Capítulo 2

1654 Palabras
CALLUM No puedo evitar sonreír. Después de todos estos años, por fin llegamos. Lorenzo parece un hombre completamente destruido. Y su hija luce absolutamente deliciosa. Me divertiré rompiéndola... pero de una forma distinta. El abogado de Lorenzo toma el contrato e inclina la cabeza. —Haré las copias —dice, antes de escabullirse hacia la puerta. —Trae a nuestros hombres —ordena mi padre tras él. El abogado desaparece por el pasillo y, un segundo después, dos de nuestros hombres aparecen en su lugar. —Llévense a la chica a mi casa —ordeno. —¡No, por favor! —suplicó Martina. Sus bonitos ojos color avellana están abiertos y desbordados. Sin duda sabe cómo tirar de los pocos hilos que quedan de mis emociones, pero pronto aprenderá que conmigo eso no sirve. Martina puede culpar a su padre por eso. Mi breve tiempo con él de niño me volvió frío y despiadado. Y por eso estoy aquí hoy. Para arrastrarla de una jaula dorada a otra. De la torre oscura de Lorenzo a la mía. Solo que yo no seré tan gentil con esta princesita de porcelana. —Ya es demasiado tarde para eso, querida —dice su asqueroso padre. Apenas parece preocupado por ella. Está intentando salvar su propio pellejo, y eso es exactamente como lo planeamos—. Ya firmaste el contrato. —Lo hice para salvarte —dice Martina. —Y te lo agradezco —él le da la espalda, y una oleada de ira me golpea el pecho. El bastardo es tan frío como lo recordaba. ¿Cómo puedes tratar así a tu propia sangre? Esperaba un poco más de dramatismo de su parte. Ni modo. Esto aún no ha terminado. Seguro que estará cantando otra melodía para cuando haya terminado de atarla para siempre. Asiento a mis hombres y toman a Martina por los brazos. Una punzada de celos posesivos casi me derriba. No me lo esperaba, pero lo admito: suelo proteger lo que me pertenece. Especialmente si he pagado tanto por ello. Y especialmente si lo compré por venganza. Ese bruto de Lorenzo casi lastima a mi linda y delicada recompensa. Si mi padre no me hubiese calmado con una mano en el hombro, probablemente le habría disparado entre los ojos. —Nos vemos esta noche, florecita —le digo, más para molestar a su padre que para asustarla. Le espera un camino difícil, y me aseguraré de que sepa de quién es la culpa. Por suerte, Martina se deja llevar sin resistencia mientras mis hombres la arrastran fuera de la oficina de Lorenzo. Su gorila es rápidamente despedido también. Ahora solo quedamos tres. Papá, Lorenzo y yo. Viejos amigos. Enemigos hasta el final. —Eres malvado, Callum —murmura Lorenzo entre dientes. —Te equivocas —la furia me recorre las venas mientras me acerco al hombre frágil. Ya no es tan aterrador como lo recordaba. Pero yo tampoco soy un niño ya. Ya no soy su rehén. Él es el mío. Y su hija también. —No tienes derecho a usar mi nombre real. Cuando me convertiste en Brutus, sellaste tu destino. Para ti, soy Brutus. Solo agradece que no traje mi cuchillo. Mi padre se interpone entre nosotros, una presencia fría y calmada en esta tormenta furiosa. —Cosechas lo que siembras, Lorenzo. —Aye —dice el italiano con un falso acento irlandés—. Supongo que sí. —Al menos te compraste unos cuantos respiros más —escupo. El dinero que acabo de pagar por Martina puede ser una gota en el balde para nosotros, pero para Lorenzo es un salvavidas. El bastardo está en problemas. En serios problemas. Papá y yo hemos estado drenándolo deliberadamente desde que cumplí la mayoría de edad. Ambos deseamos venganza contra el hombre que destrozó a nuestra familia y empujó a mi madre a quitarse la vida. Mis puños se cierran al recordar ese funeral gris y lluvioso. Nunca pude despedirme. Lo único que me quedó fue esa pequeña chispa de esperanza. Ya no queda nada de eso, ni de mi paciencia para el hombre que la apagó. —¿Eso es todo? —pregunta Lorenzo, negándose a darse la vuelta para enfrentarnos. Se ve tan débil y patético que casi me enfurece haber permitido que tuviera poder sobre mí alguna vez. Solo eras un niño, Callum. —¿Te queda algo? —pregunto. —¡Llévate mi casa, por qué no! —dice Lorenzo, alzando los brazos y girándose hacia nosotros. —Creo que prefiero verte pudrirte aquí. Lorenzo mira hacia la cámara que instalamos en su oficina. —Me han hecho prisionero en mi propio hogar —niega con la cabeza. —Solo vigilamos nuestros activos —sonríe papá. —No me pertenecen —gruñe Lorenzo. —Pero todo lo demás sí —afirmo—. Incluso esos hombres armados afuera. ¿Son leales a ti o a tu dinero? Apuesto que al dinero. Harán lo que digamos y tú te quedarás aquí, pudriéndote en tu fracaso. Ahora