La búsqueda de un lugar para quedarse se convirtió en la prioridad de Kleo. No le gustaba molestar y ya le había robado demasiado tiempo a su amigo y no quería abusar de su hospitalidad.
Se pasaron la mañana completa mirando lugares que ella pudiera pagar, ahora que no tenía ninguna de las tarjetas que poseía cuando su relación con James estaba estable.
Finalmente, encontraron un lugar pequeño en dónde se sintió cómoda al instante. Aunque la localidad en dónde se encontraba no era la más segura, y no se parecía en nada al lugar en dónde había vivido con su esposo, por lo menos podía decir que le pertenecía.
Al día siguiente de dejar todo a organizado y los depósitos pagos, se mudo de la casa de su amigo, para el pequeño apartamento que Laura le había ayudado a encontrar.
Cuando Laura la ayudó a cerrar la puerta del pequeño apartamento, el sonido del cerrojo fue como un final simbólico. Un cierre literal y emocional a todo lo que había sido su vida hasta ahora.
de quedó quieta unos segundos frente a la entrada, mirando el espacio nuevo, limpio, vacío, sin historias… sin James.
—Es pequeño, pero tiene buena luz —comentó Laura desde el umbral de la cocina, tratando de mantener el entusiasmo.
Asentí, aunque sentía un nudo en el estómago que no podía deshacer.
El departamento no era más grande que una habitación principal. Una sala-comedor minúscula, cocina con lo justo, baño estrecho y una habitación donde apenas cabía la cama de una plaza y media que había comprado en descuento. Nada de lujos. Nada de lo que estaba acostumbrada. Pero por primera vez en años, todo esto era suyo.
Había usado casi todos sus ahorros para pagar el depósito y los primeros tres meses de alquiler. Y eso sin contar lo que gastó en muebles, ropa de cama, utensilios de cocina, electrodomésticos básicos. Había comprado hasta la escoba. No quedaba mucho en mi cuenta, pero tenía un techo. Tenía libertad y no debía preocuparse par pagar hasta que pasaran los tres meses.
—Tienes que sentirte orgullosa de esto, Kleo.—dijo Laura al dejar la caja con los últimos objetos en la esquina del salón.— Lo lograste.
Kleo la miró con una sonrisa apagada, agradecida, pero aún incapaz de emocionarse.
—Gracias por ayudarme con la mudanza —murmuro.
—No fue nada. Además, así me aseguro de que no te sientas en la obligación de dormir en casa de ese idiota solo porque creas que nos estás molestando a mi y a Niko —añadió, con una expresión dura en los labios, la cual se suavizo al mencionar el nombre de su pareja.
Le respondí con una risa débil.
—¿Sabes? Aún me cuesta creer que haya sido capaz de irme de su lado y vaciar mi maleta…frente al mayordomo. En la entrada de la casa…
—Y sin embargo, lo hiciste —interrumpió Laura, sentándose a su lado en el sofá que habían ensamblado unas horas antes—. Y eso dice mucho más de ti que cualquier cosa que hayas permitido antes. Estás en todos tu derecho de reaccionar de esa manera, no creas que estás siendo berrinchuda.
Se quedó callada unos segundos. Miró el espacio nuevo, las cajas aún sin desempacar, las cortinas que todavía no colgaban. Este lugar tenía el eco de la soledad, pero también de la decisión.
Era suyo. Y solo suyo.
—¿Vas a estar bien aquí esta noche? —preguntó Laura con tono preocupado.—Si deseas puedo quedarme a acompañarte…
—No es necesario. De verdad. Solo necesito… pensar un poco. Me vendría bien un poco de soledad.
—Está bien.—accedió Laura con un suspiro— Te dejo las llaves del auto en la mesa por si necesitas algo. Y si te sientes mal, llámame. A cualquier hora. ¿Sí?
Debido a que Niko y Laura tenían cada uno su propio auto, estos le habían ofrecido dejarle usar uno. Había rechazado la oferta, pero de alguna manera Laura la había convencido para que aceptará y ahora no tenía otra opción que hacerlo.
