—Si tanto quieres el divorcio, Kleo, te recuerdo que no obtendrás nada de mí.
Las palabras de James golpearon con la misma fuerza que una bofetada. Kleo se detuvo en seco justo en el umbral de la puerta, con la maleta aferrada entre sus dedos como si fuera un ancla que la mantenía en pie.
El tono condescendiente de su esposo, frío y mordaz, la devolvió a un momento que creía enterrado. Ese día, antes de la boda, cuando con una sonrisa tranquila firmó aquel papel sin mirar demasiado.
El amor que sentía por James nunca la hizo ver que este tenía más que ella, solo la hizo sentir que alguien que resultaba inalcanzable para cualquier persona, ella pudo lograrlo.
Aunque ahora ese logro le resultaba todo menos bueno.
—Firmaste un acuerdo prenupcial —continuó James, cruzando los brazos frente al pecho mientras se recargaba en el marco de la puerta—Bienes separados. Lo sabes. Así que no te hagas ilusiones.
Kleo no respondió de inmediato. Sus ojos se mantuvieron fijos en un punto muerto, mientras las imágenes volvían a su mente con crudeza. Él, con esa sonrisa encantadora, diciéndole que era solo un trámite… que no significaba nada. Y ella, enamorada hasta los huesos, dispuesta a cualquier cosa con tal de que él la mirara un poco más como mujer y no como una carga.
Había creído que su gesto le mostraría cuánto lo amaba, que no estaba allí por su dinero. Qué ingenua fue.
—¿Te arrepientes ahora? —preguntó él, al ver que seguía callada.
Kleo levantó la mirada lentamente, los ojos vidriosos pero sin dejar caer una sola lágrima. Dio un paso dentro de la habitación y dejó la maleta a un lado, luego se cruzó de brazos, erguida.
—Sí —admitió con serenidad—. Me arrepiento. Pero no por el dinero, James. Me arrepiento de haber creído que el amor se ganaba así. De haber pensado que tú podrías amarme algún día por lo que soy y no por lo que te puedo ofrecer.
Él entrecerró los ojos, irritado por la frialdad con la que Kleo hablaba ahora.
—No vengas a hacerte la mártir. Firmaste ese papel con gusto.
—Lo hice. Y no lo lamento por lo que implique ahora —aseguró, con voz firme—No estoy aquí para pedirte dinero. No me interesa. Solo vine a terminar con esto de la forma más civilizada posible. Eso es todo.
—No vas a salirte con la tuya —dijo él, dando un paso al frente—. Ese documento que trajiste no tiene ningún valor. Es una basura. No pienso firmar eso.
Kleo lo observó en silencio unos segundos, como si estuviera evaluándolo por primera vez sin el velo del amor.
La forma en que fruncía el ceño, el tono arrogante, el desprecio detrás de cada palabra… Todo eso que antes había justificado con mil excusas ahora le resultaba insostenible.
—Haz lo que quieras, James —respondió, apretando más fuerte el mando de la maleta—. Puedes romperlo si eso te hace sentir más en control. Pero te aviso desde ya, me voy a divorciar de ti. Sea por las buenas o por las malas.
—¿Eso crees? —se burló él.
—Lo sé —afirmó con una calma demoledora—Y no pienso quedarme un segundo más en esta casa. No quiero nada que venga de ti. Ni tus tarjetas, ni tus joyas, ni tus casas, ni tus miserias emocionales. Nada. Solo mi libertad.
James apretó los dientes. A pesar de su postura rígida y su tono irónico, algo en su interior se removía. Esa mujer no era la Kleo que él conocía. La Kleo que lloraba en silencio, que aceptaba los desplantes, que se desvivía por agradarle. Esta nueva versión tenía una fuerza distinta. Y eso lo descolocaba.
—Muy bien —dijo él, con la mandíbula tensa—. No te preocupes, haré que mis abogados redacten algo... algo digno de firmar. Y te lo enviaré.
—Perfecto —contestó ella, sin mirarlo—Estaré esperando.
Kleo no esperó a que él dijera nada más. Se giró con la maleta rodando tras ella, bajó las escaleras sin despedidas ni vacilaciones. Pero por dentro, sentía que algo se le rompía con cada paso. Su corazón, quizás. O la última hebra de ilusión que aún quedaba.
Al cruzar la puerta, no miró atrás.
Sin embargo no esperaba que Markos estuviera frente a la puerta esperando.
Kleo se detuvo confundida, al ver como este le interrumpía el paso. Con disimulo miró hacia atrás, viendo en el momento exacto en el que su esposo le hacía una seña al mayordomo y este le quitaba la maleta de la mano.
—Disculpé, señora.
—¿Qué se supone que es esto?—cuestionó Kleo indignada.
—Solo me aseguro que no te lleves algo que no te pertenece contigo.—respondió James situándose a su lado, mientras Markos abría la maleta.
—¡Eres un maldito miserable, James! No tengo por qué llevarme algo que no me pertenece, no soy una ladrona.
—Eso no lo sabremos hasta que no veamos que llevas en esa maleta, Kleo.
La chica sintió como los ojos se le humedecían. Desde que llegó a esta casa había estado luchando con el mar de emociones que tenía encerradas en su pecho, sin embargo, está acción había abierto una compuerta que la dejo sin aliento.
Con poco tacto aparto a Markos de su maleta abierta. El hombre no era culpable de lo que estaba sucediendo, pero eso no le impedía estar molesta.
Con una fuerza arrolladora, tomó la maleta y la tiró en el piso, dejando todas sus cosas a la vista de los dos hombres.
—Verifica si encuentras algo, James.—infundio todo su enojo en el nombre de su esposo.
Ambos se miraron, uno tratando de dominar, y otro tratando de mantenerse firme.
Kleo se sentía completamente humillada.
James tenía tanto poder sobre ella, que a pesar del mal momento por el que la estaba haciendo pasar, aún no lograba sacarlo del corazón.
—No es necesario.—siseo el hombre, dándole la espalda y dejándola sola minutos después.
—¿Señora?—la voz arrepentida del mayordomo se escuchó a su lado.
—Vete, por favor.—Kleo se arrodilló, la voz le salió estrangulada por las lágrimas que estaba tratando de contener.
Ya había sido humillada de todas las formas posibles, no les podía dejar ver lo mucho que la habían herido.
Con premura, recogió todo y se marcho, procurando no derramar ni una lágrima.
***
Luego de su encuentro con Kleo, a la hora James regreso a la habitación de esta. Entro al lugar sintiendo la diferencia. Lo cual le parecía extraño, porque casi nunca ingresaba a ese lugar, a menos que fueran a tener un encuentro intimo lo cual no pasaba usualmente en los últimos meses.
James se quedó solo en medio de la habitación. El documento de divorcio seguía sobre la cama, intacto. Su mirada lo evitó a propósito, como si su sola presencia lo acusara de haber perdido algo que ni siquiera sabía que tenía.
¿Qué demonios acababa de pasar?
La mirada dolida y decepcionada de su esposa se quedó grabada en su mente. No tenía en claro que lo había llevado a actuar de esa manera.
Se pasó una mano por el cabello, frustrado. Tenía la mandíbula apretada y el pecho le ardía con una sensación extraña. ¿Era rabia? ¿Orgullo herido? ¿O acaso… tristeza?
—No seas ridículo —se murmuró a sí mismo, negando con la cabeza. Solo iba a asegurarse de que Kleo no estuviera llevándose algo que pudiera usar para molestarlo. Nunca quiso que está tirará todas sus pertenencias en el piso.
Su intención no había sido hacerla pasar un mal momento, simplemente quería…
Si pensaba con seriedad no sabía que era lo que quería. Pero no podía dejar que su esposa se saliera con la suya, no cuando cualquier escándalo que lo involucrara podría dañar su posición en la empresa.
Tomó su teléfono del bolsillo y marcó con rapidez.
—Señor Kim —respondió su secretario al instante.
—Prepara los papeles del divorcio.—dijo sin esperar a que su secretario le preguntara.—Hazlo según el acuerdo.
—¿Está seguro señor?—James pudo escuchar la vacilación en la voz del hombre pero no le interesaba. Kleo había empezado este estúpido juego, haciéndole perder tiempo, así que deseaba ponerla en su lugar y recordarle que ella no podía renunciar a el tan fácil.
—Si. Necesito que las clausulas sean imposibles de cumplir para Kleo.
—Pero…¿Se divorciaran?
James sabía que su secretaria estaba pensando en todo el papeleo que tendría que hacer y las excusas que tendrían que dar para que no se armara un escándalo.
—Solo quiero asustarla…sabes que no me puedo separar de ella solo porque así lo quiera.
—Esta bien, señor.
James presiono el tabique de su nariz, tratando de alejar el malestar que se había apoderado de su cuerpo en los últimos días y que había ido empeorando con la actitud infantil de Brittany y los desplantes de Kleo.
—Cancela todas las tarjetas que Kleo tenía a su disposición también—ordenó, sin rodeos. Ya que ella estaba decidida a ir hasta el final, no dejaría que se saliera tan fácil con la suya.
—¿Todas, señor?
—Sí. Todas. Las de crédito, las del club, las del auto. También la línea a su nombre.
—Entendido. ¿Debo informarle?
—No —respondió James, mirando por la ventana con la mandíbula apretada—Que lo descubra sola.
Cortó la llamada y soltó un bufido seco. Luego, y solo por un instante, apoyó las manos en el borde del escritorio y cerró los ojos. Respiró hondo, como si quisiera borrar el eco de las palabras de Kleo.
“Solo mi libertad.”
Pero el silencio de la casa, el mismo que antes le parecía cómodo, ahora le resultaba insoportable.
Toda está situación le resultaba estúpida. Sin embargo, no podía dejar que su autoridad fuera pasada por alto.
Tenía suficiente con la familia de Brittany, y ahora Kleo solo había empeorado la situación.
De solo pensar en la explicación que le tendría que dar a su madre por el repentino cambio de actitud de Kleo, le daba dolor de cabeza.
Sentía que no tenía un momento de descanso.
Está no era la primera vez que pasaba por una situación tan estresante, sin embargo, había sabido como manejarlo, pero ahora que la familia de Brittany había puesto esa absurdo cláusula para llevar a cabo su colaboración, se estaba preguntando seriamente si todo su esfuerzo valía para algo.
Así que por más que Kleo estuviera sufriendo, no podía darle el divorcio porque de esa manera le dejaría el camino libre a Brittany y a su familia.
Más adelante la recompensaría, por el momento solo le seguiría la corriente para ver qué tanto iba a durar su nueva fijación.
***
Al salir de la que una vez fue su casa, Kleo se dirigió a la de su amigo. Cuando entro, se alegro de encontrar a Laura ahí.
—¿Cómo te fue?—preguntó la novia de su amigo, ayudándole con la maleta.
—Aun piensa que estoy haciendo un berrinche…—inmediatamente pudo ver la pena bailar en las pupilas de Sabrina, lo cual le resultaba más humillante que lo que su esposo la había empujando a hacer.—Dijo que si tanto quería divorciarme de el se encargaría de todos los documentos. No confía en mi.
—Es absurdo.
—Lo se.
Luego de contarle a Sabrina acerca de la reacción de James sobre el divorcio, ella le había comentado que se mudaría a un pequeño apartamento y que debía hacer algunas compras ya que no poseía nada y no quería seguir perturbando a su amigo y a esta.
No le gustaba abusar de su amabilidad, pero volvió a chocar con la realidad al no poder pagar lo que deseaba.
Kleo pensó que todo había terminado con ese encuentro desagradable que había tenido con James, sin embargo, al día siguiente su humor empeoró al ver la notificación de que sus tarjetas habían sido canceladas.
A ella no le interesaba eso, sin embargo, la forma en que se dio cuenta no había sido la mejor.
Sabia que esa era una posibilidad, ya que James no se quedaría de brazos cruzados, pero no pensó que lo ejecutaría tan rápido.