**EMILIA**
Llevo un mes ejerciendo mi profesión en el hospital, y no ha sido fácil. Hay tanto que aprender y enseñar. Me asignaron al área de emergencias, donde llegan los casos más graves. Me siento cansada, pero debo seguir; no voy a defraudar a mi padre.
Trabajar en emergencias es un desafío constante. Cada día me enfrento a situaciones críticas que requieren decisiones rápidas y precisas. He visto de todo: desde accidentes graves hasta infartos y situaciones de vida o muerte. La presión es inmensa, pero también es increíblemente gratificante saber que puedo marcar la diferencia en la vida de las personas.
A pesar del cansancio, me esfuerzo por mantenerme enfocada y dar lo mejor de mí. Mi padre siempre ha sido una fuente de inspiración para mí, y no quiero defraudarlo. Su dedicación y compromiso con su trabajo me motivan a seguir adelante, incluso en los días más difíciles.
Además, he encontrado apoyo en mis compañeros de trabajo. Somos un equipo unido, y eso hace que las largas horas y los momentos de estrés sean más llevaderos. Aprendo algo nuevo cada día, y también tengo la oportunidad de enseñar a los más jóvenes, lo cual es muy gratificante.
—Doctora, Emilia, tenemos un paciente con una reacción alérgica severa. Nada de lo que le damos parece funcionar.
—Vamos a verlo de inmediato. ¿Qué síntomas presenta?
—Tiene dificultad para respirar, hinchazón en la cara y el cuello, y urticaria por todo el cuerpo.
—Entendido. Preparen una dosis de epinefrina y asegúrense de que tengamos oxígeno listo. Necesitamos estabilizarlo lo antes posible.
—Sí, doctora. Aquí está la epinefrina.
—Perfecto. Administremos la epinefrina y monitoreemos sus signos vitales de cerca. También necesitamos averiguar qué desencadenó esta reacción para evitar futuros episodios.
—Ya estamos en eso, doctora. Estamos revisando su historial médico y preguntando a sus familiares.
—Excelente. Mantengamos la calma y trabajemos juntos. Este paciente necesita nuestra máxima atención.
Mientras trabajamos para estabilizar al paciente, siento una mezcla de adrenalina y responsabilidad. Cada caso en emergencia es un recordatorio de por qué elegí esta profesión. Aunque el cansancio es constante, la satisfacción de ayudar a alguien en un momento crítico es incomparable. No voy a defraudar a mi padre ni a mí misma. Estoy aquí para hacer una diferencia.
Mientras administramos la epinefrina, el paciente comienza a mostrar signos de mejora. Su respiración se estabiliza y la hinchazón empieza a disminuir. Siento un alivio inmenso al ver que nuestra intervención está funcionando.
—Parece que está respondiendo bien a la epinefrina. Sigamos monitoreando sus signos vitales y aseguremos que esté cómodo —digo, dirigiéndome al equipo.
—Sí, doctora. Estamos atentos a cualquier cambio —responde una de las enfermeras.
Me acerco al paciente y le hablo con calma.
—Hola, soy la doctora Emilia. ¿Cómo te sientes ahora?
—Mejor… gracias, doctora. Pensé que no lo lograría —responde con voz débil pero agradecida.
—Estás en buenas manos. Vamos a seguir cuidándote y asegurarnos de que te recuperes completamente.
Después de estabilizar al paciente, me tomo un momento para reflexionar sobre la intensidad del día. A pesar del cansancio, me siento orgullosa de haber podido ayudar a alguien en un momento tan crítico. Este es el tipo de situaciones que me recuerdan por qué elegí esta profesión.
Mientras me preparo para atender al siguiente paciente, pienso en mi padre y en cómo su dedicación y compromiso siempre me han inspirado. No voy a defraudarlo. Estoy aquí para hacer una diferencia, y cada día en el hospital es una oportunidad para aprender y crecer.
La vida en emergencias es desafiante, pero también increíblemente gratificante. No me queda mucho tiempo para descansar; me han avisado que han ingresado tres hombres con heridas graves tras un accidente en moto.
Me dirijo rápidamente a la sala de emergencias, donde el equipo ya está trabajando para estabilizar a los pacientes. Las lesiones son graves: fracturas múltiples, contusiones y posibles lesiones internas. La situación es crítica, y cada segundo, cuenta.
—Doctora, uno de los pacientes tiene una fractura expuesta en la pierna y está perdiendo mucha sangre —me informa una de las enfermeras.
—Preparen una transfusión de sangre y llamen al cirujano ortopédico de guardia. Necesitamos estabilizarlo antes de llevarlo a cirugía —respondió con firmeza.
Otro paciente presenta signos de trauma craneal y está inconsciente. Ordeno una tomografía computarizada de inmediato para evaluar la gravedad de la lesión. El tercer paciente tiene quemaduras por fricción en gran parte de su cuerpo, además de varias fracturas.
—Mantengamos la calma y trabajemos juntos. Cada uno de estos hombres necesita nuestra máxima atención —digo, dirigiéndome al equipo.
A pesar del cansancio, me esfuerzo por mantenerme enfocada y dar lo mejor de mí. La presión es inmensa, pero también es en estos momentos cuando siento que realmente estoy marcando la diferencia. No voy a defraudar a mi padre ni a mí misma. Estoy aquí para salvar vidas y hacer todo lo posible por mis pacientes.
Mientras trabajamos incansablemente para estabilizar a los tres hombres, siento una mezcla de adrenalina y responsabilidad. Cada caso en emergencia es un recordatorio de por qué elegí esta profesión.
Mientras seguimos trabajando incansablemente para estabilizar a los tres hombres, el ambiente en la sala de emergencias es tenso, pero lleno de determinación. Cada m*****o del equipo sabe exactamente lo que debe hacer, y la coordinación es clave.
El paciente con la fractura expuesta es llevado a cirugía después de recibir la transfusión de sangre. El cirujano ortopédico está listo para intervenir y reparar la fractura. Mientras tanto, el paciente con el trauma craneal es llevado a la tomografía computarizada. Los resultados mostrarán la gravedad de la lesión y determinarán el siguiente paso en su tratamiento. —Busquen los familiares de estas personas.
—Enseguida, doctora.
El tercer paciente, con quemaduras por fricción y múltiples fracturas, es estabilizado y se le administran analgésicos para el dolor. Se prepara un plan de tratamiento para sus quemaduras y fracturas, y se coordina con los especialistas necesarios.
Cada vida que salvamos es un recordatorio de por qué elegí esta profesión. La gratificación de saber que estamos haciendo una diferencia es lo que me impulsa a seguir adelante, incluso en los momentos más difíciles.
Después de varias horas de intenso trabajo, finalmente logramos estabilizar a los tres pacientes. Aunque el día ha sido agotador, la satisfacción de haber ayudado a salvar vidas es incomparable. Me tomo un momento para respirar y reflexionar sobre la importancia de nuestro trabajo.
Mientras me preparo para atender el siguiente caso, pienso en mi padre y en cómo su dedicación y compromiso siempre me han inspirado. Estoy aquí para hacer una diferencia, y cada día en el hospital es una oportunidad para aprender y crecer.
—Terminamos por hoy, tómense un pequeño descanso.
—Gracias, doctora. Ha sido un día largo.
—Estaré en mi consultorio para cualquier cosa. Si necesitan algo, no vayan a dudar en llamarme.
—Descansa, doctora. Te lo has ganado.
Me dirijo a mi consultorio, sintiendo el peso del día en mis hombros. Me siento agotada, pero también satisfecha con el trabajo realizado. Cada día en emergencias es una prueba de resistencia y dedicación, y hoy no ha sido la excepción. Me siento en mi escritorio y cierro los ojos por un momento, permitiéndome un breve respiro.
Entretanto, reviso algunos informes y preparo todo para el siguiente turno, me doy cuenta de lo importante que es encontrar un equilibrio entre el trabajo y el descanso. La vida en emergencias es intensa, pero también es vital cuidar de uno mismo para poder seguir cuidando de los demás.