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Vida Indefinida

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Descripción

Carmilla Fitzroy pierde a sus padres por culpa de un demente y su hermana queda en coma luego del ataque que sufrieron, ella no comprende porque la vida es injusta ya que todas las desgracias se le juntaron, es por ello que Camilla también quiere irse, dejar de existir porque ya no soporta vivir, sabe que sus padres se han ido por la culpa de un tercero porque lo que les sucedió no fue un accidente, fue un asesinato, es por ello que irá por la vida con mucho odio y con sed de venganza.

Camilla debe tomar una decisión y con la idea de vengarse decide cambiar su vida para siempre, decide entonces en convertirse en una vampiresa y así ser inmortal para poder hacer pagar a aquellos que destruyeron su vida, Camilla entonces deberá pasar una serie de obstáculos para poder logar alcanzar aquella paz que tanto anhela, que tanta falta le hace.

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Capítulo 1
Año 1749. En el Castillo de Bransov ubicado en Rumania era un día soleado a pesar de algunas nubes, en esa época del año hacia sol casi todos los días, y a los Bransovos les gustaba que hiciera sol. En esos tiempos, había mucha gente pobre y mucha gente rica, además de ladrones, asesinos, y sobre todo brujos. Los ricos vivían en el centro de Bransov, y en esa época eran educados y formales, tanto hombres como mujeres, todos menos una. En una de las familias más conocidas y respetuosas del estado, había una chica joven de 25 años, de pelo n***o largo hasta media espalda y liso, con ojos marrones. Se llamaba Carmilla Fitzroy, y su familia era la más antigua de Bransov. Ahora, ella era la única de su familia con vida. Seis meses atrás, cuando volvió del extranjero, se enteró de una trágica noticia, sus padres habían muerto por envenenamiento, y su hermana menor, Orlat, estaba en coma en el hospital. Eso la destrozo completamente, tanto que dejo los estudios y todo, estaba siempre en casa encerrada en su cuarto. A diferencia de las demás chicas de su edad y ricas, ella no se vestía como ellas, sino como los hombres, pero de forma más femenina, camisa blanca con las mangas anchas, Caquetá sin mangas de color rojo oscuro, medias de seda negras con botas negras. Ahora llevaba el pelo suelto. Pero también solía llevarlo recogido en varias ocasiones. A pesar de esas vestimentas, todos respetaban y simpatizaban con ella, sobre todo por lo que ocurrió con su familia. Sus amigos y conocidos intentaban animarla para que saliera más, pero el único que podía hacerla salir era un joven, su prometido, de nombre Blade. Ese día, Carmilla estaba saliendo de su casa con su caballo preparado, cuando oyó que alguien la llamaba a sus espaldas. Ella se giró y vio que eran sus amigas que justo iban a verla. Mientras ellas corrían un poco con la falda cogida, Carmilla ató su caballo n***o a la puerta de hierro. –  Buenos tardes Carmilla. –  saludo la chica que estaba en medio, del vestido azul oscuro. – ¿Vas a salir? –  Buenos días chicas. –  saludo ella. –  Sí, voy a ir a ver a mi hermana pequeña al hospital. –  contestó. –  Oh, ¿Cómo se encuentra? –  pregunto otra, vestida de color beiges. –  Sin cambios, pero creo que si voy visitándola ayuda en algo. –  contestó ella. –  Me alegra esa forma de verlo. –  dijo la del vestido azul. – ¿Luego querrás ir a la plaza con nosotras? –  pregunto animada. Carmilla lo pensó un poco, bajando la mirada. La verdad es que no estaba de humor para pasear, pero no quería dejar plantadas a sus amigas otra vez, ellas se preocupaban por ella, por eso decidió ir. –  Quizás cuando vuelva del hospital pueda ir. –  dijo ella con una pequeña sonrisa. – ¿De verdad? ¡Bien! –  se alegró la misma chica. Con unas sonrisas simpáticas y alegres, las tres chicas se despidieron de ella y se marcharon por la dirección de donde habían venido. Cuando Carmilla las perdió de vista por la esquina de la calle, cogió las riendas del caballo y se subió en él, entonces cabalgó con calma hacia el hospital por la ciudad, que no estaba muy lejos. Carmilla confiaba que su hermana saldría del coma, a pesar de haber pasado ya seis meses. Su familia tenía un secreto, que solo los criados de la casa sabían, y ese secreto tenía que ver con ellas dos. Desde nacimiento, Carmilla y su hermana tenían un don, un poder cada una; Carmilla poder mental, puede mover cualquier cosa con la mente y otras cosas, y su hermana Orlat, podía leer el futuro, pero a causa de eso tuvo siempre el cuerpo débil. Con el paso de los años, Carmilla entendió que, si seguía usando su don, podría acabar con ella, por eso decidió dejar de usarlo. Lamentablemente, Orlat no tuvo tanta suerte, su don no podía dejarse, las visiones le veían sin avisar, por eso, misteriosamente, enfermaba o algo así, pero Carmilla siempre la cuidaba. Cuando su hermana fue envenenada como sus padres, Carmilla quedo sorprendida al ver que ella no había muerto, pero también se alegró enormemente. Nadie sabía de ese secreto, solo lo supieron sus padres y algunos criados leales a la familia, ya que, ellas fueron cautas para que nadie lo supiera y les pasará algo malo. Carmilla finalmente llegó al hospital, ató a su caballo y cuando entró allí fue recibida por el médico encargado de su hermana. –  Bienvenida, Lady Fitzroy. –  saludo el doctor. –  Buenas tarde doctor, ¿Cómo esta ella? ¿Ha mejorado? –  pregunto ella impaciente, pero educada. –  Sigue igual, pero poco a poco va cogiendo más color, eso es que esta curándose del veneno. –  informó el doctor mientras caminaban con calma hacia la habitación de su hermana. – ¿Ha podido saber por qué sobrevivió al veneno? –  pregunto ella algo inquieta. –  A mí también me sorprendió, lo investigue una y otra vez, pero nada, viendo que ella se está recuperando me hizo dejarlo de una vez. Con eso Carmilla quedo tranquila, deducía que ella se salvó gracias a que tenía un don sobrehumano o por otra cosa, y no por casualidad. Enseguida llegaron a la habitación de Orlat, donde se la veía tumbada completamente inmóvil boca arriba, tapada con mantas blancas y vestida con ropas blancas. Al acercarse, se pudo ver que Orlat era muy parecida a su hermana Carmilla, solo que ella tenía el pelo castaño oscuro y algo más bronceada. Tenía las manos tumbadas sobre su vientre tapado por la manta, al estilo de los difuntos en un ataúd a simple vista, pero eso a Carmilla no le importaba. Carmilla fue con una sonrisa hacia su dormida hermana, y con lentitud se sentó al borde de la cama con la cintura girada un poco para estar de cara a ella, ignorando al doctor, que observaba todo con calma, dejando unos momentos para ambas. –  Hola hermanita, soy yo. –  saludo ella, cogiendo de la mano a su hermana. –  Me alegra verte con buena cara. Y así estuvo un buen rato, el doctor decidió irse para dejarla sola. Carmilla hacía lo que le dijo el doctor, hablarle hacía que quizás entendiera que estaba allí con ella, diciéndole que despertará, pero de momento no pasaba nada. durante seis meses Carmilla fue día tras otro a verla y hablarle, para darle ánimo y despertará pronto, poco a poco Orlat iba mostrando que mejoraba, pero Carmilla deseaba que abriera los ojos y volviera con ella a casa. Le iba contando cosas, lo que hace, lo que hacen los demás, lo que pasa por la ciudad y cosas divertidas. Mientras hablaba, le iba tocando el pelo y la cara con ternura y tristeza, deseando que ocurriera algo bueno, pero nada pasaba, y eso la entristecía más todavía. Después de una hora y media, Carmilla decidió retirarse por ese día. –  Bueno hermanita, tengo que irme, las chicas esperan y ya las he dejado plantadas muchas veces, prometo volver mañana. Después de decir eso, se inclinó para besarle la frente con ternura y suavidad con los ojos cerrados. Estuvo así un rato, y de sus ojos salieron unas lágrimas de dolor y sufrimiento, después quito sus labios para apoyar la frente un momento. –  Disculpe Lady Fitzroy. –  dijo una voz en la puerta de la habitación. Carmilla al oírla se giró sobresaltada, y vio que era la enfermera vigilante, asomándose por la puerta. Suspiró aliviada, con una mano sobre su pecho agitado, por su corazón acelerado por el susto. –  Las horas de visita ha terminado, debe irse por hoy. –  le hizo recordar, después se marchó al instante. –  Claro… – dijo, pero la enfermera ya se había marchado. Entonces, Carmilla se puso en pie, y puso bien la manta para taparla bien. La miró durante un momento con una sonrisa. –  Hasta mañana. –  se despidió ella. Con eso, Carmilla se fue de allí por ese día. Cuando llegó a la salida se volvió a encontrar con el doctor, que revisaba unos informes médicos. El doctor la oyó venir y giró la cabeza a ella, se saludaron y despidieron con una sonrisa. A esa hora ya solo había pacientes y médicos, sin visitas. Carmilla subió a su caballo n***o y fue hacia la plaza donde estaban sus amigas. Frente al hospital había un camino que iba directo a la plaza, donde a esa hora estaba lleno de gente. En esa plaza había una caverna, que era propiedad del padre de Blade, llamado Rizort, y también fue amigo de su padre, que le permitió el compromiso de su hijo con ella. Blade y Carmilla se conocían desde pequeños, se amaban desde entonces, por eso sus padres les permitieron el compromiso, pero ahora con lo ocurrido con su familia, dejaron que ella tomará su tiempo para estar preparada para casarse. Carmilla fue hacia la caverna, y allí ató a su caballo, en la valla frente a la terraza del bar. Al instante un joven que trabaja allí le puso agua y paja al caballo, que estaba hambriento. Ella se sorprendió, y cuando fue hacia él a la entrada, junto a él estaban Rizort, su jefe, y Blade. Al entender que fue obra de ellos, ella se río con ironía, apoyando las manos en la cintura. –  Cuanto tiempo sin verte hija. –  saludo Rizort. –  Hola Rizort, Blade. –  saludo ella, girándose después a su prometido. – ¿Has ido a ver a tu hermana? Las chicas han pasado y me lo han dicho. –  dijo Blade, caminando hacia ella. –  Sí, ha mejorado un poco, pero aún no despierta. –  informó ella. –   Bueno, todo a su tiempo. –  consoló él con una sonrisa. Eso hizo sonreír a Carmilla. Blade estuvo frente a ella, entonces la abrazo por detrás de la cintura y le pegó más a él, ella se sonrojo, pero sonrió, viendo que él siempre hacia eso cuando estaban juntos. Rizort decidió dejarlos solos y se llevó al joven camarero. Cuando estuvieron solos, Blade la cogió de la mano y la hizo caminar, yendo a la parte trasera de la caverna. Siempre iban allí para estar a solas con intimidad. Cuando estuvieron allí solos, Blade la hizo apoyarse en la pared, con él enfrente con las manos apoyadas en cada lado de ella en la pared. –  Me alegra que estés aquí, estaba preocupado. –  dijo él con sinceridad. –  Todos deseábamos que salieras de casa, tomar el aire y divertirte. –  Necesitaba tiempo, aún no me hacía a la idea. –  dijo ella con una pequeña sonrisa y la mirada baja. –  Debes estar aliviada de que tu hermana se salvará. –  Sí mucho, aunque desearía que despertará. Blade vio la tristeza reflejada en el rostro de Carmilla, a pesar que mostrar una sonrisa. Entonces, él cogió la barbilla de ella para que lo mirará fijamente, después con lentitud, se fue inclinando poco a poco, hasta que rozó los labios de ella con un beso, ambos cerraron los ojos y empezaron a besarse con dulzura, y después él la abrazo por la espalda y la nuca, enredando los dedos en la melena negra. Ella simplemente puso las manos en los costados de él, mientras el beso se hacía más apasionado. –  Te quiero Carmilla, desde niños que te amo. –  confesó él, dejando de besarla un momento para después seguir. –  Lo se Blade, lo se. –  aseguro ella en susurro. Ambos estuvieron besándose durante un rato, sin que nadie los viera. Carmilla, a pesar de todo lo ocurrido, seguía amando a ese joven, que también la amaba. Blade dejo de besarla y bajo a su cuello, besándolo con deseo. Ella le dejo hacer, cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás, y cuando hizo eso, de repente, sintió algo extraño que la hizo sobresaltarse y hacer que Blade se apartará de ella. – ¿Carmilla? –  llamó él confuso y parpadeando un par de veces. Vio como Carmilla se mostraba pálida y algo asustada, pero también confusa por ello. Ella no entendió esa reacción de peligro, y más con Blade. Se tocó la frente y notó que estaba mojado por el sudor. Desde hacia algún tiempo que estaba así, como si algo malo estuviera pasando a su alrededor, e iba a peor. – ¿Carmilla, estas bien? –  pregunto Blade preocupado. Ella alzó el rostro confuso, y cuando vio la preocupación de Blade, intento parecer calmada y tranquila. –  Sí, estoy bien perdona. De repente he tenido dolor de cabeza y era insoportable, pero ya paso. –  se excusó ella con naturalidad. – ¿Seguro qué estas bien? –  pregunto él acercándose a ella. –  Si si. –  aseguro ella con los brazos estirados hacia él para detenerlo. –  Lo siento, pero, creo que me iré a casa a descansar, lo siento. Con eso, ella se fue del callejón hacia su caballo, dejando plantado a Blade, que estaba confuso. Antes de que pudiera pararla, ella ya cabalgaba lejos. Blade se resignó, dejando caer rendidos los brazos, y apoyó el hombro en la esquina del local, mirando hacia donde ella se alejó. Mientras, alguien se acercaba a él por detrás, y Blade se dio cuenta, pero ni se giró. Los pasos cesaron, el sujeto estaba a un metro de Blade en las sombras. –  Espero que no vayas a abrir la boca hijo, sobre todo a ella. –  dijo el sujeto a sus espaldas. –  Tarde o temprano ella se dará cuenta por si sola padre, deberíamos decirle la verdad. –  aconsejo él sin girarse. Entonces, por decir eso, Rizort coge del cuello de la camisa a su hijo y lo empotra contra la pared con fuerza, sin dejar de cogerle de esa forma, lo mira fijamente, ambos se miraron cara a cara. Blade no se molestó en quitárselo de encima, solo puso las manos sobre cada brazo de él, mirando directo y serio, sin mostrar miedo. –  Pobre de ti que hagas eso. –  advirtió Rizort. –  Te recuerdo que tú también estuviste en ello, te lo recuerdo. –  Pero fuiste tu quién insistió en hacerlo, diciendo que debíamos hacerlo para así conseguirlo. –  corrigió Blade con enfado. –  Tu el ama Blade, y querías casarte con ella, por eso querías hacer lo que fuera para que cumplieras ese deseo, yo te ayude en eso, así que eres responsable también. Ante eso Blade no dijo nada, y giro la mirada bajándola. Rizort vio con eso de que había ganado el duelo, y lo soltó vacilante. –  Por fin escuchas, me alegro. Por tu bien y por el mío, deberás tener la boca cerrada, y cuando ustedes dos estén casados, podrás contárselo si quieres, entonces no podrá hacer nada. Cuando acabo de hablar, Rizort volvió por donde había venido, dejando solo a Blade, sin moverse del lugar durante un rato. Él odiaba las maneras que tenía su padre de hacer las cosas, que nadie sabía. Blade nunca lo ayudo en esas ocasiones, pero aquella vez lo hizo, y ahora se arrepentía de ello, sobre todo por su amada Carmilla. Entonces, él se derrumbó al suelo sin despegarse de la pared, y con las manos en la cara, ocultando su rostro lleno de lágrimas, sintiendo dolor y culpabilidad, por Carmilla, sobre todo. Sin que Blade se diera cuenta, estaba siendo observado por un hombre vestido de n***o, sonriendo contento. Rato después, la figura de n***o se alejó entre la gente yendo a un lado y a otro, sin parecer importarles quien era ese hombre de n***o y pálido. Faltaban pocas horas para el anochecer, y Carmilla estaba en casa, encerrada en su habitación, inquieta e insegura. Cuando estuvo con Blade intimando, sintió peligro y miedo, y eso nunca le paso con él. También sintió otra cosa en ese momento, como si algo los observará, mejor dicho, que la observaban a ella fijamente. Desde hacía tiempo sentía una presencia cerca de ella, acechándola y observándola. En ese momento, seguía sintiendo la presencia, e iba asustándola poco a poco, pero se mantenía firme a todo. Desde que volvió de la plaza, los criados querían animarla para que comiera algo, pero nada, y les preocupaba, ya que, solo había desayunado. Todos los criados estaban a lo suyo en silencio, hasta que, se oye a una de ellas corriendo por las escaleras al segundo piso, yendo a la habitación de su señora. Está pica nerviosa y con prisa la puerta y la abre después de tener el permiso. Al ver a la criada jadeante y cansada por su carrera, Carmilla se puso en pie y fue hacia ella. – ¿Qué pasa con tanta prisa? –  pregunto ella preocupada por la criada. –  Señorita, es algo urgente, del hospital. –  informó la criada sin aire. –  Tiene que ir allí enseguida. Al oír eso, Carmilla sale corriendo de allí, pide a algún criado que atienda a la criada antes de irse a caballo hacia el hospital. Mientras iba hacia allá, iba pensando que quizás su hermana estaba despierta, deseaba que fuera eso, con todo su corazón. Gracias a que el caballo fue rápido, llegó en poco tiempo y sin hacer daño a nadie por el camino. Dentro del hospital fue recibida por una enfermera que la guio rápidamente hacia la habitación de su hermana, aunque no hiciera falta. Corriendo llegaron a la habitación con rapidez, y dentro, Carmilla vio al doctor de pie frente a la cama de su hermana, serio y con los brazos cruzados. Ella no entendió nada, el qué el doctor estaba allí parado sin hacer nada, entonces giro la mirada hacia Orlat, y vio que era atendida por dos enfermeras. – ¿Doctor, qué está pasando? ¿Qué le ocurre a mi hermana? –  pregunto Á Carmilla mirando al doctor exigiendo respuestas. Viendo que él no se giraba a ella ni le decía nada, ella molesta y nerviosa se puso frente a él. – ¡Dígame algo! –  Señorita Carmilla por favor, cálmese. –  pidió la enfermera que la acompaño. – ¡No me diga que me calme en un momento así! –  exclamó ella enfadada. – ¡Quiero saber que le pasa a mi hermana y por qué él está aquí parado! El doctor no dijo nada a pesar de las palabras de Carmilla, y al verlo, aun así, la enfureció tanto que lo cogió de las ropas y lo alzó un poco hecha una furia. La enfermera intento detenerla, pero para ella la chica morena era demasiado fuerte, y el doctor parecía no querer defenderse, eso las dejo confusas a las dos, pero Carmilla seguía queriendo una explicación rápida. – ¡Diga algo doctor! –  exigió ella, empezando a llorar un poco. – ¡Por favor dígame que le pasa a mi hermana pequeña! Entonces, él bajo la mirada con los ojos cerrados, y en ese momento las enfermeras dejaron de atender a Orlat, y con la otra enfermera se retiraron de allí, dejando solos a Carmilla y el doctor. Preocupada, Carmilla dejo al doctor y rápidamente fue hacia su hermana dormida, viendo que físicamente estaba bien, por eso no entendía el aviso que le dieron. –  Carmilla… debes saber algo, y también saber entenderlo. –  dijo el doctor desde donde estaba. – ¿Qué cosa? –  pregunto ella, girando la cabeza sobre su hombro confusa. – ¿Qué le ocurre doctor? Por favor dígamelo. Él no dijo nada, primero camino hacia ella, y entonces con cuidado se sentó con ella en el borde de la cama, a los pies de la paciente dormida. Al verlo tan serio, Carmilla empezó a inquietarse, deseaba que no fuera nada terrible sobre su hermana. –  Tu hermana… ha empeorado. –  dijo él con pesar. Al oír eso, Carmilla sintió con una corazonada fuerte y dolorosa, con si su corazón se hubiera parado en ese momento. Los ojos los abrió como platos, se le irritaron, pero ella no quiso parpadear aún, ya que deseaba ver en el doctor algún signo que dijera que estaba mintiendo o diciendo una broma pesada. El rostro del doctor no cambio, y ni siquiera quiso mirar a Carmilla para no ver su rostro de confusión y sorpresa. – ¿Qué esta… diciendo? –  pregunto ella casi sin voz. –  Antes cuando viniste a verla, no había signos de que hubiera problemas… pero de repente, su estado de subconciencia ha dejado de mostrar signos de querer salir del coma, como si no deseará volver… físicamente esta curada, pero mentalmente ha empeorado, y con eso es imposible que despierte. –  explicó él sin mirarla, cerrando los ojos con pesar al final de la frase.  –  No… esto no puede ser cierto… – negó ella, mostrando una sonrisa de burla. –  Déjese de bromas doctor. –  No estoy bromeando Carmilla. –  aseguro él con seriedad. – ¡Está mintiendo! –  exclamó ella con lágrimas en los ojos. – ¡Miente, ella no puede haber dejado de luchar! Ante ese dolor y sufrimiento, el doctor la miró y vio como lloraba a brotes, dejando que las lágrimas deslizaran por su cuello y goteando por su barbilla y mandíbula. Entonces, ella frustrada dejo de mirarlo para girarse de nuevo a su hermana, y dolida la sujeto por los hombros y empezó a agitarla, como si así pudiera despertarla de su largo sueño. – ¡Orlat, por favor Orlat, dime que no es verdad lo que él dice! ¡Tienes que estar luchando, debes luchar para así volver conmigo! –  gritaba ella entre lágrimas. – ¡Por favor despierta, abre los ojos, ábrelos! A pesar de los gritos y suplicas, la chica de pelo castaño oscuro no mostraba signos de reaccionar a su llamado, seguía estando dormida profundamente sin parecer querer despertar. Viendo que lo que dijo el doctor al final era cierto, dolida, se derrumbó sobre el pecho de su hermana con los brazos alrededor del cuello de ella, llorando en voz alta y con los hombros moviéndose por los sollozos. El doctor quiso consolarla, pero sabía que sería imposible, por lo que, frustrado y apenado, se puso en pie y se retiró de allí cerrando la puerta tras de sí. Al salir vio a las enfermeras esperarlo fuera, al parecer habían oído la conversación y los sollozos de Carmilla. Con la mirada les dijo que la dejaran sola con su hermana, y ellas apenadas le hicieron caso y volvieron a sus tareas. Carmilla estuvo allí mucho tiempo, y poco a poco empezó a cansarse de llorar, y las lágrimas ya no podían salir más, como si ya estuviera seca. No supo cuánto tiempo estuvo allí y le daba igual, no podía moverse de donde estaba, con su hermana bajo su cabeza, inmóvil y cálida a pesar de estar dormida por más de seis meses. Entonces, se incorporó un poco, y miró a su hermana, tranquila y sonrosada, entendió que allí ya no podía hacer nada, por lo que, con lentitud se puso en pie y como sonámbula se fue de la habitación. Cuando paso por recepción antes de llegar a la entrada, el doctor y las enfermeras de antes, que les tocaba hacer guardia esa noche, la vieron irse como si fuera una zombi apenas aguantando de pie, con los ojos rojos de tanto llorar, el pelo desordenado y la cara llena de lágrimas secas. Las enfermeras quisieron detenerla y consolarla, pero el doctor las detuvo, dejando que Carmilla se marchara, a pesar del dolor ella sería capaz de llegar a su casa entera, estaba seguro de ello.

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