La fiesta

3269 Palabras
Todos miraban a Perséfone, en parte porque era nueva en el lugar, en parte porque no estaban acostumbrados a ver a alguien nuevo, a pesar que ella sentía la mirada de todos los presentes a ella solo le importaba ver los ojos azules de Hades. —A todos los sorprendiste—dijo Hermes quien se sentía cómodo con ser el centro de atención. Perséfone se limitó a sonreír y encontró a Hades quien le dedico una sonrisa discreta de medio lado —¿Es tu chica? —pregunto Ares al ver a su tío sonriendo como un bobo. —No lo digas tan alto y si es Perséfone—Hades sintió como se acelero aquel corazón que Mente juro que no tenía. Ella lucia hermosa, el vestido resaltaba su figura, no necesitaba el maquillaje, pero se le veía bien, el cabello lo llevaba suelto con una corona de flores, era una Diosa su piel brillaba mientras Hades babeaba, cada vez se convencía más que ella perfecta. Afrodita vio la escena así que se acercó a Hades. —Esa chica es bellísima—le dijo a Hades. —Ella brilla como una estrella—dijo sin pensarlo dos veces. —Hola Afrodita—dijo Ares un tanto nervioso, hacía casi un siglo que no la veía. —Ares sabes perfectamente que no puedes dirigirme la palabra—Afrodita tenía una historia con Ares una corta y fugaz historia, pero apasionante. —Puedo, pero no debo, iré por un trago, ¿vienes tío? —Me quedaré aquí—se iba a quedar ahí con la esperanza de que Perséfone se acercara a el y hablaran. —Así que cuéntame, ¿qué ha hecho el rey del inframundo aparte de cuidar al niño Ares? Hades sonrió y bajo la voz. —Ese "niño" es idéntico a tu hijo, ¿no es así? —¿Qué es lo que sabes Hades? —ella se puso roja —Lo que todos sabemos, pero no se necesita ser un genio para darse cuenta que todos tus hijos se parecen a Ares. Hades no los había visto a todos, pero quienes, si los describían como niños bellos con ojos dormilones, quizá todos preferían pensar que sí eran hijos de Hefesto, pero la realidad era otra. Y Hades prefería que Ares no se metiera en problemas con los Dioses y aún peor con Hefesto. —¿Alguien más sabe esto? —Solo yo, no te preocupes tu sucio secreto está a salvo conmigo, no quiero que Ares se meta en problemas—Hades cruzo los brazos indiferentemente. —¿Qué hay de ti? Lo último que supe es que estabas con esa vulgar Ninfa como se llama... Ella sabia como se llamaba simplemente le gustaba fingir que no recordaba a los demás, le hacía verse interesante. —Mente—completó Hades —Ah sí, esa—Afrodita si recordaba el nombre solo que prefería no decirlo en voz alta—¿qué paso con ella? —No mucho, supongo que Eros nunca quiso lanzar la flecha entre nosotros. —Eso es tan triste, creo que el rey del inframundo merece una reina. Vives tan solo allá abajo, sin luz, rodeado de...—ella hizo una pausa para beber vino— muertos para variar. –No estoy tan solo, tengo a Ares, a mis ayudantes a cerberos... —¿Estás seguro que no quieres una compañera? Vi como miras a la pequeña Perséfone y creo que sería interesante pedirle ayuda a Eros para que... —Sin ofender Afrodita, no necesito de las flechas de Eros, si me disculpas, iré a saludarla y quizá le invite a bailar conmigo. Afrodita se sentía orgullosa de que Hades rechazara su oferta, todos querían las cosas fáciles cuando de amor se trataba, pero la realidad era que solo quienes habían pasado por la soledad que conlleva tener el corazón roto saben lo que es el amor. Hades lo entendió, incluso si Perséfone le rechazaba él no utilizaría las flechas. Sin embargo, Afrodita quería ayudarle, solo necesitaba que ambos estuvieran juntos. Sabía a quién llamar. —Permíteme distraer a Hermes, le pediré que traiga a Eros. —¿Harías eso por mí? —Claro que sí. Ella se acercó a Hermes contoneándose, Afrodita era sensual, siempre lo fue incluso cuando no quería serlo ella no podía luchar contra su naturaleza, aunque para ser la Diosa del amor tenía muchos problemas amorosos, se decía que ella estaba atrapada entre el amor de su esposo y de un amante que la marcó. Algunos decían que este amante era un mortal, por eso nunca dejo a Hefesto, hasta que él les tendió una trampa, todos desvelaron el secreto de Afrodita y Ares fue tratado como lo peor, puesto que Hefesto era alguien muy querido por todos. Ella volvió hacia Hades con