Estrella, tras escuchar algo que Benjamín le hubiera contado a su padre y su hermano antes, aunque con muchos más detalles, sintió una nueva oleada de ansiedad recorriéndole, pues, tal como ella declaró antes, él recalcó su intención de no perder a sus sobrinas una vez que las encontrara.
Y es que, aun cuando Benjamín Anguiano no tenía la certeza de nada, por su mente había pasado la posibilidad de que algo malo hubiera pasado con su hermano y sobrinas, y ahora había algo casi seguro, y eso era que ellas podrían estar bien y mucho más cerca de lo que había imaginado tenerlas justo en ese momento.
— Cuando niños, él y yo teníamos una relación realmente cercana, Estrella, pero crecimos, y había muchos problemas familiares que pusieron distancia no solo física entre nosotros —declaró Benjamín, como excusando todo el tiempo transcurrido en que él no supo nada de ellas—, pero, si las niñas son mis sobrinas, voy a reclamar lo que es mío, por eso quiero hacer una prueba de ADN, para confirmar eso de lo que ya estoy seguro: esas niñas son hijas de mi hermano.
Estrella miró fijamente a un hombre que parecía amenazarla con palabras, por eso ella frunció el ceño, molesta, no entendía cómo él podía simplemente aparecer y pretender tomar el control de todo sin que ella hiciera algo para detenerlo. No podía, no lo haría; es decir, Estrella ni siquiera quería imaginarse a Beca y Beta alejadas de ella, ella las había criado por meses como si fueran suyas, ellas la llamaban mamá y, para ella, ese par de preciosas niñas eran sus hijas. Definitivamente, Estrella no estaba dispuesta a perderlas.
— ¿Por qué quieres saber si son tus sobrinas, Benjamín? —preguntó Estrella en un tono de voz más firme, casi desafiante—. A mi ver, ni siquiera te preocupa tu hermano, por él no has preguntado. Simplemente vienes a asegurarte que ellas son tu sangre para llevártelas. De ese modo no me extraña que él se alejara de toda su familia, incluyéndote.
Las palabras de la rubia fueron como un golpe al hígado para el hombre pues, lo que ella decía era verdad, pero Benjamín no se guardaba las preguntas sobre su hermano porque no le interesara su paradero o condición, sino porque, en su interior, la peor posibilidad ya era una realidad, una que no quería confirmar porque eso lo mataría.
» Beca y Beta son mis hijas —declaró Estrella, rompiendo un silencio incómodo que de pronto los atrapó—. Ellas han vivido conmigo durante seis meses, desde que perdieron a sus padres en ese accidente. Y, aunque el proceso de adopción no esté cerrado, eso no significa que tú puedas simplemente aparecer y arrebatármelas.
Benjamín, tras las palabras de esa joven, esas que confirmaban sus más terribles sospechas, terminó mucho más afectado de lo que pensó que estaría si es que llegaba a confirmar que su hermano estaba muerto, por eso terminó de rodillas al piso, jadeando en pobres y vanos intentos de respirar y a punto de vomitar por estarse tragando a puños una realidad que no le gustaba, y que no quería aceptar.
Viendo lo destrozado que estaba ese hombre, Estrella sintió que el aire se volvía más denso, dificultando su adecuado ingreso a sus sistemas, quizá por eso sentía que su mente daba vueltas, y por eso tomó asiento al fin, mirando a la nada, pues de alguna manera le dolía tener que ver a ese hombre que parecía roto más allá de la imaginación.
Aun así, la rubia se detuvo de tocarse el corazón, porque ni todo el dolor del mundo sobre ese hombre justificaba que luego de meses de no aparecer, él pudiera llegar a exigir algo que no le correspondía.
» Entiendo que esto es difícil para ti —dijo Estrella cuando sintió que era prudente, cuando sintió que ese hombre la atendería otra vez—. Pero yo solo quiero lo mejor para ellas, Benjamín, y me tomó meses sacarlas de donde cayeron luego del accidente, así que no estoy segura de que puedas llegar a ser parte de su vida sin lastimarlas, por eso...
Benjamín, que había sentido compasión cuando miró a la joven a la cara y la descubrió ansiosa y aterrada, al casi escuchar por segunda vez que no le permitiría recuperarlas, sintió su sangre arder, por eso la fulminó con la mirada y le infundió mucho más terror a la que lo escuchaba y que, en respuesta, llorando al fin, comenzó a justificar su decisión.
» Las niñas me llaman mamá, aunque saben que su madre se fue al cielo, igual que su papá —explicó la joven de apellido Bianco—. No las conozco demasiado, es cierto, pero ellas me conocen bien a mí... Benjamín, yo soy la que las cuida, la que les da amor, porque las amo de verdad. Así que no voy a permitir que se las lleves.
— Te estoy pidiendo una cosa simple, Estrella —declaró el hombre con determinación, y tal vez con un poco de frustración entre todo su dolor—: quiero hacer una prueba de ADN para saber si esas niñas realmente son mis sobrinas y tú no tienes autoridad para negarte a eso.
Estrella sintió que sus piernas flaqueaban; de hecho, de no haber estado sentada ya, se habría ido de sentaderas al sofá, o al piso, al que fuera que estuviera detrás de ella.
Cada palabra de Benjamín resonaba en su mente como una amenaza. "Tengo derecho a ellas." Eso era lo que más la aterraba; el hecho de que, aunque Benjamín fuera un extraño en la vida de las niñas, pudiera ser considerado su pariente biológico y eso le diera derecho a tenerlas le aterraba de verdad.
Sin embargo, algo dentro de ella le decía que no debía rendirse tan fácilmente. Había luchado por las niñas, las había cuidado y amado como si fueran suyas, así que no iba a dejar que un hombre al que no conocían se las llevara tan solo por compartir la misma sangre.
— Yo no voy a permitir que ellas queden en medio de una batalla legal, Benjamín —advirtió Estrella Bianco, fingiendo que no la estaba consumiendo la desesperación—. Si realmente te importa lo que es mejor para las niñas, deberías pensar en lo que ellas necesitan, no en lo que tú quieres.
El silencio que siguió fue pesado y, por un momento, ninguno de los dos habló.
— ¿Cómo sabes que lo mejor para ellas eres tú, Estrella, y no yo? —preguntó Benjamín suspirando con cansancio, pues todo lo recién ocurrido lo había agotado física, mental y emocionalmente—. No te corresponde decidir, ni con quién se quedan, ni si puedo realizar la prueba que solicito, así que espera la orden de un juez, porque, de mi parte, tampoco creo que lo mejor para ellas sea estar con una completa desconocida, con quien ni sangre comparten.
Estrella, que permaneció sin moverse, con el corazón acelerado y una sensación de impotencia creciente, simplemente observó al hombre irse de su oficina sin mirar atrás, con los ojos puestos en una sola cosa, seguramente: romper su corazón al arrebatarle a sus amadas hijas del corazón.