Capitulo 9

1905 Palabras
Capítulo 9 ¿Piadosa? Vi sus gestos cuando sus uñas marcaron mi espalda o las marcas de mi cuello, espero a que gritara y eso después con la mente fría me hizo ver el daño que esta mujer lleva dentro. Quiero golpear ese imbécil, hacerlo trizas. —Buenas tardes —entra Luis entregando las carpetas, muerdo la lengua, intentando ser lo más profesional que puedo. Laura entra como si fuera la dueña, pero viene hacia mí, busco en mi memoria que se me olvido y observo a mi hermano en busca de ayuda, pero niega divertido. Me agarra de la barbilla enterrando sus uñas en mi piel, debo decir que me molesta que lo haga, pero no objeto sería ponerme en evidencia. Esto se volverá un caos, lo hace para alzar mi barbilla y ver mi cuello, suelto un bufido. Los chismes se mueven rápido y eso acabo de llegar. Doy un manotazo para alejarla y vuelvo mi vista a Luis, esperamos que hable, pero su cara cambia cuando se sienta Laura a un lado mi y él la ve tratando de correrla con la mirada. —Puedes empezar —hace un movimiento con la mano Fray mientras ve unos documentos sin darse cuenta de su actitud. —Ella no debe estar en su casa —ese comentario hace que Fray levante la mirada molesto. Laura se levanta, pero la detengo empujándola en la silla de nuevo. No me pierdo esto, es fácil saber qué tipo de hombre es solo con una frase. —Que sea la última vez que te diriges a mi mujer de esa forma o de cualquier otra. A ella bésale los pies cuando pases —ruge molesto. Él se limita a asentir y comenzar con su presentación, al ser gerente de la sede de la ciudad manejaba números y estadísticas, las cuales deben concordar con las que tenemos, debo admitir que es bueno en su trabajo. En cuanto se retira, Laura me observa. —¿Cómo se llama? —dice ilusionada, creo que le afecta estar rodeada de hombres. —No sé —hago una línea con los labios conteniendo la risa al ver su cara indignada. —Pero quiero volver a verla —agrego, por lo que suelta un grito emocionada y se lanza a mis brazos. —Dime que no está loca como Luisa —súplica haciendo un puchero. —Es una fiera —bromeó haciendo que ría. —¿Qué hay de la demanda? —suelta, Fray, para observarme Eso hace que todos lo hagan. Diablos, están enterados. No preguntaré. —En mi basura —suelto con altanería. —Debes resolverlo —me señala. Es una advertencia por lo que hago una mueca. Laura levanta para sentarse en las piernas de Fray mientras él lee unos documentos, por lo que nos despedimos saliendo del lugar dejándolos solos, sabemos lo que harán. Evado a mis hermanos con facilidad cuando se distraen. Decido caminar por el bosque, he dejado mi auto en la cabaña cuando uno de mis hermanos fue por mí. Esta semana Luis trabajará en casa, si mis pensamientos son correctos eso hará que ella en cualquier momento llegue a mí. Necesitará una escapatoria por lo que esta semana he adelantado trabajo. Fray parece contento con ello y preocupado, ya que mis intereses tiene piernas. Mañana iré a su casa y diré lo de la abogada. Le echaré la culpa a mi hermano si él llega a preguntar. Entro a mi casa para comenzar a quitarme el traje y darme un baño. Me coloco solo el bóxer y me voy a dormir, de alguna forma mi cama aún tiene su olor como si la hubiera marcado, ese pensamiento me causa gracia, creo que debo hablar con Laura, es la única que me dejaría hablar antes de gritarme. Después de dormir un rato me levanto para ir a comprar un calentador que es un lío colocar, pero que logro cuando leo las instrucciones. Regreso dentro para ver qué hay en los topers y calentar la cena, el día ha pasado demasiado rápido. Es bueno despertarse sin que nadie te levante, me doy un baño y me visto con pantalón de mezclilla y camisa de cuadros sobre una camiseta negra para colocarme calcetas y las botas, ato mi cabello creo que es momento de cortarlo. Camino hasta su casa tranquilo cuestionándome como es que no compre este terreno antes. Me he visto a escondidas expediente mientras Laura y Fray se daban amor en la sala de juntas, ahora estoy preparado para anticipar la mayoría de los movimientos del enemigo. Tocó la puerta que ahora es café, la fachada ya está pintada casi por completo de su antiguo tono blanco. Esta tiene pinta de ser una casa perfecta. Mente fría, Silas, recuerda sé un ángel y hazlo quedar mal. Abre la puerta Luis, que me mira de arriba debajo de manera molesta. —Creo que te equivocaste —dice mirando a todos lados. —Son los únicos que se han mudado —respondo obvio, bien empezamos mal, así que le doy una sonrisa divertida diciéndole que en efecto le tocaré los cojones. —Me ayudó hace unos días una señorita llamada Gales, me dijo que era abogada —parece analizar lo que digo, suelta un bufido y me permite pasar. Me lleva a lo que parece ser la cocina, el lugar es bonito aunque hay pocos muebles y aún hay polvo, no parece ser que deseen quedarse. —Gal, te buscan —lo escucho decir y es cuando la veo, trae una blusa color beige que deja descubierto un hombro y un short de mezclilla que le llega hasta la mitad del muslo y descalza, hasta desalineada y hermosa. Un niño castaño come haciendo un desastre mientras ríe ignorándonos por completo, hasta me siento culpable de interrumpir, la escena es preciosa. Así que él es su “hijo”, debe tener tres años al menos. En cuento nuestras miradas se encuentran observó a Gal morder su labio ocultando una sonrisa, al menos es feliz de verme. Pero se repone rápido, hace un lado la cabeza pareciera que observa que esté todo en orden, me doy cuenta del miedo que marca sus facciones. Para cuando su mirada regresa a mí me doy cuenta de que esos ojos no tienen brillo, ya no es mi Gales. Eso me duele, es como ver a alguien desconocido. En mi cama con la que platique es otra. Escanea mi cuerpo de forma discreta, cuando su esposo se mueve hacia el pequeño. Sé que debo irme, no debo interferir, sin embargo, no voy a dejarla sola. Está a la deriva y sé lo que se siente, no es tanto por lo que siento por ella, aunque puedo seguirme mintiendo. —Disculpa, he preguntado en el pueblo —doy una sonrisa inocente que no me cree. —Cuando me ayudaste con el auto, me comentaste que eras abogada —asiente. —Claro, ¿Qué necesitas? —se levanta y limpia un poco su cara y ropa, como si lo necesitará. Le extiendo un fólder que por cierto saque de la basura y los otros que tenía en uno de los muebles de la cocina. Ojea los documentos mientras su expresión incrédula se profundiza. —Mi esposa no necesita trabajo —suelta molesto Luis. Sé que no lo necesita, mi hermano paga bien, pero puede hacerlo como pasatiempo, al menos es lo que pienso. —Estudio una carrera para no ejercerla, eso es estúpido —suelto, mordaz, muerdo mi lengua después. —Pero me puedo ir —me encojo de hombros, le doy una mirada altanera a Luis y me acerco para agarrar los sobres y dar media vuelta. —Espera —pide Gales, como si estuviera a punto de quitarle su juguete nuevo, me detengo esperando su respuesta que parece reflexionar por un largo rato. —Lo tomaré —dice insegura, pasa sus dedos por el cabello alborotándolo, parece indecisa y evita la mirada de su esposo. —Gales, mi amor —su tono me molesta, es una llamada de atención pasiva. —Quiero hacerlo —dice por lo bajo y al final lo mira. Está determinada. —¿Qué pasará si tú mueres y no sabe hacer nada? —suelto a la defensiva. Crear inútiles es uno de los primeros problemas mundiales, me cagan ese tipo de personas. —Tendrá mi dinero —responde obvio. ¿Con cuántos hijos que saldrán? Me trago mi comentario mordiendo mi lengua. —Seguro, también un marido que le ayude —mi comentario hace me mire con los ojos entrecerrados. Ella nos ignora hasta que se golpea con el sobre y me mira. —¿Cómo puedes tener una demanda tan importante y actuar como si nada? —casi me grita, sé que no es importante, lo dice sobre lo que trata. Gales es una mujer que cree en el romance bobalicón, flores, chocolates, serenatas y los príncipes azules. Luis está sorprendido de la reacción de ella, lo que me hace pensar que no es muy expresiva, pienso lo que diré que esté a mi defensa de una mujer que piensa que un convenio de matrimonio es valioso. Aunque parece más feliz de tener un caso. —Estaba —doy comienzo a mi excusa recordando todas las veces que mande por un tubo a Robert y a su hermana. —¿Ocupado? —no hay ninguna respuesta lógica para contradecir a mi lógica de rechazar algo absurdo. Me mira escéptica, sabe que miento y no es que me esforzará, simplemente no me salen las mentiras que con facilidad digo, además de que suelo improvisar muy bien. —Te están demandando por no casarte —señaló lo obvio, quiero bufar y decirle ¿Crees que me importa?. —No me casaré con alguien que no quiero cuando he encontrado a alguien —confieso en un susurro evadiendo su mirada. No puedo creer que dijera eso, pero la indirecta le llegó. —¿En serio? Tu padre nos había casado en la forma que nos encontró en esa ocasión en tu habitación —intenta hacer un movimiento atrayendo su atención. No me lo pierdo, su risa es viva mientras la de Gal es melancólica lo mantiene ahí como un recuerdo y no como una anécdota que repites hasta cansarte. Me devuelve la mirada dándose cuenta de que fue atrapada. —Me encargaré —dice convencida, extiendo mi sonrisa, es el momento antes de que se arrepienta, saco los demás sobres. Van desde manutención hasta gastos que supuestamente debo pagar al ser mi novia, uno si me causo gracia, gastos de boda que se canceló, ni siquiera hubo tal y ya me la están cobrando. —Cuando dije que necesitaba un abogado era en serio —le recuerdo divertido. —En el pueblo hay uno y da la casualidad de que es el hermano de la que me demanda —suelto con pesar, pero ella se ríe de mis desgracias. —Quizá debas casarte, no es tan malo —Luis interviene mientras limpia el desastre del niño. —Lo es si no es por amor. No me voy a arriesgar que me sea infiel y tenga un hijo que yo tenga que mantener. Conozco su reputación, no gracias —suelto de manera inocente, pero el golpe a sido directo a Luis que da una sonrisa tensa. Ho, vamos, ¿No habrá contraataque?
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