Perséfone llegó a su casa, no sabía cómo enfrentar a su madre, horas antes había dicho que no iban a ir a la fiesta en el Olimpo a pesar que en esa reunión presentarían a Perséfone y le darían un trono en el Olimpo. Deméter era dura y estricta con su hija, todos los días tenían un itinerario, esto conservaba el equilibrio en la tierra, los humanos tenían comida todo el año, la comida los hacia felices y cuando estaban felices no había guerras, era un precio razonable para Deméter. Ella amaba trabajar para mantener el equilibrio, odiaba a los holgazanes, en otras palabras, odiaba sus hermanos. Sobre todo, a Zeus, era el supremo, pero no hacía nada más que meterse con cualquier mortal o Diosa que existiera, Deméter temía que Zeus pudiera hacerle algo a Perséfone. En general Deméter temía por su hija, no había nada que ella amara más que a su niña.
Deméter había esparcido unas semillas en el campo, esperaba a su hija para juntas hacer crecer algunos arbustos de moras salvajes en el bosque, sabía que ya estaba cerca, oía sus pasos a la distancia.
—Madre—dijo Perséfone temerosa.
—Cariño que bueno que llegas—se levantó y se limpió las manos en la falda—, te estuve buscando, pero supuse que te alejaste de más.
—Así es madre, me perdí entre el bosque mientras jugaba con las ninfas—mintió, pero ya estoy aquí.
—Y me alegra mucho—dijo sonriéndole cálidamente—, no sé qué haría si un día me faltaras, sabes—le toco el rostro cariñosamente—, eres lo más importante para mí.
—Y tu para mí... —se encogió de hombros devolviéndole la sonrisa.
Deméter no era estricta todo el tiempo, en realidad durante el día su hija podía salir por ahí porque estaba segura que Apolo siempre le diría si le ocurriera algo a Perséfone, pero sabía que era peligroso dejarla por ahí, también le daba miedo que la llegase a ver Zeus. Deméter no quería que él le hiciera daño, como se lo hizo a ella, se había jurado protegerla de los horrores del Olimpo y de sus hermanos, ella no confiaba en ellos del todo. Zeus había abusado de Deméter años atrás, de esa violación había nacido Perséfone, en la mente de Deméter todo parecía haber ocurrido ayer, Deméter odiaba a Zeus, no soportaba verlo ni hablar de él, quizá por eso nunca había hablado de eso con su hija, aun después de tantos años le dolía el abuso, sin embargo, Deméter era dura como una roca, nadie le haría daño ni a ella ni a los suyos, no ora vez. Trabajaba arduamente precisamente para no tener problemas con sus hermanos.
—Cariño, ¿puedes poner tu mano aquí?
Perséfone puso su mano en el suelo justo donde le indico su madre. Ese era el momento para decirle que anhelaba ir a la fiesta en el Olimpo.
—Madre, quiero pedirte algo... —Perséfone se concentró para hacer crecer algo grande.
—Concéntrate, piensa en las moras dulces que tanto te gustan y que tanto le gustan a Hermes
Ese era el momento. No habría otra oportunidad si dejaba pasar más tiempo se quedaría sin oportunidades y sin fiesta en ese orden.
—Estaba pensando que sería bueno ir a la fiesta del olimpo—Perséfone pensó en Hades y vio como los arbustos brotaron rápidamente—, ya sabes sería bueno que me vean con Hermes y empezar a ser parte de ese mundo—ella no era tonta, sabía que su madre quería que estuviese con Hermes, aunque Perséfone lo odiaba por meterse en lo que no le importaba.
—Hija, claro que quiero que te veas más con Hermes, pero, todo ese mundo no es para alguien como tú, preferiría que Hermes te visite aquí en casa
Deméter veía a su hija como alguien pequeña e inocente, no quería que le pasara lo mismo que a ella, siempre estaba alerta, cuando Perséfone nació Deméter se prometió que su Perséfone mientras tanto odiaba la idea de pasar tiempo con Hermes a solas. Pero era la única forma que podría ir a ver a Hades.
—En serio quiero conocer su mundo, él conoce lo suficiente de la mía madre
—Te he dicho que no, ese lugar no es para nosotras
—¿No es para nosotras? o decidiste que no es para ti
De pronto todo el cultivo murió, el cielo comenzó a ponerse gris mientras Perséfone caminaba hacia su casa, Perséfone era peligrosa su humor controlaba tantas cosas del equilibrio de Gaya que a Deméter de vez en cuando le asustaba un tanto.
Afrodita miraba la escena desde el olimpo, había estado observando a la pequeña Perséfone desde hacía tiempo atrás, usaba un hechizo para ver que ocurría en la tierra y gracias a ese hechizo había dado con el paradero de varias diosas, incluida Deméter, normalmente le gustaba verla trabajar, pero era más entretenido ver trabajar a Perséfone su forma de hacer crecer flores era peculiar. Afrodita siempre quiso hacerse amiga de Perséfone, estaba segura que se llevarían bien, en realidad la chica le agradaba mucho, aunque jamás hubiese hablado con ella, sabía que ella no quería a Hermes, él se lo había dicho y le había pedido enviara a Eros a lanzarle una flecha. Afrodita se había negado, ella no iba a hacer que una niña se enamorara solo porque el otro quería. Así no funcionaba el amor, por esta razón Afrodita siempre vigilaba a Perséfone, temía que Hermes le hiciera algo o la forzara a quererle. La vida que Deméter quería que su hija viviera no era la que Perséfone merecía y Afrodita quería ayudarle, aunque no tenía ni idea de cómo empezar.
—¿Otra vez vigilando a esa pobre chica? —pregunto Eros a su madre quien estaba en el balcón.
—Creo que sería interesante presentársela a Hades, sé que a él le gustan las chicas malas—Afrodita a había vigilado lo suficiente para saber que Perséfone era de esa clase de chicas que no mataba a un insecto porque temía las repercusiones en su entorno—, sé que no lo es, pero ella tiene el potencial.
—¿Puedes dejar de meterte en las relaciones ajenas?—Eros miraba a Perséfone desde le balcón.
—No me culpes, mi vida con Hefesto es muy aburrida.
—Engáñalo, actúas cómo si no lo hubieras hecho antes.
Afrodita se acercó a su hijo y lo inspecciono.
—¿A qué vienes? —pregunto mirándolo directamente a los ojos—Tenías varios días sin venir acá.
—Le enviaste esto—Eros saco un ramo de peonias—a Psique.
—Solo quería ser amable con ella mi amor—Afrodita tomo las flores.
Ella entro a la habitación y las puso un jarrón.
—Sabes que mi esposa es alérgica a las Peonias, lo hiciste deliberadamente porque ella no te agrada en lo más mínimo.
—No sé de qué hablas cariño, Psique me agrada de verdad.
Deméter había preparado la comida favorita de su hija, sopa de vegetales y pan con ajo, esa era la forma en la que solían pedirse disculpas cuando discutían, había tenido toda la noche para pensar en la petición de su hija, ir al Olimpo no sonaba tan descabellado si lo que quería Perséfone era ver a Hermes, tal vez ya lo estaba aceptando.
Perséfone estaba parada en el marco de la puerta viendo como su madre servía un poco de sopa en un plato hondo.
—Disculpas aceptadas—dijo—yo también tengo algo para ti—entre sus manos traía unas granadas.
—Hija ¿cómo lo hiciste? Esto se da más en lugares fríos.
—No lo sé, no podía dormir anoche así que salí al patio y lo hice crecer.
—Yo tampoco podía dormir, estuve pensando toda la noche sobre tus deseos de conocer el Olimpo. Pienso que es buena idea que tú y Hermes se conozcan mejor, sean más unidos, y solo podremos lograr esto si se ven más seguido, creo que será bueno que vayas a la fiesta de Hoy
Perséfone abrazó a su madre con todas sus fuerzas, por fin ella iría al Olimpo y vería a Hades que era lo más importante.
—Gracias mamá, pero...—ella se quedó pensando un poco—... ¿qué usaré?
—Le pedí a las ninfas que te hicieran una corona de flores y tengo algo más para ti —Deméter saco una cesta en ella había lo que parecía seda color rosa—, yo no iré a la fiesta, ese no es mi lugar sin embargo supongo no me necesitas.
—Pero no sé cómo llegar ahí...
—Lo tengo arreglado, Hermes vendrá por ti, ahora báñate y ponte el vestido
Perséfone obedeció, entró a la ducha y pensó en mil cosas entre ellas en Hades y como deshacerse de Hermes, ella odiaba a ese Dios, era tan petulante que creía que solo él podía hablar, le había dicho a Deméter que él amaba la idea de vivir todos juntos en la Tierra y Perséfone por otro lado quería vivir lejos de su madre. Al salir de la ducha miro su reflejo en el espejo, se puso el vestido rosa que le había dado su madre, se preguntó si debería usar algún tipo de calzado, no estaba acostumbrada, pero tenía unas sandalias por ahí que usaba cuando iba a la ciudad con los mortales. Fue directo a la cocina con su madre, ahí estaban las ninfas Daphne su mejor amiga, aun no quería contarle la razón de su repentino interés de asistir a la fiesta en el olimpo
—Vine a ponerte guapa—dijo Daphne mientras sacaba unos pigmentos que guardaba en frascos.
