Ya habían pasado tres días desde que recogió sus cosas y se marcho de la casa de James. Ahora faltaba hacer lo que quitaría cualquier conexión que la mantuviera atada a el.
Tenía que ir a su trabajo.
Debía ir a la empresa que dirigía su esposo y presentar la renuncia, ya que no sería capaz de seguir adelante si aún tenía posibilidad de verlo y considerar su decisión.
Así que temprano en la mañana se vistió con su mejor atuendo y se arreglo lo suficiente para ocultar la mala noche que había estado teniendo desde que se separó de James.
Al poner el primer pie dentro de esa gran caja de cristal, toda su motivación se esfumó.
Podía sentir la mirada de todos sobre ella.
Sentía que estaba caminando sobre lava, y con cada paso dejando un pedazo de si misma en el suelo. No quería ser paranoica, pero los últimos días habían sido tormentosos para ella, su autoestima no estaba en el mejor nivel y su seguridad mucho menos.
Desde la llegada de esa mujer, había estado caminando sobre una cuerda floja que ella misma había decidido cortar.
Aunque posiblemente nadie estaba pensando en eso, se sentía incómoda, por lo que al renunciar sabía que estaba tomando la decisión correcta.
Ignorando su entorno, se dirigió a la oficina de recursos humanos. No sería fácil obtener su renuncia, ya que posiblemente, pensaran que estaba haciendo un berrinche, aún así no perdía nada al intentarlo.
***
James escucho sin prestar mucha atención al informe mensual de la empresa.
Su mente estaba aún navegando por los últimos acontecimientos que habían ocurrido en menos de un mes.
Desde la llegada de Brittany y el repentino interés de la familia de esta en las acciones que habían invertido en la empresa, este se había visto en la obligación de atenderlos y quedar bien frente a estos.
Sabía que con esto se habían generado algunos malentendidos al defender de manera constante a su antiguo interés amoroso, pero no veía de que otra manera podía actuar para evitar que Kleo se metiera en más problemas.
Conocía lo caprichosa y egoísta que podía llegar a ser Brittany y también la influencia que tenía su familia. Si defendía a su esposa abiertamente, solamente tendrían más problemas.
—Señor Kim, lo buscan.
James alzó la mirada, hace varios minutos que la reunión se había terminado. Frunció el ceño, molesto consigo mismo al no estar pendiente de su entorno.
—¿Quién?
—Su esposa…—el hombre fue bajando el tono de voz, al ver como el rostro de su jefe tomaba una expresión fría.
—¿Dónde está?
—Lo está esperando en su oficina, ella…
—Habla de una vez.
—Ella quiere presentar su renuncia, no sabía cómo proceder así que vine a buscarlo.—el gerente principal de recursos humanos trago en seco, odiando cada minuto que pasaba en la presencia de su jefe.—Es su esposa, así que…¿Me preguntaba si quería lidiar usted mismo con ella?
James le dio un breve asentimiento y vio al hombre irse, para luego levantarse de su asiento y caminar a paso medido hacia su oficina.
Al ingresar al interior de esta lo primero que vió fue la melena rubia de su esposa caer sobre su espalda, se veía tan frágil que inmediatamente le enviaron pensamientos para nada decentes.
Sin embargo, esos pensamientos salieron huyendo cuando recordó el motivo por el que está se encontraba en su oficina.
La vio girarse hacia el, al escucharlo entrar, en sus manos llevaba una pequeña caja en la que suponía llevaba sus pertenencias. Para el tiempo que llevaba trabajando para la empresa, no había acumulado muchas cosas, después de todo, el trabajo que Kleo hacia era ser un florero hermoso carente de preocupaciones.
—¿Qué significa esto, Kleo?—pregunto dejando una distancia fiable entre ellos.
—Vine a presentar mi renuncia, no pretendía molestarte pero el gerente de recursos humanos no quiso procesarla.—respondió su esposa sosteniendo su mirada.
James tomó un poco de aire, maravillado por el cambio tan radical de su esposa.
Usualmente está se comportaba de una manera complaciente que le había resultado sosa y aburrida. Pero desde que la idea del divorcio se le había metido en la cabeza, su carácter había cambiado.
Y eso lo enfurecía y emocionaba a partes iguales.
—Primero el accidente, luego el divorcio y ahora…ahora renuncias. ¿Crees de verdad que tengo tanta paciencia? ¿A qué estás jugando Kleo?—se acercó un poco más, consciente de que su cercanía la ponía nerviosa.
—No…no estoy jugando a nada, James.—la miró morderse el labio inferior tan fugaz, que si no estuviese prestando atención se le hubiera pasado por alto.—Solo estoy haciendo lo que creo que es correcto.
Ahora solamente la pequeña caja se interponía entre ellos.
James tocó el mentón de su esposa y lo subió un poco, sintiendo como su piel ardía al tocarla. La miró fijamente, tratando de comprender como funcionaba la mente de esta. Podía apreciar la lucha en sus ojos. Sabía que tenía poder suficiente para hacerla cambiar de opinión, no tendría que intentarlo con demasiado ahínco para lograr que Kleo volviera a ser la de antes.
Sin embargo, encontraba un poco de deleite en su constante desplante.
—¿Estás segura de querer irte?—dijo mientras acariciaba el borde de los labios de su esposa, tentado a quitarle esas absurdas ideas de una forma menos práctica peor eficiente.
—No puedo estar en dónde no me quieren.—respondió intentando zafarse de su agarre, pero no lo logro.—No puedes tenernos a las dos, James y estoy consciente de mi misma, sé a quien elegirás.
—No sabes nada.—se enfureció. Estaba harto de escuchar las falsas acusaciones de Kleo, pero tampoco podía hacer mucho para desmentirla. No podía deshacerse de Brittany y su familia tan fácilmente.—Te estás haciendo ideas que no son.
—Solo veo lo que está frente a mi, James. Así que acepta el divorcio y déjame ir.
—Tenemos un acuerdo.—recordó con parsimonia.
—Pagare lo que deba pagar por el incumplimiento.—le rebatió Kleo con la respiración agitada.
—¿Y pretendes hacerlo de esta manera? Renunciando a tu puesto.—una risa sarcástica salió de sus labios.—Ni trabajando veinte años de tu vida podrás pagarme, Kleo. Sé realista.
—¿Qué pretendes hacer?—James pudo distinguir cierto temor en la voz de su esposa, haciéndolo sentir mal, pero ella misma lo estaba empujando a actuar de esa manera.
—Solo quiero saber que pensará mi madre acerca de tu repentino deseo de separarte de mi.—susurro con clara intención de hacerla cambiar de opinión.
Estaba jugando sucio, lo admitía. No la dejaría irse de su lado. No le daría el divorcio.
Así que si debía usar la excelente relación que Kleo había forjado con mi madre para retenerla a su lado el tiempo suficiente para solucionar todos los problemas que lo atosigaban, no dudaría en hacerlo.
—No metas a tu madre en esto.
—Tu fuiste la primera en hacerlo, o sino no estaríamos casados.
—James, por favor…
—No aceptaré tu renuncia. Si continuas ausentándote en el trabajo…tendrás que atenerte a las consecuencias.— James mantuvo su postura. Sin conmoverse por la pequeña gota de cristal que resbaló por la mejilla de su mujer. —Tu decides, Cariño.
***
Kleo llegó a la casa de Niko justo antes del atardecer. El cielo parecía reflejar su estado emocional, teñido de tonos rojos y grises, como si estuviera a punto de incendiarse o desmoronarse.
No había llorado en el camino, pero la opresión en su pecho era constante, tan presente como su propia respiración. Sin embargo, aún recordaba la pequeña lágrima que la traicionó delante de su esposo.
Cuando tocó el timbre, fue Laura quien abrió la puerta.
—Estás temblando —fue lo primero que dijo, apartándose de inmediato para dejarla entrar—. ¿Todo bien?
Kleo entró con la caja en mano, la misma que había pensado arrojarle a la cara a su esposo para borrarle esa expresión de socarronería. Solo hizo un gesto con la cabeza. No tenía fuerzas para dar explicaciones.
—No hay forma de estar bien después de un enfrentamiento con ese hombre —murmuró finalmente, dejando la caja en el sofá. No cuando debía luchar contras sus propias emociones y el instinto se ceder ante el, pensó para si misma.
Laura cerró la puerta con cuidado.
—¿Te hizo algo?
—No. No físicamente. Pero… —Kleo la miró—¿Cómo se llama cuando alguien te quita la dignidad sin siquiera levantar la voz?
—Manipulación emocional —respondió Laura sin vacilar.
Niko apareció en ese momento desde el salón, aún con el uniforme del hospital. Al verla, frunció el ceño.
—¿Qué pasó? Pensé que solo irías a presentar tu renuncia y traer tus cosas.
—También lo pensaba yo, no pensé que tendría que enfrentarlo también en el trabajo, pero el gerente de recursos humanos no quiso hacerse cargo de mi caso—dijo Kleo, con una risa amarga— James… siempre logra superarse.
—¿Te lastimó? —insistió Niko, dando un paso al frente.
Si
—No. Solo me despojó de lo poco que me quedaba de orgullo —contestó—. Le hice saber sobre mi renuncia. Se burló. Me recordó que no podía hacer lo que deseaba hacer. Y luego me amenazó de la forma más cobarde posible.
Laura abrió los ojos con indignación. Niko apretó los puños.
—¿Qué?
—Sí. James decidió usar la relación que tengo con su mamá para obligarme a quedarme en el trabajo y anular el divorcio —confesó Kleo, con la voz quebrada.
—Ese cabrón… —susurró Niko, mirando a Laura.
—Ven, siéntate. Voy a prepararte un té para que te relajes—dijo ella con calma.
—Gracias —susurró Kleo.
Mientras Laura desaparecía en dirección a la cocina, Kleo se dejó caer en el sofá. Su cuerpo dolía, pero no era por el cansancio físico. Era ese dolor punzante que se instala en el pecho cuando uno se da cuenta de que todo lo que defendió, todo lo que sostuvo con tanto esfuerzo… simplemente nunca existió.
—Quiero terminar con esto —dijo de pronto, mirando a Niko—. Pero si James no quiere firmar el acuerdo, si quiere jugar sucio… yo no sé cómo enfrentarlo.
Niko se sentó frente a ella, apoyando los codos en sus rodillas.
—Juega sucio tu también, Kleo. No dejes que el se salga con la suya.
—Esa es mi única opción, pero…
—¿Estás dispuesta a que esto se convierta en una guerra?
—Si es la única opción —asintió— No puedo permitir que él controle mi vida hasta el final.
—Es cierto —asintió Niko—. Pero si esto va a escalar, tienes que prepararte. No solo mentalmente. Vas a tener que exponerte a lo que fue tu matrimonio y enfrentarte al hombre que aún amas.
—No me importa —respondió con voz cansada.
Laura regresó con el té y lo colocó frente a Kleo.
—Todo va a estar bien. Vamos a encontrar una solución —le dijo con una sonrisa cálida.—Una vez que sus abogados redacten el papel del divorcio con todas sus exigencias, podremos saber a qué nos enfrentamos.
Kleo tomó la taza entre las manos. La cerámica caliente contrastaba con la frialdad que llevaba por dentro.
—No estoy segura, Laura. Creo que ni siquiera se está preocupando en hacerlo. Solo me está haciendo perder el tiempo.
—¿Por qué crees que no quiere darte el divorcio?
—No lo sé. No entiendo su comportamiento. Está actuando raro.—susurro esto más para si misma.
Desde que salió de la empresa de los Kim, había intentado entenderte el por qué James no accedía a divorciarse de ella.
Sabía que este no la amaba, pero tampoco la quería soltar.
—Quizás solo sea una cuestión de orgullo.—opino Niko con duda.
Sin embargo, le sonó correcto. Al pedirle el divorcio a James, le había dado un golpe a su ego. Una persona arrogante y orgullosa como él no toleraría esos desplantes.