Capítulo 2

3332 Palabras
Mamá logró recuperarse rápido después del lavaje de estomago que le hicieron, sólo bastó descansar y en la noche cuando se despertó, volvió a hacer bromas al respecto como si fuese gracioso verla tan degradada por la maldita droga, después de su pedido de disculpas que no quise aceptar en voz alta. Yo ni siquiera estaba lista para afrontar todo sola, papá se negó a hacer más de lo necesario, me carcomió el cerebro todo el camino al hospital aclarándome que no iba a poner ni un solo centavo en ninguna clínica de rehabilitación ni en profesionales que la ayudaran, él estaba harto también de hacerlo por mí y aunque me doliera no podía culparlo de no querer ayudarla más, ella nunca lo valoró. Por lo tanto, me tocaba tomar las riendas de la situación y lo primero fue negarle mi completa atención cuando estuvo estable para justificarse y contarme que solo estaba probándose a sí misma que ya no le gustaba la cocaína, y lo que sucedió fue un “accidente”. Roberto era un buen hombre para suerte de todos, me prometió que iba a estar para ella en todo lo que hiciera falta cuando escuchó que papá le dijo a los médicos que no iba a pagar la rehabilitación que le sugirieron, me pidió que no me preocupara y hasta mencionó que no nos dejaría solas, ni a ella ni a mí. Me había sorprendido cuando se puso a salir con mi mamá porque no tenían absolutamente nada en común, él era un administrativo, responsable y eficiente, ni siquiera tomaba cerveza y vestía de traje, muy disímil a mamá que usaba jeans desgastados y remeras viejas de los Ramones. Era un pobre inocente según yo, pero estuvo firme a acompañarme durante el proceso de internación y no me quedaban palabras de agradecimiento hacia su actitud. Papá tuvo que volver al trabajo cuando finalmente mamá despertó, me dijo que me buscaría cuando salía pero tenía que quedarme, así que cuando Roberto escuchó que le estaba indicando todo lo que necesitaba a Olga por teléfono, esperó a que cortara para intervenir. —Mia si no te molesta, esta noche me voy a quedar yo con tu mamá, mañana no trabajo y vos necesitas descansar. —Vos estás desde antes que yo, no pasa nada, puedo quedarme. —Yo estoy bien, vos viniste del colegio, en serio, quiero hacerlo. —me dijo apoyando su mano en mi hombro y lo reconsideré ya que me sonrió dulcemente. —Andá a tu casa, comé algo y descansá, vení mañana…prometo mantenerte al tanto de todo. —Pero… —Realmente quiero quedarme. Exhalé el aire que contenía cuando noté en su mirada la sinceridad, yo estaba muy cansada pero era mi mamá después de todo, era mi obligación quedarme con ella, sin embargo sabía que estaría bien con él y asentí accediendo a su petición. Miré a mi mamá y ella parecía tranquila, la quería pero me frustraba tener que ser yo la más madura al respecto, a sus cuarenta y cinco años todavía no comprendía que la droga era mala y quizá nunca lo fuera a comprender, así como yo a creerle cuando decía que ya no era parte de nuestras vidas su adicción. Llamé a mi papá para avisarle que no me quedaría en la clínica, intentó pasar a buscarme pero me quedaba más cerca ir la casa de ella, así que lo convencí diciéndole que me tomaría un uber, sin embargo como no quería prender el celular aún, me tomé el primer colectivo que pasó. Los mensajes llovieron apenas vi mi pantalla, pero el único que vieron mis ojos fue el de él, apareció finalmente entre los primeros chats y me removió después de tanto tiempo, por lo que respiré hondo con el corazón desbocado al abrirlo. Ya sé que yo también mezclo las cosas, pero al menos decime que estás bien por fa. Estoy bien. Le contesté sin saber qué más escribir y me visó de inmediato, esperé con los nervios a tope alrededor de un minuto hasta que salió de la línea sin contestarme, y como no quería ocuparme de esas pequeñas tonterías, me distraje todo lo que me llevó de viaje contestando mensajes a mis amigos y personas que se enteraban de lo de mamá. Era muy tarde y todo estaba muy oscuro y desolado cuando bajé en la parada, hacía mucho frío por lo que me cerré mejor la campera y comencé a caminar, mi sensibilidad no ayudaba mucho a sentirme bien así que me apresuré a llegar a casa para meterme a la ducha y a la cama lo más pronto posible, pero el portón principal no ayudó a mi necesidad de entrar, se me trabó la llave y luché con eso unos segundos, hasta que escuché el ruido de la moto que conocía muy bien y me paralicé. Miré por encima de mi hombro y Franco se acercó en la moto, debilitándome las rodillas más de lo que quería aceptar con su presencia tan magnética y sin un ápice de contrición por estar visitándome sin que le diera mi aprobación. — ¿Qué querés? —le pregunté con el corazón desbocado y con las manos quietas sin intentar abrir la puerta, a pesar que me temblaban de los nervios y el frío. — ¿Estás sola? —Franco... —me di la vuelta para enfrentarlo y sin decirme nada, apagó la moto para bajarse y acercarse a mí. —por favor te pido, no me siento bien, terminamos ¿no te acordas? —Sí, pero estás mal y no tiene nada que ver lo nuestro... quiero saber cómo estas, ¿por qué estás así? Respiré hondo y el portón decidió cooperar por algún milagro, abrí y sin querer lucha con nada más me corrí al costado para hacerlo pasar, le llevó dos segundos decidir entrar, pero antes miró la moto con discreción, como si yo me creyera que no le importaba la seguridad de su moto por verme a mí. —Entrala. —le dije y subí al porche para abrir la puerta de la casa. Tardó y en todo ese tiempo pude encender las estufas e ir al baño a arreglarme un poco la cara, había estado llorando y se notaba bastante. Al volver a la cocina, me puse a hervir agua para un té porque no había comido nada y aunque no tenía hambre, tenía frío. Él entró y me encontró pronto, se apoyó a mi lado en la heladera y esperó unos segundos en silencio que, como siempre no era incómodo entre nosotros, al menos yo lo sentía cómodo por más que me latiera el corazón a mil y lo escuchara hasta en mis oídos. No entendía de mí por qué lo había dejado entrar, pero estaba tan cansada que no me importaba soportarlo. —Hablame por favor. —me dijo, toqué con los dedos fríos la taza que elegí para el té y me animé a decírselo, con él no tenía vergüenza de admitir nada. Tragué y murmuré lo que me apenaba decir. —Internaron a mamá, por sobredosis… es…es más de lo mismo, nunca se va a recuperar. — ¿Por qué no? —Vivo esto desde que tengo memoria, ya la conozco. —dije con la voz quebrada sin que me diera cuenta que el nudo volvía a mi garganta y para no largarme a llorar, lo hice salir de la puerta de la heladera así podía abrirla, pero me lo impidió y antes que pudiera darme cuenta, me estaba acercando a su cuerpo envolviéndome con sus brazos y yo sollocé sin poder controlarlo. Me largué a llorar y lo abracé con la misma fuerza que él me rodeó, escondiéndome en el lugar más calmo del mundo que por consecuencia, era mi favorito y yo había proclamado mi lugar. Entre sus brazos ese frío y dolor que sentía hasta en el alma se apaciguó porque pude dejarlo ir todo hasta que no tuve más lágrimas, porque él me contuvo y supo cómo hacerlo sin esfuerzo aunque podía sentir su corazón a través de su pecho apegado al mío. Me quería embriagar de su exquisito olor y me di cuenta que comencé a sentirlo como a su calor, cuando la paz que me brindó se propagó por todo mi cuerpo y en mi mente la lógica me recordó que esto no debería estar pasando, pero no me importaba porque al menos me hacía sentir un poco mejor. —Va a estar bien. —me dijo, repitiendo lo que todos me dijeron hoy, pero algo de mí hizo que le creyera o al menos me esperanzara, sabiendo que probablemente sí, mamá estaría bien. Respiré hondo y alejándome para no caer en la tentación de quedarme para siempre entre sus brazos, me limpié las lágrimas y asentí de acuerdo. Pasó por mi lado a apagar el agua que hervía en la pava y antes que pudiera entender lo que hacía, esa misma agua caliente la vertió en una olla para agarrar de la alacena un paquete fideos que puso a cocinar. —No tengo hambre, con un té estoy bien. — ¿Qué comiste? —preguntó y como no tuve una respuesta para darle, procedió a sacar un plato y preparar el colador para sacar los fideos. Yo no supe que hacer, comenzaba a dolerme la cabeza por el llanto de todo el día y la tensión en los músculos que no podía relajar así como mi corazón derritiéndose por dentro al verlo ocuparse de prepararme algo de comer, así que para distraerme fui en busca de una pastilla que a propósito tardé en encontrar hasta que estuviera la comida. —Gracias. —le dije cuando me senté a comer, negó sin importancia y como no vi que se preparó lo mismo para él, no supe si empezar. — ¿y el tuyo? —Ya comí. —dijo y se sentó frente a mí como si fuera a controlar que me acabara todo el