Capítulo 5

1356 Palabras
Unas cuantas horas más tarde, Kyle me sacudió el hombro para que despertara, puesto que no había podido evitar quedarme dormida de camino a Nueva York. Estábamos justo frente a mi edificio, o más bien el edificio de mi primo Jacob, y fue entonces cuando me di cuenta de que Kyle tendría que pasar la noche conmigo porque ya no había autobuses para devolverse a Filadelfia. Lo peor era que estaba diluviando, y el tan solo caminar hasta la puerta nos iba a dejar empapados. -      ¿Qué hora es? – quise saber. Me estiré un poco en mi asiento y Kyle miró su reloj de pulsera. -      Las once y veinte – suspiró. – Está lloviendo a cántaros. -      Será mejor que entremos y comamos algo antes de dormir – hice una mueca. Él asintió con la cabeza sin mirarme y se bajó del coche. Lo seguí hasta la puerta y con las manos temblorosas encontré mis llaves, mientras la lluvia caía sin piedad sobre mi cabello y el de Kyle. Cuando por fin fui capaz de abrir la puerta, Kyle y yo subimos las escaleras hasta el apartamento y entramos. Todo estaba silencioso, por lo que supuse que Jacob y su novia ya estaban durmiendo (O haciendo otras cosas, pero qué más da). Me deshice de mi abrigo y lo puse junto al calefactor, Kyle me imitó y se dejó caer en el sofá de la sala, en completa oscuridad. -       ¿Tienes hambre? – pregunté en un murmullo. Él encendió una lámpara y me miró sin expresión alguna. -      Un poco – hizo una mueca. – Más que nada tengo frío. -      Acércate al calefactor – hice una seña con mi cabeza para que se acercara. Se plantó a mi lado, respirándome en la frente. Me estremecí por su cercanía y cerré los ojos por algunos segundos. Kyle seguía y seguía provocando demasiadas cosas en mí y no podía negarlo. Me quedé en silencio y él llevó una de sus manos a mi rostro, quitó mi cabello húmedo y lo puso tras mi oreja. Sonrió con amabilidad. -      ¿Me preparas un sándwich de queso? – alzó una ceja y yo asentí frenéticamente. -      ¿Quieres café? -      Sí, por favor. Me separé de él, casi contra mi voluntad, y me fui a paso rápido a la cocina, con la cabeza llena de pensamientos de culpa. Yo, Cassandra Green, era una completa estúpida por haber dejado ir al mejor chico que conocí en mi vida. Lo peor de todo era tener que vivir con las consecuencias de ser AMIGOS. Era una completa tortura, en especial estando a solas con él. Preparé el café y el sándwich de queso, y cinco minutos después me senté a su lado en la sala y lo observé comer en silencio. Odiaba aquello. Estar tan cerca de él y a la vez tan… lejos.   Una vez que Kyle terminó de comer y yo terminé mi café, nos pusimos de pie y fuimos a mi cuarto. Esto era tan incómodo. Mi cama era de tamaño matrimonial, y ambos podíamos dormir en ella, sin embargo, no dejaba de ser raro. -      ¿Tienes algo que pueda usar de pijama? – preguntó cerrando la puerta tras él. Me mordí el labio y me volteé para que no viera mi rostro. Estaba tan roja como un tomate. -      Déjame ver – salí del cuarto y corrí al armario de la sala de estar. Jacob ponía su ropa vieja ahí, así que tomé lo primero que encontré y volví a mi cuarto. Cuando abrí la puerta, di de frente con Kyle sin camisa. Esto era la peor tortura del universo. Agaché la cabeza y le tendí la ropa. -      Gracias – se encerró en el baño y por fin pude respirar. Me apresuré para cambiarme antes de que él pudiera verme, y me acerqué a la ventana. Seguía lloviendo. Suspiré y escuché a Kyle salir del baño, ya vestido con ropa seca. La ropa de Jake le quedaba un poco grande, pero a Kyle no parecía molestarle. Se acercó a mí y se detuvo a mi lado, fijando su vista en algún punto muerto de la calle. -      ¿No amas la lluvia? – sonrió. -      Me encanta… Lo escuché suspirar y se volteó, alejándose de mí. De inmediato sentí frío y corrí al baño. Me paré frente al espejo y me obligué a mí misma a no llorar. No iba a morir sin Kyle, eso estaba claro, pero tampoco me veía capaz de vivir sin él. Lo amaba, ¡Maldita sea! Me quité el maquillaje y me lavé los dientes antes de salir y enfrentar a Kyle nuevamente. Él estaba sentado en la orilla de mi cama, revisando algo en su teléfono. -      Escoge un lado de la cama – le sonreí. Él me devolvió la sonrisa, llenando un poco el vacío de mi pecho. -      Quiero el lado izquierdo – se puso de pie y de inmediato se acurrucó bajo las mantas. Me metí a la cama con cuidado, un poco temblorosa. Había un considerable espacio entre nosotros, y una parte de mi cerebro me gritaba que lo redujera. -      Estás temblando – apuntó Kyle con el ceño fruncido. – ¿Tienes frío? -      Un poco – mentí. ¿Frío? ¡Esos eran nervios! -      Ven, acércate. “No, Cassandra, no lo hagas” -      Vamos, no tengas miedo – sonrió Kyle. – No quiero que pesques un resfrío por quedarte dormida congelada. Luego de una pequeña pero muy violenta batalla en mi interior, opté por ser madura y acercarme un poco a Kyle. Le di la espalda y él pasó uno de sus brazos por sobre mi torso, pegándome a su cuerpo. Podía sentir su respiración en mi nuca y estaba casi segura de que él lo estaba haciendo a propósito. ¡Él quería torturarme! Intenté calmar mis nervios y mi respiración, sin embargo, algo me decía que esa sería una muy larga noche. Compartir la cama con tu ex, (al que por cierto, todavía amas) nunca es una buena idea si realmente quieres descansar. Luego de unos segundos, Kyle decidió iniciar una conversación. -      Deja de temblar, Cass. -      No puedo evitarlo – admití. Me llevé las manos a la cara. -      ¿Todavía estás asustada? – preguntó con voz suave. – Porque estoy contigo ahora, Mark no puede hacerte daño. -      Gracias Kyle – dije en un murmullo. Él suspiró. -      Voy a perderme las clases de mañana por estar aquí – canturreó. -      Yo no voy a ser capaz de levantarme por la mañana – me mordí el labio y él carcajeó en voz baja. -      Somos dos – susurró. Guardé silencio y cerré los ojos, esperando que la plática terminara. Sin embargo, Kyle sí que tenía ganas de hablar. -      Cass… -      ¿Sí? -      ¿Por qué terminaste conmigo realmente? Abrí los ojos como platos y me quedé congelada en mi lugar, con el corazón disparado y los puños apretados. ¡No podía preguntarme eso! -      ¿A qué te refieres? – me volteé a verlo, aunque no era muy visible en la oscuridad, pude notar que tenía las cejas curvadas. -      Tu excusa de la distancia es un tanto… patética – hizo una mueca. – Creo que merezco saber la verdad. -      Ya te lo dije – tragué saliva con fuerza y desvié la vista. – Quiero concentrarme en… -      No me mientas – pidió. – No lo hagas. Somos amigos ahora, Cassie, dime la verdad. -      Esa es la verdad… Me sostuvo la mirada durante unos instantes y finalmente sonrió. -      Está bien – masculló. – Mejor duerme. Besó mi frente y se volteó, dándome la espalda. Algo dentro de mí se quebró y mi conciencia no dejaba de gritarme que hiciera lo mismo, que me alejara, que me volteara. Me armé de valor y me acerqué más a él, lo rodeé con mi brazo y respiré en su cuello. Él se estremeció, pero no dijo nada, ni siquiera se movió. Entonces cerré los ojos, y me dediqué a pensar en lo afortunada que era porque al menos lo tenía entre mis brazos, en mi cama, por una noche entera. Y no era mío, pero… era suficiente. 
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