CAP 2

868 Palabras
Han pasado varias horas y despierto sobre una cama grande y cómoda, aún con mareos y sin recordar nada. La habitación está oscura y fría. Es amplia, con un enorme clóset, y cuando giro la cabeza entre la penumbra, alcanzo a ver un balcón. Rápidamente me levanto y lo abro. La brisa helada golpea mi rostro. Es de noche. —¿Cuánto tiempo dormí? —susurro, confundida—. ¿Es otro día… o la misma noche? Entonces, como un golpe seco, recuerdo que he sido secuestrada. Me acerco al balcón buscando alguna forma de escapar, pero al mirar hacia abajo, veo que estoy demasiado alto. Imposible bajar. Alzo la vista y noto algo extraño: el lugar parece una base militar. Hay varios hombres entrenando abajo, incluso a esas horas. Retrocedo confundida. No entiendo qué hago aquí. Mi cabeza da vueltas. Tomo la sábana de la cama e intento hacer una cuerda improvisada para bajar. Estoy anudando las telas cuando escucho una voz grave, profunda y burlona que me hiela la sangre: —Eso no te va a servir. Volteo de golpe, el corazón acelerándose. Hay alguien sentado en la esquina de la habitación, entre las sombras. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? El hombre se levanta lentamente. Es alto, de cuerpo fuerte, con ese porte militar que muestra respeto y miedo al mismo tiempo. La oscuridad no deja ver bien su rostro, pero siento su mirada fija sobre mí. Trago saliva y trato de recuperar la compostura. —¿Tú… quién eres? Mi voz tiembla, aunque mi enojo crece más rápido que el miedo. El hombre se detiene frente a mí, demasiado cerca. Su presencia me abruma —Estás aquí por un pequeño capricho mío. —¿¡Capricho!? —grito, furiosa—. ¡¡Qué estupidez es esa!! ¿¡Qué hago aquí!? ¿¡Quién eres tú!? Él se detiene unos pasos frente a mí, con las manos detrás de la espalda, con una mirada fría y penetrante y me responde con un toque burlón. —Soy el coronel Lev Koch, 27 años —responde—. División de Inteligencia y Contraespionaje, excomandante de inteligencia militar. Sus palabras me impactan y veo la situación de forma ridícula. Era militar, sí, pero de alto rango. Eso explicaba el uniforme, la base… y también por qué nadie parecía reaccionar ante lo que estaba ocurriendo. —Tus hombres allá afuera… —digo, señalando el balcón con la barbilla—. ¿Saben lo que estás haciendo? Lev sonríe apenas. —Ellos obedecen órdenes, no hacen preguntas. —¿Ni siquiera cuando su líder secuestra a alguien? —replico, sin apartar la mirada. Se inclina un poco hacia mí, con una calma que resulta más aterradora que cualquier grito. —Para ellos no eres una prisionera, Anya. Eres… un activo de observación. Nadie se atreverá a intervenir mientras la orden venga de mí. Aprieto los puños con rabia analizando cada movimiento, cada palabra. Lev se da cuenta y su expresión cambia, curioso. —No estás llorando. No estás suplicando. —dice con voz baja— Eres más fuerte de lo que parecías en las cámaras. —Cámaras? ¿De qué mrd hablas? no me conoces —respondo con frialdad y enojo — no sabes nada de mí, ni siquiera sé porque me traes a este estúpido lugar... Él se ríe con calma, una risa baja y peligrosa, y toma mi brazo con fuerza, obligándome a acercarme a él y su mirada se clava en la mía. —Te vi hace tiempo —continúa—. Fue por casualidad. Una cámara de vigilancia, una calle cualquiera… y tú estabas ahí. —¿Qué…? —susurro, sin entender. Él me acerca aún más invadiendo mi espacio. Su nariz respirando mi aroma y su aliento caliente chocando en mi cuello. —Revisaba material de rutina, nada importante. Pero entre tanta gente… todos iguales, todos apurados, todos vacíos… tú eras distinta. Te vi caminar con tus audífonos, tranquila, sin mirar a nadie, con tu ropa holgada y mirada fría. No parecías tener prisa, ni miedo, ni necesidad de nada. Y eso… me perturbó… Lo dice con una serenidad que me aterra y me enfurece. —¿Me estabas… observando? —pregunto, retrocediendo un poco. —Semanas —responde sin dudar—. Te observé durante semanas. Te sentabas sola, hacías tus tareas, reías contigo misma… eras silencio en medio del ruido. Su mirada se endurece. —No lo entiendes, ¿verdad? —su voz se vuelve más baja, casi un susurro— Quiero conocerte más... eres tan misteriosa y hermosa. ¿Cómo alguien puede vivir sin órdenes, sin miedo… libre? Da un paso hacia mí. —Tú representas todo lo que quiero ahora Anya. Mi cuerpo se tensa. Intento apartarme, pero él se acerca aún más, sus ojos brillando entre la penumbra. —No me mires así —dice con una leve sonrisa torcida—. No planeo lastimarte… a menos que me obligues. Me quedo paralizada. Siento su respiración cerca, pesada, calculada. No sé si gritar o quedarme quieta. Y entonces, con esa misma calma inquietante, susurra: —Ya no estás en tu mundo, Anya. Estás en el mío…
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR