itulo 16 - RAYO Desde que Lidia era niña, su papá le hablaba del viento de Mogna como un compañero intangible, una presencia que guiaba a quienes sabían oír. Un día, cuando cumplió doce años, él llegó con un regalo imprevisto: un caballo joven, de mirada profunda y nobleza innegable. Lo llamó Rayo, porque corría como si el viento mismo lo indujera. Invisible, invencible. A la sazón, Rayo se convirtió en su sombra, en su custodio silencioso en los caminos polvorosos que la trasladaban a la escuelita. Cuando salía antes de la madrugada, cuando regresaba cansada al atardecer, él siempre estaba ahí. Era más que un animal: era su hogar en traslación. Si Lidia tenía dudas, Rayo parecía comprenderlas. Con un leve movimiento de cabeza, con su andar calmoso, le recordaba que Mogna siempre había