plato, por lo que empecé y el gusto fue tan exquisito que no sabía que me causaría tanta nostalgia recordar las madrugadas que preparábamos lo mismo después de haber tenido tanto sexo que moríamos de hambre. Evité eso e imité la normalidad con la que Franco decidió actuar, comiendo para saciar el vacío en el estómago que no me di cuenta que tenía. — ¿la van a internar en alguna clínica o algo así? —No quiere. — ¿Y puede decidir eso? —Es la mitad del tratamiento, pero como supuestamente esto fue un accidente en un intento de prueba que ella misma se puso… no debería recaer, o eso dice. — ¿Y le crees? —No… no sé, yo…no sé qué va a pasar. —suspiré desganada, ya no quería comer más, el hambre se me sació y aunque lo intentara no me iba a entrar otro bocado, así que me levanté para dejar el plato en la mesada, o en realidad quería evitar seguir hablando de mamá. —Conozco un centro, es un poco caro pero se puede acceder si ella quiere. —No, no tengo plata para un centro de rehabilitación. —Te puedo ayudar. —dijo levantándose para ponerme a mi lado mientras yo lavaba el plato. Negué rotundamente. — ¿por qué no? Lo necesitas. —No, no voy a aceptar tu plata y menos para esto. —Mia...—me agarró de la mano cuando dejé todo y en un segundo me acorraló contra la encimera, suspiré resignada sin hacer mucho esfuerzo para negarme y él agarró bien mi mano para calentarla con la suya, produciéndome un escalofrío en el interior con mezcla de dolor por extrañarlo tanto de esa forma. —no seas caprichosa, dejame ayudarte. —No podés ayudarme en nada, no puedo elegir otra mamá, me tengo que hacer cargo de la que tengo porque ya no hay opción. —No quiero verte mal, aparte yo aprecio a tu mamá, no me saques de esto. —me pidió mirándome a los ojos y eso me debilitó, le sostuve la mirada apenas unos segundos y comencé a caer en la realidad, él… él y su intensidad, su imponencia que tanto me enloquecía y me tentaba a quemarme, estaba volviendo a acelerarme el corazón y a cortarme la respiración por recordar todo lo que significaba que volviéramos a estar así de cerca. —No puedo lidiar con vos ahora. —Te prometo que no, pero por lo menos dejame estar con vos. —Eso es peor. —murmuré y quise apartarme pero no me dejó y me bloqueó con el pie, llevó mis manos a su boca y les dio un beso tan tierno que me bloqueé. Me confundía tanto que eso me hacía odiarlo más, casi a la misma altura que lo necesitaba. —Puede ser que sea peor, pero me hace darme cuenta lo estúpido que soy y que no quiero dejarte sola porque no puedo verte mal. Por más que me lo prometiera iba a lidiar con él y mis sentimientos, porque no necesitaba excusas para que eso me pasara, lo hacía desde que me di cuenta lo mucho que lo extrañé durante las últimas semanas y la necesidad de volver a tenerlo me estaba quemando hasta el alma con su mirada tan intensa al buscar mi aprobación. No me llevó por sorpresa y puede que yo lo buscara, ya que de un momento a otro lo tenía más cerca y él fue quien se acercó para rozar sus labios con los míos y tentarme, no pude resistirme y me puso a prueba sabiendo que yo era capaz de seguirlo si me besaba, odiaba esa manera que tenía de volverme loca con tan solo un roce de labios, pero al mismo tiempo no necesitaba nada más que su calor. Buscó mi confianza y una vez que la tuvo porque me quedé, me besó. Abrí mi boca para recibir a la suya y enseguida nuestro beso se tornó a nosotros, a pesar de que era dulce también era intenso, había pasado tiempo desde que nos besamos por última vez y se sentía la gloria volver a probarlo, su gusto exquisito, su lengua vivaz y el calor que tan bien conocía. Llevó mis manos a su cuello para que lo rodeara y una de las suyas subió a mi nuca para mantenerme contra sí, formamos un refugio teniéndonos de nuevo sólo para el otro al intensificar un beso con necesidad. —Te extraño. —me dijo entre besos y quise decirle que yo también, lo hacía muchísimo, pero el simple toque demás volvió a pasar entre nosotros y se me debilitaron las piernas tanto como la respiración. Ante mi aprobación él buscó acercarme mucho más a sentirlo y no deseé otra cosa cuando me apretó con suavidad, gemí necesitando más de eso. En un segundo me subió a la encimera y yo enrollé mis piernas en su cintura, lo atraje hacia mí y mientras seguíamos besándonos me saqué el suéter para después bajar el cierre de su campera, que logré sacar para ayudarlo a que me desabrochara la camisa. Descendió los besos por mi cuello hasta mi corpiño y con los dedos lo desabrochó para acariciar uno de mis pechos, usando la boca para el otro. Yo cerré los ojos y enterré mis dedos entre su pelo disfrutando de la sensación que me relajaba y excitaba cada vez más, sus caricias lo eran todo y me hacía reconocer que nadie tocaba y besaba mejor que él, nadie. Acaricié su mejilla y succionó mirándome con más intensidad, mientras que con su mano descendió las caricias por debajo de mi pollera y me tocó con suavidad. Gemí cuando llegó a mi zona íntima y apartó la tela del medio para sentir mi humedad, se acercó a besarme y entremezclando los jadeos que me producían sus toques con sus besos, me volví loca. —Fran... —Te extraño tanto preciosa… no puedo más seguir así, te necesito por favor…por favor. —jadeó en mi boca y me obligué a abrir los ojos para mirarlo mientras jadeaba agitada y él respiraba con dificultad, la intensidad nos estaba llevando al límite y como me conocía más de lo que podía negar, asentí cuando no pude soportarlo más, lo necesitaba. No tardó en alejarse para bajarme la tanga por las pierna, llevé mi mano junto a la suya al cierre de su pantalón y los dos lo abrimos, estaba muy duro y enseguida buscamos que me pudiera acomodar sobre la encimera para él posicionarse en mi entrada, penetrándome de una vez por todos y haciéndome gemir su nombre al llenarme por completo. Mantuvo fuerte mis piernas a cada lado de su cuerpo y empezó a moverse dentro de mí, cada embestida fue mejor y más sentida, los dos conectábamos de una manera increíble que podía estar haciéndomelo y al mismo tiempo matándome con la intensidad de sus ojos. Desconectaba de una manera única cuando estaba con él, sólo podía mirarlo y entender lo que quería como Franco sabía lo que yo quería, compartir más que la intimidad nos había hecho conocernos muchísimo y el habernos alejado consiguió que nuestros cuerpos se unieran como imanes, la necesidad y el deseo que sentía por mí a través de la excitación en sus ojos, fue lo que me bastó para disfrutar del sexo y llegar al orgasmo que él provocó en mi cuerpo explotando dentro de mí. Apoyé mi cara en su hombro mientras normalizaba mi respiración, él también estaba acelerado y poco a poco los dos nos fuimos recomponiendo. Era el momento más inoportuno para tener sexo, pero no creía que otro encajara mejor, me hizo olvidar como siempre de todo y la realidad no fue tan chocante cuando una vez saciados, siguió mirándome con la intensidad en el color miel de sus ojos. Su mirada siempre tenía esa pizca de misterio y al mismo tiempo su personalidad fuerte lo reflejaba, difícil de entender lo que realmente quería él, y lo que yo necesitaba Una vez que los latidos de mi corazón dejaron de amenazarme con salirse de mi pecho, para evitar su mirada, me volví a esconder en su cuello, me llevó unos segundos volver a la realidad y no quise que fuera algo que olvidara, por lo que besé su hombro y aspiré el olor a perfume, a sexo y a él, el que más me gustaba y había extrañando. Subí los besos hasta su cuello y lo dejó libre para mí al ladearlo, así que con la mezcla de remordimiento que me invadió al recordar que más de una persona hoy volvió a recordar lo lindo que era, empecé a succionar y sin quejarse me lo permitió apretando fuerte la piel de mis muslos. —Es lunes nena. —me dijo, pero no me desconcentré y tampoco me lo impidió, cuando terminé, me alejé para verlo perfectamente marcado. No sé por qué lo hice, pero quise hacerlo y ahí estaba, la marca que lo reclamaba de alguna manera retorcida. — ¿A qué se supone que estás jugando? —A nada. —Te odio. —suspiré cerrando mis ojos, en serio sentía eso por él y su maldita forma de afectarme hasta con una caricia después de mi mayor esfuerzo por alejarme de la adicción que representaba para mí, su persona entera. —No quiero seguir así, te necesito. —musitó lo último y fue una sorpresa que lo admitiera después de haber acabado y que no fuera parte de la excitación del momento cuando lo dijo hacía muchos minutos, aunque lo que acabábamos de hacer era una prueba muy evidente de la necesidad que teníamos del otro. —Mia… — ¿Qué? —Por favor, intentémoslo otra vez. —me pidió y abrí los ojos solo para ver que en su mirada, se reflejaba el anhelo y la esperanza por mi repuesta.
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