Capítulo 2

1903 Palabras
Dereck Estoy en la oficina, concentrado en mi trabajo, pero el dolor de cabeza no me deja. Mierda, no debí beber tanto. Masajeo un poco mi sien y cierro los ojos, tratando de recordar un poco lo que había pasado la noche anterior. **Flashback** Estoy sentado en la barra de un bar, jugando con el trago de whisky que desde hace un rato mantengo en mi mano. Cierro los ojos solo al recordar la humillación que me hizo pasar esa estúpida zorra. ¿Pero quién se cree que es para hacerme eso a mí? Soy el soltero más codiciado de toda la ciudad; cualquier mujer mataría por estar en mi cama cada noche. Tomo el whisky de un solo trago y siento cómo el líquido quema mi garganta. Le hago una seña al bartender; él solo asiente y lo vuelve a llenar. Cuando siento una palmada en mi espalda, sé perfectamente de quién se trata. Yo volteo a verlo con fastidio; este idiota me ha hecho esperar cerca de una hora. —Hey, tranquilo, hermano, no me mires así. Se me atravesó una hermosa morena de piernas largas y sabes que yo no soy capaz de negarme a un buen sexo, así que quita esa cara que parece que hueles a mierda. Yo golpeo su mano, que mantiene en mi hombro, y bufó. Me ha dejado esperando por una mujer. Dios, qué bajo ha caído. —Pues a la otra no me hables con tanta urgencia y deja de decir estupideces. ¿Para qué me llamaste? Él se queda pensando y yo vuelvo los ojos. —¿En serio, Max? ¿Lo has olvidado? Por Dios, no lo puedo creer. Él sonríe y yo estoy por ponerme de pie cuando toma mi brazo. —Ya lo recuerdo, perdón. Todavía tengo las imágenes de la mujer; es que, Dios, es una belleza. —Max, habla mierda. Pareces un puberto que acaba de descubrir el sexo cuando tienes sexo prácticamente todos los días. Él sonríe y yo ya no lo soporto más. —Espera, espera, está bien, ya lo recordé. ¿Recuerdas a mi amigo José? Yo asiento. La verdad es que solo le conozco un amigo con ese nombre y no lo soporto; se me hace un hombre tan falso e interesado, pero eso a mí no me importa. —¿Sí? ¿Qué hay con él? —Verás, se casa y me ha invitado a la boda. Yo quería saber... Ni siquiera lo dejo terminar y me doy la vuelta. Se ha vuelto loco si piensa que yo me pararé en una boda. Eso ni de broma. Él empieza a llamarme, pero no presto atención hasta que dice: —Vamos, bro, solo será un rato. Anda, Dereck. Escucho que carraspea y finge voz de mujer. Yo solo vuelvo los ojos con fastidio; con él no se puede hablar en serio jamás. —¿En serio, Dereck? ¿Piensas dejarme ahora que sabes cuánto te amo? Eres un idiota. Yo que he dado todo por ti, justo cuando más te necesito, me das la espalda y me abandonas. Sé que no quieres que nadie se entere de que eres gay, pero es una estupidez. No lo dejo terminar y me acerco a él, tomándolo de su camisa. —Cállate, idiota. ¿No ves que todos nos empiezan a ver raro? Él sonríe y yo suspiro. —Está bien, si con eso me dejas en paz, te voy a acompañar, pero ya deja esta estupidez. Él sonríe y me abraza por los hombros. Yo solo vuelvo los ojos; es insoportable, pero la verdad es que estoy seguro de que sin él a mi lado no hubiera podido salir de hoyo en el que me encontraba. Pido otro trago de whisky y seguimos platicando de mil cosas estúpidas, pues este idiota y yo tenemos toda la vida juntos. De pronto, siento que alguien empieza a acariciar mi brazo. Volteo y es una chica rubia con unos senos enormes y unos labios gruesos y rosados. Yo sonrío y ella se acerca a mi oído y susurra: —¿Qué te parece si nos vamos a un lugar más privado? Yo volteo a ver a mi amigo, pero él ya está ocupado con otra chica, así que, sin decir nada más, arrastro a la chica al primer hotel que encuentro. Cuando llegamos a la habitación, apenas he cerrado la puerta, se lanza hacia mí y me comienza a desvestir. Yo hago exactamente lo mismo con su pequeño vestido, la aviento a la cama y ella me sonríe; solo mantiene una pequeña tanga. Abro los ojos y, mierda, la cabeza me va a estallar. Siento un peso en mi abdomen, volteo hacia un lado y está una chica rubia; ni siquiera recuerdo quién diablos es. Me siento en la cama y suspiro. Ella se empieza a mover y siento cómo empieza a acariciar mi espalda. Cuando está a punto de acercarse a mi oído, me pongo de pie de inmediato, volteo a verla a los ojos. No lo voy a negar, es linda, pero su turno ya pasó. Jamás repito sexo con la misma chica. Ella me sonríe y yo niego. —Vístete para que te marches de una vez. Te voy a dejar efectivo para que te compres algo lindo. Ella me ve sorprendida, pero sonríe. —¿No te quieres seguir divirtiendo? Yo niego y mi rostro cambia completamente a uno muy molesto. —No me interesas. Ahora haz lo que te digo. La dejo ahí mientras yo me meto a la ducha. Mierda, voy a matar a Max. Todas sus estúpidas invitaciones terminan así. Y no me estoy quejando por el sexo, sino porque las mujeres de inmediato se hacen ideas que no son. ¿Acaso no conocen el sexo casual? Salgo de la ducha, enredado solo en una toalla. Ella está todavía sentada en la cama, obviamente ya vestida. Cuando levanta su rostro, lágrimas bajan por sus mejillas. Yo suspiro y me acerco. —¿Me quieres decir por qué no te has marchado? Ella trata de hablar, pero no le doy tiempo. Tomo sus zapatillas y la levanto, obviamente sin lastimarla. Tomo el dinero y, cuando abro la puerta y la saco al pasillo, le entrego todo. Ella solo abre sus ojos con sorpresa. Piensa que sus estúpidas lágrimas me van a convencer de que no fue solo sexo. Por Dios, es capaz de decir que me ama con todo su corazón cuando estoy seguro de que ni siquiera recuerda mi nombre. Las mujeres, por dinero, hacen lo impensable. Diablos, creo que regresaré con Jimena, aunque también es un maldito grano en el culo. **Fin del flashback** Salgo de mis recuerdos cuando escucho la puerta de mi oficina cerrarse. Y la única persona que entra de esa manera es Max. Dios, ¿qué he hecho yo en esta vida para que me castigues con un amigo así? —¿Recordando lo bien que la pasaste anoche? Yo suspiro y lo fulmino con la mirada. —Por supuesto que no recuerdo, solo hasta que la desnudé. De ahí nada más. Mierda, ya no debería hacer estas cosas contigo, Max. Cada vez me tocan más locas. Mierda, ¿creerás que se puso a llorar? Él toma asiento enfrente de mí con una sonrisa en su rostro. —¿Y preguntaste por qué lloraba? Yo lo miro con una ceja alzada. Este hombre está loco. —Por supuesto que no. Ni siquiera le di tiempo de nada. Diablos, las mujeres son tan complicadas. Él suelta una carcajada y niega. —Debiste hacerlo. ¿Qué tal si el sexo no le gustó? Tu fama de mujeriego y excelente amante se puede ir a la basura. Yo tomo un bolígrafo y se lo lanzo para que deje de decir tantas idioteces, pero sé que eso no será posible. —Déjate de estupideces y dime qué haces aquí. Él se pone serio y yo solo suspiro resignado. Sé que hay problemas. —Tu padre habló conmigo, ya que dice que no contestas sus llamadas. Vendrá a la ciudad y sabes lo que significa eso. Yo giro mi silla y le doy la espalda. Empiezo a ver toda la ciudad. Mierda, ¿por qué no le dije lo que había pasado entre Keila y yo? Mierda. —Sé lo que estás pensando. ¿Por qué no le dices la verdad a tus padres? Aún estás a tiempo. Me volteo a verlo y niego. —Ya ha pasado mucho tiempo. Si les digo la verdad, no me creerán. Sabes muy bien que ellos la quieren como a una hija. —La verdad es que yo no entiendo a tu padre. ¿Cómo es posible que se traguen ese estúpido cuento de que los nervios de la boda la hicieron no asistir? Yo me pongo de pie y tomo mi saco y las llaves del coche. Palmeo el hombro de Max y le digo: —Sabes que ya no es el momento de aclarar las cosas. Me enfrentaré a mi padre. —Sabes que no es tu padre quien me preocupa, sino tu madre. Es una mujer muy buena, pero ante Keila está completamente ciega. Yo asiento y camino fuera de mi oficina. Cuando llego a mi coche, de inmediato me subo y lo enciendo. Empiezo a conducir sin destino alguno; solo necesito alejarme, pues, aunque no lo quiera reconocer, recordar todo lo que pasó hace años aún me afecta. Y más el hecho de que Keila sigue cerca de mi familia. No termino de entender que, por esa razón, me alejé de ellos. No soporto tenerla cerca. La herida se vuelve a abrir como si esto hubiera pasado ayer. Voy tan metido en mis pensamientos que no me doy cuenta cuando una chica está parada frente a mi auto. Yo de inmediato piso el freno y golpeo el volante. Mierda, ¿pero qué le pasa? ¿Está loca? Me bajo del coche y ella solo grita y mantiene sus manos en su rostro. Cuando las retira, solo me mira a los ojos. Yo estoy furioso; es una inconsciente. —¿Pero qué te pasa, vieja estúpida? ¿Por qué no te fijas? Te das cuenta de que pude arrollarte. ¡Reacciona! Ella no dice nada más. Solo veo que empieza a caer y corro y la tomo en mis brazos. Pero, ¿qué mierdas? De pronto veo que viene una chica gritando como loca y golpea mi hombro. —¡Idiota! ¿Pero qué le has hecho a mi amiga? Yo la fulmino con la mirada y ella deja de golpearme. Yo empiezo a caminar hacia mi coche de nuevo, abro la puerta y la coloco con cuidado. Vuelvo a ver a la loca que gritaba y le digo: —Ella se atravesó. Solo la llevaré al hospital y ahí la dejaré. Si quieres acompañarnos, súbete y guarda silencio. Ella hace lo que le digo y se coloca en el asiento trasero del coche sin decir nada. Vuelvo a ver a la chica que va a mi lado y veo que tiene una hermosa piel blanca, sus labios rosas un poco gruesos, pequeñas pecas adornan su nariz. Sacudo un poco mi cabeza. ¿Qué idioteces estoy pensando? Si esta mujer es una imprudente, solo esto me faltará. Mi día ya era una mierda. Diablos, ahora solo espero que no le pase nada.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR