Capítulo 3

2027 Palabras
Madian Hay cosas que pasan, señales que están frente a ti y jamás las ves, o simplemente no te quieres dar cuenta de nada. Creo que, desgraciadamente, era mi situación, pero quería seguir creyendo que vivía en una linda burbuja donde todo era felicidad. Abro los ojos con pesadez; la cabeza me va a estallar, realmente me duele todo. Veo hacia el techo y las lámparas blancas, que son lo único que hay. Volteo hacia un lado y varios aparatos están conectados a mi cuerpo. Entonces recuerdo perfectamente lo que ha pasado y lo último que vi: aquellos ojos hermosos que jamás había visto. Pero no debo pensar en eso, no ahora. Trato de levantarme y me quejo un poco, pues realmente me duele todo. En eso escucho a Katy que grita: —Dios, Madián, qué bueno que despiertas. Gracias a Dios, pensé que te había pasado algo y ese idiota no se fija por dónde maneja. Yo niego, porque la verdad es que no fue mi culpa, pero tampoco la de él. La interrumpo antes de que siga hablando, pues mi cabeza me va a estallar. —Shhh, por favor, guarda silencio. El hombre no tuvo la culpa, yo me atravesé, pero porque alguien me empujó. Estaba hablando con José, por cierto, y José... Entonces, José... Dios, ¿dónde está? Volteo a ver a mi amiga y ella niega. —Lo lamento, le llamé, pero me dijo que estaba muy ocupado y que le avisara si te llegaba a pasar algo. Madián, no quiero insistir, pero ese hombre no te conviene. Si de verdad te amara... Yo no la dejo terminar de hablar, porque sé perfectamente lo que me dirá, pero ella no entiende que José tiene que trabajar. Además, yo estoy bien, no pasó nada. Yo tomo su mano y le sonrío. —Katy, está bien, él tiene mucho trabajo y con la boda en puerta hay muchas cosas que pagar. Ella me suelta y niega. —No, no te ciegues, por Dios. Voy a creer que no te das cuenta. Ni siquiera te ha acompañado a la prueba del pastel. ¿Alguna vez estuvo contigo durante todos estos preparativos? Ir a ver el lugar donde va a ser la boda... El hombre ni siquiera sabe dónde es. Por Dios, Madián, no te ciegues. Sé que eres una persona buena, está bien, pero tampoco dejes que te agarre de su pendeja. Estoy segura de que él está con alguien más y tú no te has dado cuenta aún. Por favor, abre esos hermosos ojos que tienes y date cuenta de la clase de tipejo que está a tu lado. No te dejes engañar. Te amo como a mi hermana y siempre voy a querer cuidarte, pero si tú no haces nada, yo me rindo, ya no voy a intervenir. Yo suspiro y tiene razón. No tengo manera de refutar todo lo que ha dicho, pero él siempre ha sido así, reservado con sus sentimientos, o al menos eso quiero pensar. Porque si me doy cuenta de que es verdad lo que dice Katy, no sé qué haría, no lo sé. Él siempre ha estado conmigo. Ella no dice nada más y yo me quedo dormida un rato más. De pronto entra el médico y me dice que estoy bien. El desmayo solo fue por la impresión, pero que me puedo ir a casa. Yo sonrío más tranquila. El médico sale y Katy me ayuda a cambiarme para irnos a casa. De pronto la miro y suspiro. —No me gusta que estemos enojadas. Entiendo tu opinión pero también entiénde me a mí. Amo a José, él ha sido mi novio de toda la vida y sé que será un buen esposo. Ella suspira y asiente. —Está bien, solo prométeme una cosa: que si descubres cualquier cosa, no importa, que sea una llamada o un mensaje, lo que sea, prométeme que lo vas a dejar. Eres una mujer preciosa para que te dejes humillar de esa manera. Yo sonrío y la abrazo. —Claro que sí, jamás me dejaría engañar así. Oye, tengo una duda: ¿dónde está el hombre que manejaba el coche? Ella bufa y niega. —Ay, por Dios, ese hombre es un idiota, un patán, un engreído. Es que lo que tiene de guapo lo tiene de grosero y prepotente. Dios, con los pocos minutos que estuve a su lado fue insoportable. Simplemente me mandó callar y ni siquiera preguntó cómo estabas. Yo sonrío y asiento. Una enfermera entra a la habitación y me sonríe. —Está lista, señorita. —Sí, muchas gracias. ¿Me podría decir dónde pago la factura? Ella niega y sonríe. —No, señorita, la factura ya está pagada. Su novio, el señor Dorantes, la pagó antes de irse. Nos encargó que le atendiéramos hasta que usted se sintiera mejor. Yo asiento y no la saco de su error. Volteo a ver a Katy y ella sonríe. Yo solo niego y empiezo a caminar fuera del hospital. ¿Por qué tuvo esa atención conmigo? Además, novio... creo que el que se dio un golpe en la cabeza fue el, cuando llegó al estacionamiento. Se para enfrente de nosotros un coche. Yo sonrío porque lo conozco, pero mi sonrisa se borra al ver que es mi padre quien baja de él y se acerca a mí, en volviéndome en un cálido abrazo. —Pero, mi princesa, ¿qué te ha pasado? ¿Por qué no me llamaron antes? Yo debería de estar aquí contigo. ¿Estás bien? ¿Te duele algo? Yo sonrío y niego. —No te preocupes, papá, estoy bien. Pensé que vendrías antes. ¿Dónde está José? Dijo Katy que tenía mucho trabajo. Él voltea para otro lado. Eso hace cuando me oculta algo, así que sé que miente. —Sí, sí, eso es. Tenía que ver a unos socios, pero me llamó para que viniera por ti. Anda, sube al coche, ahora te voy a consentir como te mereces. Yo lo miro con los ojos entrecerrados, no le creo nada y ahora empiezo a creer un poco lo que dice Katy. Yo me subo al coche y mi padre empieza a conducir. Katy va en completo silencio hasta que mi padre rompe el silencio incómodo que se siente en el coche. —¿Y cómo pasó? ¿Y dónde está el tipo que te atropelló? Yo niego y lo miro a los ojos, pero su atención está en el camino. —No lo sé, padre. Además, no fue su culpa. Un hombre se robó mi celular y me empujó y caí a la carretera. Solo demos gracias a Dios que estoy bien. Él sonríe y asiente, pero se puede ver que está molesto, pues sujeta el timón tan fuerte que sus nudillos se están poniendo blancos. —Papá, ¿estás bien? ¿Sucede algo? Él sonríe y niega. —No, princesa, claro que no. Solo que... ¿escogiste tu vestido? Sabes, estaba pensando: ¿por qué no te tomas unos días de vacaciones antes de la boda? Sería bueno que te pudieras distraer, conocer otros lugares, a otras personas, no lo sé, princesa. Has estado tan estresada con la boda. Yo niego y sonrío, pues lo conozco tan bien que sé que algo está ocultando. —Papá, no puedo hacer eso. Tengo muchas cosas todavía que realizar para la boda. No te preocupes, estoy bien. Cuando llegamos a casa no se encuentra nadie. Yo subo a mi habitación. Katy viene junto a mí. Apenas cierro la puerta, ella suspira y me dice: —¿Soy yo o a tu padre algo le está pasando? Porque es muy evidente que algo te está ocultando. Yo la miro y asiento. Sé que mi padre algo me oculta y no me gusta que haya secretos entre él y yo. —También me di cuenta de eso, pero ¿qué puede ser lo que me esté ocultando? Ella se encoge de hombros. —No lo sé, tal vez que tu novio no se encontraba trabajando como dijo. Yo la miro mal y suspiro. —No lo creo. Yo soy su hija. Creo que a la que protegería es a mí, ¿no crees? Y a José, pues simplemente le pediría una explicación. No lo sé, no quiero pensar cosas que no son. Ella se tira en la cama y yo me siento frente a mi espejo y miro mi rostro. Sé que no soy perfecta, pero soy linda. No, José no me cambiaría, ¿o sí? Un mes después. El gran día había llegado. Estoy tan feliz. Me encuentro de pie frente al espejo, viendo lo lindo que está mi vestido de novia. Se escuchan risas y pláticas desde el jardín. La orquesta toca música tranquila. La verdad es que el jardín había quedado bellísimo. Mi madre y mi hermana se habían esforzado y yo no tenía manera de agradecerles todo lo que habían hecho por mí. La puerta de la habitación donde me encuentro se abre y entra Katy con su hermoso vestido de dama de honor rosa palo. Yo le sonrío y ella me saca el dedo del medio. Sí, está molesta, pues dice que parece una quinceañera. Yo me acerco a ella y la abrazo. —Sí, amiga, yo también te amo. Ella suspira y se tira en un sillón que se encuentra en la habitación. —Sabes que también te amo, pero ¿por qué escoger este color? Se hubiera visto más sexy y elegante uno n***o con un escote hasta mi trasero, enseñando todos mis senos. Ay, amiga, eres bien aburrida. Yo suelto una carcajada y niego. —Lindo espectáculo vas a dar enseñando tu trasero y tus senos. Ella sonríe coqueta. —Créeme, amiga, que nadie se quejaría de eso. Yo la golpeo en el hombro. De pronto se pone de pie y abre muy grandes sus ojos. Yo la miro con una ceja alzada. —¿Qué pasa? ¿Por qué pones esa cara? Ella camina de un lado a otro, negando. —¡Qué estúpida, qué estúpida! Lo olvidé completamente. Tu padre me había dado una gargantilla que pertenecía a tu madre para que te la trajera, pero Angélica me lo quitó y dijo que ella te lo entregaría. ¿Lo ha traído? Yo niego y sonrío. —No lo ha traído, pero no te preocupes. Su habitación es la última del pasillo. Ve a ella y recoge la gargantilla. Ella de inmediato asiente y sale disparada de la habitación. Yo solo niego, está loca. Espero frente al espejo cuando se abre la puerta y ella se ve sorprendida, pálida, asustada. Yo me acerco a ella y la tomo por los hombros. —Katy, ¿qué pasa? ¿Por qué traes esa cara? Ella me ve a los ojos y una lágrima baja por su mejilla. —Tenemos que irnos, tenemos que salir de aquí lo más rápido posible. ¡Anda, corre! Hay que irnos de aquí. Yo niego, pero es que se ha vuelto loca. Ella toma mi bolso y el de ella y camina hacia la puerta, pero yo la detengo. —Katy, no me puedo ir. Te has vuelto loca. O sea, me voy a casar. ¿Cómo crees que me voy a ir? Ella niega frenéticamente. —No, no, tú no te puedes casar con él. ¡Así que vámonos! Hay que irnos ahora, Madián, por favor, vámonos. Yo me cruzo de brazos y niego. —Lo lamento, pero si no me dices por qué me tengo que ir, no saldré de aquí. Y si lo hago, solamente es para ir al altar junto a José. Ella limpia sus lágrimas y traga el nudo de su garganta y asiente. —Está bien, te lo diré. Acabo de encontrar a tu hermana cogiéndose a tu novio. ¡Ahora nos podemos ir! Por favor, porque no dejaré que te cases con un hombre que te ha estado engañando. Dios sabe desde cuándo. Mi mundo se derrumbó completamente y aquí es donde empiezo a ver todas las señales que la vida me estaba dando y yo no las veía.
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