Eterno

Un año llevó trabajando como asistente del gerente, en una gran empresa de mi país, mi jefe es un hombre mayor y brillante, muy amable y empatico. Mi trabajo es muy agotador, no lo niego, pero tengo un buen salario y me deja tiempo para dedicarle a mi hija, que es mi vida entera... No me puedo quejar. Irina, es el nombre de mi pequeña y es mi razón de vivir, fui madre a los 30 y hoy mi vida social es inexistente, pero soy feliz... Antes de que mi hija naciera, viví y disfrute al máximo y hoy no es una molestia dedicarme a ella al mil por ciento. Mi jefe no me pide viajar con él cuándo debería ser necesario, pues el sabe que soy madre soltera y que es un poco difícil para mi dejarla por días, aún cuándo son mis padres los que la cuidan mientras yo trabajo. Mi vida amorosa, bueno, esa quedó atrás después del padre de mi hija y créanme que tras tan mala experiencia, ni siquiera me molesto en darme otra oportunidad. Atrás quedó esa joven soñadora que quería encontrar un hombre maravilloso para compartir la vida. Hoy más bien el amor me asusta, conocer gente me agota y agobia y confiar en las personas, simplemente no me nace. Creo que soy de esas personas que no nacieron para eso. Tuve novios, si, relaciones pasajeras, amigos con beneficios, pero hoy no me imagino casada... Cree un mundo donde sólo cabemos mi Iri y yo... y obvio mi familia que ha sido mi soporte en los momentos difíciles. Mañana, mi hija cumple 3 añitos y mis hermanas están organizando todo, mientras yo trabajo... Estoy al teléfono con Mariana, la mayor, revisando detalles y colores para la fiesta, cuando mi intercomunicador suena. -Alma, la necesito en mi oficina, por favor. -Voy, jefe. Me despido de mi hermana y me dirijo a mi oficina, junto a la de gerencia. -Dígame, jefe. -Almita, necesito informarte unas cosas, toma asiento y dame un minuto, me dice, mientras sigue al teléfono. Raúl Martinez, es mi jefe, próximo a cumplir 60 años, hermosos ojos azules, debió ser muy guapo en su juventud (aún arranca suspiros), casado, 3 hijos: dos mujeres y un hombre. No conozco a su familia, creo que es una de esas personas que no mezcla trabajo y vida privada. Al terminar la llamada, para mi asombro, me informa su próximo retiro, me pide acomodar la oficina conectada a la mía, para su hijo, quién será el futuro gerente y me informa que necesita que sea yo quién introduzca a su hijo en todos los temas de la compañía, ya que nunca se ha inmiscuido en los asuntos de ésta. Sólo puedo esperar que sea igual de amable que su padre y que no sé le dé por despedirme. La noticia ha sido un tanto fuerte, pero no tengo más remedio que aceptar. Sin mucho más que hacer, me retiro a preparar lo que se me ha solicitado. Es lunes otra vez, luego de un maravilloso fin de semana, con una hermosa celebración en familia y mi hija feliz, me termino de preparar para ir a mi trabajo. Este miércoles llegará el hijo de jefe y siento un poco de inquietud e incertidumbre al respecto. Me bajo del taxi en la cafetería de la esquina, y luego de obtener mi cafe extra fuerte, camino en medio del frío y en ésta ciudad a punto de amanecer. Cómo de costumbre llego media hora antes y extrañamente puedo escuchar a mi jefe discutiendo con alguien en su oficina, decido pasar de largo y mientras me termino el café y le aviso por mensaje a mi jefe que ya llegué, me dispongo a ordenar las carpetas que me faltan para el hijo del señor Martinez. Estoy sumergida en mi tarea, hasta que suena mi teléfono, sobresaltandome. -Alma, por favor a mi oficina. -Voy Al entrar de espalda a la puerta hay un hombre de 1,80 aprox., espalda ancha y voz ronca. -Leonardo, hijo, aquí esta Alma Linns... Alma, le presento a mi hijo Leonardo, su llegada se ha adelantado- voltea y sus ojos azules, que no veía hace tantos años, se clavan en mí... Leonardo Martinez, Dios, cómo nunca pensé en esto. -Alma...-Lo interrumpo. -Buenos días, Señor Leonardo, mucho gusto- Saludo, extendiendo mi mano y sin siquiera mirarlo a los ojos... pero creo que entiende, por que toma mi mano... -El gusto es mío. Luego de una breve charla, un par de instrucciones del sr. Raúl y muchas miradas extrañas de parte de Leonardo, me retiro a mi oficina. Tantos años y mi corazón se ha desbocado, respiro aliviada mientras cierro la puerta tras de mi. La oficina de mi jefe parecía encoger cada vez más y me faltaba el aire. Esto no puede estar pasando, y es que hay cosas que en la vida que una nunca olvida, pero aprende a no pensarlas y a vivir sin ellas. Sólo que no deberían volver, deberían quedarse para siempre en el pasado... a dónde pertenecen. Han pasado tantas vidas y tantas muertes. Un suave golpe en la puerta, me trae de vuelta al presente... Aquí vamos otra vez.