Lo había escuchado más de una vez, ese popular dicho que de que el tiempo pasa lento cuando uno espera, pero su tiempo de espera había pasado tan rápido que ni siquiera se sentía real ver a ese par de bultos en el cunero a su derecha. Sofía estaba agotada así que, antes de cerrar los ojos, sonrió al hombre que roncaba en el sofá luego de una noche en vela cuidando un par de llorones. Ellos al fin se habían dormido, así que no desperdiciarían su oportunidad de dormir también. Cerró los ojos complacida, su vida había sido tan pacífica en los últimos meses que todo parecía un sueño; y por el sueño se dejó llevar. Un par de horas después, mientras su cuerpo se negaba a hacerlo, debió despertar por el agudo llanto de uno de los bebés. Fue un poco extraño escucharlo, porque en toda la no

