bc

RECONSTRUCCION.

book_age18+
77
SEGUIR
1.2K
LEER
BE
de amigos a amantes
heredero/heredera
drama
tragedia
sweet
alegre
ciudad
guerra
like
intro-logo
Descripción

cuando solo tu familia te ve como un simple solucionador de problemas y un trabajador. cuando tus hermanos creen que eres muy entrometida ,queriendo solucionar todo. cuando te enteras que tu novio ,prometido jamas podría casarse contigo; no por falta de amor sino por que ya lo esta. pero cuando estas en la oscuridad absoluta un rayo de luz te ayuda a salir de todo y saber que no todo esta perdido.

chap-preview
Vista previa gratis
Capítulo 1
Un amor sobre nubes El calor de la pasión aún impregnaba el aire cuando descansé mi rostro en el pecho de Leonardo, sintiendo el ritmo pausado de su respiración y el latido firme de su corazón. Nuestros cuerpos seguían entrelazados, aun procesando todo lo que acababa de suceder: la propuesta, la entrega, la intensidad de las emociones que habían explotado entre nosotros. —Todavía no puedo creerlo… —susurré, deslizando mis dedos por su rostro. Leonardo sonrió y tomó mi mano, besándola con ternura. —Créelo, mi amor. Eres mía para siempre. Su voz grave y segura me envolvió. Mi pecho se comprimió con una mezcla de emoción y amor. Siempre había soñado con una historia como esta, una de esas que veía en r************* o leía en los libros… pero ahora, con un anillo en mi dedo y un futuro que parecía tan claro y brillante, la realidad superaba cualquier fantasía. Me incliné y lo besé de nuevo, saboreando el momento, asegurándome de que no era solo un sueño. —Debemos celebrarlo —murmuró él, acariciando mi mejilla—. Vamos a salir, amor. Hagamos de esta noche algo inolvidable. Me separé un poco, observándolo con curiosidad. —¿Salir? Pero si ya tuvimos una cena increíble… Leonardo se levantó con una sonrisa traviesa y me tomó de la mano. —Confía en mí, preciosa. A regañadientes, me vestí de nuevo mientras él hacía lo mismo. Salimos del apartamento y bajamos en el ascensor, esta vez sin parejas apasionadas que nos acompañaran. —Dime al menos a dónde vamos —pregunté, abrazando su brazo mientras caminábamos hasta su coche. —A un lugar especial —respondió con ese tono seguro que siempre lograba convencerme. La intriga me carcomía, pero decidí disfrutar el misterio. Mientras conducía, nos lanzábamos miradas cómplices, nuestras manos entrelazadas sobre la palanca de cambios. Después de unos veinte minutos, el auto se detuvo frente a un elegante mirador con vista a toda la ciudad. Las luces titilaban como estrellas en la lejanía, y el ambiente tenía algo mágico, como si el universo entero estuviera celebrando nuestro compromiso. —Leo… esto es… hermoso —susurré, maravillada. —Quería traerte aquí porque este es el lugar donde supe que te amaba. Lo miré, sintiendo mis ojos brillar con la emoción. —¿Aquí? Leonardo asintió y se acercó, rodeando mi cintura con sus brazos. —Hace tres años, cuando discutimos por aquella tontería y pensé que podrías dejarme, vine aquí y me di cuenta de que no podía vivir sin ti. Recordé ese momento. Fue una pelea insignificante, pero me había hecho dudar por un instante. Sin embargo, también me hizo entender cuánto lo amaba. —Nunca me habría ido —le aseguré, acariciando su bello rostro. —Y ahora lo sé. Por eso, este lugar es nuestro —susurró antes de besarme con una dulzura que me desarmó por completo. El beso fue lento, lleno de promesas silenciosas y de amor puro. Cuando nos separamos, Leonardo sacó una pequeña botella de champán del auto y dos copas. —Un brindis por nuestro futuro. Chocamos las copas, riendo, y nos abrazamos bajo el cielo estrellado. Pero justo cuando todo parecía perfecto, sentí mi celular vibrar en mi bolso. —¿Quién podría ser a esta hora? —murmuré, sacándolo de mi bolsillo. Fruncí el ceño al ver el nombre en la