mucho sin conocer su rostro y de quién Luan se aferraría con garras y dientes.

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Mi nuevo empleo.
Milena —¿qué es todo esto? Pregunté molesta al ver la cantidad de inconsistencias en los registros de pagos y ganancias obtenidas. —No lo sé Milena, recién me han avisado del mal manejo del dinero por parte de los administradores, si estuvieras a cargo de la empresa esto no estuviese pasando —me recriminó mamá como era de costumbre —te dije que era tu responsabilidad llevar la administración de la empresa. Sí, soy Milena Olsen, dueña de la empresa de seguridad que mi padre fundó, fui quién lo heredó y era quien debía hacerse cargo, pero recién me estaba graduando de la universidad cuando papá murió y ahora con veintinueve recién cumplidos no era mucho lo que yo podía hacer. —Ya hemos hablado de eso madre, sabes bien que no podía responsabilizarme de una empresa sin tener conocimiento en la materia. —¿qué no la tienes has dicho?, es inaudito Milena, ¿y todo lo que tu padre te enseñó dónde queda?, has resuelto casos imposibles, eres una gran investigadora y no solo eso, manejas las armas como manejar tu celular, sabes pelear ¿qué mas quieres?, inclusive sabes la dinámica de la empresa, no por nada tu padre te dejó la empresa a ti, además que tu hermano estuvo interesado en otros labores. —Está bien madre, está bien, tú ganas esta vez, tengo un año sabático antes de entrar nuevamente a mis labores, iré a ver que sucede, pero no como la jefe, lo haré como una empleada, así podré descubrir que tan grave es la situación, pero ya no me fastidies con lo mismo, no me gusta discutir contigo, sabes cómo ganarme y no me agrada perder, lo sabes bien. —Bien, bien, ya era hora hija, a mí tampoco me gusta discutir contigo, pero en ocasiones es necesario, no me obedeces cuando te digo las cosas, si lo hago es porque puedo ver que hay fallas y no me gusta, pero esta vez permítame decirte que es bastante grave lo que ha estado pasando en la empresa. Me preocupaba que mamá tuviese razón y nos adentráramos en una grave crisis financiera, nunca imaginaría que los administradores siendo los confidentes de papá pudieran hacerle tal daño aprovechándose de su muerte, bien dicen los ancianos, nacemos solos y morimos solos. —Bien, enviaré mi currículo, con suerte no sospecharan de mi nombre, digo ¿cuántas Olsen habrá en la cuidad? —Anda hija, deja de ser burlona, nunca vas a cambiar esa forma de ser, eres igual a tu padre, el vivo ejemplo de su espíritu. Ese era un verdadero halago por parte de mamá, mi único y gran amor fue mi padre y seguiría siéndolo hasta que muriera junto con su recuerdo. —Iré a dejar mis documentos, deséame suerte. Con mis documentos al día fui directo a la empresa a dejar mi solicitud de empleo, era ridículo pedir empleo en mi propia empresa y lo fue aún más la entrevista que me hicieron. —¿que si soy virgen? Pregunté extrañada, esas preguntas se habían omitido desde hacía mucho tiempo, ¿cuál era el afán de saber la intimidad de una mujer? —Son preguntas de rutina señorita, son parte del protocolo que me obligan mis jefes a seguir, entiendo si no le gusta este tipo de preguntas, créeme que no es de mi agrado hacer este tipo de pregunta, pero debo adaptarme a ello. —Entiendo, pues, no, no soy virgen, no tengo novio y no tengo una vida sexualmente activa. El chico parecía realmente apenado y yo ya había iniciado con una lista de las cosas que estaban mal en mi empresa, yo misma me había encargado de modificar ciertos reglamentos incluyendo la no contratación de personal femenino. Amaba a mi padre con todas mis fuerzas, pero su pensar era un poco antigua, la mujer era para estar en la casa y el hombre quien debía mantenerla, no mentiré al respecto, la idea de ser mantenida sonaba brillante para aquellas que les gustaba estar en casa, era una idea vaga que cruzaba mi cabeza al imaginarme en una mansión con