tenemos control sobre todo lo que Lorenzo ha construido. Su familia. Sus negocios, legales e ilegales. Su sindicato. Pero aún no es suficiente. Si quisiéramos devolverle todo lo que hizo, estaría en el suelo con una bala en la cabeza. Eso llegará. Primero tiene que sufrir. Como nos hizo sufrir a nosotros. ¿Y todo para qué? ¿Avaricia? ¿Poder? Lorenzo se hunde junto a la ventana de su oficina y papá me pone una mano orgullosa en el hombro. A pesar de todo lo que aún falta por hacer, disfruto enormemente este momento. Esto es tanto para él como para mí. Papá y Lorenzo tienen historia. Ninguno estaría donde está sin el otro, pero tampoco habrían sufrido tanto. Pero Lorenzo empezó esta guerra. Nosotros la terminamos. Bueno, comenzamos a terminarla. No acabará de verdad hasta que esté muerto, pero no puedo dejarlo ir tan fácil. Papá no lo dice, pero sé que siente lo mismo. —Una última cosa —digo con una sonrisa. La rabia y el orgullo inflan mi pecho. Si llevarse a la hija de Lorenzo no lo derribó como esperaba, esta noticia sí lo hará. Lorenzo presiente el golpe que se avecina. Sus rasgos arrugados se caen hacia el suelo mientras mantiene sus ojos enfocados con furia en nuestra cámara. —¿Qué más tienen para quitarme? —Tu conexión con La Familia —dice papá antes de que yo pueda soltarlo. Solo puedo soltar una carcajada. Se lo merece, pero me habría encantado dar ese golpe. —¿Qué? —la mandíbula de Lorenzo casi toca el suelo. —Estás completamente excomulgado. Para siempre esta vez. El aire derrotado de Lorenzo se derrite para dejar paso a una indignación familiar. —¿Cómo demonios cree un salvaje irlandés como tú que tiene derecho a decidir eso? Papá ha estado tranquilo y sereno durante todo este proceso, pero ahora reacciona. —Este salvaje irlandés siempre fue el cerebro detrás de nuestra operación —alardea—. Claro, tú eras astuto, despiadado y frío, pero nunca habríamos llegado tan lejos sin esto —se señala la sien y luego la mía—. Y ahora tienes que lidiar con dos de nosotros. —Cuatro, en realidad —añado, refiriéndome a mis dos hermanos menores, Tomás y Cilian. Ellos también ayudaron. Lástima que no pudieron estar aquí. Estoy seguro de que habrían disfrutado viendo la cara de Lorenzo. —Malditos irlandeses de mierda... No podemos evitar reír. —Cuidado, Lorenzo. Ya estás empezando a sonar como los salvajes que tanto odias. —Ya veremos qué dice La Familia sobre esto... —Oh, ya no hablarás con ellos —sonrío—. Ahora todo pasa por nosotros. Ya sabes, desde que somos tus dueños. —¡Basura! La Familia nunca trabajaría con irlandeses, sin importar lo ricos y conectados que estén desde que los expulsé del inframundo. Puede que tengamos la ventaja ahora, pero Lorenzo está escarbando en un pasado oscuro, y una piedra de temor me cae en el estómago con los recuerdos que remueve. —No trabajan con nosotros —digo—. Trabajan para nosotros. Lorenzo se desploma en su asiento. —No... Una nueva furia se enciende en mí ante su reacción. Le importa más eso que su propia hija. Tal vez fui demasiado suave con la frágil princesa Conti. No importa. Cuanto más tiempo mantengamos vivo a Lorenzo, más podrá hundirse en la desesperación de ver cómo rompo a su hija. Me aseguraré de que vea hasta dónde estoy dispuesto a llegar para hacerlo sufrir. —Te será imposible contactarlos —dice papá, sacando su celular—. Pero nosotros aún tenemos su número. Te mantendremos al tanto del proceso. —... Y de tu hija —añado. —Malditos... —la voz que alguna vez fue fuerte y poderosa de Lorenzo está hecha pedazos. Me llena de alegría. Pero solo por un momento. Solo puedo experimentar felicidad en pequeñas dosis antes de que la oscuridad regrese. Mamá sigue muerta. Perdida para siempre. Nunca me despedí. Por culpa de este bastardo. —Fallaste, viejo... —Estaremos en contacto, Lorenzo —añade papá, señalando el final de esta reunión victoriosa. Lorenzo está prácticamente en coma y apenas nos reconoce mientras salimos de su mazmorra rumbo a nuestra base, con todos sus bienes en las manos. Pero aún no termino de saquear. Mi pantalón se ajusta al pensar en la pequeña y frágil recompensa que me espera. La princesa Conti es mía ahora. ¿Cómo algo tan hermoso pudo salir de alguien tan repugnante como Lorenzo? Martina es la última chispa de pureza en el mundo podrido de ese bastardo. Mi polla acabará con eso. Ella va a romperse por mí, y voy a disfrutarlo. No seré amable. No seré tierno. Seré despiadado, y me aseguraré de que ruegue por más. Solo entonces obtendré la venganza que tanto ansío.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR