Capítulo 2

4540 Palabras
Una vez fuera, Carmilla sintió el viento frío de la noche, entonces alzó la cabeza para ver el cielo nocturno despejado y lleno de estrellas brillando junto a la luna llena. Tan dolida estaba, que tardo en oír los llamados de su caballo, que al verla empezó a gruñir y patear el suelo con una pata. Viendo que estaba impaciente, ella entendió que él entendía como se sentía, dolida y sola. Fue hacia él y lo acarició por el moró y el cuello para calmarlo un poco antes de subirse sobre él. Con un rápido movimiento ella estuvo sobre el caballo n***o, y entonces con una patada al estómago lo hizo cabalgar, pero no fue hacia el camino hacia su casa, fue por otro diferente, no deseaba irse a casa ni estar más tiempo en el hospital. Ella hizo que su caballo dejara de correr para caminar con lentitud y calma, tenía la mirada baja y no parecía querer ir a algún sitio en concreto, solo dejaba que el caballo caminará por su cuenta. Si eso era una pesadilla, ella deseaba despertar, ya había sufrido bastante; sus padres muertos, su hermana en coma, y ahora estaba peor, sin signos de querer salir del coma, las cosas no podían ir a peor ahora. Sin que ella se diera cuenta, el caballo camino hasta llegar a la plaza donde estaba la caverna de Rizort y Blade, que a esa hora estaba llena de gente conocida. El caballo se paró justo frente a la barra para atar a los caballos, entonces ella al oír la música y la gente alzó la mirada y vio la caverna. Confusa miró a su caballo, éste gruñó una vez, como diciéndole que se animará. Viendo que el caballo no se iba a mover de ahí por un buen rato, Carmilla se bajó y lo ató a la barra con desanimo. Suspirando, decidió entrar en la caverna, que estaba bien iluminada y animada por la gente y las bailarinas del escenario. Algunos al ver a Carmilla la saludaron, ella disimulo una sonrisa a pesar de tener la saca llena de lágrimas secas. Rápidamente, con el rostro tapado con su melena negra a duras penas, fue directa a la barra donde estaba Rizort sirviendo copas a los clientes habituales. – ¡Eh Rizort, mira quién ha venido! –  aviso uno que vio a Carmilla sentarse a la barra a su lado casualmente. – ¡Nada menos que la hermosa prometida de tu hijo Blade, ajajá! El hombre estaba ya bastante borracho, pero él era buen amigo de Rizort y del difunto padre de Carmilla, por lo que también era amigo de ella. Tanto Carmilla como Rizort se rieron un poco de él, y su compañero decidió que ya había bebido bastante, por lo que le apartó el vaso de cerveza y lo cogió para cargarlo sobre el hombro. –  Bueno, buenas noches Rizort, Carmilla. –  se despidió el amigo con el borracho a cuestas en el hombro. –  Buenas noches. –  se despidió Rizort mientras limpiaba un vaso con el trapo. –  Sí, buenas noches. –  se despidió Carmilla en bajo. Cuando Rizort la oyó de esa forma, se acercó a ella preocupado, viendo como ella tenía una mirada vacía y triste. Cuando tuvo el vaso ya limpio lo dejó en su sitio sin dejar de mirar a Carmilla, que estaba ahora apoyando los brazos sobre la barra como solían hacerlo los hombres cuando estaban deprimidos o molestos por algo, ella estaba más de lo primero que de lo segundo, pero también había otra cosa. – ¿Carmilla? ¿Te ha pasado algo hija? –  pregunto Rizort, apoyando las manos en la barra frente a ella. – ¿Puedes ponerme lo de siempre Rizort, por favor? –  pregunto ella sin alzar la mirada, con un voz vacío y solitario. –  C– Claro, pero, no deberías tomar eso a estás horas de la noche. –  aconsejo él, extrañado por el comportamiento de Carmilla. – ¿Puedes explicarme que te ocurre? –  No Rizort, ahora no. –  contestó ella. –  Ponme lo que te he pedido… por favor… Al ver que ella no iba a hablar, Rizort dejó de insistir y fue a buscar lo pedido, dejándola sola con sus pensamientos. Una vez sola completamente, sin gente cerca suyo en la barra, se metió de nuevo en su mundo, pensando en todo lo ocurrido hasta ahora, todo fue como si le hubiesen clavado varios puñales en el corazón, dejándolo perforado y destrozado, pero aun latiendo. Ella en verdad deseaba que se detuviera para dejar de sentir ese dolor, aunque fuera un instante. Mientras, sin que ella se diera cuenta, un par de hombres adultos, pero no muy viejos la observaban desde detrás suyo a cierta distancia, sentados en unas mesas llenas de barras de cervezas. Ellos la miraban divertidos e impacientes por acercarse a ella y probar suerte. En cierto modo, nunca habían visto a una mujer con esas ropas tan masculinas, que marcaban un poco su delgada figura y sus curvas jóvenes. Eso a ellos les llamaba la atención. Entonces, sin esperar más, ellos se pusieron en pie y vacilantes fueron hacia la barra donde estaba ella sentada. Después, cada uno se sentó a cada lado de ella, el de pelo largo hasta la nuca rubio en el lado izquierdo, y el de pelo castaño rojizo en el derecho. El rubio con una risa apartó el pelo de ella de la cara para verla bien, y el otro apoyó la cara en una mano para observarla fijamente, viendo lo hermosa que era. –  Hola guapa, vemos que estás sola. – dijo el rubio con seducción. –  Nosotros también lo estamos. – ¿No te gustaría pasar un buen rato con nosotros? –  pregunto el castaño, cogiendo la mano de Carmilla para convencerla. Carmilla no dijo nada, pero lo que sí hizo fue apartar suyo y la del rubio que tenía rozando su cara, sin dejar de ignorarlos. Ante eso, ellos se molestaron un poco, pero no se rindieron. Entonces, el rubio probó con acariciarle el muslo sin que se viera mucho, el otro se río un poco, pero vieron que la chica ni se inmutaba, por lo que, el castaño riéndose con perversidad, intento ponerle la mano sobre el pecho, pero en ese momento una voz aguda le detuvo a él y su compañero. – ¡Eh ustedes! ¡Dejen en paz a Carmilla, ahora mismo! – dijo la voz de Rizort mientras se acercaba. Este volvía con una botella de vino tinto especial de la casa, y al ver que Carmilla estaba siendo molesta por una panda de borrachos mujeriegos quiso actuar. Estos al verle mostraron un rostro de molestia, ya que, les había interrumpido la fiesta. Sin hacerle caso, ellos siguieron con su intento de seducir a Carmilla, pero este no lo aguanto y quiso darles una paliza saliendo de la barra. –  Déjalo Rizort. –  le detuvo la voz de Carmilla. –  Ellos son solo unos ignorantes. Los tres hombres se giraron a Carmilla, Rizort quedó sorprendido de que Carmilla no estuviera enfadada con ellos por haber puesto una mano encima, pero, por el contrario, los dos hombres ante el insulto se enfadaron, pero el rubio después se lo tomo a risa la valentía de la joven Bransovana. Entonces, como olvidando lo que dijo ella, el rubio paso el brazo por la cintura de ella y la acercó a él con fuerza. –  Vamos guapa, te aseguro que te divertirás con nosotros, no te arrepentirás. – dijo él, mientras pasaba la mano por debajo de la camisa de ella, subiendo al pecho. – ¡He dicho que la dejéis en paz amigos! –  exclamó Rizort al ver eso, hecho una furia. –  Tranquilo Rizort, están demostrando que son unos ignorantes todo el rato. –  se burló ella tan tranquila. – ¿Como has dicho zorra? –  pregunto el castaño ya harto. –  Ignorantes, ¿o es que tengo que deletrearlo para que puedas entenderlo imbécil? –  pregunto Carmilla, girándose a él con una mirada fría y sin arrepentimiento. Por esa contestación, el castaño hecho una furia y humillado por una mujer, la golpea con el lomo de la mano con fuerza, eso hace que ella caiga de espalda al suelo, y todos los que estaban cerca se apartaron con un grito de espanto, todos los del bar se giraron a la escena sobresaltados y curiosos ante el ruido de la silla caerse y hacerse añicos y la chica caer en picado al suelo con la espalda recta pero la cabeza hacia delante para no golpearse fuerte. Ante eso, Rizort sale corriendo de la barra y va rápidamente hacia Carmilla, que sin gemir ni gritar de dolor, se incorporó un poco hasta sentarse y apoyarse en la pata de la mesa que tenía detrás suyo. Rizort la miró y se sorprendió, ella sonría contenta y sin parecer dolida o enfadada. El hombre castaño se puso frente a ella, y el rubio se mantuvo al margen, algo fastidiado porque su amigo posiblemente mataría a la hermosa chica. –  Si yo soy un ignorante, vos sois un montón de mierda asquerosa. –  insulto él con humillación, mientras que de sus ropas sacaba un revolver de la época bastante oxidado pero cargada. Al ver el arma, Rizort quiso coger a Carmilla y apartarla, pero ella no se dejó arrastrar, lo que hizo fue mantenerse hay y mirando fijamente al hombre, sin mostrar miedo ni vergüenza, se abrió un poco la camisa con las dos manos para mostrar el escote, que era donde estaba el corazón, y era allí donde el hombre la apuntaba. Todos quedaron sorprendidos ante esa acción, pero el hombre de la pistola no se dejó intimidar por ello y quito el seguro con un poco de temblor, dispuesto a acabar con ella por el insulto a su persona. Ambos se miraron, ella lo miraba directa y sin miedo, provocándolo más, y él empezó a sudar por el miedo que empezaba a sentir por esa mirada que ella mostraba, no era una chica como las demás, delicadas y asustadizas. –  Os falta el valor de la convicción señor, vamos disparé. –  animo ella en voz alta y sin miedo a morir. Rizort intentaba decirle a Carmilla con la mirada que dejará de provocarlo, pero ella ni lo miraba, seguía mirando al hombre del revolver. Finalmente, intimidado por la chica, el hombre bajo lentamente su arma, derrotado y avergonzado. Al momento, Rizort cogió a Carmilla por las axilas para ponerla en pie, ella mientras no dejaba de mirar al hombre, que con su amigo decidieron irse de allí, ya que, eran la atención de la clientela. Cuando ellos se fueron corriendo de allí, cada uno en la caverna volvió a lo suyos, pero algunos se quedaron mirando a Carmilla asombrados y sorprendidos de su valor, era un orgullo para ese local. Uno de esos curiosos que la miraban, era un hombre vestido completamente de n***o, asomado en la barandilla del segundo piso, que desde hay veía perfectamente a Carmilla, sin que ella se diera cuenta. Ese hombre tenía el pelo n***o, largo hasta media espalda, y sus ojos estaban ocultos bajo su flequillo, pero se le veía pálido con la luz del lugar, iba de n***o con unos guantes blancos, parecía llevar una capa negra larga hasta los pies, y parecía estar solo allí. No le quito ojo a Carmilla, que volvía a estar sentada en la silla frente a la barra, tomando con calma su bebida. –  Eso ha sido una estupidez Carmilla, podía haberte herido o incluso matado de un tiro ¿lo sabes? – dijo Rizort algo enfadado y aún nervioso por lo sucedido. – ¿Qué demonios te pasa hoy? –  No tengo por qué darte explicaciones Rizort, no estoy de humor hoy. – dijo ella algo malhumorada. – ¡Si tienes que dármelos! ¡Muy pronto serás la esposa de mi hijo, que te quiere tanto, y seguro que tarde o temprano se enterará de lo de está noche! –  exclamó Rizort molesto, preocupado por ella. –  Pues que se entere, he hecho lo que he querido hacer en ese momento, además, por el hecho de ser una mujer no significa que tenga que comportarme como el resto, no hay norma para ello. –  confesó ella alzando el rostro hacia Rizort, harta de sus quejas. –  Carmilla… – dijo él, sorprendido de la actitud de ella en ese momento. –  Alguien debía enfrentarse a esos idiotas, que ya empezaban a ser unos pesados en este respetado local. – dijo ella, girando la mirada un momento hacia la salida, por donde se fueron los de antes. –  En eso tienes razón Carmilla, pero no tenías que hacer ese espectáculo, podías haber muerto. – dijo Rizort, dolido y preocupado. – ¡Pues para mi perfecto ¿vale? –  confesó ella en voz alta. – ¡Dios me haría un favor con ello, como hizo con mis padres y mi hermana!! Antes esas palabras, Rizort se quedó paralizado de la sorpresa, viendo en el rostro de Carmilla, odio y rabia, pero también dolor y sufrimiento. Entonces, con la mirada baja y los puños apretados, Carmilla dejó brotar lágrimas en sus ojos, dejando que cayeran a la barra como botas de lluvia. Al verla de ese modo, Rizort apartó la botella y la copa de vino para poder coger las manos cerradas de Carmilla para poder calmarla un poco siquiera. –  Carmilla, tranquila, cuéntame que ha pasado cariño. –  pidió él con calma, mientras que con una mano intento alzar el rostro de ella, pero no le dejó. –  Ha dejado de luchar… – dijo ella en susurro, empezando a temblar de dolor y odio. – ¿Qué? –  Mi hermana Orlat… ha dejado de luchar por salir del coma, ya no se sabe si algún día despertará. –  contó ella apretando más las manos, haciendo que sangrarán un poco. –  Ya nunca abrirá los ojos Rizort… nunca más… –  Santo Dios… – exclamó Rizort asombrado y apenado por Carmilla. –  Hija lo siento mucho, no debí exigiste tanto… Ella dejó de hablar, solo estuvo allí sin dejar de temblar. Rizort no supo qué hacer ante una situación como esa, debía hacer algo para animarla, sino… corría el riesgo de que ella decidiera no casarse con su hijo para no hacerle ilusiones. Entonces, antes de poder decirle algo, ella se puso en pie, dejó una moneda sobre la barra y empezó a caminar hacia la salida. –  Espera Carmilla, ¿A dónde vas? –  pregunto Rizort preocupado e inquieto. –  A casa, estoy cansada. –  contestó ella, parándose un momento para girar la cabeza hacia él y responderle. –  Ya nos veremos. Con eso, ella continuo su marcha hacia la calle. Rizort la vio irse, y estuvo preocupado, ya que, no estaba seguro de que esos hombres se hubieran ido sin más. Mientras, el hombre de n***o siguió a Carmilla con la mirada. Entonces, sin que nadie pareciera importarle, ese hombre camino con calma al lado de la barandilla de madera, sin dejar de mirar a la puerta por donde Carmilla salió. Cuando ella salió de la caverna, respiro el aire fresco de la noche, en cierto punto, eso la relajo un poco. De repente, le pareció faltar algo, al principio no supo qué, pero luego al alzar la cabeza para ver a su caballo n***o, vio que ya no estaba atado en la barra de madera. Eso era lo que le faltaba, el gruñido del caballo cuando la veía salir de algún lugar, y rápidamente fue hacia allí, y vio que la cuerda no se rompió ni nada, alguien lo desato y se lo llevó. –  oh maldita sea… seguro que han sido esos desgraciados de antes para vengarse. –  dedujo ella apretando los dientes humillada. Estuvo por dejarlo correr e irse a casa caminando, hasta que un ruido la detuvo, el sonido de un caballo rugiendo y pateando cerca de allí, ella lo reconoció como el suyo n***o y rápidamente siguió el sonido. No tardó en encontrarlo, el caballo estaba metido al fondo de un callejón oscuro sin salida, atado en una madera tirada allí llena de escombros. Antes de ir hacia él se aseguro  de que no estuvieran esos dos, no vio a nadie, suspiro aliviada y fue hacia su caballo que empezaba a ponerse nervioso. Cuando estuvo a su lado, le dio unas palmadas en el lomo y el cuello para calmarlo y diciéndole que estaba ella con él. El caballo enseguida se calmó al verla y oírla, entonces la dejó coger la escuela para tirar de él hacia el final del callejón e irse a casa de una vez. Todo fue bien, pero cuando ella llegó al final del callejón con el caballo, de repente la cogieron con violencia y rapidez, tapándole la boca y cogiéndola de los brazos. Ella sobresaltada y asustada empezó a moverse para liberarse, pero era inútil, y esos hombres la arrastraron de nuevo hacia el interior del callejón, uno la tenía cogida por debajo de las axilas y una mano tapándole la boca, mientras el otro, el castaño se ocupaba del caballo, que quiso huir, pero el hombre consiguió cogerlo por la cuerda y lo ató al primer lugar que vio perfecto. – ¡Apresúrate tío! –  exclamó el hombre que la sujetaba a ella, el rubio. – ¡Está zorra tiene más fuerza de lo que parece! Éste así lo hace y lo ayuda, cogiéndola por las piernas para tenerla en el aire, pero ella aprovecho para darle una patada en la cara y se liberó de los dos, rápidamente fue hacia la pared del fondo y estuvo cara a cara frente a ellos, en posición defensiva y cara desafiante. El castaño se quejó de la patada en la cara y quiso vengarse, pero el rubio lo detuvo, sabiendo que ella estaba ahora acorralada por ellos, sin ayuda de nadie a quién pedir auxilio. –  Ya eres nuestra zorra impertinente. – aseguró el rubio, y con el castaño empezaron a caminar hacia ella. –  Te vamos a enseñar cuál es tu lugar en la sociedad. –  Empezaremos con que nos des todo tu dinero preciosa. –  continuo el castaño, sangrando por la boca. –  Después a algo mucho mejor… Entonces, cuando dejaron de hablar, el castaño sacó una navaja de bolsillo, ambos con una sonrisa sarcástica en la cara. Carmilla estaba acorralada, no sabía que hacer contra esos dos, más con uno armado. Cuando los dos estuvieron justo frente a ella, el castaño la pegó contra la pared y le puso la navaja en la garganta amenazante, el rubio hizo lo suyo, poniendo una mano entre las piernas de ella, Carmilla no mostró molestia ni nada, ni con la navaja en el cuello. – ¡Danos tu dinero zorra asquerosa! –  exigió el castaño ya molesto por esa mirada. Ante la amenaza, ella siguió sin decir ni hacer nada, y eso enfureció al castaño tanto que la golpeó con tanta fuerza que la derrumbo a un lado, dejándola inconsciente. El rubio se molestó un poco por lo bruto que era su amigo, pero que se le iba a hacer pensó, entonces, se agacho para empezar a divertirse con ella, hasta que, a sus espaldas oyó a su amigo gritar un instante y después un silencio, acompañado de un olor extraño. – ¿Jack? –  llamó él girándose sobre su hombro. Entonces, vio en la otra pared a su amigo, tumbado en el suelo, con la garganta abierta por su propia navaja. Asustado, antes de poder decir algo cuando se puso en pie e ignoró a Carmilla, algo que se desplazó a toda velocidad en la oscuridad lo cogió por el cuello y lo alzó como si nada del suelo, después, con mucha fuerza lo lanzó lejos de allí, haciendo que chocará contra la pared y cayera después al suelo en picado, matándolo en ese instante. Justo en ese momento, Carmilla abría los ojos algo aturdida por el golpe, y sintió un ardor en el labio, se tocó y vio que estaba sangrando un poco, pero no le importó, no era grave para ella. Con dificultad se puso en pie tambaleando un poco, se aclaró la vista parpadeando y no vio a esos dos de antes, pensó que se habían ido, pero entonces vio a unas personas en ese callejón tumbadas en el suelo. – ¿Qué ha pasado aquí? –  se preguntó ella, viendo con dificultad a esas personas. Decidió acercarse para verlos mejor, pero cuando estuvo a unos pasos de ellos, algo o alguien la cogió por detrás, por el vientre y tapándole la boca. Entonces, notó algo extraño, notó como sus pies se desplazaban por el suelo hacia atrás con demasiada rapidez, más de la normal. Rápidamente puso una mano suya sobre la mano que tenía en la boca, y con el brazo libre intento golpear al sujeto, pero al hacerlo sintió como si golpeara una pared sólida. Cuando ambos estuvieron contra la pared, ella notó como el sujeto dejaba de sujetarla por el vientre, para luego notar como apartaba el pelo del lado izquierdo y desgarraba la camisa del hombro, dejándolo despejado completamente. Eso a ella la dejó confusa, pero antes de poder liberarse o hacer algo, notó como él volvía a sujetarla por el vientre con el brazo entero, pegándole más a él. – ¡mgh! –  exclamó ella bajo la mano de él, exigiendo que la soltará. Entonces, algo hizo que ella se quedara inmóvil y sonrojada, el sujeto se inclinó sobre el hombro de ella, para luego empezar a lamerlo con seducción hacia el cuello, eso hizo que Carmilla temblará sonrojada y confusa, entonces, ella sintió un dolor agudo en su cuello haciendo que abriera los ojos del todo mirando hacia arriba. –  "¿Qué hace?" –  se preguntó ella en su mente. Queriendo una respuesta de ello, miró de reojo al sujeto en su cuello, no pudo ver nada en esa posición. Lo que sí pudo hacer fue sentir y oír; sentía algo afilado y puntiagudo clavándose en su cuello, haciendo que sangrara, pero la sangre no se deslizó por su cuerpo, más bien, era como si ese hombre la estuviera tomando, entonces, ella entendió que se trataba de un vampiro, que estaba mordiéndola y tomando su sangre. Al saber eso, ella asustada quiso liberarse e huir, pero estaba perdiendo fuerzas, y esa sensación hacia que ella deseará que continuará, eso ella no lo entendió. Sentía como él bebía su sangre a brotes sin soltarla, notando sus labios y colmillos fríos sobre su piel, también pudo oír como él jadeaba gustoso al probar esa sangre. También sintió como él la apretaba con fuerza hacia él, y también los colmillos dejar de clavarse en la herida. Carmilla se sonrojaba y excitaba cada vez más, y también iba perdiendo las fuerzas, pero no soltó la mano que tenía tapándole la boca, y con todas sus fuerzas intento sujetar el otro brazo, agarrándola por la manga. Entonces, el sujeto dejó de taparle la boca, ella pudo haber gritado, pero no pudo ni quiso hacerlo, pero no pudo evitar llorar un poco por el dolor que sentía. Un rato después, el misterioso vampiro dejó de beber su sangre y se apartó del cuello de ella, pero no la soltó todavía. Carmilla gimió aliviada cuando él la dejó, pero las piernas no la aguantaban, pero el vampiro la mantenía en pie, cogiéndola por el vientre y el cuello. Carmilla pensaba que ese vampiro la mataría en ese momento, pero no le importaba, estaba demasiado débil como para notar algo. – ¿Todavía deseas la muerte o ya la has sentido y saboreado bastante está noche? –  pregunto el vampiro en su oído, con una voz aguda y fría entre los colmillos llenos de sangre. –  La… suficiente… – consiguió decir ella como pudo, con voz susurrante y débil. Con eso, el vampiro se río entre dientes, y eso fue lo único que oyó ella antes de perder el conocimiento. Carmilla volvió a abrir los ojos, y se vio tumbada en el suelo, tapada con algo, se incorporó un poco hasta estar sentada, y vio que aquello que la tapaba, era una capa negra larga y ancha. Ella no tardó en adivinar que era de ese vampiro, y eso la dejó confusa por el detalle, ¿por qué la taparía si pensaba dejarla morir allí? Tuvo esa pregunta en mente mientras miraba la capa curiosa. Entonces, recordando todo enseguida, inquieta se tocó el cuello, por donde él la mordió, y pudo notar los dos agujeros aún manchados de sangre, pero no le dolía, ni tampoco se sentía débil ni nada como antes, era raro para ella. Tan pendiente estaba de todo lo que paso, que no noto a quien tenía delante hasta que este hizo un sonido, ella sobresaltada alzó la mirada y vio a su caballo con la cabeza agachada hacia ella, como si estuviera preocupado por ella. Al verlo, ella estuvo contenta, viendo que estaba sano y salvo, con las riendas algo rotas por haberse liberado e ir hacia ella. Con cuidado, ella se puso en pie, y se sorprendió al notar que estaba igual de fuerte como antes, como si nunca hubiera estado débil ni nada. todo era muy extraño para ella, estuvo por montar su caballo cuando le llevó un olor fuerte en que venía de ese callejón, justo donde estaba ella. Curiosa, miró a los alrededores, rodeó su caballo hasta que al fin los vio, a los hombres de antes muertos en el suelo. Vio al castaño con la garganta abierta por su propia navaja en mano, y a su amigo rubio tirado bocabajo en el suelo, con sangre bajo la cabeza, ambos mostraban un rostro de terror y sorpresa, como si no hubieran visto el ataque. Aterrada, Carmilla supo enseguida que eso fue obra del vampiro, que los mato antes de morderla a ella, por estorbo o por otra cosa, no quiso saber cuál. Temiendo de que el vampiro volviera allí, subió con rapidez sobre su caballo y se fue galopando de allí a toda prisa. Cuando llegó a casa, el criado encargado del caballo se ocupó de él, quiso preguntar a su señora de su tardanza, pero ella no le dio tiempo y fue con paso rápido a casa. Una vez dentro de la casa, los criados que estaba allí, limpiando los muebles y demás, se giraron a ella, suspirando aliviados, ya que, estaban preocupados por la única señora de esa casa. La jefa de servicio, una mujer mayor de edad la atendió enseguida, yendo hacia ella. Carmilla se mantuvo un rato en pie frente a la puerta, con la mirada baja e inquieta, pero no quiso que ellos lo vieran. Lo que no pudo esconder de la mujer mayor fue el cortó que tenía en el labio por el golpe del hombre castaño de antes. –  Bendito sea Dios, me alegra ver que está bien mi señora. – dijo la mujer aliviada. – ¿Dónde ha estado? ¿Qué le ha pasado que tiene el labio cortado? 
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