trato hecho

648 Palabras
DEBO SACARMELO DE LA CABEZA... Se miró en el espejo y pensó que, a pesar de los cosméticos de Lilian, tenía un aspecto vulgar. Nadie creería, ni por un momento, que Nicholas Morgan la pudiera haber elegido como acompañante femenina. Pero al menos se había puesto su vestido preferido, una prenda de seda azul. Afortunadamente era lo último que había metido en la maleta cuando se marchó de Francia y no estaba arrugado. Una vez más consideró la posibilidad de escabullirse; sin embargo, tendría que pasar por delante del salón y él se daría cuenta. Se sentía acechada, como si Nick fuera una pantera y ella, su presa. Tenia la sensación de que acercarse a Nick podía ser mucho más peligroso que todo lo que había sucedido hasta entonces. Suspiró, desesperada, y pensó que necesitaba el dinero y un lugar donde alojarse. Además, la idea de asistir a la fiesta no le preocupaba tanto. Pediría una copa, se retirará a alguna esquina y se volvería invisible hasta que llegara lo hora de marcharse. Aún se estaba mirando al espejo cuando llamaron a la puerta del dormitorio. –¿ Vas a tardar mucho más? –No, ya estoy lista... Se puso los zapatos de tacón alto y alcanzó un chal y un bolso pequeño antes de salir. Esperaba que él hiciera algún comentario, pero le lanzó una mirada y asintió. Incómoda, Marie se llevó una mano al cabello y dijo: – No sé qué hacer con mi cabello. Tal vez debería recogérmelo. – Así está bien –afirmó él, caminando hacia la salida–. ¿Nos vamos? Un par de minutos después, cuando ya estábamos sentados en un taxi, Marie se atrevió a romper el silencio. –¿ De quién es la fiesta? – Del uno de nuestros clientes mas importantes, es jefe de una de las mejores empresas– respondió él. –¿ Y vuestra empresa está haciendo un buen trabajo con ellos? – El mejor.  – Entonces, supongo que estarás entre amigos – comentó–. No entiendo que necesites ir con una mujer desconocida.  – Tu presencia en la fiesta será una especie de seguro personal para mi. Y ahora que lo pienso, debería hacerte unas cuantas preguntas antes de que lleguemos... Para empezar, ¿Cuántos años tienes? – Veinte – respondió – Pareces más joven. Marie estuvo a punto de suspirar. Al parecer, el maquillaje de Lilian ni siquiera había servido para que pareciera razonablemente refinada. –¿A qué te dedicas cuando no estás en el paro?–continuó él. –Soy secretaria. Trabajo para una agencia europea. Tengo talento con ordenadores, Hablo francés y chapurreo un poco de italiano. Además, lo sé todo de reservar mesas en restaurantes, dar excusas en nombre de la persona para la que trabaje, enviar flores, organizar viajes y hasta recoger la ropa sucia. –Por Dios... pareces una esposa tradicional. Marie jugueteó con la cadena de su bolso. – Es que Lilian no hace lo mismo por ti?  –Sí, claro que sí. Incluso podría decir que está a punto de convertirse en la esposa de otro gracias a lo que ha aprendido conmigo. Ella soltó una risita. –Yo no diría eso delante de ella –le recomendó. –Ni yo –dijo Nick, sonriendo–. Pero, ¿que pasó con tu empleo? ¿Tuviste algún problema con las reservas de restaurantes o con las flores? Marie apartó la mirada, nerviosa. –Se produjo un... malentendido. Uno que no pude resolver. Él tardó un momento en hablar. –Comprendo –dijo. Marie pensó que no podía comprender nada; pero se acababan de conocer y no quedaría darle más explicaciones. – Ya que que estamos con preguntas, deberías decirme cómo debo dirigirme a ti duramente la fiesta. ¿Te llamo por tu nombre, Nick? ¿O Prefieres que te llame Radley, como lo hace Lilian?
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