—Sí, Laura. Gracias por todo.—trato de brindarle una sonrisa sincera ya que está se había comportado de una manera maravillosa con ella. No solamente le estaba ayudando con su divorcio, sino que le estaba dando un hombre en dónde apoyarse.
La vio marcharse sin decir nada más. Cuando cerró la puerta, el silencio fue inmediato.
Casi abrumador.
Se deshizo de los zapatos lentamente, como si el cuerpo por fin comprendiera que podía bajar la guardia. Camino hacia la pequeña cocina y se sirvió un vaso de agua. Luego se dejó caer en la cama.
Ni siquiera tenía fuerza para pensar en ordenar nada esa noche. Era demasiado para ella y por más que quisiera aparentar no se encontraba bien.
El techo blanco la observaba, inmenso, mientras su mente se volvía un desastre de pensamientos sin control.
¿Ahora qué?
Sabía que tenía que seguir trabajando, pero cada parte de su cuerpo se rebelaba ante la idea de regresar a la empresa de los Kim. El solo imaginarme recorriendo esos pasillos, ver a Brittany fingiendo ser una santa, escuchar los murmullos, las miradas, le daba náuseas.
Y peor aún, ver a James. Compartir un mismo edificio con él. Tener que fingir que éramos profesionales cuando lo único que quería era gritarle todo lo que había callado.
Deseaba hacerle ver lo herida que estaba, lo mucho que le molestaba que defendiera a esa mujer en lugar de ella. Deseaba poder estar segura de que no importará lo que hubiera su esposo la ayudaría.
Pero no era así. Su matrimonio no está tan estable, y los cimientos de este eran un contrato que había conseguido a través de la madre de James. Otro problema que tendría que enfrentar pero que era muy cobarde para hacerlo.
Necesitaba irse. Borrar cualquier lazo entre ella y los Kim.
Pero no podía renunciar así como así. Él no lo permitiría. Ya se lo había dicho, no aceptaría la renuncia y si seguía ausentándome, usaría cualquier excusa legal para arruinarme. Sabía que podía hacerlo.
Si hubiera sido en otro tipo de situación no se hubiera tomado sus amenazas con seriedad, pero ahora que le había herido su ego inflado, temía que James actuará sin piedad.
—Maldito —susurré entre dientes, apretando el vaso con fuerza.
Pensé en las formas de zafarme. En buscar otro empleo, algo temporal. Pero ¿quién contrataría de inmediato a alguien que llevaba dos años como una secretaria decorativa?
Porque eso era lo que había sido… un adorno bonito para su imagen de empresario responsable. Jamás me dejaron crecer, nunca me dieron funciones reales, y no porque yo no pudiera, sino porque James no quiso y porque también era una estúpida enamorada que creía que su esposo la estaba consintiendo.
Apreté los párpados. Un pensamiento la golpeó con dureza.
¿Y si me quedaba atrapada allí más tiempo? ¿Y si nunca la deja ir?
La desesperación creció en su garganta como una espina. Se sentó de golpe, dejando el vaso a un lado. Respiró hondo. Necesitaba un plan. Necesitaba una salida.
Hablaría con Laura al día siguiente. Le diría que no podía continuar en la empresa. Que buscarán un recurso legal. Tenía que haber una manera de salir de allí sin que él pudiera hacer lo que le diera su voluntad.
Además debía conseguir que este aceptará hacer los papeles del divorcio y se los entregará o mínimo que los firmara.
Se levantó y comenzó a caminar por la habitación, incapaz de quedarse quieta. Tocó las paredes, abrió las cortinas, miró por la ventana. Desde el quinto piso podía verse parte de la ciudad. Las luces lejanas, los autos, la vida. Una vida que ya no era la suya… pero que podría serlo.
—Tengo que ser más inteligente —se dijo en voz baja.
Si quería que este apartamento se convirtiera en un hogar, debía empezar a pensar como alguien que ya no dependía de James Kim. Ni emocional ni laboralmente. Ya no era su pareja. Ya no era su empleada. Ya no era su sombra.
Era Kleo.
Y aunque le temblaran las manos, aunque no tenía certezas ni dinero suficiente ni promesas de seguridad, lo único que sí tenía era una convicción inquebrantable.
No iba a volver jamás.
Ni a su casa.
Ni a su cama.
Ni a su mundo.
Quizas aún fuera legalmente su esposa, ya no era su mujer.
***
James escucho como nuevamente se le reportaba la ausencia de su esposa en el trabajo.
Molesto le pidió a su secretario que se retirará. Habían pasado pocos días desde que había rechazado su renuncia. Por lo que entendía que está estuviera por algún lado enfurruñada, pero aún así no podía dejar que esa situación continuará avanzando.
Los murmullos en la empresa ya lo tenían cansado y debía ponerle un paro a la actitudes infantil de su esposa.
Justo cuando se iba a levantar para salir de su oficina, la puerta se abrió. Su expresión se congelo. La única persona que se atrevía a entrar de esa manera tan poco educada a su lugar de trabajo era ella. Brittany.
—¿Qué haces aquí? —pregunto dejándose caer en su asiento nuevamente.
—Vine a verte. Te extraño. No me has ido a visitar ni una sola vez desde el accidente.—la voz irritante de la mujer se filtró por sus oídos, provocando que su cabeza gritara por un respiro.—No sabes lo triste que he estado, aún sigo asustada de que esa mujer se vuelva a aparecer a mi lado e intenté algo peor.
James frunció el ceño.
No le gustaba cuando Brittany se ponía a hablar mal de Kleo.
—Eso solo fue un accidente, nadie tuvo la culpa en eso Brittany, no estés hablando de esa manera, luego causaras que se armen chismes sobre lo que realmente sucedió. Eso no me gusta.—respondió, viendo como la chica rodeaba su escritorio y se paraba detrás de su asiento.
Sintió como las manos de estás se apoyaban en sus hombros.
—¿Me estás diciendo mentirosa?—la había ofendido, eso quedó claro para James, pero aún así no se retracto de sus palabras.
—Solo estoy hablando con hechos, no me gusta que tergiversen lo que realmente sucedió. Eso dañaría la reputación de mi familia.
—Divórciate de ella entonces. Así lo que ella haga no te seguirá afectando.
James miró de reojo la mano blanca, con las uñas pintadas de un rosa chillón, molestándose verdaderamente por las palabras de Brittany. Usualmente solo le seguía la corriente, y no le ponía demasiada atención a lo que está decía o hacia, pero que justamente sacará el tema del divorcio, le tocó una vena sensible.
—Aléjate de ella, no te conviene. Lo único que hace es estorbar y meterse en mi camino. Si te separas de ella veras que todo mejorará.—la emoción de la chica lo enojo aún más.—Me tendrás a tu lado y finalmente no tendremos que preocuparnos de lo que digan los demás.
—Cuida tus palabras.—advirtió.
—Solo estoy diciendo la verdad.—Brittany se inclino sobre su hombro. Estaban en una posición en la que si volteaba solo un milímetro se metería en una situación para nada buena y comprometedora. —Vuelve a mi lado. Eso es lo que nuestras familias desean. Yo soy tu mejor opción.
James se levantó de manera brusca, obviando el jadeo de dolor que salió de Brittany, y se alejo lo más que pudo de esta.
—En eso te equivocas, Brittany. Nunca has sido mi mejor opción. Nadie lo es aparte de mi mismo.—sonaba arrogante pero estaba diciendo la verdad. Conocía todas sus capacidades y lo que había logrado desde que tomo el mando de la empresa familiar para no dejar que nadie se pusiera por encima de el— No pretendas ser algo que nunca llegarás a ser. No cruces los límites entre nosotros o quizás ya no sea tan amable contigo.