—Yo no sé mucho sobre arreglarse o verse como todas mis hermanas así que supuse que Daph haría un gran trabajo contigo.
—Persi, es hermosa solo necesita un poco de ayuda para resaltar esa belleza.
Deméter dejo a las dos chicas solas.
—¿Ya te gusta Hermes? —pregunto Daphne.
—No, para nada, pero estoy interesada en alguien más.
—¿Es un Dios? —preguntó Daphne.
—Evidentemente lo es, es tan guapo y atento, ayer platicamos y acordamos vernos en la fiesta que ofrece Zeus.
A Perséfone le brillaban los ojos cuando hablaba de Hades, de verdad le gustaba, esperaba que èl asistiera a la fiesta para poder conversar otra vez con él.
En alguna parte del inframundo un Hades recién bañado buscaba algo que ponerse, una túnica negra era lo más obvio, pero quería verse más interesante así que optó por algo más azul. Se lo estaba poniendo cuando una voz a sus espaldas dijo:
—Cariño, no importa lo que uses, una chica que se dedica a crear vida jamás podría estar con alguien que apesta a c*******s.
Hades se sobresaltó un poco, conocía la voz, pero no esperaba que estuviera ahí.
—Mente, ¿cómo entraste? —dijo sin siquiera voltear
—Sabes que tengo una conexión con el inframundo, tú me la diste, además que tengo la llave de tu castillo
—Aquí ya no eres bienvenida—Hades termino de vestirse y dio la media vuelta.
Mente era una Ninfa con la cual Hades había tenido una especie de relación, él no sabía cómo definirle, ella parecía quererlo a ratos cuando se aburría iba a verlo, tenían sexo y se iba, cuando se enteraba de alguna fiesta en el Olimpo le pedía que la llevara, pero Hades siempre se negaba, era la clase de Ninfa que lo dejaría por cualquiera de sus hermanos si se le presentaba la oportunidad. Ares la odiaba, había visto a Hades llorar por ella cuando se fue. Hades la amó tanto que cuando ella se fue él no salió de su habitación en al menos un lustro, en esa época Ares había reinado el Inframundo, fue una época buena, no hubo guerras en la tierra, pero Hades sentía que moría un poco, aunque fuese inmortal. Siempre se preguntó cuál había sido su error, quería saber si había sido demasiado optimista con respecto a ella, Hades pensó que ella siempre estaría con él, creyó que no necesitaba llevarla a las fiestas con su familia y mucho menos necesitaban casarse, él nunca pensó que ella en realidad si quería todo eso, ella lo termino y el se quedo solo en el inframundo otra vez.
—Hace años querías que viviera aquí—se acercó a él y le besó el cuello—¿lo olvidaste?
—Te fuiste, dijiste que nunca me amaste, que solo era alguien con quien pasar el rato
—Tu nunca me llevaste al Olimpo, nunca me presentaste con tu familia—su voz era sensual como siempre que quería algo de Hades—, pero calmado, no vine a pelear—le abrazó.
—¿A qué vienes entonces? —Hades trataba de separarse.
—A recordar viejos tiempos, las ninfas dicen que te vieron con la hija de Deméter, ¿ya me olvidaste?
—No quiero recordar viejos tiempos—él la aparto—, no quiero que me toques y quiero que te vayas ahora mismo
—De acuerdo me iré, pero recuerda quien soy y lo que te hacía sentir—ella simplemente desapareció.
Hades siempre supo que no la dejó de querer, quería que estuviera con él porque la amaba, la consideraba su primer amor, pero cuando se fue hacía casi un siglo él supo que ella no sentía lo mismo.
Ares entró usando su casco troyano, su capa, así como su espada. Ares solía ser algo desaliñado, usaba barba y siempre parecía venir de alguna guerra, pero lucia particularmente pulcro ese día, se había recortado la barba, y su ropa era nueva y limpia, algo que resaltaba de Ares eran sus ojos violetas que parecían tristes, tenía una figura atlética, debido a que hacía ejercicio y levantaba casi su mismo peso. Tenía cicatrices en todo el cuerpo, pero detrás de ese aspecto duro había un joven brillante y amable y Hades sabía que su sobrino tenía una guerra consigo mismo desde hacía décadas, le habían roto el corazón y buscaba constantemente alguien a quien amar.
—¿Por qué huele como si una ninfa barata hubiera estado aquí?
—No le digas así a Mente—Ares quizá la había visto llegar.
—Lo siento tío, pero no quiero que ella vuelva a entrar en tu vida, no ahora que Perséfone está aquí...
—Respecto a Perséfone, no quiero ni una palabra ¿de acuerdo? Quiero mantener un bajo perfil con ella.
—No diré nada tío, ¿podemos irnos?
Hades abrió un portal que los llevó al Olimpo, ahí ya estaban algunos de los Dioses entre ellos Atenea quien fue la primera en ir a saludarlos.
—Hermanita—dijo Ares—, espero que ya no estés molesta conmigo, digo después de todo tu ganaste.
—Hermanito no estoy molesta contigo, solo quiero que dejes de ser un idiota y empieces a madurar.
—Ya no te he causado problemas, creo que estoy madurando.
—No causas problemas porque mi tío te vigila, ¿cierto tío Hades? —ella le abrazó.
—Cierto y es más difícil de lo que crees.
—Te creo, yo crecí cuidándolo y cuidando sus travesuras, en todo caso que bueno que viniste hacia tanto que no te veía, Poseidón estará feliz de verte...—ella busco con la mirada a Poseidón quien ya había llegado
—Eh sí, en realidad estoy buscando a Deméter
—No creo que mi tía venga hoy, no confirmo ni su asistencia ni la de su hija, pero si te dijo que venían quizá lleguen en un rato.
—En realidad no me dijo nada solo quiero ver a mi hermana para que—Hades pensó una rápida excusa—... me de unos consejos de plantas, quiero hacer crecer algo en el inframundo.
—Si la veo la enviaré contigo, tengo que ir a ver a los demás, nos vemos tío—le dijo a Hades —, adiós odioso—le dio un golpe en el hombro a su hermano.
—Sabes que en el inframundo no crece nada porque no hay sol.
—Lo sé, pero al parecer tu hermana no.
Hades dio un vistazo al Olimpo, siempre tan blanco, tan limpio tan insípido para ser exactos, Hades siempre pensó que el hecho de que el lugar estuviera tan limpio era para ocultar las sucias traiciones de Zeus hacia Hera, las cuales eran muchas, más de las que le gustaría admitir a Hera, todos lo sabían Zeus había estado con al menos la mitad de los invitados ahí, aunque claro Hera también había tenido sus amoríos, eran considerablemente menos que los que Zeus. Ellos estaban juntos y sonriendo, parecían estar pasando un increíble momento aunque fingir siempre había sido sencillo para Hera ella odiaba el que dirán.
Hestia apareció entre los invitados y miro de arriba abajo a Ares.
—Te dije que no te quería volver a ver aquí—le dijo Hestia a Ares.
—¿Me vas a correr de mi propia casa, querida tía?—Ares se cruzo de brazos y miro a Hestia de forma desafiante
—Hiciste cosas horribles Ares—ella en persona había rescatado una de las victimas de Ares y básicamente gracias a eso existía la ciudad de Roma.
—No he hecho nada que no haya hecho mi padre, así que, porque mejor ¿no te das la media vuelta y lo corres a él, eso sí haría más feliz a todos.
Hades miro a su sobrino, él siempre era así, sabia arreglárselas sin su ayuda, claro, también era algo grosero, pero había aprendido a la mala que debía pedir respeto de esa forma. Nadie ahí lo quería y en el fondo Hades se sentía culpable de haberlo arrastrado hasta allá. Hestia se fue molesta, nadie ahí tenía la autoridad para correr a Zeus por más odioso que fuera.
Ares miro a su padre. No era extraño que lo mirara con asco, cuando lo expusieron a él y a Afrodita, Zeus lo había reprendido por los mismos crimines pasionales el cometía diario, aun peor su madre no lo defendió. Todos se burlaron de Ares a tal punto que no lo pudo soportar y se fue con la único al que le eran ajenos esos problemas, quería a Hades porque, aunque pudo jamás lo juzgo.
—Míralo apuesto que está viendo quien será su próxima conquista—dijo Ares refiriéndose a Zeus.
—Esa jarra de vino le parece bastante atractiva en este momento—respondió Hades
Ambos rieron, hasta que Hades visualizo la llegada de Perséfone.
Ella llego del brazo del insufrible de Hermes.