pantalla: Número privado. Dudé un instante antes de contestar. —¿Hola? Un silencio tenso se instaló en la línea antes de que una voz baja y grave hablara: —Valeria… tienes que tener cuidado. Un escalofrío recorrió mi espalda. —¿Quién eres? —pregunté, mi voz apenas un susurro. Leonardo notó mi cambio de expresión y tomó mi mano. —No hay tiempo para explicaciones. Solo aléjate de él. No es quien crees que es. Mi corazón se detuvo por un instante. —¿Qué? ¿De quién hablas? Pero la llamada se cortó antes de que pudiera obtener una respuesta. Mi mano temblaba mientras bajaba el teléfono. Sentí la mirada de Leonardo clavada en mí, llena de preocupación. —¿Quién era? —preguntó con el ceño fruncido. Levanté la vista y, sintiendo cómo mi mundo perfecto se tambaleaba, respondí con un hilo de voz: —No lo sé… pero dijo que me alejara de ti. El silencio entre nosotros se volvió denso, pesado. Leonardo entrecerró los ojos y apretó la mandíbula. —Eso no tiene sentido. No, no lo tenía. Pero una inquietud empezó a instalarse en mi interior. ¿Quién haría algo así? ¿Y por qué? Aquel mensaje, aunque misterioso, había dejado una semilla de duda en mi Y sabía que, tarde o temprano, tendría que descubrir la verdad. Algo en su interior lo presentía. La verdad tras la puerta Un mes después… Los días pasaron y aquella llamada que había recibido se fue desvaneciendo en mi memoria. Hasta que… El sol filtraba sus primeros rayos a través de las cortinas cuando abrí los ojos. Un cosquilleo de felicidad recorrió mi cuerpo al verlo a mi lado, con el rostro relajado y el cabello despeinado sobre la almohada. Leonardo era mío, completamente mío. No pude resistirme y deslicé mis dedos por su mandíbula, adorando cada rasgo de mi prometido. Estoy comprometida. Aún me parecía irreal. —Mmm… —gruñó, atrapando mi mano entre las suyas y besando la punta de mis dedos—. Buenos días, prometida mía. Sonreí y dejé escapar un suspiro soñador. —Buenos días, futuro esposo. Leonardo se incorporó y me rodeó con sus brazos, besando mi frente antes de inclinarse hasta mis labios. Me besó con lentitud, como si quisiera grabar este momento en su memoria. —La noche fue perfecta, quiero estar así siempre —susurró, apoyando su frente contra la mía—. No quiero que este día termine nunca. —Ni yo —murmuré, hundiendo los dedos en su cabello—. Pero, amor, tengo que ir a trabajar. Leonardo frunció el ceño y me aprisionó contra el colchón. —No acepto esa excusa. Tengo planes de secuestrarte todo el día. Solté una carcajada y le rodeé el cuello con los brazos. —¿Y qué hay de tu trabajo, ¿eh? —pregunté, divertida. —Puedo hacer mis reuniones desde casa. —¿Desde la cama, querrás decir? —repliqué juguetona. —Exactamente. Me mordí el labio, tentada. —No puedo faltar sin avisar… —susurré sin mucho convencimiento. Leonardo se levantó de la cama de un salto y me tendió el teléfono. —Entonces avísales que no irás, no creo que el restaurante se caiga si no vas hoy. Quiero tenerte conmigo. Negué con la cabeza y, tras un suspiro de rendición, tomé mi teléfono para enviar un mensaje rápido al administrador del restaurante de mi familia. —Listo —dije al terminar. —Perfecto. Leonardo me tomó en brazos, haciéndome reír, y me llevó directo a la ducha. —No pienso desperdiciar ni un segundo de este día contigo. Y en ese momento, nada me parecía más perfecto. Un giro inesperado Horas después, con el aroma del desayuno todavía impregnado en el aire y mi risa llenando la estancia, el timbre del apartamento sonó. —¿Esperas a alguien? —preguntó Leonardo, extrañado. —No. —fruncí el ceño, sintiendo una leve inquietud. Leonardo se puso de pie y caminó hasta la puerta. Lo observé mirar por la mirilla, pero su expresión cambió al instante. Su mandíbula se tensó, y algo en su postura me hizo contener la respiración. —¿Quién es? —pregunté, acercándome para ver. Pero él no respondió. Se quedó inmóvil, como si estuviera debatiéndose internamente. Tras un largo segundo de duda, abrió la puerta. Y en ese instante, todo cambió. Allí, de pie, con un vestido azul elegante y el cabello rubio perfectamente peinado, estaba una mujer que jamás había visto en mi vida. Era hermosa, con rasgos finos y una mirada intensa que se fijó en mí en cuanto la puerta se abrió. Pero lo que realmente me hizo sentir como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago fue la primera palabra que salió de sus labios. —Leonardo, amor… El suelo pareció abrirse bajo mis pies. —¿Qué? —susurré, sin comprender. Leonardo apretó la mandíbula y dio un paso adelante, interponiéndose entre nosotras. —Elizabeth, no es un buen momento. Mi cabeza giró a mil por hora. ¿Elizabeth? ¿Quién demonios era ella? La mujer me sonrió con burla y cruzó los brazos. —¿No es un buen momento para que hable con mi esposo? El impacto de sus palabras me golpeó como una bofetada. —¿Qué demonios está pasando aquí? —pregunté con voz temblorosa, sintiendo mi cuerpo entumecerse. Leonardo cerró los ojos un instante, como si intentara encontrar la mejor manera de explicar lo inexplicable. Pero Elizabeth no le dio oportunidad. —¿No le has contado? —soltó una carcajada amarga—. Dios, Leonardo, sigues siendo el mismo cobarde de siempre. Mi corazón latía desbocado. —¿De qué estás hablando? —exigí, con la garganta seca. Leonardo me miró con dolor en los ojos. —Valeria… no es lo que parece. Hay algo que nunca me atreví a contarte. Mi cuerpo entero se tensó. —¿Qué cosa? —logré decir, sintiendo un nudo en el estómago. Elizabeth fue quien respondió, disfrutando cada segundo de mi agonía. —Que estamos casados. Silencio. El mundo pareció detenerse. Todo el aire se escapó de mis pulmones. —Eso no es cierto… —susurré, sintiendo que mi realidad se desmoronaba. Leonardo pasó una mano por su rostro, frustrado. —No es lo que parece. Solté una risa sin humor. —¿No es lo que parece? ¡Acabas de pedirme que me case contigo y resulta que ya tienes esposa! ¿Cómo demonios esperas que lo entienda? Elizabeth sonrió satisfecha y se cruzó de brazos. —¿Ves, Leonardo? Siempre supe que todo esto se te iba a salir de control. —¡Cállate, Elizabeth! —gruñó él, mirándola con furia—. Tú no tienes nada que ver con esto. —¿Nada que ver? —soltó una carcajada sarcástica—. Soy tu esposa, por Dios. Claro que tengo que ver. Sentí las lágrimas acumularse en mis ojos, pero me negué a dejarlas caer. —¿Por qué no me lo dijiste? —pregunté, buscando alguna señal que me indicara que todo esto era un malentendido. Leonardo me miró con desesperación. —Porque nunca significó nada. Elizabeth y yo nos casamos cuando éramos muy jóvenes. Fue un error. Nos separamos hace años, pero ella nunca firmó los papeles del divorcio. Elizabeth se encogió de hombros con fingida inocencia. —Nunca vi la necesidad. Sentí que mi corazón se rompía en mil pedazos. —Entonces… ¿esto qué significa? Leonardo dio un paso hacia mí, intentando tocar mi rostro, pero me alejé de inmediato. —Valeria, por favor. Negué con la cabeza. —Necesito estar sola. —No, por favor, escúchame… Pero no podía escuchar nada más. No podía procesarlo. Tomé mis cosas y salí de allí, sintiendo que todo lo que creía real se desmoronaba a mi alrededor. Y lo peor de todo era que, a pesar de todo… todavía lo amaba.

editor-pick
Dreame - Selecciones del Editor

bc

Venganza por amor: Infiltrado

read
64.5K
bc

La embarazada sacrificada

read
3.1K
bc

Prisionera Entre tus brazos

read
101.6K
bc

Mafioso despiadado Esposo tierno

read
24.7K
bc

Una niñera para los hijos del mafioso

read
51.0K
bc

Eres mío, idiota.

read
3.6K
bc

Profesor Roberts

read
1.7M

Escanee para descargar la aplicación

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook