SIETE. No importa cuantas veces me haya masturbado durante la última semana. Con el sedoso coño de Jessy envuelto alrededor de mi polla, soy una bomba de relojería. Deja escapar un suspiro entrecortado. Sus pezones han estado duros como diamantes desde que se quitó a blusa. Agarro cada uno de ellos entre mis labios mientras se mece contra mí. —Mierdaaa, Siete— Aprieto mí agarre alrededor de su pequeña cintura, asegurándome de que no haya ni un centímetro de espacio innecesario entre nuestros cuerpos. —Cabalga como quieras. Soy tuyo— Su boca se abre, la mirada más sexy y tierna a la vez que abrasa su rostro. No follo sin condón con nadie, y mucho menos con la hermana del cliente a quién se supone que no debo tocar, pero con Jessy todo está perdido. Lo supe en el momento en que la conoc