una sonrisa de lado. —Listo—le dijo dando palmaditas en el hombro—, ve por tu chica, yo iré por un trago. —Oye—dijo Hades volteando— ¿Dónde está Hefesto? —No está aquí—le sonrió. Hades quería preocuparse por su sobrino, pero Ares ya estaba grandecito, sabía lo que hacía y entre las piernas de quién se perdía. Por lo pronto él iría a buscar a Perséfone porque solo por ella había ido a esa fiesta. Camino con paso seguro, en cuanto la localizo se acercó, ella lo vio y levanto la mano sonriendo. Perséfone veía lo guapo que estaba Hades, se había rasurado, se veía bien sin todo ese vello en la cara, la túnica azul resaltaba su pálida piel y lo profundo de sus ojos. Los ojos de Hades eran tan azules como el mas, ella quería nadar en ellos y no tendría miedo de ahogarse. —Luces como un sueño—le dijo él. —Gracias—ella se sonrojó un poco y se acomodó el cabello detrás de la oreja—¿estás seguro? Creo que el vestido es muy elegante y ajustado. —Estas preciosa y te queda perfecto, te lo dice alguien que te ha visto sin nada encima—le susurro al oído de una forma un tanto coqueta. Perséfone sintió como su cara se ponía roja, se mordió el labio un tanto apenada, casi olvidaba que él ya la había visto desnuda pero no le importaba. Le preocupaba más el hecho de que los invitados no quitaban los ojos de ellos dos. —¿Por qué todo el mundo nos mira?—pregunto Perséfone nerviosa, no estaba acostumbrada a ser el centro de atención —Tengo tres teorías respecto a eso, una es porque yo nunca vengo y están asombrados de mi presencia, la segunda es que quieren saber quién eres tú y la tercera es que quieren saber porque estamos hablando. —Creo que deberíamos darles aún más razones para mirarnos—ella tomo la mano de Hades —Yo no sé bailar—le dijo sonriendo mientras era arrastrado a la pista de baile. Ella puso la mano derecha de él en su cintura y ella colocó su mano izquierda en el hombro de él, entrelazaron sus dedos y comenzaron a moverse de acuerdo a la música, eran sonidos festivos que Hades desconocía pero que Perséfone parecía saber bailar, poco a poco más y más parejas se unieron, Hades no recordaba estar en medio de algo así nunca, veía a Perséfone ella realmente disfrutaba el bailar con él, y él disfrutaba bailar con ella. Perséfone lo iluminaba todo con su sonrisa, quizá ella estaba rompiendo aquella coraza que Hades había llevado tantos años, incluso cuando estaba con Mente. —Ya los distraíamos lo suficiente—dijo Perséfone mirándolo a los ojos. —¿Vamos por un trago? —le preguntó Hades. —Claro que sí. —Sé dónde Zeus tiene su reserva privada de vinos y queso, sígueme. Ambos se escabulleron de entre la multitud Afrodita vio todo, pero no dijo nada. —¿Cuál es tu plan? —Ares le susurró al oído— mi Diosa. —Tu tío necesita a una reina y eso le daré, después me lo agradecerá. —No deberías intervenir, Hades acaba de salir de todo lo de Mente, necesita llevar con calma las cosas —Primero que nada, no vuelves a mencionar a esa vulgar Ninfa—ella relleno su copa de vino. —Dime algo Afrodita, Diosa del amor, la belleza y la sensualidad ¿Alguna vez sentiste algo por mí que no fuera solo pasión? —Para ser sincera, hubo unas veces que pensé en dejar a Hefesto—suspiró—, luego pensé en ti y que si seguíamos juntos tarde o temprano se descubriría todo. —Yo me habría enfrentado a Hefesto y a todos por ti, Afrodita —Ese es el punto Ares, habrían desatado una guerra, no lo habrías entendido, eras demasiado joven. —Sigo siendo más joven que tú, sigo pensando que me enfrentaría a todo el Olimpo de ser necesario, porque yo no puedo olvidarte. —Por favor Ares sé de tus amantes—lo dijo fingiendo que no le importaba—, eres tan bueno en la cama que todos ellos me han clamado intervenir para que permanezcas a su lado. —Sí, he estado con cientos de mujeres y hombres, con algunas ninfas y hasta con Diosas—Ares alzó la voz— ¡y todo ha sido por ti!... —Baja la voz Ares... —Porque a diferencia de mi tío que no puede superar a una vulgar ninfa, yo he salido a buscar a la doncella más perfecta, pero—bajo la voz y tartamudeo —... ninguna eres tú. —Ares...—Afrodita se sintió mal consigo misma, no pensó que hubiese destrozado tanto a su Ares. Ella siempre creyó que las cosas terminaron a tiempo, pero no fue así, Ares termino con el corazón roto. —¿Sabes que es lo peor? —pregunto Ares—Habría hecho cualquier cosa para llamarte mía, una palabra tuya y yo habría… —No lo digas, yo no te lo habría permitido. —Pero cuando provoque la guerra de troya no tuviste problemas con eso ¿cierto? —Ares… por favor… —No...—él no podía articular palabras—... me voy... al inframundo, si ves a Hades dile... dile donde estoy. Ares desapareció y Afrodita comenzó a llorar, nunca se había sentido así, la reacción de Ares era precisamente lo que siempre quiso evitar, pero al parecer ella n era la única que se había enamorado en esa relación, él había sido el más afectado. —Mamá—dijo una voz tierna y cálida de una forma tranquila—¿estás bien? Eros era muy parecido a su padre, alto, con rizos castaños y brazos fuertes. Los ojos de Eros eran violetas, pero con el sol lucían azules como los de su madre y por alguna razón siempre parecía tener sueño. Ocultaba sus alas, las odiaba en realidad, solía decir que eso le hacía verse como un monstruo. —Claro cariño. Afrodita veía a Eros y pensaba que de todos sus hijos era el más bello, sus ojos dormilones que le recodaban a Ares, la hacían soñar con aquella vida que no pudo tener. Hades llevo a Perséfone a una zona donde estaba una reserva de vinos privada de Zeus, Hades busco uno en especial que le había regalado hacía años, venía desde el norte y era bastante dulce, sabía que a Perséfone le gustaría, tomo dos copas y sirvió un poco en cada una. —Espero que te guste—le dijo. Ella tomo la copa y lo probó, en casa siempre bebía vino con su madre cuando comían carnes, este vino era dulce y a ella le gustaba eso. —Esta delicioso—no recordaba haber probado un vino tan dulce como aquel que saboreaba en sus papilas. —¿Cómo lograste que tu madre te dejara venir? —No fue fácil, ella odia que salga, una vez... Ella paro lo que iba a decir, no quería hablar mal de su madre, pero, tenía recuerdos malos mezclados con los buenos. —¿Qué ocurre? —Hades no quería ser un entrometido, pero le intrigaba la relación de Perséfone con Deméter. —Mi madre una vez me encerró en casa, creó una especie de invernadero gigante del cual no podía salir, fue una pesadilla hasta que... Ella aun no podía mencionar todo lo que paso ahí, el daño que se había hecho tratando de salir del laberinto que rodeaba el invernadero. —Si no quieres contarme no lo hagas, sé que apenas y nos conocemos, tienes toda la eternidad para contarme tu vida Ella admiraba la capacidad de Hades de no preguntar de más. —No, está bien, no hablo de esto con nadie, es bueno saber que no le dirás nada a Deméter. —Confía en mí—Hades lo decía en verdad, él era muchas cosas, pero era alguien de fiar, no rompía promesas y era bueno para guardar secretos. —¿Qué hay de ti? ¿Eres el Dios del inframundo, pero como fue que terminaste allá? —Cuando Zeus nos rescató decidió dividir las cosas, por derecho de nacimiento me tocaba a mí el Olimpo, pero Zeus decidió que él era el nuevo dueño de todo, le dio a tu madre la tierra, a Poseidón los océanos y a mí el inframundo —¿Hubieras preferido el océano o el Olimpo? —le intrigaba Hades —En realidad ninguno, el Olimpo es una cárcel y el océano es solo agua y en ninguno conoces gente interesante. —A mí me conociste en la Tierra. —Exacto, al menos en la Tierra y en el inframundo conoces de otras cosas más allá de tus narices—Hades toco con su dedo índice la pequeña y redonda nariz de Perséfone. —Me encantaría ir al Inframundo. —Te encantará, le pediré a Poseidón que envíe un barco y así podrás hablar con marineros y piratas —¿Que son ellos? —no estaba familiarizada con los términos. —Son mortales que viven en el mar, creo yo los seres más interesantes, tienen todo tipo de aventuras. —Para mí tu suenas muy interesante Hades. —En realidad no lo soy, siempre estoy en lo mío. —¿Qué pasa con los mortales allá abajo? —Preguntó Perséfone para romper la tensión —No mucho, vagan por los ríos toda la eternidad. Sonaba bastante mal decirlo, Hades se dio cuenta —¿Y qué hay de los mortales que fueron genuinamente bondadosos? —Todos tienen el mismo destino en el inframundo, aunque hay una zona...—Hades había ido al tártaro solo una vez y le había bastado para no querer volver nunca— es un lugar horrible, ahí envió a todo aquel que daña a los niños. Los mortales pueden matarse entre ellos si desean, pero no deberían matar, violar o violentar a un niño. —¿Hay almas de niños en el inframundo? —No, aunque aún no descifro a donde van esas almas. Creo que vuelven a la tierra en otro cuerpo. Perséfone miro a Hades, ella quería besarlo, pero no era el momento, aunque si lo pensaba no sabía cuándo sería el momento indicado, ella vio como de los ojos de Hades resplandeció un brillo. Hades vio un brillo en la mirada de Perséfone y supo que debía besarla, tomo el rostro de ella entre sus grandes manos y le dio un beso tierno en los labios fue muy pausado, no quería dejar de hacerlo quería quedarse ahí en ese preciso y divino momento. Ella sintió como la mano de Hades bajaba hacia su cintura así que ella rodeo el cuello de Hades con sus brazos, lo cual era difícil Hades era enorme aun para ella que era bastante más alta que el promedio. Le gustaba, Perséfone estaba sintiendo por Hades sentimientos que nunca antes había sentido por nadie, Hermes había intentado por años hacer que ella se enamorara de él, pero no funcionaron sus múltiples regalos ni sus promesas, él nunca fue del gusto de Perséfone. Al despegar los labios ella lo miró, sus ojos reflejaban un brillo así ella le dio otro beso esta vez fue más pasional, Hades puso su mano en el muslo de Perséfone y apretó su nalga derecha, ella era virgen pero no era tonta, sabía a dónde él quería llegar, aunque ella no quería llegar ahí aún. —No...—dijo Perséfone. —De acuerdo—él se separó delicadamente de ella y se sirvió más vino. —¿De acuerdo? —preguntó ella un tanto perpleja. —No haremos nada que tu no quieras, puedo esperar hasta que estés lista. —¿Y si nunca lo estoy? —Bueno "Nunca" es mucho tiempo, supongo que en esa eternidad al menos habré ganado una amiga—Hades no quería arruinar las cosas con Perséfone, ella le gustaba tanto que quería tenerla a su lado siempre, Hades miro hacia arriba y vio a Eros. Sabía que era momento para regresar a la fiesta—, supongo que ya regreso Hermes. —Me olvidé de él por completo—golpeó su frente con la mano. —¿Por qué viniste con él? —Fue la única forma para que mi madre me diese permiso de venir. —Sabes podría presentarte con Atenea o Artemisa, supongo que no tienes amigas Diosas ¿cierto? —Mi madre odia todo esto, hace un tiempo Afrodita se acercó a mí, pero mamá cree que ella es una mala influencia. —Lo es, pero créeme siempre es bueno tenerla, es graciosa y una amiga leal. —¿Tuviste algo que ver con ella? —Perséfone quería saber todo sobre Hades. —Jamás... quiero decir es muy guapa y todo eso, pero ella es demasiado para mí. Afrodita viene con problemas incluidos. —Suena a que sabes algo de ella —Sé muchas cosas de muchas personas, pero esto si es un secreto, lo siento, le prometí a alguien no mencionarlo nunca. —Entiendo—Perséfone tenía una cualidad, era curiosa pero no invasiva, respetaba los secretos ajenos—¿Puedo darte un abrazo? —Hades olía como a lavanda y ella amaba ese olor. —Hay cosas que ni siquiera deberías pedir—él abrió sus brazos y ella se acurruco en su pecho, Perséfone olía a flores, ese aroma le recordaba a su infancia con Rea su madre, en parte quería olvidar todos esos recuerdos, pero al mismo tiempo siempre estaban ahí. —Creo que ya tengo un lugar favorito—dijo Perséfone. —¿El Olimpo? —No, tú—cerro los ojos con fuerza esperando que ese momento en el tiempo fuera para siempre. Estuvieron así mucho tiempo, hasta que recordaron la fiesta, de regreso Hades la llevo por otro camino distinto para que no los vieran llegar. —Si preguntan me llevaste al jardín—dijo ella. Hades sabía que debían ser discretos, si quería seguir viéndola debían guardar el secreto, ¿qué pensaría Deméter? Tal vez lo peor y la encerraría en la casa. —Diré que me enseñaste como sembrar plantas, pero en el inframundo es imposible. —No lo sé, no hay nada imposible para mí. Ella se adelantó un poco y al verla en ese mundo Hades lo supo, ella era una Reina en toda la extensión de la palabra, merecía un trono y un lugar donde reinar, aunque no pertenecía al Olimpo, ella pertenecía más bien a su lado en el inframundo.  
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