un ala solo para mí, pronto esa idea se borró de mi cabeza, pues existía solo un pequeño problema, y es que esa no era yo, desde niña le demostré a mi padre mi potencial mejor que la de mi hermano, por ello, estuve varios años en campos militares hasta hacía un par de meses, había cumplido con mi servicio en el ejército, me había especializado en el área de criminología mientras prestaba mis servicios al país, me gradué con honores y me había convertido en una de las mejores detectives de mi país a pesar de mi corta edad. Eso fue lo que impresionó al chico que me estaba entrevistando. —¿acaso eres familia de los dueños? —No tengo idea quienes sean, digo, sé quienes son por sus nombres, pero no en persona. —Vendrás mañana a las pruebas de tiro al blanco y resistencia. No era por nada, pero ese era mi fuerte, tenía buena resistencia, sabía dónde y cómo disparar, además, sabía de defensa personal y era muy buena en una lucha, no cualquiera podía ganarme así de fácil. —Estoy muy complacida, estaré aquí a la hora indicada, muchas gracias. Estreché su mano, me miró sonriente y salí de aquella oficina, en primera instancia sabía que estaban pasando por alto una de las reglas que sugerí, al menos no habían implementado el no tener mujeres en la empresa como seguridad privada. —¿entonces? Preguntó mamá cuando recién había pasado por la sala de la casa. —Nada madre, me entrevistaron y ¿quieres saber cual fue la pregunta principal? —¿eres virgen? —Exacto, ¿ya lo sabías? —Estamos en decadencia, según encuestas en internet nuestra empresa es misógina y machista. —Tienes toda la razón, no podría ser diferente ahora que ya lo he vivido en carne propia. Caminé hacia la cocina, tomé un vaso de agua mientras escuchaba a mamá leer cada una de las opiniones que decían de la empresa de mi padre, de mi empresa, la que estaba según yo, cuidando con mi vida. —Madre, no leas más, créeme que me deprimo con solo escuchar lo que piensan de nosotros, si los administradores son culpables los haré pagar, créeme. Me dirigí a mi habitación cuando al final besé la mejilla de mi mamá pidiéndole unos minutos para descansar, venía llegando de un viaje de catorce horas, estaba exhausta y solo quería dormir una siesta. —Milena, despierta o llegarás tarde. Me levanté un poco aturdida, estuve fuera del país lo suficiente como para sentirme perdida por el cambio de horario. —¿qué hora es? Estaba aún en mi cama deseando que fuera un mal chiste, todo mi cuerpo quería descansar un poco más, quizá unas tres o cuatro horas más —Son las ocho de la mañana, tienes que estar a las diez en la empresa o perderás el empleo. Mi madre tenía razón, debía acatar esto como un empleo más y olvidarme que era yo la dueña. —Está bien, solo dile a Agustina que me preparé un vaso de café fuerte, no alcanzo a llegar. —Corre, corre. Mi único mal era que para alistarme duraba la mayor parte del tiempo, no sentía que era una chica superficial, pero siempre me gustó vestir bien, en otras palabras, verme bien presentable. Me desvestí mientras corría al baño, abrí la regadera cayendo un chorro de agua fría en mi espalda haciéndome gritar del dolor, coloqué la dicha en agua caliente y me bañé deprisa mientras está se calentaba. Se qué mi cuerpo y corrí por mi ropa, esa era la parte fácil, mi ropa siempre estaba ordenada por conjuntos, lo difícil sería escoger un conjunto en cinco minutos. —Corre hija. Gritó mamá apurándome, tomé el primer conjunto que encontré, una blusa blanca de manga larga y un bléiser en todo rosa, nos pantalones en color blanco también, corrí por unos zapatos, unos que pudieran combinar con el conjunto. —Me voy. Grité y mamá salió con mi vaso de café para llevar. —¿irás vestida así? —No tengo tiempo de cambiarme. Lo que efectivamente no combinaba eran mis zapatos de tono azul que por error me los tomé en lugar de los de color rosa. Corrí a mi auto, tenía tan solo menos de media hora para llegar a tiempo a mis pruebas, lo que me hacía pensar qué si como empleada estaba llegando tarde como jefa sería peor, pues tenía mucha más responsabilidad con mi puesto. —Buenos días. Saludé agitada tras correr desde el estacionamiento más cercano que tenía la empresa, ese sería otro punto que solucionar. —Justo a tiempo señorita, la están esperando, sígame. El mismo chico que hizo la entrevista me guio hasta las habitaciones, estar allí me recordó lo bien que lo pasaba de la mano de mi padre, sentí una lagrima salir y la limpié con rapidez, recordé por qué no había puesto un pie en este lugar, aquí todo me recordaba a papá, fui la primera mujer en probar estos tiros al blanca, fui la primera mujer en este lugar en imponer una marca ganándoles a muchos hombres. —Buenos días, ella es Milena Olsen, la chica que viene para la práctica. Aquel hombre viro a verme, sorprendido me saludo. —¿ya nos conocemos? Preguntó quitando sus lentes. —No estoy segura, de ser así lo recordaría. Mentí obviando las ganas de abrazarlo, aquel era el único hombre que había llorado la muerte de papá. —Sí, creo que me he confundido, tiene el rostro muy similar a la hija de un amigo. —Entiendo, es un placer conocerlo, ¿es usted uno de los administradores del lugar? —No señorita, soy un simple empleado. Aquello me dio coraje sin igual, él era uno de los encargados que dejé antes de irme a combatir en el ejército. —Comprendo. Miré el lugar y se miraba un poco descuidado, ¿qué estaba pasando con este lugar? Para mí era incomprensible, aunque también sabía que con la fuga de dinero que estaban haciendo los administradores era suficiente para tener este lugar así de descuidado. —Está es su arma —me lo entrega —¿ya has hecho esto antes? —Así es, fui militar en el ejército. —Muy bien, buena suerte. Coloqué mis audífonos y me dispuse a realizar la prueba, miré el cuadro donde yacía mi nombre en primer lugar Mile Olsen, decía exactamente, decidida a romper mi récord anterior comencé a disparar acerando todos los objetivos. —¡vaya!, eso fue sorprendente señorita. Siguió la prueba de resistencia y para esto me quité mi bléiser, pasé con un buen puntaje sobre los demás compañeros. —Si no fue porque dijiste no conocerme, diría que eres la misma Mile. —Honor que me hace señor, Salí junto con él directo a las oficinas de administración, allí estaban los dos cabrones que me estaban dejando en la ruina, riendo mientras mi dinero se estaba yendo a sus cuentas bancarias. —Ella es Milena Olsen, se ha postulado para el nuevo puesto. Ambos tipos me miraron y soltaron la risa. —Disculpen ¿cuál fue el chiste? Pregunté al borde de un ataque de ira. —No creo que hayas calificado para el nuevo puesto, sos rubia y de ojos azules. —Que observador es usted, pero, ¿qué le parece su observa la tabla antes de hablar? Obedeció sin objetar, al mirar la tabla su risa se borró por completo. —¿Milena Olsen? Ambos tipos se miraron asustados, debieron pensar en que su cuna de oro se había acabado, pero este solo era el principio de su fin. —Así es, Milena Olsen. —La hija de… Interrumpí antes de quedar en evidencia. —No sé de quien habla, pero no es de importancia, solo necesito que me digan se me quedé con el empleo o no. —Sí, sí. Menciona uno de ellos, el que lleva por nombre Damián. —Este es el contrato de empleo, fírmalo y aquí tienes una copia. Como buena chica, firmé la copia y me dejé el original sin que ellos lo notaran, salí de allí con mi nuevo gafete, mi arma y aquel documento que leería después. —Tengo el empleo. Grité una vez que abrí la puerta principal de la casa. —Eso es excelente hija. —Lo es madre, lo que me parece no tan bueno es que Damián y Alexander estén de administradores, ambas sabemos que eran amigos de papá por conveniencia. —¿qué traes en las manos? —Es el contrato mamá, dejé la copia que ellos me dieron —Eres astuta hija, muy buena jugada.

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