CAPÍTULO 5

1994 Palabras
VIOLET El hombre de ojos verdes se sienta con cautela en la orilla de la cama. Lo observo. Su postura es firme, pero su mirada delata una pizca de incertidumbre. Está evaluando. Bien. Eso significa que también reconoce el peligro. Estudio sus facciones con meticulosidad quirúrgica. ¿Cómo es esa palabra que usa el amo? Bonito. Supongo que, por ser hombre, debería decir apuesto, aunque dudo que le agrade ese término. La simetría de su rostro es llamativa: pestañas largas, nariz proporcionada, mandíbula bien definida. Atractivo. Pero la belleza no significa nada. La belleza es irrelevante en un combate. Cada uno de sus movimientos está almacenado en mi mente. Si decides atacarme, debo ser la primera en golpear. Sé más de cien formas de matar, ochenta maneras de torturar para extraer información y muchas técnicas para desaparecer un cuerpo sin dejar rastro. Esto es para lo que fui entrenada. Esto es para lo que fui creado. Todos los niños que han participado en el Proyecto L.E.T.A.L han sufrido una modificación genética, no fuimos escogido al azar, cada uno tiene una característica especifica. Yo llamé la atención de mi amo por el color inusual de mis ojos. Han empleado en nosotros tecnologías de laboratorios para alterar la composición se nuestro ADN. Es decir, esto puede incluir un cambio en un único par de bases (A-T o C-G) nos han adicionado un nuevo segmento de ADN. Somos el producto de unos científicos que quieren probar que el hombre tiene el poder de modificar lo que el creador del mundo ha creado. Nos han dado más fuerza, más destreza, y muchas más habilidades que el ser humano común no tiene. Pero también nos quitaron muchas cosas. Cosas que los humanos valoran y consideran esenciales. — ¿Cómo te llamas? —Su voz rompe el silencio. No suena autoritaria, pero hay una matiz de firmeza en su tono. Ladeo la cabeza. No se parece en nada a mi amo. Es más guapo, más joven, tiene un aspecto bastante varonil, unas pestañas largas, una nariz pequeña, pero que es proporcional a su rostro. Absorbo y almaceno cada gesto, cada movimiento, la forma en la que su manzana de Adán se mueve cuando habla, en la que sus ojos se entrecierran cuando no respondo, los gesto que tiene cuando lo miro fijamente. Quiero aprender todo de él. —¿No tienes un nombre? —insiste. Y entonces lo veo. Hace un gesto que pocas veces le veo a mi amo. Sus labios se curvan y le da un aspecto más juvenil, más tierno, dos hoyuelos se le forman a cada lado de sus mejillas. Son maravillosos. Creo que esa es la palabra. No sé mucho sobre estas cosas. A pesar de que mi capacidad de aprendizaje es superior a la de un humano común, ese tipo de emociones fueron erradicadas de mi sistema. Pero, por alguna razón, quiero aprender. Niego con lentitud, observando su reacción. No tengo un nombre, solo un apodo. Un código. Un sello impuesto por quienes nos convertimos en lo que somos. En el Proyecto LETAL, nos clasificaron según nuestra letalidad, asignándonos nombres de los animales más venenosos del mundo. Cinco niños, cinco depredadores entrenados para convertirse en armas perfectas al servicio de los poderosos. De ahi el nombre del proyecto. Mi nombre en el proyecto es “Taipán” es una especie de serpiente de la familia Elapidae. Se caracteriza por su gran envergadura, es rápida y la toxicidad de su veneno es letal. Ya que el veneno de este animal actúa sobre el sistema nervioso periférico. Paraliza a la víctima y coagula la sangre, lo que obstruye los vasos sanguíneos y provoca un paro respiratorio. Bueno, la diferencia de este animal y yo es que el proceso de su veneno para eliminar a una persona dura 45 minutos y yo puedo eliminar una amenaza en menos de dos. Me dieron este nombre porque asfixio a mis objetivos. Porque el veneno es mi arma favorita. Porque si elijo un cuchillo, apunto directo a la yugular y dejo que se ahoguen con su propia sangre. Sigilosa. Precisa. Letal. Este animal es uno de los más devastadores del mundo, de allí, también me he ganado el nombre. Mis ojos se adaptan perfectamente a la oscuridad, mi audición está desarrollada más allá de lo normal, y mi cuerpo se mueve entre las sombras sin un solo sonido. Es por eso que siempre apaga las luces antes de matar. Privar a mis objetivos del sentido de la vista me da la ventaja absoluta. No hay escapatoria cuando yo decidí cazar. El hombre frente a mí no parece perturbado por mi silencio. No me pregunta nuevamente mi nombre. En cambio, sonríe. —Bueno. Eres una niña muy hermosa y con unos ojos preciosos. Así que, debido al color tan único que hay en ellos, te voy a llamar Violeta. ¿Te gusta? Mi ceño se frunce con desconcierto. Me ha dado el nombre por el color de mis ojos. No sé cómo responde a eso, mi amo nunca me trata tan bien, si, suelo tener recompensas cuando hago un buen trabajo, pero son más los castigos que nos impone, que el tiempo que nos compensa. Aún estoy evaluando todas las posibilidades que tengo para poder regresar, no quiero que mi amo me castigue, aunque sé que lo hará. Dejé que me atraparan y llevo tiempo sin reportarme. Lo observo en silencio, analizando su expresión. Él espera mi respuesta, paciente, sin apremio. Como si realmente le importara. Es extraño. Una sensación cálida, desconocida, se expande por mi pecho. No la comprendo. No me gusta no entender. Pero asiento, espacio. Me gusta mi nuevo nombre. Tampoco es como si le fuera a decir el verdadero. Vuelve hacer ese gesto con los labios, y abro los ojos, me sorprende que lo hace muy a menudo. Me acerco con cautela, midiendo cada movimiento. No se aparta, pero su cuerpo se tensa. Lo noto en la forma en que su pecho deja de moverse por un instante, en cómo sus pupilas se dilatan apenas un poco. Puedo oler el miedo en el ambiente. Me tiene miedo. No lo culpo. Pero… no quiero que me tema. Me ha tratado mejor que el amo. Quiero me siga mirando con esos bonitos ojos y de esa forma que aún no sé explicar. Levanto la mano y alargo los dedos, tocando su mejilla con la punta. Su piel es cálida, suave. Exploro su rostro con lentitud, siguiendo la curva de sus labios con la yema del dedo. Los presiono apenas y los moldeo en la misma forma que vi antes, creando una "O" en mi propia boca. ¿Yo también podré hacer ese gesto? Si lo hago… ¿me verá tan bonita y cálida como él? —¿Te gusta el nombre que te di? —Su voz es baja, paciente, mientras me deja explorar su rostro. Mis dedos recorren sus cejas, su nariz, la línea definida de su mandíbula. Estudio cada textura, cada ángulo, cada detalle. Lo memorizo. Lo analizo. Cuando termino, él se aleja apenas, lo suficiente para mirarme a los ojos. Asiento con la cabeza. —Te llamaré Violet —repite. Intento imitar el gesto que hizo hace un momento. Curvo los labios con precisión quirúrgica, buscando replicarlo. Es un movimiento sencillo, mecánico. Algo nuevo para mí. Yo también quiero verme así de bonita. Es algo nuevo para mí. Aprendemos más rápido que un ser humano normal. Según un estudio, las personas tardan entre 18 y 254 días en alcanzar el 95% de automaticidad en la memorización de un hábito. Nosotros fuimos modificados. Para nosotros, el aprendizaje toma entre una hora y dos días, dependiendo de la complejidad. Aunque hay una cosa que no nos han enseñado y tampoco nos permiten estudiarla que es escribir, nunca nos han explicado por qué, pero el amo nunca permitió que los científicos nos enseñaran eso. Levanto la vista, aún con los labios curvados. Pero él frunce el ceño. Se muerde el labio inferior. ¿Estoy haciendo algo mal? ¿Por qué se muerde el labio? Sus ojos… ¿brillan con diversión? —¿Qué intentas hacer? —Su voz suena diferente. Algo en su tono cambia, pero no sé qué es. No entiendo las emociones. No se me permitió estudiarlas, mucho menos sentirlas. ¿Es buena idea hablar ahora? Me ha tenido bastante paciencia, pero no sé cómo explicarle que quiero imitar el gesto que vi en su rostro hace unos momentos. Así que elijo la opción más simple: levantar el brazo, extender el dedo índice y señalo sus labios. Él ladea la cabeza, imitando lo que yo hice hace un instante. —¿Intentabas sonreír? —Arrastra las palabras con un ligero acento. Si no estoy mal es ruso. ¿El hombre es ruso? Aprendemos varios idiomas por nuestra línea de trabajo. Asiento enérgicamente con la cabeza. Y luego pasa algo que me deja impactada. Comienza a sonreír mucho más. Un ruido extraño sale de su garganta. Jesús. ¿Está sufriendo algo? ¿Debo ayudarlo? No puedo morirse. Su cuerpo se dobla ligeramente, sus ojos se achinan y brillan aún más. Se golpea el muslo con la palma, como si no pudiera contenerse. Se ve mucho mas bonito que antes… ¿Qué le pasa? Sigue emitiendo esos sonidos raros… pero son bonitos. Decido que quiero escucharlos más a menudo. Me quiero quedar aquí con él. Mi mente procesa algo nuevo. Algo que no deberías estar pensando. Estoy siendo una mascota desleal, pero ahora mi cerebro procesa una cosa. Quiero ser el arma de este hombre. Necesito sacarme el GPS que han instalado en mí. No quiero regresar a donde mi antiguo amo, ya que ahora tengo uno que me trata mejor de lo que me han tratado en mis 12 años de vida. Cuando su ataque disminuye, me mira de nuevo, aún con rastros de esa extraña emoción en sus ojos. — Zemleroyka —exhala, tomando aire. —Veo que debo enseñarte a sonreír. ¡Jesús! Parecía el Joker cuando lo intentaste. Fue bastante aterrador. ¿Fierecilla? ¿Por qué me llama así en ruso? ¿Y qué es el Joker? Muevo mi cabeza de un lado a otro. Tengo que averiguar que es todo eso que ha dicho. Por ahora sé que el gesto anterior se llama “Sonreír” voy a estudiarlo un poco más, debo aprender hacerlo si eso me regala más del sonido extraño y el brillo de sus ojos que vi hace un momento. —Bueno —anuncia—, te dejaré descansar un poco. Mañana vendré por ti. Ahora eres parte de este batallón. Yo será el encargado de ti. Mi rango en la milicia es teniente. Así es como te dirigirás a mí. Por mucho que me quiera quedar no sé si pueda. Estoy segura de que el amo enviará a alguien por mí, pero… ¿Vale la pena arriesgarse? ¿Puedo soportar un castigo por pasar unos días más aquí? Por lo que me está diciendo mañana me dejará salir de esta habitación, así que podré evaluar mis opciones para escapar y mientras lo hago, puedo servirle a este nuevo amo. Cuidaré de él, el tiempo que pueda pasar a su lado. Asiento con cautela. —Serás una de las nuevas reclutas —me explica—. Entrenarás como los demás soldados. Lo observo en silencio. Se acerca con el mismo cuidado de antes y extiende la mano. No me muevo. Sus dedos despeinan ligeramente mi cabello, y me ofrece otra sonrisa. —Conmigo estarás a salva —su tono es suave—. Descansa. Y con eso, sale de la habitación. Puedo recibir un castigo si eso me da más de su calidez. Porque ahora él es mío. Mío para cuidar. Mío para proteger. “Mi teniente” Y aunque tenga que irme… lo seguiré protegiendo. Porque nadie, nunca, me había tratado con tanta delicadeza como él lo ha hecho.
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