CAPÍTULO 19.-3

992 Palabras

Gary saca los documentos que le pedí y unos minutos después nos despedimos. Mientras él se levanta y camina hacia la puerta, yo me quedo allí, con las manos sobre el escritorio y el corazón latiendo fuerte, herido por mi pequeño… pero vivo. La villa se alzaba silenciosa cuando cruzamos las rejas. No es un silencio tranquilo, sino uno cargado, como la calma falsa antes de una tormenta. El motor se apaga, pero no fui capaz de moverme por unos segundos cuando Giuseppe sale del auto y me abre la puerta de atrás. Pero mi mirada está al frente, en el reflejo de las luces exteriores, se funde en el parabrisas con las lágrimas que no me atrevo a soltar. Respiro hondo. Una vez. Otra. Y luego, antes de salir del auto. —Buenas noches, Giuseppe —susurró y él asiente. Ha sido un día muy largo. Para

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